En las playas de Menorca (1)

Un hombre con viaje pagado a Menorca busca encontrar una chica que le acompañe, una chica exhibicionista y morbosa. Esta es la historia de ese viaje

En las playas de Menorca (I)

El problema era evidente: en mi poder tenía los billetes para un viaje de cierto lujo a la isla de Menorca. Para dos personas. Y me había quedado súbitamente sin pareja, por razones que no vienen al caso. La ruptura me fastidió, pero nunca he sido muy sentimental ni melodramático. Por eso, mientras olvidaba lo de mi ex, me preocupaba cómo resolver la cuestión de los billetes. Ya no era posible la devolución, así que no quedó otra que buscar rápido acompañante para el viaje. Ninguna de mis conocidas acudió a mi memoria y, ya no tengo edad de compartir habitación con otro hombre. Llevo además vida retirada en un pueblo, donde hay pocas mujeres, y donde por cuestión de respetabilidad social, me he de portar bien. Quedaba solo una opción: un anuncio en Internet.

Fui bastante claro en ese anuncio. A estas alturas de mi vida, sé lo que quiero y no me avergüenzo de ello, y sé que hay chicas a las que les gusta. Acaso no muchas, pero a ellas iba dirigida mi oferta:

Os explico mi problema: tengo un viaje ya pagado para dos personas a un hotel de 5 estrellas de la isla de Menorca. La novia que me iba a acompañar ya no lo es. Busco alguien que me acompañe en el viaje. Y con alguien me refiero a una chica.

Me gustan morenas y bonitas, alegres y aficionadas a las minifaldas. Con su puntito de morbo. De las que pasean espléndidas por la playa sin más tela que un tanga, felices de ser admiradas.

Por mi parte, treinta y muchos, alto y de buen porte. Soltero, casi solterón. Culto, interesante y respetuoso. Las únicas obligaciones de mi acompañante serán la simpatía, las minifaldas y el tanguita.

Desde luego, yo intentaré seducirlas.

Quien guste del plan que me mande un correo. Tendremos que quedar para café, cerveza o cena. Comprobar si hay feeling. Sin él, la cosa no tendría gracia.

Arrojé pues el correo a la red y las respuestas empezaron a llegar. Además de los correos desagradables de amargados y resentidos, recibí sobre todo tanteos de chicas preguntándose aún si serían capaces. No tenía tiempo para que se aclarasen. Me concentré en aquellas que eran claras. Pocas. Deseché a dos por motivos físicos; eran más bien opulentas. Deseché a varias chicas muy jóvenes, un poco escandalizado tanto por su juventud y obscenidad, como por su ortografía. Buscaba a una chica que tuviera algo de vida Iba a pasar con ella cinco días y sería tedioso, y poco bonito, si nos ocupáramos y charláramos solo de morbo y sexo. Quedaban dos candidatas que parecían esperanzadoras.

En esto estaba, cuando me acerqué a Madrid a saludar a la familia, y aproveché la ocasión para acercarme al bar donde acostumbraban a reunirse los amigos. Tomamos unas cervezas mientras se reían de mí por ir solo a Menorca. Yo les seguí la broma; no quería que supieran de mis aficiones privadas. Les contaría más tarde que conocí a una chica y que tal y tal.

Aquel día también estaban unas amigas de mi ex en el bar. Las reconocí con cierta sorpresa y aprehensión. Suponía que habían venido a espiarme un poco para cotillear de mí a su amiga. Las saludé amablemente y seguí charlando entre los colegas.

-Así que a Menorca solo –escuché de súbito a mi lado. Me dí la vuelta y vi a Cristina, una de las amigas de mi novia, sonriéndome.

-Pues sí

Ella siguió sonriendo aún más enigmática.

-No hace falta que me mientas. Conozco tu secreto, Jacobo

La miré entonces inquisitivamente.

  • Así que morenas en tanga…. ¿Es eso lo que te pone?

Tras un breve sobresalto, le respondí desafiante:

  • Pues sí, eso me pone. ¿Cómo me has pillado, Cristina?

-Cuando leí un curioso anuncio sobre un viaje a Menorca. Ya sabía que tenías ese problema con los billetes y a partir de ahí, bastaron para confirmarlo los datos que das sobre ti mismo. Y Elena –añadió refiriéndose a mi ex – ya me explicó un día cómo se te escapan los ojos en la playa tras las chicas en tetas.

-Bueno, y ahora qué vas a hacer

  • No sé. A lo mejor se lo cuento a tus colegas.

  • Hazlo si te apetece. Pondrán sus ojos como platos mientras se mueren de envidia

  • Entonces a tu ex

  • Cuéntaselo por favor. Al cabo, fue ella la que se largó con otro.

Ella se rió.

-Tranquilo. No se me había ocurrido contárselo a nadie

En ese momento comprendí que lo que sentía Cristina era sobre todo curiosidad. Que a una parte de ella este anunciado le había gustado. Recordé entonces un comentario de mi exnovia quejándose de los modelitos y las costumbres de una amiga suya cuyo nombre no había mencionado. Sospeché que tenía ante mí a esa particular amiga.

La muchacha desde luego cumplía todos los requisitos. Morena, muy buen cuerpo y unos ojos azabache que me volvían loco. Y había algo malicioso en su sonrisa que me encantaba.

-A lo mejor lo que quieres es venir…

Ella rió sin decir que no. Aproveché su titubeo para añadir

-Si quieres entrar en el casting, mañana estoy libre para cenar.

-Sí. Y qué tendré que hacer para conseguir el viaje.

-El perfil está muy claro. Ya sabes lo que busco

-Sí, hombre, sí; ya te gustaría. Aunque es verdad que soy morena y que a veces recorro la playa con solo un tanga…

-Jajaja, punto para ti.

Tras sus protestas falsamente escandalizadas, la convencí sin mucho esfuerzo para quedar al día siguiente a cenar. Se presentó más guapa que nunca, más sexy que nunca. Una minifalda vaquera y sus piernas desnudas. Con un top negro ceñido que apuntaba a unos pechos que desconocía.

-Si quieres ganarte el viaje, lo estás consiguiendo

-No vengo a ganarme el viaje. Solo es curiosidad.

-Pregunta y te contestaré

-Pues mira, voy a aprovechar porque quería preguntarlo. Según tu mensaje, no es obligatorio follar, solo esto.. exhibirse

-No puedo obligar a nadie a follar. Pero la chica a la que invite tiene que estar abierta al juego. Si hay feeling aquí, morbo allí, lo normal es que lo hagamos. Si no quiere, me fastidiaría, pero qué podría hacer. Aunque creo que ella al menos me tendrá que hacer una pajita. O tendrá que aguantarse viendo cómo me la hago delante de ella. ¡Ja ja ja¡

La cena transcurrió agradable y divertida. La conversación fue franca y cada vez más morbosa.

-¿Por qué te gusta tanto de lo mirar?

-Eso se lo tendría que consultar a un siquiatra y no estoy dispuesto a hacerlo. Sólo sé que me excita y me pone. A otros les ponen los pies, la ropa interior negra, la sodomía, y miles de cosas más. A mí esta

-¿Y qué más te pone? -Me preguntó con voz melosa.

-No, ahora es tu turno. Yo ya he hecho mis confesiones incómodas. Ahora tú

-Tienes razón, ahora confieso yo. La verdad es que a mí me pone enseñar. Me pone cachonda ver las miradas de los chicos y saber que luego se pajearán recordándome. –empezó a reír – Bien. Ya lo he dicho. Nunca creía que admitiría eso de forma tan franca.

  • Te agradezco la confesión. Y me encanta que te guste eso. Te he de confesar por mi parte –le dije en voz más susurrante- que estoy ya empalmado

-Lo suponía –respondió entre risas-. ¡Venga, tu turno ahora¡, ¿qué más te pone?

  • Pues … hablar guarro en la cama

  • Ummm ¿Por ejemplo?

-Ya te puedes imaginar…

-No, no me imagino

-Es que las cosas que digo en la cama, no las puedo decir fuera. Soy demasiado tímido con las chicas para repetirlas fuera de ese contexto.

En ese momento, Cristina se acercó a mi oído y me susurró, mientras ponía su mano más arriba de la rodilla:

-¿Cosas como “chúpame la polla, putita”?

La agarré del cuello y la besé en los labios con furia. Había encontrado a mi chica

-¿Me he ganado el viaje entonces?

-Solo falta una última prueba. Acércate al baño y sácate las braguitas.

Ella sutilmente y sin apenas levantarse deslizó su tanga en la misma mesa del restaurante. Me lo puso discreta en la mano. Estaba empapado.

Nickflannel72@hotmail.es