En manos de la experiencia (2)

Dicen que la experiencia es un grado... yo lo exprimenté en mi cuerpo.

EN MANOS DE LA EXPERIENCIA (2)

Después de ducharme, me puse unos vaqueros y una camisa y me fui a casa de mi hermana. Me estaba esperando y me preguntó que si nos íbamos a tomar un café, no tenía nada que hacer y me apetecía estar con ella, así que vestimos a la niña y nos fuimos, no se como, pero terminamos en la cafetería donde "Q" me hizo decirle que quería ser suya y en la que consiguió que me corriera solo hablándome (ver Historia de "Q" 1). Nos sentamos dentro y pedimos los cafés, yo tenía fija la mirada en a mesa donde me quité las bragas y se las entregué a "Q" y un leve temblor sacudió mi vientre. Mi hermana me preguntó:

¿Qué te pasa?, no me digas que nada porque hace unos meses que no pareces la misma… y no se si eso es bueno o malo.

Necesitaba hablar y me descargué con ella aunque sin contarle todo, le informé de lo ocurrido con "Q" y las consecuencias de aquel fin de semana, que el sexo se había convertido en algo vital para mí y no podía resistirme ante la posibilidad de una buena sesión de cama. A preguntas suyas le dije que mi marido sabía parte de todo eso y que incluso había participado en algunos "juegos a tres". Le hablé de "Q" como mi amante y que había algún otro que ella no conocía. Escuchaba atentamente y quiso saber como lo llevaba mi marido, le contesté que él también lo disfrutaba… intenté explicar lo inexplicable, pero lo único coherente que podía decir es que aquello era una situación que había que vivir para intentar comprenderla. Mi hermana fue muy comprensiva conmigo y me ofreció toda la ayuda que pudiera necesitar, la noté impactada por lo que había oído. Me acompañó a casa y se despidió, miré a las ventanas de Antonio, vi luces encendidas y me estremecí, intenté apartar ideas no convenientes de mi pensamiento y entré rápidamente en casa. Después de darle la cena a la niña y acostarla me puse cómoda y me senté a ver la televisión, estaba nerviosa y sentía la boca seca, "veía y sentía" la lengua de Antonio en mi coño y revivía el polvazo de "A" en el cine, me removía inquieta en el sofá, mi mano bajó y se perdió por debajo de mis braguitas, no se si lo habré dicho en algún relato anterior, pero nunca me han atraído las masturbaciones solitarias. Esa noche la necesitaba y mis dedos se hundieron en mi cueva, acaricié, palpé, pellizqué… y por fin, levantando violentamente mi pubis, me corrí, fue una corrida extraña, me pareció triste y no quedé muy satisfecha, seguía sintiéndome nerviosa y tenía una sensación rara en mi vientre. Miré el reloj y vi que eran las diez, el tiempo parecía no correr y decidí acostarme. Ya en la cama, no paraba de dar vueltas, pensaba en lo cerca que tenía la solución a mi inquietud pero algo me impulsaba a combatir las ganas que tenía de subir al piso de mi vecino, pasé una noche fatal, pero pude resistir la tentación.

Me levanté agotada, no había descansado y me sentía mal, me duché e intenté recomponer mi mala cara, tenía unas ojeras enormes y en el rostro se advertían señales de fatiga, me maquillé intentando ocultar lo máximo posible y me vestí, una falda vaquera y una camiseta fue el atuendo elegido, debajo un conjunto de tanga y sujetador verde claro y bastante transparente. Bañe y le di la comida a la niña, la vestí y me fui con ella a dar un paseo, mi mente revivía mi encuentro con Antonio, me sorprendió su habilidad para hacer que me corriera y, sobre todo, que no insistiera para follarme cuando tenía todo el "terreno" a su disposición. Recordé la rugosidad de su lengua haciendo estragos en mi coño y me estremecí… en mis periodos de calentura siempre recordaba a "Q" y a "A", llamaba a alguno de los dos y el elegido se encargaba de apagar mi ardor. Ahora era diferente, una persona que podría ser mi padre y casi mi abuelo, me había provocado un par de orgasmos y había renunciado a comerse el pastel entero, no se si era orgullo, pero quería que ese hombre me rogara que le permitiera follarme, no quería follar… quería que él me follara.

Hola vecina –

Su voz me sobresaltó, era él, me ruboricé y le contesté,

Hola –

Tienes mala cara, ¿has pasado mala noche? – preguntó.

Nuevamente noté como el rubor coloreaba mi rostro, le contesté en voz apenas audible,

No muy buena, me costó dormirme –

Hay muy buenos remedios para paliar eso… y no muy costosos – dijo.

No le respondí, caminaba junto a mí y noté que me miraba, yo mantenía mi vista al frente.

¿Adonde vas? – preguntó.

Al parque – contesté, la verdad es que no sabía hacia donde iba.

¿Quieres compañía? – inquirió.

Si usted lo desea… - repuse.

Si quieres que vaya , pídemelo –

Noté como mi entrepierna se humedecía, no sabía que decir, pero instintivamente las palabras salieron de mi boca

Venga conmigo por favor –

Al igual que cuando subí por segunda vez al ascensor, sabía que con esta respuesta le había dado licencia para que supiera que estaba a su disposición.

¿Realmente quieres que vaya?, ¿no te arrepentirás? – volvió a preguntar.

Si… quiero que me acompañe y no se si me arrepentiré – respondí mientras notaba como los jugos vaginales traspasaban mi tanga y algunas gotas resbalaban por mis muslos.

Llegamos al parque y Antonio me guió a una pequeña glorieta, solitaria a esas horas y discretamente apartada de los sitios de paso, nos sentamos en un banco e, intuyendo que habría algo más que palabras, coloqué el cochecito delante de nosotros.

Antonio rompió el hielo,

¿Por qué no subiste o me llamaste? – preguntó.

No lo sé… creo que esto solo nos puede causar problemas, pero… me costó no subir a su casa –

Sabes que subirás - me susurró.

No le contesté, pero mi corazón dio un vuelco. Nuevamente volví a oír su voz, sonó ronca y autoritaria,

Quiero que tu culo esté en contacto directo con el banco –

Le miré, me sentía aturdida y no sabía como actuar, si hacía lo que pedía me tendría que quitar el tanga y subir la falda, estaría desnuda de cintura para abajo en un parque público y a las once de la mañana. Me levanté y metí las manos debajo de la falda, tiré del tanga hacia abajo, tenía la boca seca y mi minúscula prenda interior estaba ya a mitad de los muslos, me faltaba el aire, de pronto vi que alguien se acercaba, subí rápidamente el tanga, cogí el cochecito y me fui sin volver la vista atrás. Me crucé con una mujer de mi edad que también llevaba un cochecito de niño, nos miramos, mi cara ardía y rogué que no hubiera visto nada. Salí del parque sin rumbo definido mi cabeza era una caldera en ebullición ¿que me pasaba? cada hombre que se me acercaba me hacía desearlo, conseguían que actuara de una forma que nunca habría imaginado y yo no me podía resistir. Anduve vagando durante más de una hora y volví a casa., al llegar vi que Antonio estaba parado en un escaparate junto a nuestro portal, de nuevo mi corazón comenzó a latir con fuerza…me estaba esperando, él aún no me había visto y estuve a punto de de dar la vuelta pero algo me hizo seguir avanzando, me aproximaba a la puerta y no apartaba mi vista de mi vecino, de pronto me vio y me sonrió, se unió a mí en el mismo portal

¿Cómo está la mujer más guapa del barrio? –

Bien – le contesté sonriendo forzadamente.

Habíamos llegado al ascensor y nos miramos, ambos pensábamos en lo ocurrido el día anterior

¿Quieres que suba contigo? – preguntó.

Bajé la mirada, nuevamente me ponía a prueba, levanté la cara y le miré a los ojos

Si… – le respondí – quiero que suba conmigo.

Se acercó y pulsó el botón de llamada y al hacerlo me rozó la cadera con su entrepierna, sentí su dureza e instintivamente, bajé mi mano y le acaricié furtivamente, subimos al ascensor, coloqué el cochecito y dejé hueco para los dos, nos mirábamos sin hablar, vi que le daba al botón de su planta y no dije nada, miré a mi hija y estaba dormida, llegamos a su planta y me dejó salir, me dirigí sin dudarlo hacia su puerta, seguíamos mirándonos, abrió y entré, seguí hasta el salón y deje a un lado el cochecito, me volví hacia él y me desnudé sin dejar de mirarle, él vino hasta mí y tomándome de los pechos me mordió la boca, exhalé un gemido, bajó una mano y recorrió mi mojada hendidura de arriba abajo, me abracé a su cuello jadeando, estaba ardiendo y el constante manoseo de Antonio en mis tetas y coño unido a la pasión con que me comía la boca, me hacían temblar como un papel. Le bajé el pantalón y por primera vez vi su polla, la tomé en mi mano y comencé a pajearlo, Antonio casi se arrancaba la camisa mientras yo sentía su miembro palpitar en mi mano, tenía un buen tamaño y no estaba circuncidado. Desnudos los dos, nos acariciábamos con pasión, estrujábamos nuestros cuerpos mientras nuestras bocas no se cansaban de luchar, nos lamíamos, besábamos, mordíamos sin darnos cuartel. Poco a poco le fui acercando a un sillón, me tendí en el brazo y abrí las piernas

Aquí me tiene como quería cabrón – le dije mirándolo con lujuria - ¡¡fólleme!!

Se hundió en mí sin pensarlo, mi cuerpo se tensó como una ballesta y sentí su caliente polla casi en el útero, puse mis piernas alrededor de su cintura, me sometí a su ritmo, me follaba con deseo, su polla percutía en el fondo de mi vagina y me arrancaba gritos de placer, arremetía contra mí como un loco, era un polvo salvaje. Mi cuerpo saltaba con sus embestidas y mi vientre producía cantidades ingentes de fluidos que manaban sin cesar de mi sexo, sentí como su miembro se hinchaba dentro de mí y contraje mis músculos vaginales mi vientre se convirtió en el epicentro de un terremoto, cuando sentí como su semen me inundaba exploté, me corrí con toda mi alma y uní mi boca con la suya para acallar el alarido que pugnaba por salir de mí. Antonio aún continuo martilleándome el coño mientras mi cuerpo trataba de asimilar el placer que había recibido. Permanecimos un rato abrazados hasta que su polla se salió de mi interior.

Me puse la falda y la camiseta y le besé los labios, cogí el cochecito y me dirigí a la puerta, oí que decía a mis espaldas,

Te dejas el sujetador y el tanga – me recordó.

No te preocupes – era la primera vez que le tuteaba – volveré a recogerlos.

Le sonreí y salí de su casa, esta vez no me preocupó que me viera alguna vecina, bajé a mi casa con el vientre todavía vibrando de placer, abrí la puerta y entré. Me despojé de mi ropa en cuanto cerré la puerta y me apoyé contra ella, era feliz, un nuevo hombre había tomado posesión de mi cuerpo y me había colmado de placer. Cambié mi hija y le di de comer, me notaba excitada, tomé el teléfono y llamé a la canguro que se quedaba con la niña habitualmente, le pregunté si se podía venir a casa hasta la mañana siguiente, mi excusa es que teníamos reunión de amigas y me quedaría a dormir en casa de una de ellas, aceptó encantada y me dijo que en media hora estaba en casa. Preparé un pequeño maletín con pocas cosas y esperé a Carmen. Estaba desnuda desde que llegué a casa, me volví a poner la falda vaquera y la camiseta que me había quitado, notaba mis muslos llenos de semen reseco y sonreí. La niña se había dormido de nuevo y yo miraba nerviosamente el reloj, mi excitación iba en aumento, por fin sonó el timbre, le abrí y le di las instrucciones pertinentes quedando en llamarla para decirle en el teléfono que me podía localizar si había algún problema, salí de casa y mire el reloj, solo hacía una hora y cuarenta y cinco minuto que había salido de casa de Antonio. Subí sin mirar atrás y llamé decididamente a su puerta, Antonio abrió inmediatamente, solo llevaba puesto el pantalón del pijama, me esperaba… tiró de una de mis manos y me condujo a su dormitorio, me arrancó la falda y la camiseta y me arrojó sobre la cama, le miré, sentía arder mi cara, mis piernas estaban abiertas y notaba como el coño comenzaba a destilar jugos… se quitó el pantalón del pijama y se subió a la cama, estaba de rodillas a mi lado y su erecto pene me rozó, un estremecimiento recorrió todo mi cuerpo, me tomó de un hombro y me dio la vuelta, su mano me quemó, mi corazón latía descompasadamente. Esperaba impaciente su siguiente paso y este llegó, sentí como un dedo comenzaba a acariciar la hendidura que separaba mis glúteos y emití un gemido de placer… estaba entregada, una vez más me pregunté que como era posible que un hombre de esa edad me tuviera a su merced y no hallé respuesta, lo único cierto es que yo estaba allí, desnuda entre sus manos y deseando que me usara como quisiera. Su mano comenzó a subir y bajar por el culo, lo levanté un poco para facilitarle el acceso y el lo aprovechó para llegar hasta mi sexo, jugó con mis labios mayores y volvió a mi orificio trasero, mi cuerpo temblaba cada vez con más intensidad y exhalé un quejido cuando sus dedos comenzaron a abrirme, intenté relajarme y pronto noté dos dedos dentro de mí, sus manejos se reflejaban en el coño que ya dejaba escapar mis flujos sin cesar… de pronto sentí su aliento en mis glúteos, su lengua ocupó el lugar de los dedos y comenzó a penetrar en mis entrañas, un calor inmenso me subió por el vientre, mis jadeos se convirtieron en una especie de gruñido mientras su lengua avanzaba y se movía dentro de mi recto. Al mismo tiempo, una de sus manos se había apoderado de mi coño y lo acariciaba suavemente de arriba abajo, mi vientre se agitaba con violencia buscando algo más… mis gemidos y gruñidos se estaban convirtiendo en palabras que salían de mi boca suplicando

Quiero más…no me des cuartel… acaríciame fuerte… por favor

Antonio seguía su ritmo en mis dos orificios, estaba consiguiendo que me retorciera de placer y que mi cuerpo deseara más

Follame por el culo – le pedí –

No contestó pero aumentó la intensidad de sus caricias, dos dedos tomaron mi clítoris y comenzaron a masajearlo, instintivamente levanté el culo, en ese momento él sacó la lengua de mi ano, me metió dos dedos en el coño y mordió uno de mis glúteos, sentí como un latigazo en el cuerpo, me tensé y me corrí desesperadamente… Antonio se empapaba las manos de mi flujo y me embadurnaba la espalda, muslos y piernas. Repentinamente me dio la vuelta y se abalanzó contra mi sexo, sentí como su lengua se introducía en él y un grito salió de mi boca, subió una mano para tapármela mientras continuaba comiéndome el coño literalmente, intenté morderle la mano mientras un nuevo orgasmo me sacudía. Esta vez su mano me cubrió de jugos la cara, pechos, vientre, pubis, muslos… me sentía mojada y sucia, pero sobre todo…caliente… muy caliente. Perdí la noción del tiempo, no se cuantas veces me puso boca arriba o boca abajo mientras su boca se perdía en el coño o en el culo, perdí la cuenta de mis orgasmos, le gritaba obscenidades mientras le pedía las cosa más sucias que se me ocurrían. Antonio no hablaba, mandaba… me empapó todo el cuerpo de mis propios jugos e hizo que los lamiera de su mano, los paladeé con lujuria y solo cuando el quiso se puso encima de mí, colocó mis piernas sobre sus hombros y me penetró, fue como una puñalada de fuego, un aullido escapó de mi mientras mi vientre se levantaba buscando a su conquistador, me folló con la sabiduría de un hombre que lo ha hecho muchas veces y que sabe lo que hacer, manejaba el ritmo, aceleraba o frenaba su empuje en el momento justo, mi cuerpo era suyo y se plegaba a sus ordenes, me corrí una y otra vez y el siguió dándome placer hasta que supo que yo estaba llegando al límite, entonces se derramó dentro de mí con un profundo gemido, yo le acompañé con una última corrida y me derrumbé vencida, se mantuvo dentro de mi hasta que su polla se salió sola, pasó un brazo bajo mis hombros y yo me abracé a él. Nos cubrimos con una sabana y desnudos nos dormimos, antes Antonio bajó una mano a mi entrepierna e introdujo dos dedos en mi sexo.

Dos veces más durante la noche se abatió sobre mi y me hizo conocer toda la experiencia acumulada durante sus sesenta y muchos años, dos veces se vació en mí, pero fueron incontables las que hizo que yo me abriera y estallara; sus manos, su lengua, sus labios… me hicieron subir a la cumbre del placer una y otra vez, fui como un trozo de arcilla que él moldeó a su antojo, hizo de mi cuanto quiso, pero tocó las teclas precisas para hacer que mi cuerpo le respondiera y lo consiguió, logró que yo me sintiera la hembra perfecta y que estuviera orgullosa de haber sabido estar a la altura de su macho

Estos eran mis pensamientos (ver "En manos de la experiencia.1") sobre como había llegado a esa cama, un despertador luminoso en la mesilla me hizo ver que eran la cinco y treinta de la madrugada, llevaba allí mas de nueve horas. Los dedos que tenía en el coño comenzaron a moverse, mi vientre se removió y mi coño empezó a despertar, bajé la mano y tomé la polla que en unos momentos tendría dentro de mí, estaba erecta… sonreí mientras mis piernas se abrían lentamente, unas manos se apoderaron de mis pechos y sentí como mis pezones crecían y se endurecían, me preparé para entregarme de nuevo a mi macho… la noche no había terminado

(¿CONTINUARA?)