En mi nuevo trabajo como barbero II

La imaginación consigue muchas cosas, como hacernos pajotes pensando en nuestros compañeros de trabajo ( relato corto )

En mi nuevo trabajo como barbero II

La verdad que estaba súper contento con haber conseguido el trabajo, y encima parecía que había buen rollo y con dos chulazos. Las pajas que iban a caer a la salud de mis compis iban a ser apoteósicas. No hay cosa que me de más morbo que el nudismo y el morbo entre tíos, aunque no haya sexo como tal.

Llegué a casa. Me metí en la ducha. Y al verme desnudo en el espejo recordé los cuerpos desnudos de mis dos compañeros. De Erik, velludo. Y el de mi jefe, completamente rasurado. Ambos diferentes, pero muy apetecibles.

Sinceramente me daría igual montármelo con los dos, por separado o juntos.

Con ese pensamiento me metí con la polla completamente dura a la ducha.

Dejé que el agua cayera sobre mi cuerpo. No estaba tan tonificado como mis nuevos compañeros de trabajo, pero me mantenía bastante en forma. Mis hombros y mi pecho se notaban trabajados, y que decir de mi culazo. Es lo que más me piropean en cualquier situación, sobre todo cuando me ven a 4 patas.

Me apoyé en la pared de la ducha donde colgaba la alcachofa de esta y dejaba que el agua recorriera mi cuerpo desde el pelo hasta los pies. Notaba como un reguero de agua resbalaba por mi espalda surcando la raja de mi culo, y justo en el ojal, el cual me palpitaba al igual que mi rabo , sentía como lo refrescaba.

Llevé la mano a mi polla y comencé a acariciarla, solo acariciarla. Notaba su dureza y su calentura. Me empapaba la mano, y no solo de agua. Algo que le gusta mucho a mis amantes es la cantidad de precum que me sale del rabo, y lo utilizaba para acariciarme el capullo y con lo sensible que lo tenía se me escapaban unos pequeños gemidos ahogados para que no me escuchara mi compi de piso.

Apreté con más fuerzas mi rabo y comencé un pequeño vaivén según tiraba de mis pelotas. Tenía apoyada la frente en la pared, lo que hacía que notara ese frío en comparación con lo caliente de mi cuerpo. Los gemidos cada vez eran menos ahogados ya que el calentón iba demasiado en aumento.

Notaba mi culo abrirse y lo apretaba con ganas notando esas cosquillas internas. Agarré la alcachofa de la ducha y la desenrosqué. Comencé a pasar el agua por mi raja, desde la rabadilla hasta las pelotas. En las cuales notaba un placer exquisito. Aunque no tanto como al pasar por mi agujero. Abrí más la fuerza del agua para notar esa presión en mi entrada. Lo acerqué más, y más y más y más. Tanto que podía notar el tubo de la ducha rozando mi rosado y caliente ano.  No quería hacerme una lavativa porque me había hecho una hace poco. Cerré el agua y comencé a meterme un dedo. No hizo falta echarme champú ni ningún tipo de lubricante, entró sólo. Metí un segundo dedo, al que tampoco le costó entrar demasiado.

Me senté en el borde de la bañera, donde tenemos colocados los geles y demás y metí un tercer dedo. Ahora si notaba algo de presión y comencé a follarme. Primero despacio, pero cada vez más rápido. Hasta que conseguí una velocidad en la que mis gemidos salían sin poder controlarlos de mi boca.

En mi cabeza el culo de mi jefe se paseaba tan tranquilamente como en la barbería con la toalla tapando sólo su polla. Esa polla que me insinuó que es grande como pocas. Comencé a imaginarla dura, caliente, palpitante…apoyada en mi cara mientras le comía las pelotas. Y en ese momento aparecía en mi imaginación mi compi, con ese culo peludo y duro como se intuía bajo esa mini toalla.

Se acerca a nuestro jefe y cogiéndole del culo comienzan a besarse mientras compaginan sus pollas en mi boca en un mete y saca acompasado.

Notaba como se hinchaban. Síntoma inequívoco de que su corrida estaba a punto de bañarme la cara. Y en mi imaginación su leche me llenaba la cara, la boca, el cuello… a la par, que en mi bañera, mi polla conseguía un baño de leche caliente y espesa.

Me apoyé en la pared notando el fresco de los azulejos en mi sudada y caliente espalda. Me quedé relajado y con los ojos cerrados. Me trajo a la realidad los golpes en la puerta de mi compañero de piso.

-          Capullo, deja de tocarte y date prisa que me tengo que ir a trabajar. Y limpia la ducha, cabrón- dijo riéndose.

-          Sí, perdona. Ya salgo.

Me terminé de duchar, o mejor dicho, me duché y salí con la toalla en la cintura hacia mi cuarto.

Me tiré, en bolas sobre la cama y de nuevo la imagen de esos dos cuerpos vinieron a mi mente despertando de nuevo mi polla.

Lo dicho, van a caer muchos pajotes a la salud de mis nuevos compañeros de trabajo.

Me puse unos pantaloncitos sueltos, sin gayumbos, para salir a cenar. Y al pasar por el baño escuché los gemidos de mi compi.

-          Te di envidia, cabrón- le dije tocando la puerta del baño.

-          Si, capullo. Me diste envidia- terminó diciendo con un gran gemido que era síntoma de su gran corrida.

-          Limpia la ducha

Y me fui a preparar la cena.