En mi jaula

En mi jaula espero ansiosa a que mi amo regrese, para que me de placer, para por fin recibir mi justo castigo.

Mi amo me tiene aquí encerrada en mi jaula, desde hace varios días. Por un lado me vuelvo loca de aburrimiento pero por el otro estoy feliz porque solo ha dejado la comida justa. Adelgazaré, eso espero, esa es la principal razón de haberme convertido en una perrita, la humillación de andar caminando entre la gente con mis inmensas lonjas, que mi infame glotonería me había impedido disminuir. Aquí estoy mejor, protegida entre estos barrotes del escarnio público, del "no estás gorda" cuando yo sé que sí lo estoy. Espero no atascarme y por el aburrimiento comerme toda la ración de un jalón, es más, creo que si lo haré porque no tengo remedio.

Por eso me encanta que mi amo azote mis nalgas, como castigo por lo grandes que son, que se pongan rojas, que se amoraten, rojas como mi cara por la vergüenza de que existan, que me desgarre los muslos a ver si de una vez por todas algo me motiva a adelgazar.

Y a mi amo le encanta como rebota el cinturón en mi redondo trasero, como se sacude como gelatina, como a mi huida de sus golpes se contonea todo mi cuerpo, como mis enormes senos oscilan como péndulos cuando me penetra como la perrita que soy, yo trato de que paren, los detengo con una mano, pero el me detiene y me pide que deje que se muevan, que le gusta su ondulación.

Entonces, harta de ir a las tiendas y que la ropa me quede como a una esquinera cualquiera, que mis pechos sobresalgan siempre entre las blusas, de no ser la perfecta delgada, decidí decir acepto. Acepto ser una perrita que no tenga voluntad, que no tenga que vestirse, ni acudir a actos sociales. Sin noción del tiempo ni del espacio, así, desnuda, sin que de mi boca salgan más estupideces, sin hablar. Decidí ser de una vez por todas lo que soy, un objeto de lujuria y de deseo y no más.

Amo que mi dueño lleve mujeres a la casa, y se divierta con ellas. Con chavas guapísimas que si tienen derecho a ser humanas, no como yo, con mi carita de mustia, de niña bien, que no encaja con este detestable cuerpo de mujer que muchos desean pero que yo aborrezco. No más miradas libidinosas en las avenidas, no más insinuaciones de idiotas en los bares, no más envidias vedadas de sarnosas más perras que yo.

Prefiero estar aquí, en mi jaula, para complacencia de un solo hombre que castiga mi inmundicia, mi profanación a las buenas costumbres, con mi cuerpo que insita al pecado de los hombres.

Me fascina que todas las mañanas antes de cualquier cosa, mi amo me orine encima, señal de que le pertenezco (por fin le pertenezco a alguien), señal del desprecio que tiene hacia mí. Amo llevar todo el día ese agrio olor que solo él posee, amo que él no se pueda contener y que aun después de haber cogido con la más guapa aun le queden ganas de hacerlo conmigo, ¿quién como yo?, tan sumisa, tan voluptuosa, tan complaciente, tan distinta.

"Si tú quisieras te dejaba libre", me dice mi amo, "tú no eres para esto, tú tienes inteligencia, belleza, talento". Bah, cualidades inservibles y comunes que cualquiera posee, ¿Hace falta una más en este país donde hay 110 millones de habitantes? Prefiero tener por comida diez venidas de él para relamerme de gusto que una hamburguesa de Mac Donalds, prefiero ladrar como una perrita que decir una verborrea ya dicha por otras bocas, comentarios que pasan desapercibidos por lo usados, descoloridos, insípidos, repetidos.

Me río de las universitarias que terminan sus carreras sin haber obtenido tras cuatro años de desvelo una opinión propia, me rió del quiero pero no puedo, de esa moda tan cambiante que nos hace gastar en ropa nueva cuando la vieja todavía sirve. Me rió de los idiotas que te presentan como un trofeo, de la mirada desesperada de los hombres pobres con unas vergas inmensas deseosas de poseerte a sabiendas de que nunca podrán, por eso, porque son pobres, e insulsos e ignorantes, y feos y sucios y poco deseables. Me rió de todas las vergas paradas que percibí debajo de muchos pantalones de todos colores, cuando me ponía alguna falda, y de lo incomoda que me sentía al llegar a casa. Por todo adorno me gusta más mi collar en oro que mi amo me regalo, con mi nombre, para que no me pierda, me gusta que tire de él bruscamente.

Quiero ser la perra más sumisa, la más golpeada, la más obediente. Lamerle el culo todas las noches a mi amo hasta que se duerma. Mirar la televisión a sus pies mientras abro mi boca para pasear mi lengua entre sus dedos en vez de dar una opinión que sé que causará debate.

Amo no mortificar ni a mi mamà ni a nadie con mi futuro, una perrita no tiene futuro, solo presente. Solo vive para menear la cola cuando su amo regresa, para que la castigue cuando está de malas, para que la acaricie cuando se porte bien.

¿Que vale más un "¿como te fue?" forzado o una buena mamada que lo libre de toda tensión?

Y aunque en días como hoy, que estoy encerrada en mi jaula, sola, sin nadie con quien hablar me gustaría dar un paseo, él me impide que lo haga, el candado es inabrible, al menos para mí. Estoy tan triste que quisiera recibir unos buenos golpes que calmaran mi dolor, con una vara a mi dueño le convendría de golpear estos dedos con los que ahora escribo. Papel insulso, estupido lápiz, debería encajármelo ahora mismo en la garganta. Pero creo que en el infierno no saben coger. No, mejor me quedo, esperaré a mi amo para probar el sabor de su rica verguita de nuevo.

Adoro este suicidio pequeño que no duele, que no mata, que me desaparece pero que me complace. Solo quisiera otra perrita que me hiciera compañía.