En las vacaciones de verano (3)

Tercera y ¿última? parte de dos chicos que van descubriendo poco a poco el sexo.

Hubo un par de días en los que no paré de pensar en el placer que me había producido Rober penetrándome con sus dedos el ano, y me sorprendía a mí mismo pensando en él follándome con fuerza y gimiendo de placer. Estaba decidido a explorar esa nueva sensación y quería que Rober me ayudara.

Tenía miedo de que si volvía a pedirle que lo hiciera acabase metiéndome su descomunal herramienta y me doliese, así que durante un tiempo exploré yo solo esa zona, para acostumbrar mi ano a tener algo dentro y a relajar los músculos.

Aquella tarde fuimos a una cueva cerca de las montañas, justo después de comer. Nos gustaba estar por el bosque desde niños, donde nadie más se atrevía a ir por miedo a los lobos y osos, que Rober y yo nunca habíamos visto en años. No lo habíamos comentado con nadie porque nos gustaba que no hubiera gente allí, era como nuestra guarida, y ahora también nuestro picadero.

-¡Ey! - le dije como saludo al verle en nuestro punto de encuentro, con su mochila preparada en el suelo.

  • ¿Qué tal?- Sonreía.

Después de una charla mientras caminábamos llegamos sin que me diera cuenta a la cueva en cuestión, donde ya habíamos hecho un par de cosillas.

Cuando estuvimos en las profundidades de la misma encendimos una luz, una lámpara a pilas que iluminaba bastante bien, y apagamos nuestras linternas. Sin querer tropecé con una piedra y Rober me sujetó de espaldas. Sentí cómo me olía el cabello, y yo olí su sudor, pues fuera hacía mucho calor.

Empezamos a acariciarnos y a besarnos. Me encantaba la sensación de tener su lengua en mi boca y yo la entrelazaba con la mía, a veces la succionaba mientras me apartaba hasta separarnos, para volvernos a besar. En un momento teníamos los pantalones y calzoncillos bajados hasta los tobillos, y nos los quitábamos entre caricias. Nos masturbábamos el uno al otro. Él me quitó la camiseta.

Así estuvimos hasta que mi excitación pudo conmigo y me agaché para saborear su miembro. Él miraba como yo trabajaba ahí abajo. Rober me follaba la boca, haciendo un ruido de succión muy excitante, mientras yo me masturbaba lenta, muy lentamente. Sus testículos estaban duros y sudorosos, y emanaban un olor a sexo que me volvía loco. Le miré la cara mientras le comía el pollón y le amasaba los huevos, tenía los ojos cerrados y gemía.

Ahhh… ¡Sigue así, tío, sigue así...!- Me pidió.

A los pocos minutos una idea inundó mi cabeza: ¿y si le pedía que me follara? Había pensado en ello, pero me lo imaginaba más bien en casa de Rober, donde estábamos más cómodos, con mantequilla para que el pene entrara mejor en mi culo o con algún aceite que hubiera por ahí, pero la verdad es que estaba muy excitado y no podía aguantarme más; de modo que dejé de chupársela y le amasé los huevos, mientras subía por su cuerpo en una escalera de besos que terminaba frente a su rostro; él me besó en el cuello y yo no me opuse, pero tampoco le correspondía, y me quedé mirándole sin saber cómo hacer la pregunta clave.

-Me toca… -Se inclino antes de acabar la frase.

-No, no… -Le detuve con un gesto-. Es que… -¿Por qué me daba vergüenza? ¿Por qué?

-Dime – Me pidió, con una sonrisa de confianza.

-Quiero tenerte de mí… que me hagas el amor de verdad… - Sonó casi a súplica. Ya la había tenido dentro, en mi boca, pero él sabía a lo que me refería.

-Te voy a hacer daño… - Me dijo en un tímido susurro, bajando la cabeza. Que se preocupara, aún sabiendo que lo que le proponía le daría un enorme placer, me llenó de gratitud. Lo amaba.

  • Quiero sentirte…- Le bese, mezclando mi saliva con la suya, incluyendo los restos de líquido preseminal que quedaban en mi boca de su pene.

Me miró al separar nuestros labios y vio, por mi sonrisa, que estaba decidido; de manera que se agachó, algo confuso y sorprendido, y yo me puse de rodillas contra la pared, a cuatro patas, encima la ropa que había y en unas toallas que habíamos traído en las mochilas, para secarnos luego, si nos apetecía bañarnos en el río. Él empezó a merodear con un dedo ensalivado los alrededores de mi ano.

Metió un dedo en mi culo y lo sacó, repitiendo la operación varias veces, antes de comenzar a hacer ese movimiento de gancho tan placentero. Rober introdujo dos dedos juntos, que movía como unas tijeras para ensanchar mi ano más. Yo tenía algo de miedo: no era lo mismo meterse un dedo uno mismo, que podía parar si pensaba que algo iba mal, que el que lo hiciera otro. Luego pasó al tercer dedo y estuvo un rato más largo con ellos dentro, para que me acostumbrara. Yo hacía lo posible por relajarme, incluso ponía mi mente en blanco, a la vez que movía mi culo hacia él, pues en mis experiencias por esa zona había descubierto que se metían mejor los dedos moviendo el culo hacia ellos, en lugar de introducirlos a ellos a la fuerza.

Rober de vez en cuando lamía él mismo con su lengua la entrada del orificio, y cuando lo hacía justo después de sacar los tres dedos notaba su lengua dentro de mí moviéndose. Me encantaba sentir eso.

-… ¿sigo? - Me preguntó, como diciendo que aún estaba a tiempo de dar marcha atrás si quería, que no pasaba nada.

-Sí… –Dije con decisión-. Métemela ya

Al principio parecía que no entraría nada, pero pasó todo el glande y más de su carne en cuestión de segundos y yo recibí un dolor punzante y un escozor por el orificio de mi culo. Aguanté sin quejarme, con una mueca de dolor que Rober no pudo ver. Este sacó su polla y dio un segundo movimiento, mediante el cual la metió, según creí, hasta el fondo.

  • ¡Aahh!- Grité de dolor.

-¡Perdón! ¿Quieres que paremos?-dijo él, casi implorante.

-No… sigue… -Realmente deseaba tenerle dentro, aunque doliera.

-¿¿Seguro…?? Te ha dolido y sólo la he metido hasta la mitad

Vacilé, sorprendido, pues el dolor me decía que había metido mucho más que la mitad de su miembro, pero le dije que siguiera. Dio entonces un nuevo empujón que metió su polla en mi culo de nuevo.

-¡Aaaaahhhh! ¡Ufff…! –Gemí con fuerza.

Roberto la saco suavemente para volver a meterla entera y comenzar a follarme. Al principio despacio.

-¿Te gusta? -Me dijo en un susurro, cuando parecía que mi culo se había acostumbrado a tenerle dentro-. ¿No quieres que paremos?

-N…no… Sigue… Me gusta, aunque me escuece un poco… -No quería mentirle, pero tampoco que se preocupara.

Los movimientos suaves se aceleraron al minuto. Él me cogía con una mano por la cintura y con el otro brazo me envolvía el cuerpo a la altura de la cadera. Yo recibía y gemía como un loco, me olvidé de todo cuanto me rodeaba. Abría mi ano a él e intentaba relajarme para que entrara mejor. En mi cara se reflejaba una expresión entre sorpresa, placer y dolor; tenía los ojos abiertos de par en par y gritaba. Poco a poco, note como el dolor iba desapareciendo y aparecía un pequeño placer, aunque aún me escocía un poco, cuando a Rober le daba por meterla más profundamente.

-Ahhhhhh… ¡Sí…! Más, más, ¡¡más!! -le supliqué, pues el placer se estaba sobreponiendo al dolor y apenas sentía ya ese escozor.

-Ahh… -gimió él.

Me incorporé y ambos quedamos de rodillas pero erguidos, yo noté como el espacio que tenía la polla de Rober se reducía, aprisionándola un poco y arrancándole un gemido más largo y profundo que los anteriores. Él me abrazaba y me la metía. A mí me dolía un poco más, pero necesitaba cambiar de postura. Nos acercamos un poco a la pared. Se había quitado la camiseta y estaba empapado en sudor. Puso la mano que me había estado sujetando de la cintura contra la pared y al girar la cabeza yo veía su axila llena de pelos, que me excitaba de sobremanera, y su olor a macho me lleno los sentidos.

Entonces me fije en mi propio pene. Un momento antes estaba como normalmente, sin empalmarse. Incluso más pequeña de lo normal. Cosas de los nervios. Ahora había crecido y estaba más grande que nunca. Me empecé a masturbar, y movía mi culo hacia Roberto conforme él embestía de nuevo como un animal. Me follaba cada vez más fuerte… y más…y más… oía sus jadeos y, llegado un momento, no aguanté más.

  • ¡Aahh…! ¡Me corro!- Le dije entre gritos de placer.

  • Si… córrete… - contestó entre gemidos, a la vez que empezaba a embestir más adentro y con más furia y a toda velocidad.

Era como si mis palabras hubieran accionado un resorte en él. Deseaba hacerme feliz, darme placer. Me la metía fuertemente hasta el fondo. En lugar de gemidos, Rober me arrancaba pequeños gritos ahogados, y en mitad del silencio del lugar oía el golpe de su pelvis, y cómo sus enormes huevos chocaban contra mi piel, y producían un eco que resonaba en la caverna. Llegué a pensar que era casi un centauro, con la polla enorme de caballo y un cuerpo de hombre. Y en una de esas embestidas no aguanté más y descargué mi semen de golpe entre gritos de placer, mientras él me apretaba contra su cuerpo, abrazándome por el pecho con un brazo y con el otro la cintura, y me metía la polla más adentro que nunca. Un chorro blanco salpicó la pared de la cueva, dejando constancia de nuestra pasión.

Esperaba que él parase, pero me equivocaba completamente.

-¡Hmp, hmp, Hmp! –Soltaba pequeños gritos a cada penetración. Parecía que podía seguir eternamente.

Yo estaba exhausto, y aunque normalmente el placer acababa de golpe al correrme, esta vez no se detuvo; Rober se ocupaba de ello. De mi placer. Recordé que siempre aguantaba mucho más que yo en correrse, y pensé cuánto más podría aguantar bombeando de esa forma.

-Sigue...- le pude susurrar–. Ah...

Entonces me tumbó en el suelo.

Yo con mis piernas abiertas, boca abajo, y él arrodillado, o eso supuse yo; pero no le debió de gustar demasiado y se levantó para echarse por completo por encima de mí. El sentir su caliente y sudoroso cuerpo pegado a mí, y su hermosa boca que me besaba de vez en cuando… me excitó más todo eso que los movimientos de cadera que efectuaba para meterme su pollón. Yo movía mi culo hacia arriba según sentía que venía la estocada, para que me la hundiese más y más. Al cabo de un rato de gemidos y embestidas con besos le animé a terminar la fiesta.

-Córrete tío…- Deseaba sentir su descarga ya.

-No… No, aún no…- Me respondió con un susurro al oído.

No sabía cómo pretendía seguir, pues sus jadeos eran constantes y cada vez sudaba más. Parecía hacer un esfuerzo sobrehumano para aguantase. Paró un momento y, tras un largo suspiro, me cogió en brazos y me giró, quedando frente a frente. Se sentó, apoyado en la pared, dejándome caer de golpe y llenando mi culo de su carne. Me dolió bastante, pero a la vez me mataba de gozo. Él se había echado hacia atrás y había cerrado los ojos, cegado de placer. Era mi momento. Aparté sus manos de mí, como para indicar que era yo el que dominaba la situación ahora, y me moví arriba y abajo con fuerza, apretando mi culo, a lo que Rober correspondía con unos gemidos más intensos aún.

Tras un largo periodo de gemidos, en los que yo no dejaba de moverme a más velocidad y hundirme tanto como podía, me tiró de nuevo contra el suelo, me atrajo a su cuerpo con una fuerza más propia de una bestia que de un hombre y me penetró de un solo golpe hasta el punto de sentir algo que se desgarraba en mí, pero a la vez me lleno de un placer indescriptible. Note como se corría en mi culo, montones de su abundante leche recorriendo mi ano. La había hundido tanto que no me hubiera sorprendido que sus huevos hubiesen entrado también en mi culo.

-¡¡Daaaahhhhhh!! -Gritaba.

¡¡¡¡Aaaaaaaahhhhhh!!!!- Le acompañe yo, hundido en el éxtasis otra vez, manchando mi cuerpo con mi propio semen; una descarga menos abundante de placer que la anterior, pero satisfactoria.

Nuestros gritos resonaron en la cueva.

Cuando acabó de correrse me miró entre jadeos y me besó, acariciando mi mejilla con ternura, luego se separó de mi y dejó salir su polla, no dura pero si conservando algo de su anterior tamaño, y salió un chorro de semen que inundó el suelo, con también un hilillo de sangre. Entonces me empezó a lamer mis abdominales, manchados con mi leche. Él nunca había probado mi lefa, así que me sorprendió, pero a la vez me encantó. Era su forma de mostrarme lo agradecido que estaba por ofrecerle mi culo a sabiendas de que me dolería.

-Te amo -Me dijo entre besos cuando paró de lamerme-. Te amo más que a nada en este mundo.

Era un susurro, pero su voz sonaba firme y decidida.

-Y yo a ti- Le respondí, al despegarme se sus labios.

Nos lavamos en el rio minutos más tarde, donde básicamente nos quedamos flotando en la superficie, acariciándonos y riendo, no teníamos fuerzas para nadar.

Como si no hubiera pasado nada, salimos del bosque hacia el pueblo y cogimos algo de beber de mi casa. Sentía un escozor enorme en mi culo. Rober se reía diciendo que no sería nada, y fuimos a dar un paseo antes de cenar. A medio camino, vio cómo yo miraba, de una forma un tanto despectiva, a las chicas que siempre se aparecían cerca de Roberto, que estaba atándose un cordón y me había pedido que me detuviera. Ante la sorprendida mirada de estas, que siempre le miraban entre un corro de risas y susurros, me besó en la boca como si lo hiciera cada día y en cualquier lugar. Me quedé tan sorprendido o más que esas chicas; él me cogió de la mano y salimos del lugar, yo con aire confundido y él despreocupado.