En mi nuevo trabajo como barbero IV

Me follan en el bar de mi amigo donde voy a tomarme algo después del curro, descubriendo una parte cerda y sumisa que no sabía que tenía

En mi nuevo trabajo como barbero IV

Llegué al bar de mi amigo. No había mucha gente, pero era temprano. Saludé a mi amigo con un pico intenso y me pedí una cerveza.

-          ¿Qué tal el día?

-          Pufff…el trabajo bien. Me ha estado explicando como se cobra, el protocolo, y demás. Y me he pillado un calentón, flipante.

-          ¿Por qué?

-          Pues porque no tienen vergüenza ninguna entre ellos allí. Se duchan, se ven en bolas, hablan de todo sin tapujos. Pufff….Voy a tener que echarme un amante fijo o me mataré a pajas a diario. No veas como vengo – dije agarrando mi polla por encima del pantalón.

-          O sea, que en un rato te bajas al cuarto oscuro, ¿no?

-          En cuanto vea movimiento

-          A unas malas, si no encuentras nada, me la comes un rato – dijo sacándome la lengua.

Estuve un rato tomándome la cerveza y hablando con algún cliente que también iba solo. Casi a la hora del cierre vi bajar a un chico que me gustaba, y al ver que no subía me animé a ir en su búsqueda.

Al llegar al cuarto oscuro, en el cual hay cierta luz suave. Vamos, que se ve a quién te comes. Vi que el chaval se la había sacado y se la estaba machacando viendo la peli porno. Sin decir palabra, total, aquí se viene a lo que se viene, me agaché y comencé a comérsela. Él quitó su mano mirándome a la cara y se dejó hacer.

Se bajó los pantalones hasta los tobillos, iba sin ropa interior, y me dejó su polla, de tamaño normalito, para que hiciera lo que quisiera con ella.

Me la comía sin manos haciendo que entrara y saliera entera de mi boca. Recorría los 15 cm de carne como si llevara años sin comer. Al fin y al cabo llevaba ya unas semanas sin sexo, y con el calentón de estos días, iba cachondo perdido.

Le agarraba de las pelotas, le olían a sexo, seguro que había estado follando en otro local antes de venir. No me importaba. Se las habría comido aunque llevara días sin ducharse.

Al rato se unió uno de los clientes con los que había estado hablando arriba. Se sacó también la polla y se puso al lado del chico. No estaba mal. Aunque era más el morbo que lo que me ponía. Comencé a meneársela sin dejar de comerle la polla y las pelotas a mi amante joven. Aún no había usado mis manos en su falo, hasta ahora. Cambie la polla de mi boca. Me metí la del cliente, un maduro velludo. Los pelos de su polla me acariciaban la cara.

Me encantan las pollas peludas…. Estaba babeando ya del gusto.

Junté ambas pollas y lamía los capullos con la punta de mi lengua como si fueran un helado. Pasaba de un capullo al otro. Metía ambos en mi boca y los besaba. Por mi boca escurría una cantidad de babas exagerada por el placer de tener esas dos pollas en mi boca.

Me agarraron de la cabeza los dos a la vez y apretaban sus cuerpos para hacer que sus rabos entraran en mi boca hasta dentro. No me cabían, y me dolía la mandíbula de abrirla tanto, pero no sería el que decía que no a tener dos pollas para mí.

El jovencito me tiró del pelo hacia atrás y me escupió en la boca. Su lapo cayó dentro y en la comisura del labio. Se agarró la polla y con el capullo lo recogió para meterlo todo en mi boca.

Me volvió a escupir, y este lo noté llegar a mi garganta.

-          Como sabía que sería un auténtico cerdo cuando hablamos arriba – dijo el maduro.

-          Tiene toda la pinta, si – dijo el jovencito- Seguro que le va a pelo ¿a que sí? – dijo agarrándome del cuello para que le mirara

-          Si – dije más moviendo la cabeza que con la voz. Ya que entre que me apretaba la garganta y me iban dando polla a saco no tenía la boca muy libre.

El maduro me dio un pollazo en la cara y me la metió hasta la garganta, mientras el jovencito se iba despelotando y dejaba la ropa sobre uno de los bancos que había en el cuarto. Se puso solo una de sus deportivas y la otra me la puso en la cara, apretando mi cabeza contra ella. Solo podía respirar el poco aire que me dejaba la zapatilla, con lo que el olor de esa deportiva inundó mis fosas nasales.

Estaba claro que las llevaba bastante curradas.

Cuando me dejó respirar, el maduro también se había desnudado y se había sentado en el banco cascándosela mientras veía al jovencito hacer lo que quería conmigo.

Me dio una buena hostia que sonó en toda la sala segundos antes de volver a plantarme la deportiva en el careto.

-          ¿Te gusta como huele, verdad?

-          Mmmmmmm…. Si, cabrón. Las tienes muy curradas.

-          Pues imagina como huelen mis pies - me llevó de la nuca hacia el banco, donde se sentó, y empujando mi cabeza al suelo me estrujó la cara contra su pie descalzo.

Llevaba, al menos, una semana sin cambiarse de calcetos. ¡Que peste! Y que cerdo me puso. No sabía yo esta faceta mía, pero me estaba encantando.

Notaba como mi ojal palpitaba. Yo apretaba mi esfínter notando el placer que sentía al hacerlo. Tenía ganas que me lo rellenaran.

-          ¿No quieres hacer nada con él? – le preguntó el joven al maduro

-          La verdad que estoy disfrutando viéndoos gozar a vosotros.

-          ¿Eres vouyerista?

-          Un poco, la verdad. Sobre todo con dos chavalitos tan jóvenes y cerdos.

-          Pues disfruta, cabrón. Mira como me lo voy a follar a pelo.

-          No, a pelo, no – le dije intentando zafarme de él.

-          Te follaré como yo quiera, ¿entendido? - me dijo mirándome directamente a los ojos con esa cara de cerdo pervertido.

No me gustaba a pelo con extraños, pero estaba tan cachondo y me ponía tanto este cabrón, que luché contra mi cabeza, pero pudo más mi calentura.

-          Si. Haz conmigo lo que quieras - le dije en plan sumiso.

Me levantó de los sobacos y me hundió la cara en los suyos.

-          Joder, ¿Cuánto hace que no te duchas?

-          Me duché esta mañana, pero hoy después de entrenar solo me lavé la polla. El próximo día aguantaré unos días antes de que me comas entero.

-          Si, por favor -me escuché decir, aunque mi voz parecía que no salía de mí.

Me volvió a agarrar del pelo echando la cabeza hasta atrás, y como era bastante más alto que yo, pudo escupirme en la boca dos lapos de seguidos. Me pasó la lengua por toda la cara para recoger lo que había caído fuera. Y después de darme una buena hostia, me estampó contra la pared. Apretó su cuerpo contra el mío dejándome como el embutido de un sandwhich entre él y la pared.

Noté que se arrodillaba. Me dio tal cachete en el culo que me dolió más que darme placer, pero sólo el primero. El segundo ya hizo que de mi interior salieran gemidos de placer. Su lengua comenzó a taladrarme el ojete. Si, taladrarme. Esa lengua era una tuneladora que me devoraba. Intercalaba lengüetazos, besos, caricias y hostias.

-          Joooooooder. Fóllame ya, cabrón. Reviéntame el ojal

-          Tranquilo, papi, a mi ritmo - y siguió lamiendo mi ojete como si se acabara el mundo.

-          Como me estáis poniendo -dijo el maduro.

Se me había olvidado que estaba ahí, pero la verdad que al recordarlo me puso más saber que me había convertido en una película porno para alguien.

-          Fóllatelo ya cabrón, no me quiero correr sin ver como le petas.

-          Has tenido suerte, putita – me dijo levantándose y susurrando en mi oreja – quería seguir haciéndote sufrir, pero el público manda. Y el público quiere follada. ¡Ábrete las cachas! – me ordenó

Obedecí de inmediato. Mi cara apoyada contra la pared para sostener mi cuerpo de pie, y mis manos abriendo mi culo para dejar la entrada libre, estábamos listos para ser follados por este joven que me estaba haciendo llegar al límite de mis fuerzas sexuales.

Agarró su polla con una mano, y pasando su brazo libre por mi abdomen para sujetarme, acercó su capullo húmedo a mi entrada.

-          ¿La quieres?

-          Si, claro. Dámela ya, cabrón.

-          Fóllate ya a esta zorrita – dijo el maduro entre gemidos

-          Ahí va, zorrita mía.

En cuanto su polla sintió el calor que me desprendía mi ojal la metió de una estacada.

Tuve que contener un grito de dolor al sentirla toda dentro de mí. Menos mal que no era un pollonaco, sino me hubiera partido en dos. Pero vamos, ni falta que hacía tener pollón. ¡Cómo se movía! Me estaba follando como nunca me habían follado ni pollones de más de 20 cm.

Me agarraba del cuello llevando mi cabeza hacia atrás para que le mirara a la cara. Me escupió sin dejar de follarme.

Se movía como una serpiente reptando. Hacía “eses” con su cuerpo consiguiendo que su capullo llegara a mi próstata.

Se apoyó contra mi espalda. Notaba su piel caliente y sudada empapándome entero. Sus gemidos en mi oreja me ponían aún más caliente.

-          ¿Te gusta, putita?

-          Siiiiiiii…..dame más. Por favor. Relléname de leche

-          ¿En serio? ¿No decías que no querías a pelo?

-          Préñame, por favor -me escuchaba suplicar como si me fueran a perdonar la vida

-          Me corro -dijo el maduro situándose a nuestro lado y acercando el capullo a nuestro cuerpo.

Noté como la leche se escurría por la piel de mi culo. Algo de lefa tuvo que caer sobre la polla del jovencito.

-          Mira, te ha entrado algo de leche dentro al metértela. Ahora se juntará con la mía.

Siguió bombeando como un puto bestia.

-          Acércame mi sudadera – le dijo al maduro

En cuanto la tuvo, la pasó por mi pecho. Tiró de mi hacia atrás y comenzó a petarme manteniendo el equilibrio con la sudadera cuando me echaba hacia delante.

Que fuerza tiene en los brazos. Conseguía mantener mi cuerpo sin caerse sujetando con fuerza la sudadera. Y sin dejar de clavármela hasta el fondo.

-          Me corro – dijo. Y al segundo sentía como toda esa leche caliente y espesa me rellenaba como un pavo.

En cuanto sentí estallar esa cantidad indecente de lefa dentro de mí, mi polla explotó sin tocarme siquiera llenando el suelo, la pared y su sudadera de lefa.

El maduro había desaparecido. Y allí nos quedamos los dos. Nos vestimos en silencio.

-          Toma mi número. Avísame cuando me hayas lavado la sudadera para dármela

-          ¿Pero tú que te crees? – le dije recobrando mi personalidad al quitarme el calentón.

-          Espero tu llamada – dijo saliendo sin poder volver a decirle nada más.

Me quedé allí como ido sin saber como me podía haber usado así.

-          Menudo amigo más cerdo que tengo. Si lo llego a saber antes…

-          ¿Lo viste?

-          Un poco. Llegué casi al final, pero lo suficiente para saber que te va el sexo guarro a saco.

-          Ni yo lo sabía, pero…

-          Te ha puesto muy cerdo, ¿no?

-          Muchísimo

-          Lo sé. Además folla de puta madre.

-          ¿Te ha follado también?

-          No. Yo soy solo activo, ya lo sabes. Pero si hemos hecho algún trio aquí, en el bar.

-          Jooooooder. Que bien te lo pasas aquí, ¿no?

-          Si me dieron el curro porque me conocían de ser cliente. Ya te contaré lo que ha pasado con mi compi. Sino, lo podrás leer en todorelatos o en mi blog (que por cierto existe. Podéis preguntar por e-mail)

-          Si, ya me contarás. Me voy ya que mañana es mi primer día oficial de curro y no quiero llegar tarde ni cansado.

Nos despedimos con un beso demasiado largo para una simple despedida de amigos y cogí un uber para irme a casa.