En los servicios del Burger King II

Castigada y humillada como nunca me imaginé por Marcos. Perdí mi virginidad de verdad.

(Es la continuación de https://www.todorelatos.com/relato/163128/ ; reproduzco los últimos párrafos finales para contextualizar)

De repente, llamaron a la puerta. Era la voz de un hombre, cosa que me sorprendió. Era Marcos, lo reconocí por la frase que dijo.

—Se te ha acabado el tiempo. Vas a tener un castigo.

Sin tiempo a reaccionar, abrió la puerta, entró y la cerró. Venía decidido y muy seguro. No sabía lo que iba a pasar, pero ya no tenía escapatoria (aunque, sin saber por qué tampoco la pensaba). En el cuerpo sentía una fuerte excitación, ya no tenía bragas y notaba como se pegaba el líquido al pantalón, y una sensación de incertidumbre. Solo esperaba a ver que iba a hacer. Esperaba y necesitaba saber cuál iba a ser su siguiente orden.

—Se acercó a mí y me dijo con tono seguro y confiado—Sé que no vas a gritar ni vas a hacer ninguna tontería. Vas a obedecer todo lo que yo te diga y que sepas que esto acaba de empezar. Eres mi puta. Ya estás dentro de este juego, no vas a querer salir ni vas a poder si quisieras. Si me canso de ti o te cambio por otra todavía más guarra, acaba nuestra relación, pero mi huella siempre estará en ti y querrás repetir lo que has tenido conmigo —se acercó aún más—, aunque no va a ser igual y no te sentirás tan satisfecha que como conmigo. Ahora empieza tu castigo, para que aprendas que tienes que ser obediente y no dudar de todo lo que te mande.

—Espera, no has visto que ya no tengo… —me interrumpió con un ademán y me tapó la boca—.

—Aquí hablo yo ahora, solo podrás contestar a mis preguntas y asentir con la cabeza ante mis órdenes. ¿Te ha quedado claro?

—Sí.

—No te veo muy convencida, Sara. Haz tu misma la frase: ¿me obedecerás y harás siempre lo que te pida?

—Te obedeceré siempre y haré todo lo que me pidas, Marcos.

—Repítelo.

—Te obedeceré siempre y haré todo lo que me pidas.

—Esa es mi niña. No me equivoqué eligiendo a la que tenía la cara de más buena. ¡Sois las más guarras!

—Antes de mi orden —siguió—, como no has cumplido a tiempo, porque sé que no llevas bragas por lo mojado que tienes el pantalón, vas a tener que cumplir tu primer castigo, que espero que sea el último. ¿Estás preparada?

—Sí — Se me transparenta todo y el notó que me estaba gustando cada vez más lo de ser dominada.

—Sabía perfectamente desde que te conocí que te gustaría ser sumisa. Sara, aunque creas que no te tuve en cuenta en tu pérdida de la virginidad, todo lo hice por ti. Para que te dieras cuentas de tu verdadero papel en las relaciones sexuales y para que empieces a disfrutar complaciendo a los demás. Tu misión ahora será siempre hacerme disfrutar: si yo disfruto, tu estás disfrutando, como puedo ver —Me agarró del vaquero y me cogió por el coño, haciendo mucha presión, para acercarme a él.

—Uf —se me escapó un suspiro—.

—¿Has dicho algo? ¿Quieres ser castigada por segunda vez antes de ver tu primer castigo? Que sea la última vez que hablas sin mi permiso. Te lo he dicho ya. Te lo voy a perdonar porque sé con seguridad que, con el primer castigo, ya no se te ocurrirá jamás volver a desobedecer.

—El castigo es —siguió Marcos tras una pausa para verme mi carita, que estaba con los ojos esperando su castigo— desnudarte por completa aquí mismo y, cuando lo hayas hecho, ponerte con la cabeza dentro del váter hasta que yo te avise. Te recuerdo que haga lo que haga no puedes hablar. Rápido o tendrás que cumplir con un segundo castigo. Por cierto, dame las bragas que sé que ya no llevas, me las voy a quedar recuerdo de tu primer castigo. Espero que el último, porque te conviene.

Sin dudar ni un segundo, saqué las bragas y se las di. Después, me desnudé lo más rápido que pude, estaba expectante y superexcitada.

—Veo que ya sabes cómo hay que hacer las cosas. Estás aprendiendo muy rápido, puta.

Cuando me quité todo y dejé la ropa de cualquier manera, fui directa al váter y metí la cabeza dentro. No me llegaba a tocar el agua porque era poco profundo, pero era una sensación extraña. Estaba esperando todavía qué haría conmigo en la posición de 4 patas. La incertidumbre me hacía estar todavía más cachonda, estaba segura de que me correría en poco tiempo.

—Vale, ahora voy a masturbarte lentamente, aunque veo que estás ya mojadísima y podría empezar más rápido. Como soy bueno, porque sabes que todo lo hago para que disfrutemos los dos, comenzaré lento, que sé que puede que te guste todavía más. El único inconveniente, tan bueno no soy, es que tienes prohibido correrte. Apúntate esta norma, que será para siempre que nos veamos: no puedes correrte sin mí ni conmigo a menos que te dé permiso explícito. ¿Te ha quedado claro? Notaré que te has corrido si lo haces a mis espaldas, así que ten cuidado.

—Me ha quedado claro —dije sin estar convencida de poder aguantar fisiológicamente esta excitación que me hacía arden, sin haberme tocado aún—.

Cuando terminé las palabras, comenzó mi castigo. Con la cabeza dentro del váter y en posición de cuatro patas no podía ver cuándo iba a empezar, pero notaba que cuanto más tiempo pasara, más caliente estaba.

—No creas que no tengo ganas de empezar, estoy haciéndote fotos para tener el recuerdo de nuestra primera vez —la de verdad, la otra solo fue una preparación—. Si en algún momento quieres salirte de este juego, aunque te aviso de que estás a mi merced física y mentalmente, tengo unas fotos que serán mi cláusula. Si cumples con todo, no te tienes que preocupar de estas fotos porque estarán guardadas para siempre. Si no cumples, hasta tu padre te verá denigrada a un nivel que ni sus peores pesadillas podrían imaginar. Porque, aunque ella crea que sigues siendo su niña, ya no lo eres. Eres solo mía y de la gente con la que quiera compartirte. ¿Te ha quedado claro todo?

—Sí, me portaré bien.

—Saca un momento la cabeza para tener fotos de todos los ángulos

Le hice caso sin pensarlo, había dado un paso que ya no tenía vuelta atrás.

—Perfecto, empezamos con el castigo.

Con gesto decidido, tras volver a mi posición de cuatro patas y la cabeza dentro del váter, comenzó a tocarme alrededor de mi vagina. El solo tacto de su mano erizó mi piel y me hizo llegar a una situación de clímax que me hacía pensar que no aguantaría mucho.

—Tranquila que todavía no he comenzado a masturbarte. Recuerda que no te puedes correr hasta que yo te lo diga.

Acto seguido, acercó los dedos a mi raja, que ya estaba inundada por los fluidos y metió solo 1. Sentí que entró con una facilidad que no me había pasado ni cuando me había echado lubricante en mis masturbaciones que me hacía yo sola.

—Veo que puedes con 1 sin problemas, vamos a probar con 2. De momento lento, pero voy a aumentar la velocidad en cualquier momento y ya no pararé hasta que me supliques.

Sin terminar de decir la frase, metió otro dedo que sentí todavía más. Comenzó un movimiento hacia arriba de mi vagina que estaba estimulando mi punto G. Sabía perfectamente lo que hacía y me estaba encantando.

—Puedes jadear, suspirar y comunicarme cualquier cosa. Voy a ser bueno porque estamos empezando. Sigues sin poder correrte.

—Vale.

Aumentó el ritmo y me hizo jadear todavía más. Empecé a gemir, no podía aguantar más.

—Mmmmm, mmmm. Marcos, no puedo más. Aaaaaaaaaaaah aaaaah —Suspiraba y jadeaba sin control. Estaba cerca del orgasmo y llevábamos menos de 5 minutos.

—Tienes que aguantar los 5 dedos mínimo. Pórtate bien y hazme caso: prohibido correrte. Voy a meter otro más

—No puedo 3, en serio no… Ayyyy, ayyy. Sigue, por favor, méteme otro más.

—Aquí ya sabes que mando yo —sacó los 3 dedos—. Saca la cabeza

—Le hice caso sin pensármelo, pensaba que me iba a castigar de nuevo— Voy.

—Chúpame ahora mismo los 3 dedos que tengo empapados de ti. Saborea tu propio sabor. —Lo hice con muchísimas ganas y me había tranquilizado su reacción, aunque fantaseaba con la idea de otro castigo— Mmmmm.

—Vuelve a meter dentro la cabeza.

Tras meterla de nuevo, volvió a meter los 3 dedos y empezó a acompañarlos con azotes en el culo. Azotes que fueron muy fuertes desde el principio. Me estaba doliendo y me encantaba la idea de que me dejara rojas las nalgas.

—Te gusta, ¿eh? Vas a enterarte.

De repente, metió otro dedo más mientras seguía azotándome con fuerza

—Aaaaah, Marcos, por favor, méteme ya la mano entera. No aguanto más. Aaaaaaah. Dame más fuerte. Aaaaah. Más, por favor. Te suplico que me dejes correrme. No aguanto más.

—Sí aguantas, espera todavía.

—En serio, Marcos, no puedo —empezaron a temblarme las piernas, se estaba anunciado lo que venía—.

—Saca la cabeza de nuevo —lo dijo a la misma vez que sacaba los 4 dedos—.

Cuando lo miré, lo vi enfadado. No era la misma cara que la primera vez que me lo había pedido.

—¿No te enteras de que aquí mando yo? Te he dejado hablar porque es tu primera vez, pero no puedes pedirme nada. Solo tienes que seguir mis órdenes —terminó la frase cogiéndome del cuello y pegándome un azote con la otra mano en el culo—.

—Perdón —estaba de rodillas en frente de él—.

—Vuelve a tu posición y que no te escuche nada más.

Volví y subí todavía más el culo para dejarle una mejor vista.

Con la cabeza dentro de nuevo, empezó a azotarme el culo con las dos manos. Había parado momentáneamente la penetración con los dedos. No sabía que me gustaba tanto que me azotaran, pero fantaseaba con terminar y verme el culo marcado. Ver sus manos rojas marcadas en mis nalgas me hacía otra vez mojarme entera.

—Sara, eres un putón. Te voy a reventar el culo. Sé perfectamente que nunca has hecho nada porque eras un poco mojigata, pero que sepas que la próxima vez te esperan otras cosas en el culo que no es solo azotar. Ve preparándote y ven limpia siempre. Por lo que pueda pasar en cualquier momento y en cualquier lugar.

Suspiraba y suspiraba. Me encantaba que me diera fuerte y la idea de meterme algo por el culo —o lo que él estuviera pensando— me encendió tanto como cuando estuve cerca del orgasmo. Sus palabras podían hacer el mismo efecto que sus gestos.

—Ya me he cansado, lo tienes muy marcado ya y no quiero que te salgan moratones. Vamos a terminar esto.

Rápidamente, dejó de azotarme y me metió los cinco dedos sin avisarme. Fue brusco, pero estaba tan lubricada que no me dolió. Comenzó, entonces, un mete saca con los dedos hacia arriba que me volvió loca. Suspiraba, jadeaba, quería hasta pegarme porrazos dentro del váter de la impotencia que sentía ante tanto placer.

Como sabía que iba a aguantar poco, me dijo con tono compasivo:

—Ya puedes correrte. Ya te he dicho que soy bueno…

Sus palabras culminaron toda la excitación que sentía. Volvió el temblor de piernas, ya no jadeaba y suspiraba, directamente gritaba de placer. Acompañado a mi orgasmo, tiró de la cisterna del váter y me hizo mojarme la cara entera. No me importó, estaba en el cielo. Había sido el mejor orgasmo de mi vida. Fue tan maravilloso, que sentí la sensación de correrme dos veces (¿seré multiorgásmica? Lo descubriremos en los siguientes relatos).

Después de que se cortara el agua del váter, paró su movimiento frenético y me sacó los dedos. Tambaleándome, me agarré al váter con las manos, porque seguía teniendo las piernas temblorosas.

—Esto ha sido el comienzo, falta todavía lo mejor. Vístete, Sara, te espero mañana en clase. No busques tus bragas porque ya te he dicho que me las llevo de premio.

Sin poder asimilar todavía las cosas y viendo cómo él salía del cuarto de baño, me miré al espejo antes de vestirme. Estaba hecha una zorra y me encantaba.