En los servicios del Burger King III

De los servicios de un bar al vagón de un tren. Estoy desatada (en este caso, atada 😉)

(Es la continuación dehttps://movil.todorelatos.com/relato/163178/ ; reproduzco los últimos párrafos para contextualizar:

—Esto ha sido el comienzo, falta todavía lo mejor. Vístete, Sara, te espero mañana en clase. No busques tus bragas porque ya te he dicho que me las llevo de premio.

Sin poder asimilar todavía las cosas y viendo cómo él salía del cuarto de baño, me miré al espejo antes de vestirme. Estaba hecha una zorra y me encantaba.)

Después de mirarme en el espejo, desnuda, con el maquillaje corrido por el agua del váter, despeinada y con el pelo húmedo... con un aspecto tan desaliñado que la Sara del verano anterior a la universidad (pija, presumida, arreglada, elegante, empoderada, segura de sí misma...) habría detestado.

Sin embargo, me veía radiante. Físicamente no, pero me se seguía siendo en una nube. Los orgasmos que tuve con Marcos me hicieron entrar casi en trance. Perdí la cuenta ante tanto placer y todavía pensaba en más y más... quedaba lo mejor.

Tras echarme un vistazo y seguir fantaseando en el espejo, decidí vestirme y atusarme el pelo para intentar fingir que todo lo que había pasado dentro del cuarto de baño no había ocurrido. Aunque no había paredes que pudieran haber disimulado mis gemidos de placer ni habrá momento que borre el recuerdo de mi primera vez como sumisa.

Tras arreglarme y adecentarme, salí decidida —era sorprendente que nadie nos hubiera interrumpido en el cuarto de baño, era hora punta para las comida ya y lo normal era que el tránsito de personas en el servicio fuera fluido— y pasé entre los pasillos de las mesas sin mirar a nadie, confiando en la suerte de que las familias, parejas y trabajadores —hay muchos trabajadores solitarios que pierden años de salud comiendo en el Burger King diariamente a cambio de ahorrarse unos euros, como si se los pudieran llevar a la otra vida— estuvieran absortos en sus comidas, charlas banales y pensamientos perdidos.

A medida que iba caminando, la excitación volvía a mi cuerpo. Me sentía llena de vida, de pasión, de fogosidad... aunque tenía claro que debía guardar todo para mi amo, Marcos, el único que podía disfrutar de mí y yo con él.

Cuando salí, me dirigí al tren que solía coger los días normales unas horas antes para volver a casa. Al montarme, eché en falta las caras conocidas de los otros días, aunque era normal porque era yo la que iba a destiempo.

Me senté donde me dolía sentar siempre, que por suerte era uno de los últimos vagones y, normalmente, estaba vacío porque nadie llegabas hasta el final del tren para buscar un asiento libre. Al sentarme, me sorprendieron las miradas de un grupo de chicos que estaban en el vagón, en frente de mí. Eramos los únicos, era un vagón pequeño y no era ya hora punta de vuelta de trabajo y universidad.

No les eché mucha cuenta porque podrían estar fijándose en los restos en mi cara, pelo, ropa... de lo que había un cuarto de hora antes. Es más, me sentía altiva y me mostraba coqueta y cariñosa ante la mirada de 4 chavalines de edad parecida a la mía.

Llegó un momento en el que las miradas se hicieron todavía más evidentes y descaradas y decidí preguntarles si pasaba algo:

—¿Qué miráis? ¿Tengo monos en la cara? —dije segura de mi misma, con tono desafiante—

—No, pero sí cara de zorra. Tienes que chuparla de lujo y se te ve en la cara que tienes ganas, puta

—¿Que haces, tío? Déjala en paz—interrumpió a su amigo otro chaval del grupo antes de que respondiera una palabra—

—Jorge, eres marica o qué. Esta tiene ganas de pollas y se las vamos a dar. Si tu no quieres participar quédate callado y no molestes. ¿O quieres que le diga a tu madre lo que haces en el tejado del patio cuando supuestamente estás en clase estudiando? ¿Quieres que tu madre se entere de que tiene un hijo drogata y marica?

—Mira, niñato de mierda. Yo no tengo ganas de vuestras pollas de niños, a mí me van otras cosas. No me molestéis o llamaré al de seguridad.

—Rápido —ordenó otra vez el que parecía ser el líder del grupo—, cogedla por los brazos y taparle la boca con su pañuelo. Dejadla amordazada hasta que tenga nuestras pollas y no pueda hacer otra cosa que no sea chupar.

De manera coordinada, sin darme tiempo a reaccionar, se me abalanzaron dos que habían permanecido callados durante todo el momento del viaje y me agarraron por las muñecas. Después de tenerme inmovilizada, me cubrieron la boca y el líder, que se llama Adrián, como después descubrí, comenzó a meterme mano y manosearme todo el cuerpo.

Mientras tanto, Jorge, el único que me había intentado defender en un principio, decidió abandonarme a mi suerte y se cambió al vagón anterior, desde donde no se tenía perspectiva para ver lo que me estaban haciendo.

—Esta tía está buenísima —espetó Adrián—, verás cuando la veamos desnuda, que tiene ya muchas ganas.

—Venga, ya está atada y maniatada. Vamos a desnudarla y que empiece a chupar, la muy zorra.

Sin tiempo a reaccionar, fueron directamente hacia mi short. De repente, recordé un detalle con el que ellos no contaban y que, seguramente, los iba a encender todavía más: ¡NO LLEVABA BRAGAS PORQUE MARCOS SE LAS HABÍA LLEVADO!

—Pero, tíos, que no lleva bragas

—¿Habéis visto —volvió a hablar el líder— que tenía razón cuando os dije que tenía cara de guarra? Si es que tengo un don... Pues si no lleva bragas es porque está buscando lo que está buscando y nosotros se lo vamos a dar. Empiezo yo, vosotros os podéis repartir lo que queráis

Antes de terminar, Adrián se desnudó rápidamente. Tenía un físico normal: era delgado, alto, pelo rubio... no había pensando en la polla que tendría, pero di gracias por lo que vi. Cuando se quitó los pantalones, pude ver una polla bastante pequeña, intuyo que menos de 8 cm, con mucho vello púbico. Por su estatura, nunca imaginaría que tendría eso entre las piernas, aunque me vino genial.

Antes de penetrarme, ya desnudo, tuvo la gentileza de tocarme un poco, aunque solo fue para humillarme más.

—Esta tía está chorreando. Está tan húmeda como si se hubiera corrido hace muy poco. Se nota que le gusta la situación, dentro de poco, comenzarás a pedirnos más y a gemir como una perra.

Mientras pasaba la mano y me masturbaba torpemente —menos mal qur yo solo pensaba en la experiencia que había tenido 30 minutos antes para lubricar mi vagina y que no me doliera—, sus dos colegas se desnudaron también. Tenían pollas similares, cosa que agradecí también mucho. Sin embargo, uno de ellos estaba totalmente depilado, cosa que me llamó la atención por la cara de ingenuo e imberbe que tenía.

Cuando se desnudaron todos, mientras me seguía masturbando Adrián, uno de ellos, que después descubrí que se llamaba Daniel, se acercó con la polla totalmente erecta hacia mi boca, me quitó la mordaza y de una estaca me la metió. No costó trabajo por el tamaño, aunque lo hizo de una manera muy brusca.

Simultáneamente, el otro, que se llama Abraham, se acercó con su polla a mi mano y, rozándola con ella, me dijo que le hiciera una paja. Lo hice, no estaba en una situación para negarme

Sin saber cómo había llegado a esta situación, estaba volviendo a gemir, aunque esta vez tenía la boca tapadaporunapollay no hacía apenas ruidos, mientras masturbaba con la mano la otra polla.

Tras estar un rato así, donde estaba empezando a disfrutar y se me había quitado el miedo y la tensión del principio, dijo confiado Adrián:

—Creo que ya estás preparada para que te la meta. Quiero que te corras con mi polla dentro y estás ya casi a punto, por los gemidos que balbuceas

Dicho y hecho. Sin miramientos, me la metió y comenzó una penetración casi de animal. Sin graduación de intensidad, comenzó muy rápido el metesacas de una manera muy violenta. Su masturbación no había sido especialmente hábil, pero follando era todavía peor. Se me pasó toda la excitación y me alejé del orgasmo. Estaba rezando porque aparte de ser malo —para mí, claro. Quizás a otras les gusten que le follen como conejos desde la primera penetración...— durara poco.

Otra vez tuve suerte —estaba siendo un día con mucha suerte— y dijo:

—Me corro, no aguanto más. Cambio, me quiero correr en su boca. Voy a llenar de leche a esta puta, que está con muchas ganas.

Sin embargo, tenía tantas ganas que no le dio tiempo de aguantar y se comenzó a correr antes de haber apartado del todo a su amigo de mi boca. Me manchó las tetas y un poco del monte de Venus, pero no era gran cantidad.

Después, sus dos amigos aprovecharon el "hueco" que había dejado y el que me estaba follando la boca pasó a mi coño y el de la paja a mi boca. Parecían más hábiles y comencé a encenderme de nuevo. El que me estaba follando la boca lo hacía al mismo ritmo que el del coño y me facilitaba que le tragara la polla hasta los huevos.

Pronto comencé a gemir con mucha intensidad, estaba cerca del orgasmo, como los que me estaban penetrando. Cuando uno de ellos avisó de que iba a correr, viendo que yo estaba apunto también, comenzó a acelerar el ritmo —esto me volvió loca ya— y me corrí a la misma vez que él.

Me empezaron a temblar las piernas, estaba siendo un orgasmo muy intenso, parecido a los que había tenido 1 hora antes en el baño del Burger King. Mi coño, que normalmente era muy blanco y tenía labios rosados, estaba completamente rojo de la excitación y del roce que había tenido. Estaba tan sensible que me siguió penetrando y me pareció que me alargaba —o estaba teniendo otro— el orgasmo.

Pocos segundos después, el que me estaba follando la boca comenzó a disparar semen. Tenía guardado un montón y estaba llenando por completo la boca, tanto que me rebosaba por la comisura de los labios, aunque me daba igual, estaba en las nubes y había disfrutado –sin sentimiento de culpa– de lo que había parecido una violación.

Los jadeos , suspiros y gemidos fueron interrumpidos por el líder, que había permanecido callado después de correrse:

—Vestíos que ya hemos llegado a la parada. Rápido, que os quedáis aquí. Y a ti, puta, dale recuerdos a Marcos. Ha sido mejor de lo que nos había dicho. Repetiremos otro día por aquí, estate preparada y tan dispuesta como ahora. Nos volveremos a ver.

Y se fueron. Me dejaron helada sus últimas palabras. ¿De qué conocía a Marcos y que les había dicho? ¿Qué significaba que nos volveríamos a ver? ¿Estaba planeado? Muchas dudas me asaltaron, pero no tenía tiempo para vestirme, mi parada era la próxima.

Continuará...