En medio de una clase

Me puse en tensión y empecé a ponerme nerviosa, estábamos en medio de una clase, delante de un profesor, en mitad de una clase. Pero tenía que admitirlo me estaba empezando a poner cachonda.

**e dedican un tiempo a leer mis relatos, no es tan fácil escribirlos sin vosotros

, pero sobretodo muchas gracias a quien se anima a comentarlos. Os agradezco vuestras opiniones

, sinceramente ya sean buenas o malas, me animan a seguir queriendo compartir con vosotr@s mis historias.**

**Y sin más continuaré contando mis aventuras sexuales

, por orden cronológico más o menos como yo los recuerdo.**

Esta historia ocurrió dos meses después de lo de aquel hombre de Badoo, Marcos se llamaba. En ese tiempo había mantenido relaciones con muchos chicos más, la mayoría de mi edad o similar, pero sin nada extraordinario que destacar. El típico aquí te pillo aquí te cepillo, casi siempre después de una buena juerga con los amigos.

Continuaba saliendo con los compañeros de clase de Clara y Sara, los de mi clase ya no se dejaban ver tanto. Seguramente les parecíamos una panda de facilonas o sueltecillas sin importancia, alguno de ellos me confesó que solo había salido con nosotras para tirarse a alguna de las chicas del grupo, cuando consiguieron su objetivo...misteriosamente desaparecían. Sin embargo, por suerte para mi , o eso me creía: tenía un buen amigo en mi clase. Se llamaba Juan y era un tío bastante normalito, moreno de ojos verdes. Muy grandes y muy brillantes, con carita de chico que no ha roto un plato. Alto, fuerte pero sin resultar un musculitos. A mi me gustaba su sentido del humor y me divertía mucho con él. De hecho de los compañeros de mi clase era el que mejor me caía, por lo que pronto se convirtió en uno de mis mejores amigos en esa ciudad extraña y nueva para mi. Yo confiaba mucho en él y tenía la certeza que él no quería nada conmigo, porque más de una vez le había ayudado a conseguir a alguna chiquilla de fiesta. Nos lo contábamos todo, me sentía muy a gusto con él. Inspiraba mucha confianza.

Por aquellos meses ya no hacía tanto frío como en el crudo invierno y había comenzado a llevar de nuevo a la facultad falditas cortitas y calzas largas para reclamar las miradas de todos , y si con eso no era suficiente el sonido de mis tacones hacía el resto. Juan siempre me llamaba ratita presumida y hacía comentarios sexuales, para mi nada serios, sobre mis faldas cortas o mis muslos sin cubrir por las calzas.

Aquella tarde había quedado como siempre con Juan en la esquina de la Calle Mayor,no me era un problema porque me pillaba de camino a la facultad y así iba con alguien, teníamos en media hora una práctica de Natural. Nada de importancia, el profesor era bastante aburrido y si no fuera porque contaba la asistencia para poder hacer el examen ni asomaba el jeto por allí. Sobretodo a esas horas me parecía insoportable aguantarle, a las tres de la tarde después de comer lo que uno desea es irse a dormir una siesta, no aguantar la retahíla de dos horas de un profesor al que nadie le tomaba en serio.

Cuando me vio llegar, como siempre él ya estaba esperando, hizo un cumplido a mis bonitas piernas y tras llamarme como cada día ratita nos encaminamos a la facultad hablando de las novedades de ese fin de semana.  Llegamos pronto a la clase y sin perder el tiempo nos pusimos al final del aula, era nuestro lugar favorito para chismorrear o escribir bobadas sobre el profesor en un trocito de folio, nos entreteníamos con cualquier chorrada, un peinado o corte nuevo de alguna compañera, una vestimenta no apropiada de un compañero. Nos reíamos de todo y de todos. Las horas se nos pasaban volando en esas clases de tortura infinita. Allí al fondo, no molestamos a nadie, la mayoría se sentaba dos filas hacía adelante y así nosotros disfrutaríamos de nuestra libertad.

El profesor llegó poco después. Pidió orden y silencio y sin decir nada más comenzó a hablar sobre la lección de esa tarde. Intenté poner un poco de atención pero me fue imposible, era un poco pesado ese hombre y me hacía dormirme con su pausada retaila sin comprensión para mi. Miré a Juan que parecía sufrir lo mismo que yo. Me reí de su cara de concentración y él me dió una patada por debajo de la mesa para que callase.  Comenzamos a hablar bajito de lo que podríamos hacer ese fin de semana. Juan decía de irnos todos al cine el viernes antes de salir, yo lo rechazaba y decía que mejor una partida a los bolos mientras cenábamos era mucho mejor. De pronto nos dimos cuenta que toda la clase estaba cogiendo apuntes. Seguro que algo importante para el examen. Un poco apurados nos pusimos a ello también. El profesor dictaba y dictaba y por su cansina voz no me era posible concentrarme, mi mente captaba palabras sueltas que no tenían sentido alguno para mi. De todas maneras no dejé en mi empeño de coger apuntes, para no llamar la atención del profesor, siempre me quedaba pedir los apuntes a alguien de la clase.

Mis ojos estaban empezando a cerrarse cuando sentí una mano en mi muslo, justo donde empezaba la falda. Di un respingo porque no me lo esperaba y miré a Juan,  la única persona que estaba a mi lado y que hacía como si siguiese tomando apuntes mientras una sonrisa traviesa se dibujaba en la cara. Moví la pierna para apartar esa zarpa de mi, pues me estaba empezando a calentar al notar su piel con la mía.  Él no solo no la retiró, sino que apretó con un poco más de fuerza mi pierna.

-¿Qué estás haciendo?- quise saber, susurrándole por lo bajini para que nadie se percatase de lo que estaba pasando.

  • Nada, solo tomo apuntes. Deberías hacer lo mismo.

Y mientras decía esto sin dejar de escribir con una mano, con la otra subía con rapidez hacía dentro de mis muslos. Me puse en tensión y empecé a ponerme nerviosa, estábamos en medio de una clase, delante de un profesor, en mitad de una clase. Pero tenía que admitirlo me estaba empezando a poner cachonda. Y eso debía de saberlo él también porque me miró a la cara y me guiñó un ojo. Era mi mejor amigo, sabía todos mis secretos. No le había ocultado nada. Intenté volver a coger apuntes, aunque no entendía el jueguecito de Juan, ¿qué se proponía? Calentarme sin más en medio de una clase. Me entró la curiosidad y me di cuenta que estaría dispuesta a dejarle hacer, para descubrir hasta donde llegaría.

Su mano ya estaba entre mis muslos, su presencia allí no me desagradaba, es más me gustaba, así que  abrí un poco mis piernas para tener mayor comodidad, tanto su mano como yo misma. Mi amigo acarició la parte de mis piernas oculta por la falda, aquella carne sin recubrir por ropa. Y no se detuvo allí. Notando como subía el calor en mí, quizás por quien era o por donde lo estaba haciendo estaba mojadísima y mis labios vaginales palpitaban de ganas por ser acariciados. De pronto pensé que aquello no estaba bien. Estaba hablando de Juan, mi mejor amigo. ¿No había a rechazado a varios de mi clase porque no quería tener líos con ellos? Me agobié y quise cerrar de nuevo las piernas e impedir que aquello fuera a más, aunque mi cuerpo pedía todo lo contrario.

Cuando notó mi intención de cerrar el paso a sus pervertidos movimientos,  se inclinó hacía mi y me susurró con una voz ronca que jamás había oído en él,  que hizo que todo mi vello se erizara de gusto: " No te asustes cielo,  solo déjame tener por un momento lo que otros han disfrutado" Y no pude resistirme. Su voz,  sus ojos,  su mano dentro de mis muslos,  mi cuerpo y mi coño  se dejaron llevar por esa voz sensual y esa petición que estaba fuera de nuestra amistad. Por otra parte mi mente estaba intentando hacerse oír entre mi calentura. Mi voz interior,  mi razón me decía una y otra vez que aquello estaba mal,  que era mi amigo por encima de todas las cosas. Se lo dije a él para callar de una vez aquella vocecita que no me permitía abandonarme por completo al placer. "No pasa nada,  esto no cambiará nada entre nosotros dos, será nuestro pequeño secreto Lucía" y como si hubiese sido lo que estaba esperando escuchar,  callé mi voz de un plumazo abriendo por completo mis piernas,  dejándome hacer por esa mano amiga.

El profesor continuaba en su interrumpido discurso, escuchaba el rasgar de los bolis de los alumnos de fondo mientras e uno de los dedos de Juan ya estaba acariciando con suavidad mi coño por encima de las braguitas. Todo mi cuerpo estaba en tensión y miré a mi alrededor. Nadie, absolutamente nadie estaba a nada más que no fuese la clase y los apuntes, me alegré por ello. Me recliné un poco en mi silla para disfrutar más de ese prohibido momento mientras simulaba escribir en el folio, tan solo hacía borra tajos. Mi cuerpo quería rendirse al placer, quería soltar un gemido leve cuando noté el travieso dedo de Juan dentro de mis bragas, haciéndose paso hacía mi rajita. Notaba mi humedad y el calor corporal. Agradecí estar en ese sitio oscuro y alejado de los demás. Mis pezones dentro de mi sujetador estaban duros como piedras. Me mordí los labios para que no se terminase ese placentero momento con una advertencia del profesor. Mi mejor amigo se apoyó un poco más en mi para estar más cómodo mientras sus dedos jugueteaban con mi clítoris. Introdujo uno de ellos dentro de mi y creí morir del placer. Me encorbé casi sin que se notara y regresé de nuevo a mi posición.

Miré a mi amigo que estaba sonriendo de placer al verme sufriendo y retorciéndome de placer. Comencé un movimiento suave de caderas, me estaba follando a mi misma con los dedos de Juan, quería aumentar el ritmo, quería subirme ahorcajadas encima de él, quería tocarle su polla y metérmela dentro de mi ser. Sentirla dentro. No quería dedos. No me eran suficientes, quería pollas. Pero todo aquello era imposible, al menos por ahora. Introdujo un dedo más. Mi mano se deslizó, imperceptiblemente debajo del pupitre, directo a los pantalones de mi amigo, a la zona del paquete. Noté de inmediato su calentura y su miembro se hinchó un poco al notar mi mano allí. Lo acaricié con ternura por encima de sus pantalones. Hasta que note esa polla en toda su magnitud y consistencia. Él seguía con sus dedos dentro de mi, en un mete y saca, suave y decidido. Mis caderas iban y venían.

Abrí el cierre de los pantalones con la ayuda de mi otra mano. El ambiente se estaba llenado de ese característico olor a sexo. Más concretamente a mi olor, estaba muy mojada. Podía notar mis muslos completamente empapados y sus dedos deslizándose sin problemas dentro de mi. Bajé su cremallera y con verdadera insistencia introduje mi mano y comencé a meneársela. Juan metió su otra mano dentro de mis bragas. Ahora con una me follaba y la otra me acariciaba el clítoris. Mis movimientos se hicieron más rápidos. Lo sentía venir mientras pajeaba a mi amigo que me miraba con cara de éxtasis. Dejé de oír al profesor, dejé de escuchar el pasar folios o rasgar con los bolis, no sabía si estaba siendo discreta. Solo podía concentrarme en mi placer. En ahogar mis jadeos. En el latir apresurado de mi corazón y en la respiración entrecortada de Juan a la vez que mi mano le daba placer.

Entonces noté llegar ese momento de placer absoluto, me quedé completamente quieta y cerré mis ojos mientras enterré mi cara en el hombro de Juan para evitar soltar un gemido incontrolable, con sus manos dentro de mi notó como me vine. Cuando me recuperé un poco, continué con mi tarea de hacerle sentir el mismo placer que él me había hecho sentir. Mi mano derecha estaba masturbando su polla, un pedazo de carne que ahora que no estaba siendo follada por los dedos de mi amigo podía admirar, era grande y gruesa. De ese tipo de pollas que sabes que te van a hacer llegar al séptimo cielo. Mis ganas de ser poseída por él crecieron. Con mi otra mano acariciaba sus huevos y no me detuve hasta que se puso en tensión y comenzó a correrse. Instintivamente él cogió unos pocos folios y se tapó para no ponerse perdido los pantalones. Soltó un largo suspiro y arrugó los papeles llenos de su propio semen. Comprobó que no se había caído nada en los pantalones. Nos miramos y sonreímos. Luego nos esforzamos por recobrar la compostura. Me coloqué bien las bragas y él se metió su polla dentro y se abrochó. Miramos alrededor pero nadie parecía haberse dado cuenta de nada. Aspiré un poco de ese olor a sexo que impregnaba esa parte del aula.

  • A ver por allí al fondo- oímos decir al profesor. Nos pusimos en tensión- dejar de hacer ruido o tendré que pediros que salgáis de clase. Sonreirmos sin decir nada y regresamos a hacer como que atendíamos en clase-

Tenía que admitir que no había estado mal. Cogí el boli que había abandonado hacía un poco para disfrutar del placer y garabateé a mi amigo en un trozo de folio: "esto no va a quedar así" Leyó el mensaje con una sonrisa en la cara y me hizo una señal de que este no iba a ser el único momento de placer entre nosotros dos. Pero eso será otra historia.