En los probadores

Amo y esclava se van de compras, y ella se exhibe para él.

Siempre se encuentra una calle como esa, llena de tiendas, de todo tipo de tiendas. Era justo lo que necesitábamos aquella mañana. Eran las 12, de un martes, y todo estaba muy tranquilo. Lo justo para que nos dejaran en paz, pero también para que nos prestasen el mínimo de atención que nos mantendrían siempre en alerta. Te presentaste puntual, sabes que no me gusta que me hagas esperar, y vestida como te había dicho: blusa ligera, falda justo por encima de las rodillas, tacones. Se intuía tu sujetador y también el tanga que tanto me gusta. Aunque no me habías visto nunca, me reconociste enseguida, y yo también a ti. No hablamos: sólo te indiqué que fueses delante, tu ya sabías lo que tenías que hacer. En la primera tienda elegiste unas blusas y te acompañé al probador. Cerramos la cortina, aunque dejé una pequeña abertura, mínima, pues tal vez alguien te podría ver, además de mi, claro. Me miraste a los ojos, insegura, temblorosa.... yo sólo asentí, y comenzaste a desabotonar tu blusa... botón a botón, lentamente. Tu piel fue apareciendo poco a poco, y luego tus pechos, enfundados en aquel sujetador semitransparente. Parecías turbada, tímida, pero te quitaste completamente la blusa y me enseñabas una parte de tu cuerpo. Yo estaba cerca de ti, a muy pocos centímetros, podía olerte, oir tu respiración agitada, que hacía subir tus pechos, y podía mirarte... Te hice un gesto, y te diste la vuelta, enseñándome tu espalda. Me mirabas a través del espejo... Yo me acerqué a tu espalda y desabroché el sujetador... sólo eso. Tu de nuevo entendiste lo que quería, y te quitaste el sujetador despacio, lentamente... enseñándome tus pechos a través del espejo. Se notaba tu excitación, tus pezones no mentían. Cogí el sujetador que mantenías en una mano, lo doblé y me lo metí en el bolsillo. Te hice dar la vuelta, y pude apreciar tus pechos en toda su plenitud, frente a mi. Querías que te tocase, pero no lo hice... no te lo merecías todavía. Abrí un poco más la cortina, y alguien pasó en ese momento y pudo ver tus pechos brevemente. Hiciste un gesto reflejo de taparte, pero no te dejé. Quería tenerte así, ofrecida, tu torso desnudo, para que cualquiera pudiese verte.... Te dejé así unos minutos, de pie en el probador y desnuda. Podía notar como iba creciendo tu nerviosismo y tu excitación. Pero no podías hacer nada, hasta que yo te dijese... Te ordené que te vistieses, y te pusiste la blusa, esta vez sin sujetador. Tus pezones se marcaban perfectamente, y te sentías avergonzada. Al salir, la chica de la tienda te miraba y luego me miraba a mi. Tú lo notabas y no sabías muy bien como comportarte, pero yo notaba que estabas excitada, podía verlo y casi olerlo...

(Continuará...)