En la sobremesa

—¡Oh Aday! Creo que tenemos un problema aquí… —dijo tras un silencio...

Recuerdo que ese día comimos solos. Mi padre llamó para decir que no vendría así que pusimos la mesa y nos sentamos ambos.

La situación era un poco tensa, pues tras lo ocurrido en la mañana ninguno de los dos parecía querer comentarlo.

—Sabes, ¿era la primera vez que lo hacía? —dije yo de repente.

—¿Hacías, el qué…? —preguntó ella sin pensar mucho en a lo que me refería.

—Bueno, comerme un… —le insinué.

Su cara cambió de expresión.

—¡Oh Aday, eso! ¡Qué vergüenza!

—Bueno sí, pero me alegra haber aprendido algo, al menos te has corrido —dije yo dando en el clavo.

—Es que, es difícil no hacerlo cuando a una le hacen eso, ¿sabes? —dijo ella con un tono de voz que ya no me pareció para nada frío.

—¡Me ha gustado hacerlo! —dije yo satisfecho.

—¿En serio?

—¡Sí! No me resultaba muy agradable forzarte a hacer cosas, ya sabes…

—Pues entonces no lo hagas —dijo ella provocándome una punzada de dolor.

Yo seguía acordándome de aquella tarde, de su cuerpo desnudo y de mi corrida sobre él, ¡hasta me masturbaba con estos recuerdos! No podía evitarlo, pues para mí fue algo impresionante, al igual que recordaba cómo había follado con mi amigo Cael y este recuerdo también me perseguía hasta en mis sueños.

—Ya, pero es que a veces sueño contigo. Te veo follando con Cael y pienso que me uno a vosotros, ¿sabes? —dije para su asombro.

—¡Oh Aday, qué vergüenza que me vieses como una puta con tu amigo! —concluyó finalmente.

—Bueno, en el sexo todo vale, ¿no dicen eso? —dije yo conciliador—. Aunque bueno, lo que pasó después, correrme encima de ti y eso, pues imagino que no fue nada agradable, ¿verdad?

—La verdad es que me asustaba más pensar que pudieses ir más allá, pero al final no lo hiciste. Admito que fue algo visceral y bueno, sentir que te masturbabas delante de mí no fue agradable, pero incluso después no has tratado de ir más allá y me has respetado y eso lo valoro Aday.

Ambos quedamos en silencio y dejamos que nuestros pensamientos se aclarasen.

—¿Recuerdas en el baño? Es la primera vez que me lo han hecho con la boca, ¡es algo brutal! —le confesé.

—Bueno Aday, pensaba que así te pararía, pues te veía de nuevo muy lanzado —dijo ella en su defensa.

—Y de nuevo lo hace sobre ti —observé una vez más.

—Bueno, eso no me importa Aday. Te confieso que Cael también me lo hace y me excita que lo haga.

—¿En serio?

—Sí, me excita ver cómo os corréis, la expresión en vuestras carias mientras lo hacéis y ver esa potencia desatada en vuestros cuerpos por mi culpa.

—¡Oh Beyda, admito que es algo guarro, pero a mí también me gusta correrme y que me veas hacerlo! —le confesé.

—¡Oh Aday! Creo que tenemos un problema aquí… —dijo tras un silencio.

—¿Problema, qué problema? —dije yo.

Nota del autor: ¡Os deseo Feliz Navidad! (por si alguien se lo pregunta, este relato corresponde al capítulo nº7 de mi novela La Madrastra ...)