En mi casa...
De cómo puedes llegar a tener una relación aunque creías que a tu edad era imposible...
En mi casa, además de mi marido y mis hijos, habita un personajillo peludo, con orejas tiesas, cuatro patas y rabo. Se trata de un perrillo adoptado de la perrera municipal, pequeño pero muy vivaracho y que está en continuo movimiento. Creo que no para ni siquiera para dormir, pues muchas veces le oímos gemir y ladrar entre sueños.
La siguiente vez que nos vimos, después del café que tomamos en un principio y de los escarceos que tuvimos en su auto, fue en mi domicilio. Era divertidísimo ver a Juanjo, totalmente cortado, mientras tomábamos un café con leche y el perro no paraba de danzar en su derredor.
Había pedido fiesta en su trabajo para realizar unas gestiones personales y tan personales que eran... Estaba claro que debía finalizar antes de que los chicos llegaran del cole, pero tampoco era cuestión de irnos a la cama directamente, ya no éramos unos colegiales, pero algo había que hacer para romper el hielo. Juanjo que no tiene una gran estima a los perros, ya que de niño fue mordido por uno, no conseguía relajarse de ninguna forma y yo no podía encerrar a Curro, mi perro, porque si se queda solo en la cocina, además del escándalo que pudiera armar, podría encontrarme con una nueva decoración en la misma y seguro que poco agradable.
Así que una vez retirados los servicios, aproveché para poner pienso en el plato de Curro. Ya he dicho antes que es un animal muy activo y que incluso comiendo, pone gran atención a lo que hace y se emplea a fondo.
Cogí a Juanjo de la manga y lo introduje en mi dormitorio, pero no se sentía a gusto con aquella bestia por allí, así que me senté en el borde de la cama y le cogí de las manos, acercándolo hacia mi. Se quedó plantado ante mi y comencé a desabrocharle la bragueta y aunque seguía girándose para saber de los movimientos de Curro, su polla una vez liberada con un ligero contacto por mi parte, perdió su condición de morcillona para empezar a tener una erección y una dureza considerable.
Vi de reojo que cerró los ojos cuando me apliqué a su instrumento y sabiendo de su incomodidad, seguí mamándosela hasta que se corrió en mi boca. El hecho de que volviera a tragármelo, le hizo sin duda sonreír, así que girando de nuevo su cabeza para localizar al ente travieso, me tumbó en la cama, quitándome los pantalones y las bragas y tirando de mi hacia él, empezó a comerme el coño, con una suavidad y una aplicación que no creo haber tenido en mi vida...
Con su mano, abrió mis labios vaginales y trabajó con su lengua por ellos..., entre ellos..., buscó y encontró y puso a tono mi clítoris y buscó, encontró y lamió con avidez mi vagina, introduciendo al principio la lengua para más adelante, dejar que sus dedos ocuparan su lugar. Empecé a notar un agradable cosquilleo que me fue subiendo por la espalda y mientras arqueaba mi cuerpo para recibir aquel placer, noté como mi vagina estaba completamente llena.., me había introducido primero uno, luego otro y finalmente ambos, dos dedos en mi vagina y siguiendo ese movimiento rotatorio, lo había ocupado con tres y ahora intentaba hundir un cuarto dedo que no cabía en mi interior, así que se deslizó hacia mi ano, introduciéndose en él.
Tenia sus dedos índice, corazón y anular en mi vagina., el meñique en mi culo y con el pulgar me masajeaba el clítoris mientras tomaba aire en su incansable succión. Al final, cuando empezó mi orgasmo siguió aplicándose en mi clítoris para abandonarlo y prestar toda su atención a mi vagina y a los fluidos que producía. Curro se había quedado tan lleno, que se había tendido sobre su manta favorita, así que se me ocurrió que con un poco de suerte, tal vez.... me recosté haciéndole sitio en la cama a Juanjo y empecé a juguetear con su miembro flácido y para mi sorpresa noté que tomaba vida de nuevo, así que volví a aplicarme a él con todo mi deseo, hasta que adquirió una dureza más que notable, lo que aprovechó para en la posición de misionero, introducir su pene en mi sexo.
Su movimiento era cadencioso, no forzaba mucho y me sentía plena, luego fue rotando hasta quedar ambos de lado, con lo que ahora sus movimientos de cadera eran más convulsos y violentos y una mano se perdió entre mis nalgas y comenzó a explorarlas de nuevo, mientras sus labios viajaban de mis labios a mis pechos...
Mientras yo escribía en su espalda caricias con mis manos, con mis uñas le añadía un plus al placer del momento, consiguiendo un nuevo orgasmo aunque él no consiguió el mismo efecto... Estuve a punto de hacer una nueva locura y de ofrecerle un nuevo lugar de amor, pero antes de que consiguiera ponerme en posición para ofrecerle mi culo, Curro apareció en la habitación, rompiendo el encanto que se había creado.
Quedará pues pendiente para una nueva ocasión el tema del sexo anal, que sin que nadie lo hablara de forma explícita, quedó claro implícitamente que era una tarea que deberíamos realizar en un futuro próximo...