En la terminal
Rafael, una persona con poderes para leer e influir en las mentes de los demás, espera en la terminal del aeropuerto cuando una jovencita se sienta delante de él.
El servicio de megafonía de la terminal avisa de que el avión tendrá un retraso de 45 minutos por avería. La gente suspira enfadada y resignada. Muchos de ellos hablan, otros miran sin mirar, otros leen revistas o libros. Yo también leo, aunque no necesito ni libros ni revistas.
Me llamo Rafael y desde que nací tengo el don de leer e influir en las mentes de los demás. No sé por qué, pero sé que me gusta. Estoy cómodamente sentado pasando de mente en mente de cada pasajero que espera conmigo el avión. Esta señora está pensando en su hija. Un niño recuerda el último episodio de una serie de dibujos animados. Puedo ahondar un poco más. Ese hombre maduro desea follarse con todas su ganas a su secretaria, pero tiene miedo de que ella lo denuncie. Esa señora cincuentona no ha podido cumplir su deseo nunca confesado de tener sexo anal, aunque se ha metido un dedo alguna vez en el baño.
Una chica se acaba de sentar delante de mí. Nos separan unos 5 metros de distancia. Es joven. Atractiva. No demasiado, porque no presta atención a su aspecto. No me hace falta leer su mente para catalogarla, viendo su falda que le llega casi hasta los tobillos.
Mi atención se centra en ella. Entro en su mente y la visualizo. Está totalmente llena de muros. Grandes represiones. Dura educación religiosa. Su sexualidad está casi anulada. Es virgen y quiere seguir siéndolo hasta el matrimonio. Jamás se ha masturbado. Odio la religión. ¿Por qué tiene que mutilar así a las mujeres? Hoy, mi dulce chica religiosa, voy a derribar algunos muros.
Mirándola fijamente, me concentro en su vagina. Su clítoris dormido. Puedo sentir los músculos olvidados por ella de su coño.
Despertad.
Su clítoris empieza a dar señales de vida. Un suave cosquilleo empieza a crecer para ella. Ella, que estaba sentada con las piernas juntas, las manos sobre los muslos y mirando de un lado a otro distraída, deja su actividad para mirar al suelo. Un sentimiento automático de vergüenza mezclado con otro de sorpresa. Le induzco una imagen muy vívida en su cabeza. Un dedo de alguien, una figura borrosa, pero muy atractiva, que masajea su clítoris en movimientos circulares. Cada movimiento imaginado le genera placer, como si fuera real. Mi pequeña reprimida, dentro de tu cabeza, todo lo sexual es real. Se echa una mano a la cabeza, cierra los ojos. Intenta expulsar esa imagen obscena de su mente. No lo consigue.
Durante un minuto y medio dejo que ese dedo imaginario le frote el clítoris, que ya está completamente despierto y reclama compensación por todos estos años dormido. Su respiración empieza a agitarse, y veo divertido cómo ella intenta disimular su estado. Está ruborizada y abre la boca casi imperceptiblemente para respirar por ella, intentando no hacer ruido. Intenta evocar una imagen de una monja, una figura autoritaria para ella, que la conmina a limpiar su mente de pensamientos impuros. Intervengo. La monja empieza frotarse su coño por encima del hábito. Ella abre los ojos horrorizada. Mira de un lado a otro de forma instintiva, temiendo que alguien la esté mirando. Empieza rezar mentalmente, y para su horror, ve que le cuesta recitar las oraciones que se sabía tan bien...en condiciones normales.
Me concentro en sus pezones. Se vuelven duros como la piedra casi instantáneamente y ella lo nota. El roce con la tela del sujetador le provoca miles de sensaciones placenteras. Inclina un poco el cuerpo hacia adelante con el fin de reducir la presión de sus vírgenes tetas con el sujetador. Mis dedos mentales le pellizcan los pezones y se los retuercen dulcemente. Se le escapa un pequeño gemido de placer, que rápidamente sofoca con una fingida tos. Está muerta de vergüenza, aunque no hay nadie mirándola, salvo yo.
Báñate en tu jugo.
Su coño empieza a lubricar salvajemente, movido por tanta excitación. Mira rápidamente hacia abajo pues su primer pensamiento es que se ha meado encima. Empieza a mojar sus bragas. Se siente mojada y terriblemente incómoda con esto.
Tu coño está lubricado ahora, tus labios vaginales resbalan.
Mentalmente, esa figura borrosa que hay en su mente mete la cabeza entre sus piernas. Antes de que pudiera darse cuenta, las ha abierto. Las vuelve a cerrar muy disimuladamente, haciendo como que se acomoda más en la silla. En ese momento, siente deslizarse de manera suave una lengua por sus labios menores, de abajo arriba, terminando en su clítoris. Sus rodillas están apretadas entre sí con todas sus fuerzas, tanto que le tiemblan las piernas y ha de obligarse a no hacerlo.
Está jadeando compulsivamente y apenas puede disimularlo. Se tapa la boca con un pañuelo, tose un par de veces. Finge muy bien. Su coño está totalmente despierto y le late con todas sus fuerzas. Imágenes sexuales empiezan a agolparse en su mente sin necesidad de introducirlas yo. Puedo ver la primera vez que se imaginó el acto sexual. La veo a ella tumbada boca arriba en una cama y a un hombre que se le acerca con una imponente erección. Hay que mejorar un poco estas fantasías.
Chúpasela.
En su fantasía, ella se incorpora, le agarra la polla al hombre, y se la mete en la boca, paladeándola con su lengua. Su lengua real se mueve como si la polla también fuera real. Empieza a salivar. Se aprieta más el pañuelo contra la boca. Empieza a sudar.
Por propia iniciativa, en su fantasía ella tumba al hombre boca arriba y le acerca el coño a su boca, mientras se la sigue chupando. Bien, nuestra monjita aprende rápido. No hay ni rastro de la Sor ElSexoEsMalo de su mente.
Sus pezones están siendo pellizcados y retorcidos. Su clítoris y sus labios vaginales lamidos. Se está acercando al orgasmo. La mera idea de correrse la hace saltar como un resorte. Sus represiones intentan jugar su último cartucho. Imágenes del infierno ardiente se agolpan en su mente, pero éstas se desvanecen como una pompa de jabón y vuelve a la cama con su amante. Me estoy divirtiendo de lo lindo.
Está teniendo pequeños espasmos de cadera, con un mano se sujeta el pañuelo, mientras que con la otras se agarra tan fuerte a un muslo que creo que se dejará marca. Piensa en la posibilidad de levantarse, pero una advertencia que le mando la hace cambiar de opinión:
Si te levantas, te correrás y mojarás el suelo mientras gimes y gritas y te llevas una mano al coño.
Prefiere quedarse sentada, ya que tendrá más posibilidades de disimular.
El clímax va aumentando por momentos. Su cuerpo se ha rebelado contra su tiranía y le demanda correrse. No puede sino ceder a las presiones.
Córrete.
Veo a una chica cohibidísima correrse por primera vez en su vida. Aún así, consigue guardar la compostura relativamente bien. Aprieta los labios con fuerza para ahogar un grito y convertirlo en un leve quejido. Sus párpados caen y ella se convulsiona levemente mientras frota ligeramente las rodillas para maximizar el placer de su primer orgasmo.
En su mente los muros que gobernaban su vida están agrietados. Todavía no han caído, pero sé que lo harán tarde o temprano. Un señor mayor que había visto sus últimos movimientos le pregunta si se encuentra bien. Ella, totalmente ruborizada, responde que sí, que tiene retortijones. No anda muy desencaminada. Se levanta con cuidado, con un miedo atroz de que todo el fluido que su coño ha generado resbale por su entrepierna y manche el suelo. Sus bragas lo han parado, aunque ahora están inundadas. Se pregunta qué va a hacer ahora y se horroriza al considerar atractiva la posibilidad de viajar sin bragas. Reza mentalmente una pequeña plegaria de ayuda, pero más por costumbre que por que realmente quiera ayuda.
Mientras camina lentamente al servicio, leo en su mente rápidamente dónde se va a encontrar los próximos días, por si me decido hacerle una visita.
Mi pequeña reprimida, creo que hoy acabas de vivir un milagro de verdad.