En mi imaginación
La mente es el único lugar en donde no existen los límites.
Una de la tarde, así habíamos arreglado. Yo entraba a las tres y él a las dos.
Mis tacones negros contra el suelo eran el único sonido que se escuchaba en el pasillo del edificio, sólo tenía que llegar hasta su puerta y golpear. Estaba muy emocionada por encontrarme con él por fin y llevar a cabo todo lo que pasaba entre nosotros cuando me tocaba. Fantaseaba con él de todas las maneras posibles, incluso haciendo cosas que yo TODAVÍA no había probado. Cuando él me abrió lo saludé con un beso en la mejilla y entré. El lugar estaba algo desordenado y lleno de elementos de limpieza, pues ese era su trabajo: limpiar el edificio.
Me preguntó cómo estaba y le respondí:
-Muy bien ¿Y tú?
-Bien, aprovechando mi momento libre antes de seguir. -No dejaba de mirarme, parecía que sólo con sus ojos me estaba devorando.
Yo llevaba una camisa blanca, un blazer negro que marcaba mi pequeña cintura y una falda negra a la rodilla junto con mis tacones.
-Desde que te vi te tengo muchas ganas... muchas. -Me dijo.
-Yo también. -Le respondí y él se acercó a mi y me besó tomándome primero de mi cara y luego de mi cintura.
Por fin, por fin podía sentir su lengua en mi boca y la mía en la suya. Sus manos pasaron de apenas sostener mi cintura a apretarla más fuerte. Luego de un rato mordí suavemente sus labios: primero el superior y luego el inferior, y sentí cómo su respiración comenzó a agitarse. Llevó sus manos a mi trasero, lo apretó, me dio una nalgada por encima de mi falda y pegó mi pelvis a la suya donde comenzaba a sentir su erección.
-Qué hermosa eres. -Me dijo agitado antes de volver a besarme y esta vez él morder mis labios. Esa mordida terminó de encenderme, si antes estaba caliente ahora estaba hecha un fuego.
Metí mis manos debajo de su camiseta y acaricié su espalda de arriba hacia abajo... apenas rozando con la yema de mis dedos y luego comencé a darle caricias cada vez más fuertes hasta clavar un poco mis uñas a los costados de su zona sacra. Su respiración se aceleró más y yo comencé a besar su cuello, estaba tan excitado que gimió ligaramente mientras clavaba sus uñas en mi cintura, por Dios si habré esperado a que llegue este momento en el de estar disfrutándolo de esa forma. Era mucho mejor de lo que alguna vez me imaginé.
Luego de una caliente sesión de besos, caricias y mordidas él se separó de mí, volteó mi cuerpo con fuerza hasta quedar de espaldas a él y apretándome con uno de sus brazos por mi bajo vientre me pegó hacia él todo lo que pudo mientras yo refregaba mi trasero contra su pene -muy duro- sobre su ropa aún.
-Dios, vas a matarme. -Soltó entre suspiros, a lo que yo inenté pegarme más hacia él. Esa sensación tan rica de sentir un bulto duro, grande y caliente contra mi culo era espectacular, estaba completamente mojada y con ganas de que me lo meta todo. No daba más de la exitación, estaba volviéndome loca.
Me quitó mi blazer y mi camisa, volvió a besar mi cuello pero esta vez desde atrás mientras con sus dedos jugueteaba con mis pezones. No pude soportarlo más y solté un par de gemidos. Luego llevó su boca a una de mis orejas, chupó y mordió el lóbulo y otra vez no pude evitar soltar un par de gemidos suaves, no podíamos hacer mucho ruido en ese lugar.
Moría de ganas de comérmelo allí abajo, pero él me mantenía presa con sus brazos contra su escritorio. Metió una de sus manos debajo de mi falda y comenzó a frotar suavemente la zona de mi clítoris por encima de mi ropa interior. Tuve que morder mis labios para no seguir gimiendo, aún así mi respiración estaba muy agitada, luego metió su mano ya por dentro de mi tanga negra de encaje y me dio un riquísimo masaje en la zona de forma más directa.
-Mira cómo te mojas toda, perra. -Dijo y me dio dos nalgadas fuertes.
-Es que me calientas tanto... hace rato te tengo ganas y hace rato que me imagino haciendo estas cosas contigo. -Le respondí y me di vuelta para quitarme la falda y quedar completamente desnuda delante de él. Me senté con las piernas abiertas en el escritorio y comencé a masturbarme delante de él. -Así es como hago yo cuando estoy sola en casa y pienso en tí y en todo lo que quiero que hagamos.
Él comenzó a acercarse a mi vulva con su boca, besó y lamió todo y se tomó su tiempo en cada rincón; y luego puso especial atención en mi clítoris. La humedad, calor y cierta presión de su lengua contra mi órgano del placer de esa forma tan constante hicieron que estalle en un placentero orgasmo.
Me paré rápido, bajé sus pantalones y me arrodillé. Dios mío, estaba durísimo eso y lo quería dentro de mí YA MISMO. Antes de metérmelo en la boca comencé a refregarlo por toda mi cara y mis pezones y presté algo más de atención en el riquísimo roce de su pene erectísimo contra estos. Tranquilamente podría volver a tener otro orgasmo sólo con frotar su glande contra mis pezones.
Escupí bastante saliva por encima, desde el orificio de la uretra hacia abajo para humedecerlo antes de hacerle una paja mientras lamía y chupaba sus testículos. Él volvió a gemir y me dijo que no pare, pero entonces llevé su pene a mi boca. Primero hasta mi garganta y luego me concentré más en su glande y comencé a darle placer con mi lengua mientras apretaba la base y combinaba distintos movimientos con mis manos como si estuviese retorciendo algo pero sin hacerle daño. Sentía pequeños espasmos de su parte y me dijo que ya no aguantaba más y que iba a explotar. Entonces me detuve y le acerqué un condón que él ya había puesto a mano para ponérselo, una vez lo hizo me penetró la vagina desde atrás mientras yo me recargaba contra el escritorio. Primero suave y lento hasta aumentar cada vez más la velocidad y la fuerza. Mientras él desde donde estaba estimulaba el clítoris con su mano yo comencé a juguetear con su verga apretando y relajando mi vagina a voluntad, eso hizo que suelte un gemido algo más fuerte y luego muerda mi hombro para no seguir haciendo más ruido. No daba más y volví a correrme, esta vez casi a la par de él.
Y abrí mis ojos para "despertar" de mi fantasía. Observé mis dedos cómo estaban algo arrugados como si los hubiese metido al agua pero no era eso, era que estaban completamente mojados de mis jugos de placer. Eso era todo, una fantasía que no pasaría jamás porque era casado. Sí, había tentación, miradas y coqueteo pero luego antes de que llegue a pasar nada fue que me enteré que era casado. Pero en la imaginación no hay límites y el placer es infinito. En mi imaginación puedo cerrar mis ojos e imaginar que estamos cogiendo como y donde tenga ganas mientras me ayudo con mis dedos.
Sí, nosotras -las mujeres- también nos tocamos.