En los servicios del Burger King IV

De los orgasmos servicios al tren y a la ducha de mi casa. Dominada, abusada y autodominada. Fue un día que jamás olvidaré.

Reproduzco algunos párrafos para contextualizar (https://www.todorelatos.com/relato/163571/)

—Vestíos que ya hemos llegado a la parada. Rápido, que os quedáis aquí. Y a ti, puta, dale recuerdos a Marcos. Ha sido mejor de lo que nos había dicho. Repetiremos otro día por aquí, estate preparada y tan dispuesta como ahora. Nos volveremos a ver.

Y se fueron. Me dejaron helada sus últimas palabras. ¿De qué conocía a Marcos y que les había dicho? ¿Qué significaba que nos volveríamos a ver? ¿Estaba planeado? Muchas dudas me asaltaron, pero no tenía tiempo para vestirme, mi parada era la próxima.

Sin pensar mucho en lo que había pasado, me levanté antes de tiempo cuando vi que llegábamos a mi parada y me coloqué la primera para salir. No quería estar ni un minuto más en este vagón. Apresuradamente, sin querer escuchar los murmullos y los comentarios que hacían, supongo, de mi aspecto y mis pintas, me dirigí rumbo a mi casa, donde pensaba descansar por fin del día que estaba viviendo.

Llegué a la puerta de mi casa y la abrí lentamente, no quería hacer ruido para que los integrantes de mi familia que estuvieran en casa no notaran mi llegada y me hicieran preguntas que no sabría responder. Giré suavemente la llave, entré casi de puntillas y cerré la puerta con un leve toque. Nada más entrar vi una nota en la mesa del recibidor que ponía:

«Tu padre y yo hemos ido de compras al bazar. Si tu primo está en casa cuando llegues, prepárale la comida. Nosotros llegaremos a la hora de la cena, tenemos que acercarnos después al centro comercial a descambiar la bufanda que me regaló tu tía. Un beso».

Leer esta nota me tranquilizó, solo tenía que saber si mi primo (que se había quedado unos días a vivir con nosotros porque sus padres se habían ido a Alemania a la compra de dos coches) estaba dentro o había salido, pero, de todas formas, aunque me viese con el aspecto que tenía no tenía por qué explicarle nada, no iba a entenderlo ni suponer de qué se trataba.

—¿Hola? ¿Hay alguien? —Pregunté en tono ascendente.

Al no escuchar ninguna respuesta, supuse que habría salido a comer con los amigos y me dirigí directa al cuarto de baño. Me desnudé lo más rápido que pude y entré en la ducha. Quería olvidar todo lo que había pasado, sin embargo, cada vez que cerraba los ojos me venían imágenes de los tres tíos que me habían asaltado en el interior del vagón.

Sin saber cómo, la situación me seguía encendiendo y empecé a acariciarme lentamente mi coño, que todavía estaba húmedo. Mientras caía el agua caliente, me acariciaba con una mano las tetas (siempre las he tenido muy sensibles) y con la otra los labios menores. No sabía si estaba más húmedo por la ducha que me estaba tomando, por mis pensamientos o por el semen descargado horas antes.

No había sido un encuentro totalmente placentero el del tren, pero la situación me ponía muchísimo y en mi mente lo estaba recreando mejor que lo que había ocurrido. Poco después de estar acariciándome, cuando noté que subía mi respiración y mi excitación iba en aumento, comencé a introducir un dedo en la vagina y a acariciarme el clítoris con el dedo gordo.

Me encantaba esta postura de la ducha porque me permitía disfrutar de un ángulo que me excitaba muchísimo: miraba hacia abajo y me veía las tetas (siempre me han gustado mucho, son redondas, firmes, no de un tamaño excesivo, pero llenaban normalmente las manos de los tíos que me las habían agarrado —esto les ponía muchísimo y a mí muchísimo más 😊—, con una aureola redonda y ligeramente mayor que lo que correspondía con la proporción de mis tetas), mi abdomen plano (iba al gimnasio varias veces a la semana, que era el lugar donde ocurrió varios hechos que contaré en otras historias) los labios que sobresalían ligeramente de la vulva y el clítoris que asomaba sutilmente cuando me hacía paso con mis dedos.

No aguantaba mucho en esta postura y empecé a gemir muy fuerte. Me aproveché de que la casa estaba totalmente sola y comencé a gemir pensando en la dominación de Marcos que había tenido. El cabrón me había hecho sentir más placer del que podía imaginar y fantasear con él me hacía casi correrme instantáneamente. Entre los gemidos y los gritos (tan fuertes que podrían haber alarmado a los vecinos), comencé a introducir otro dedo más.

Quería correrme salvajemente, estaba ansiosa por acabar con un orgasmo que me recorriera cada centímetro de mi piel y me dejara extasiada. Aumenté la velocidad al introducir el segundo dedo y comencé a jadear aun más. No aguantaba más, me iba a correr pensando en Marcos, que me tenía a su merced sexual hasta cuando él no estaba.

Cuando ya no pude más y noté que las piernas me fallaban, me senté en el taburete que está dentro de la ducha y, desde esa postura, comencé a tocarme con las dos manos todas las partes de mi coño. Me golpeaba el clítoris, lo pellizcaba, lo acariciaba, lo apretaba, lo rodeaba… pasaba mis dedos por los labios, me penetraba con todos los dedos que me cabían por la vagina…

No podía esperar más, estaba con unas ganas tremendas de correrme y comencé a agarrarme el cuello sentada para simular la presión que había sentido con Marcos. Cerré los ojos imaginándome que era él y me corrí ferozmente. Mis fluidos llenaron todo el suelo de la ducha con un violento orgasmo que me dejó casi desmayada.

Lo alargué el tiempo que pude hasta que caí sin fuerzas y apoyé la cabeza en la pared. Permanecí sentada en el taburete con las piernas abiertas durante unos minutos, no podía todavía cerrarlas porque me seguían temblando.

Cuando conseguí tener la energía para levantarme y terminar la ducha, escuché una voz desde la puerta que me decía:

—Todavía no has acabado, perrita. Ahora empieza lo bueno

(Continuará…)