En México todo te puede pasar (2)
Un alumno de 18 años, hace que su Maestro de 39 divorciado y hasta ahora hetero, vea un video casero donde él somete a otro joven y le reta a ir a su casa...
Al terminar la clase, José, uno de mis alumnos me escribe un link en la barra de direcciones de mi lap, y abandona el aula sonriendo sarcásticamente. Cuando doy ENTER, el link me lleva a un blog donde se ve un video casero.
En el aparece el mismo José, al cual reconozco por sus botas a pesar de usar un pasamontañas, sentado en una silla , y otro joven desconocido, desnudo y arrodillado ante él, con una venda en los ojos, al que le coloca un collar de cuero y una cadena.
Al terminar de colocárselos, el José lo toma fuerte del pelo con una mano, mientras con la otra le da un par de bofetadas que suenan secas y contundentes. Luego lo suelta del pelo. De inmediato el joven se agacha y se pone a lamerle las botas.
El impacto de la imagen proviene del realismo. José emana poder, mientras el joven desnudo es la viva imagen de la doblegación total. El modo como lame las botas revela adoración plena. Parece un devoto en trance, entregado a un personal ritual de alabanza.
En su acto hay toda la humildad del mundo. Aún cuando bizarro, parece el acto más amoroso que jamás ha hecho. No es solo la acción física de lamer con reverencia la piel de sus botas, ni dejar brillante con la humedad de su saliva el cuero de ellas; es también el sentimiento de pertenencia genuino que el joven proyecta. Como que no ha nacido para ninguna otra cosa y su vida absoluta depende de lamer las botas de quien le acababa de abofetear.
José retira de pronto, sus extremidades como una manera de detener la acción. Se pone de pié y avanza hacia la cámara y se acerca, hasta que solo puede verse su boca en el hueco del negro pasamontañas. Con voz ronca, clara y pausada, dice: te espero hoy a las diez de la noche en mi casa , luego con sonrisa irónica añade, sé exactamente lo que tu necesitas . Un escalofrío recorre mi cuerpo. Luego con efecto de fade, el video termina.
Justo en ese momento entra el nuevo grupo al salón y aunque vuelvo a la realidad, en mi cuerpo, la sangre corre a galope, mi piel arde, a mi mente llegan oleadas de sensaciones que me provocan estremecimientos incontrolables. Incapaz de dar la clase, pongo a los alumnos a leer algo de su libro, con disimulo me acomodo la erección lo mejor que puedo y voy al WC donde me mojo el rostro y el pelo. Regreso solo para dejar una tarea a los alumnos y salir de la escuela rumbo a mi casa.
Subo directamente a mi cuarto, me desnudo totalmente mientras vuelvo conectar el link que José me puso en mi lap top. Mi verga, apuntando directamente mi ombligo palpita hinchada con la cabeza brillante mientras el precum facilita y vuelve mas placentero el subir y bajar del prepucio.
No puedo de evitar mirar en el video, y bajo el pasamontañas, puede advertirse la mirada lujuriosa y pervertida de José. La abertura mas grande de la prenda deja ver la boca delgada que ahora luce mas sensual por el rojo intenso y brillante que la excitación proporciona. El negro del pasamontañas resalta la blancura de su piel y el vello de su barba.
Nunca me había atraído la pornografía de un modo como lo hace este video. Mientras me masturbo furiosamente, mi mente me lleva a ocupar el sitio del joven desnudo. Puedo sentir la textura del collar alrededor de mi cuerpo, su olor animal, la frialdad y peso de la cadena.
Puedo compartir la sensación de desorientación por estar vendado, y su desvalidez al encontrarse desnudo y arrodillado frente al imponente José. Mi cerebro construye la sensación que sería el ser tomado fuerte por el pelo por esas manazas, mis mejillas arden al imaginar que son estrelladas sin consideración.
Luego cierro los ojos mientras pienso como seria lamer sus botas, cómo su olor, su textura. Cómo la sensación de pasar mi húmeda lengua a lo largo de esa piel, mientras el imperturbable me observa.
Mientras con una mano me pajeo, con la otra aprieto fuerte mis pezones, acaricio mi vientre, mis guevos, mi culo, pero sobre todo aprieto sin piedad mis pezones. El dolor es tan placentero al imaginar que son los dedos de José el que me presionan.
Una eyaculación animal, intensa y prolongada me hace viajar por sensaciones no descubierta a mis 39 años.
Después de esto, regresa la cordura y también la culpa. Cómo, me pregunto, un heterosexual de 39 años, que ha tenido tanto éxito con las mujeres, actúa como una puta con un alumno 21 años menor que él?.
Tomo un baño, bajo a cenar y me pongo a ver la tele con mis padres. Pero en la pared, justo a un lado del televisor, un reloj de péndulo marca la hora: 8 con 15.
Podría ser una broma. Podría tener problemas con el instituto. Es un joven mucho menor que carece de estructura moral. Tal vez lo mío no es la homosexualidad. Pudiera chantajearme. Quizá use drogas. Me sentiría torpe con el papel de puto. Tal vez quiera robarme. Podría estar enfermo. Ni siquiera sé cómo se mama una verga. Dónde tengo la carpeta con los domicilios de mis alumnos? Ah, está en un archivo que traigo e la lap. Vive en un barrio peligroso. Notaran mi inquietud mis padres?. Y si quisiera penetrarme?.
Miro el televisor, esboso sonrisas automáticas ante las gracejadas tontas de los actores, pero mi mente no se aparta del reloj, ni de la voz que resuena una y otra vez: sé exactamente lo que tu necesitas .
A las nueve me pongo más nervios. Mi corazón palpita. Todos los personajes del televisor tienen algo que se le parece. O es la altura. la barba. sus cejas pobladas. su cuerpo esbelto y fibroso. su voz varonil. Sus manos grandes y venosas. La mirada perversa, los labios sensuales, la sonrisa de burla.
Voy a salir, digo y voy a mi habitación. En el ordenador busco la dirección, no necesito anotarla, la memorizo de inmediato. Tomo algo de dinero de mi cartera pero dejo todo lo demás. Cuando el taxi me deja en la esquina de su casa faltan quince minutos.
Localizo su domicilio, es un edificio de apartamentos. Opto por esperar a que sea la hora de la cita, recargado en un carro estacionado exactamente enfrente. A un lado de la entrada del edificio, un grupo de chavales toman cerveza, hablan a gritos y ríen constantemente. Siento que me observan pero al mismo tiempo creo que son mis nervios los que me hacen pensar asi. En mi cabeza son igualmente fuertes los deseos de quedarme e irme
Ahora faltan diez minutos, observo un taxi vacío que pasa lento, impulsivamente agito la mano para detenerlo, pero el taxista no me ve, abro la boca para llamarle, pero me quedo con el aire en los pulmones porque justo en la entrada, con las manos en su chamarra, volteando hacia mi, con su característica sonrisa, está parado él. El taxi continúa su trayecto.
Con el corazón palpitando, la respiración contenida, avanzo y cruzo la calle. Cuando estoy apenas subiendo la banqueta, él da vuelta y entra en el edificio. Subo tras él las escaleras, tres largos pisos y luego un pasillo, el va un poco delante de mi, al llegar a una puerta la abre sin llave, y cuando trato de entrar el me mira y dice con tono burlesco: aún no son las diez y cierra.
Miro el reloj y efectivamente faltan tres minutos. Me siento un tonto sin saber si bajo o permanezco ahí. Por inercia me quedo de pie pidiendo que ningún vecino aparezca, pero mis plegarias no tienen rating ese día, porque de inmediato pasa la familia sagrada: papá que carga al niño pequeño, mamá, que conduce de la mano a la nena y el junior con cara de sueño. Evado sus miradas y pasan sin saludar. La mirada simpática de la niña con edad semejante a mi hija, me hace sentir mas sucio e inmoral. Son las diez.
Respiro profundo y camino hacia la puerta, doy tres toquidos leves, hay un silencio que me parece eterno antes de que la puerta se abre. Aparece el hombre con pasamontañas. No trae la chamarra que lucía hace tres minutos, automáticamente bajo la mirada para mirar sus botas y comprobar que sea José. Si es. Me extiende una bolsa y simplemente me dice compra esto . Me la entrega y vuelve a cerrar la puerta.
Reviso la bolsa, dentro hay varios envases de cerveza triple, caguamas les llamamos en México. Voy a la tienda y mientras paso por entre los chavales experimento un sensación emocionante. Yo, el hombre con una hija, con maestría y casi cuarentón obedezco la orden de ir a comprar cerveza para un patán de apenas 18 años. Me excita tal situación al grado que al llegar a la tienda debo de disimular lo mejor que puedo el bulto bajo mi pantalón.
De regreso, toco nuevamente en el departamento, nuevamente me abre el hombre con pasmontañas, y esta vez con un gesto me deja entrar.
Es la habitación del video, mas que departamento, es un cuarto grande donde se distingen: entrando a la derecha, una cocineta, en el fondo una pequeña puerta para el wc. Hay también una instalación que funciona como closet abierto, una cama individual, una mesa con una pc, un par de sillas, y un librero.
Apenas dejo la bolsa en la cocineta, cuando siento su mano jalándome del pelo. Me empuja hacia el centro de la habitación y me obliga a hincarme ante él que se yergue de pie. Sabes que es lo que necesitas puto? Me espeta tomándome por sorpresa. Por mi cabeza pasan ideas pero no respuestas. Sabes que es lo que necesitas puto?Plas . Ahora la pregunta vino acompañada de una bofetada. Y mientras empiezo a buscar que contestar, Plas , otra bofetada me sorprende y la misma pregunta se repite. Mi cerebro trata de hilvanar una respuesta pero apenas abro la boca para intentar responder cuando nuevamente recibo otra cachetada.
Es en ese instante cuando me doy cuenta que sus golpes me excitan. Vuelvo a balbucear, y otra vez la pregunta acompañada de la bofetada llega. El ardor de mis mejillas se extiende por todo mi cuerpo. Me doy cuenta de que tengo una erección vertiginosa. La posición hincada y los golpes recibidos hacen que extienda mis manos y las coloque en sus piernas para seguir guardando el equilibrio. Bajo su pantalón mis dedos pueden sentir sus músculos en tensión y detecto además, que bajo su bragueta también hay una tremenda erección
Mi respiración es agitada, mis ojos se llenan de lágrimas y a través de ellas lo miro. Encuentro entonces una mirada penetrante, brillante y lujuriosa, como la de un enagenado, pero junto a ella la sonrisa de burla infantil que juntas lo convierten en el rostro mas subyugante que jamás haya visto. Necesito que me someta , la respuesta brota desde el fondo de mi alma, y añado un: por favor, Señor . .....