En los probadores

Un amo cita a su sumisa en los probadores de unos grandes almacenes.

Inquieta la esperaba a las puertas del corte ingles, el quería vestirla a su antojo y la verdad es que eso la agradaba mucho. Si bien su juventud y pudor inexperto la creaban un gran desasosiego.

Quería conocerle por las cosas que la había contado por Internet y que con mucho la habían excitado de tal manera que aunque el miedo era inmenso su deseo no la dejaba imponer la razón a lo que estaba a punto de suceder o no. Y esa seguridad de que tendría que corresponder la sobrecogía.

Tenía unos encargos previos que cumplir, a su amo siempre le gustaba que llevara un rato trabajando en su cita para cuando el llegara. Le temblaban las piernas solo de pensar en lo que tenía que hacer. Recordaba como iban apareciendo las palabras de su amo en el Messenger y como iba notando crecer la excitación según leía:

Amo dice:

irás media hora antes al supermercado.

Amo dice:

allí comprarás un pepino de tamaño medio y un calabacín de tamaño grande.

Amo dice:

si no los llevas, pasa por la parafarmacia y compra condones.

Amo dice:

vete a un servicio, mete el pepino en un condón y métetelo

Amo dice:

sujétatelo con las bragas para que no se salga y dirígete a la zona de encuentro

No podía dejar de recordar las órdenes mientras se movía entre las estanterías de fruta.

Eligió un pepino pequeño y se dirigió al baño. Apoyo su espalda contra la pared, entreabriendo las piernas y los labios exteriores el pepino se deslizo dentro sin problemas, pero era imposible, queria que el pepino se mantuviera dentro de ella, pero se deslizaba y hacia que juntara las rodillas sacando el culo. No podía hacerlo y por un momento pensó que quizás eso es lo que deseaba su amo que no pudiera para castigarla.

Le daba la risa tonta al intentar andar, sentía como se escurría, sentía el peso caer en las bragas. Intentaba hacer fuerza de succión pero era complicado. Finalmente consiguió andar dignamente hacia los ascensores para dirigirse a la planta de señoras como le había indicado su amo.

El pepino ya no molestaba, incluso hacía que estuviera más excitada con cada paso.

Buscó el stand que le había ordenado su amo. Una vez allí tenía que buscar a la dependienta más atractiva que encontrara, que rondara los 30. Y si no había ninguna. Ser dependienta de un stand de marca en unos grandes almacenes no garantiza ser un bombón. Pero cuando se acercó se quedó de piedra. Pensó que su amo ya debía de haber pasado alguna vez por allí. Si no era imposible que supiera que iba a encontrar algo así.

La dependienta era una oriental de pelo negro y largo, con un cuerpo impresionante marcado por una falda estrecha y una camisa blanca ajustadísima que hacía que los botones parecieran a punto de estallar.

Se puso a mirar en la zona de la dependienta como tenía ordenado y seleccionó ropa que le gustó pensando en lo que más le pudiera gustar a su amo. Tenía que esperar hasta que le viera llegar y entonces dirigirse juntos al vestuario.

Cada vez estaba más nerviosa, esa dependienta la miraba de arriba abajo. Se sonrojo sin querer al pensar en su pepino. Habría algo que hiciera que el fruto que mantenía entre sus piernas se notara. Sin embargo aquella dependienta se acercó a ella y la dijo:

  • permítame pero esa camisa que lleva no es la talla idónea.

La cogió y se la cambio por otra más pequeña, en ese momento El aparecía con su pelo negro y muy serio. Se acerco a ellas y observó como su mano rozaba el culo de la oriental que la miro directamente a sus ojos, mientras sonreía levemente, trasmitiendo su complicidad.

No estaba segura de si había existido esa mirada de verdad o era su imaginación. Creía haber visto a la oriental poner unos ojos de lujuria como no había visto en mucho tiempo, pero era consciente de que la situación y el pepino estaban haciendo que su mente corriera más que sus pies.

Por el camino del probador cogió un par de prendas más y sin entretenerse mucho se metió de cabeza. Podía sentir los pasos de su amo pegados a ella, pero era incapaz de volver la cabeza. Se metió en el más alejado de la puerta, se echó a un lado y en cuanto entró su amo cerró la puerta con el pestillo.

Su amo se sentó en el taburete del rincón y le ordenó que empezara a probarse ropa. El color subió a sus mejillas mientras empezaba a desnudarse. Cuando se quedó en ropa interior pudo ver como su amo miraba directamente el bulto que provocaba el pepino intentando escaparse. Pudo notar una sonrisa picarona mientras acercaba un dedo para empujarlo hacia dentro haciendo que pegara un respingo de placer.

Lo primero que se probó fue la blusa que la dependienta la había cambiado. Inmediatamente se acordó de toda su familia. Le estaba diminuta, se la había cambiado por una al menos dos tallas menor de la que necesitaba. Se lo contó a su amo y este dijo, espera un momento. Salió del probador dejándola en ropa interior y con una blusa que no le llegaba a abrochar siquiera. Supuso que había ido a buscar otra talla. Le hizo pensar que su amo la mimaba demasiado y le extrañó. Al cabo de 2 minutos volvió a entrar pero no cerró y detrás de él entró la dependienta.

  • mira cómo le está la talla que le has dicho que cogiera. – dijo su amo

  • eso es porque no la tiene bien colocada – respondió la china e inmediatamente dio un paso adelante y se puso a colocar la blusa estirando de ella. Intentando abrocharla

Ella no se lo podía creer. Entre ellos dos hablaban como si estubieran probando ropa en un maniquí y ella no existiera. La dependienta rozaba sus pechos si pudor, los cogía diciendo

  • es que tiene mucho pecho y no le cierra bien

  • sí, la verdad es que tiene buenas tetas – decía su amo.

  • Déjame hacer a mi, verás como encontramos algo que le esté bien. –dijo la dependienta.

Una presión que no era la del pepino, comenzaba a latir en su clítoris mientras la dependienta se acercaba por detrás y la desabrochaba el sujetador. Sus manos la apretaban los pezones firmemente y cuando estos se habían endurecido cogio una camisa blanca y se la abrocho por debajo de ellos. Era tan justa que parecía un corpiño.

Allí de pie viendo como su amo, sentado en la butaca observaba. La china la hizo abrir las piernas un poco mas del ancho de sus caderas y retirando el pepino introdujo sus dedos en aquel lugar para cerciorarse de su excitación.

En ese momento fue cuando se dio cuenta de que la dependienta ya sabía antes lo que iba a encontrar ahí y la mirada que le devolvió su amo cuando le miró con los ojos abiertos como platos, no hizo más que confirmárselo. Sabía que su amo tenía otras sumisas, pero no esperaba encontrarse con una sin previo aviso. El descubrimiento hizo que su coño chorreara más todavía y los dedos de la china se encharcaran inmediatamente.

Podía ver como su amo empezaba a hurgar en el pantalón de la oriental desde detrás. El espejo del probador era una maravilla. Ella se miraba mientras veía a la dependienta a su espalda tocándole las tetas y el coño mientras su amo iba bajándole los pantalones a la china para dejar al aire un precioso coño depilado con la marca de su amo.

Le había dicho hacía tiempo que el día que empezara a utilizarla en real, nunca llevaría bragas y que le depilaría el coño dejando unos pelos en forma de luna creciente. La dependienta casaba con el patrón y su amo se aseguró que de lo viera bien diciéndole:

  • agáchate perrita y empieza a comer tu primer coño.

  • Sí señor.

Sabía que llegaría este momento pero no sospechaba que iba a ser en ese probador. Empezó a lamer con dedicación y esmero aplicando todo lo que había ido experimentando a lo largo de sus años de rolletes en que le habían comido el coño de mil formas pero ninguno había llegado a hacerlo a la perfección. Ella sabía lo que le había fallado de cada comida de coño y llevaba mucho tiempo pensando en como sería la comida perfecta. La dependienta lanzó un gemido de aprobación casi de inmediato.

El amo se bajó los pantalones e hizo a la dependienta sentarse de espaldas a él ofreciéndole el coño de la china a su esclava. Apuntó su polla contra el culo de la dependienta que fue sentándose despacio sobre ella, aguantando el pequeño dolor que suponía metérsela de golpe sin lubricante, pero disfrutando de los lametones de la nueva sumisa de su amo.

Mientras tanto, la nueva sumisa no podía creer lo que estaba haciendo. Estaba lamiéndole el coño a una dependienta de la que no sabía nada mientras daba algún que otro lametazo a los huevos de su amo que chocaban contra el culo de la oriental que se dejaba caer con todas sus fuerzas para que le entrara la polla hasta el fondo en cada embate.

Comparado con lo que tenía la dependienta, el pepino de su coño le parecía poca cosa y cuando su amo les ordenó cambiar de sitio sintió una gratitud enorme mezclada con un terror mayor todavía. ¿Pretendería su amo desvirgarle el culo ahí mismo? La orden que le dio a la oriental alivió sus temores.

-sácale el pepino y clávatelo en el coño ahora tú. No quiero que te lo saques hasta esta noche en casa.

La dependienta obedeció sin rechistar. Lo sacó y se lo hundió de un rápido movimiento en un coño que estaba bien lubricado por los lametones que acababa de recibir.

Mientras tanto el amo hizo a su sumisa que adoptara la misma postura que había tenido hasta hacía un momento la dependienta. Pero para alivio de su nueva sumisa apuntó su polla hacia su coño mientras le decía en el oído

  • Tranquila, no te voy a abrir ahora el culo, para eso necesitaremos un sitio más discreto donde no se oigan tus gritos. – el alivio fue a medias solamente pues el motivo hizo que temblara mientras notaba la polla de su amo entrar en su coño hasta los huevos. No era una polla enorme como había visto en sus fantasías, pero era muy gruesa, más que cualquiera que hubiera probado hasta ese momento.

La oriental no dejaba de lamer el clítoris, la polla, y todo lo que podía. No tardó ni 5 minutos y le vino un orgasmo brutal como no había conseguido en mucho tiempo con los polvos insipidos que llevaba echando toda su vida.

Su amo las ordeno que se pusieran de rodillas las dos de forma que pudieran ver en el espejo la escena cuando se corriera para ellas mientras lamían su polla y se besaban como amantes locas de deseo la una por la otra.

Cuando el amo se corrió intentó apuntar más a su nueva sumisa. La dependienta ya había tenido otras oportunidades de recibir su semen y no las había desaprovechado. Sabiéndolo, intento tragar todo lo que le entro en la boca y relamer todo lo que quedó al alcance de su lengua mientras la oriental aprovecho para relamer la polla de su amo y los restos que habían quedado por toda la cara de la nueva sumisa.

La dependienta se levantó inmediatamente, se arregló con el pepino dentro, se puso las bragas de la nueva sumisa para sujetarlo dentro y salió a seguir trabajando. El amo y la sumisa se lo tomaron con más calma, se arreglaron, se vistieron y salieron dándole un azote en el culo a la dependienta que hizo que un cliente mirara con cara de estupor y envidia.

Nota del autor. Este relato ha sido escrita en turnos por dos personas de sexos opuestos imaginando la situación. Cualquier comentario privado (

amomad35@gmail.com

) se hará llegar al coautor ;) Por cierto, gracias al coautor.