En la residencia de mayores
A veces la relaciones se inician en circunstancias muy diversas.En este caso he conocido una mujer con la que he hecho algo fuera de lo normal para mi.
EN LA RESIDENCIA DE MAYORES
Después de una generosa siesta, hoy tengo que contaros que ha sido el primer fin de semana absolutamente primaveral, buena temperatura, gran luminosidad y colorido floral. Sin embargo para mí ha sido extraordinario pero por otro motivo muy distinto.
Antes de contaros lo que me ha pasado os pongo en antecedentes de una forma rápida.
Después del fallecimiento de mi suegra, mi suegro insistió que quería vivir en una residencia de ancianos. Es un hombre lleno de vitalidad, muy sociable y jovial. Siempre encuentra personas con quien conversar y es muy bien valorado. Recientemente ha tenido un esguince leve de tobillo y se conduce en silla de ruedas.
Los domingos en la mañana en la residencia hacen un acto para los residentes donde asisten también los familiares.
La semana pasada durante el acto estaba al final de la sala observando las actuaciones y discursos bastante aburrido y ajeno a lo que me rodeaba.
Llega una mujer de mediana edad, muy cuidada y elegante. Viste un traje chaqueta de color gris claro que le sienta muy bien. Después de varios empujones se abre camino hasta poder ver el escenario, justo a mi lado. El anciano que hay junto a mi suegro se da la vuelta mirando hacia mí y hace un gesto de saludo muy efusivo. Tras un momento de duda, me doy cuenta que saluda a la recién llegada.
El pantalón, sin ser excesivamente ajustado se adapta a sus curvas. Con disimulo dejo caer la mano buscando el contacto. Mi intento tiene éxito y logro que tras movimientos aparentemente aleatorios ni mano roce su culo. Está muy bien perfilado y está como acolchado, sin bragas de esas que modelan y reconstruyen.
Al terminar el acto cada cual recoge a su familiar con la silla de ruedas y salimos al jardín a disfrutar los rayos de sol que nos trae la primavera. Mi suegro y el otro señor hablan de sus cosas.
Remedios, que así se llama la señora, me agradece mucho que mi suegro sea tan sociable y optimista pues desde que están juntos su padre ha dado un cambio espectacular hacia mejor.
En estas circunstancias no le he podido sobar más veces el culo pero me encuentro bien charlando con ella ya que es una mujer muy educada y unos puntos de vista muy interesantes.
Llega la hora de comer, llevamos a nuestros familiares al comedor y nosotros nos vamos a recoger nuestros vehículos. Nos damos sendos besos, nos felicitamos mutuamente por habernos conocido y nos citamos para el próximo domingo.
Llego el día de hoy. He estado esperando la ocasión para ver si hoy también puedo darle algún toque con su permiso a ese culete tan rico que tiene.
Lleva un vestido muy primaveral de muselina estampada con pequeños motivos florales, ceñido en la cintura pero de mucho vuelo en la falda. Zapatos de medio talon abiertos chaquetilla torera de color a juego. Al andar la tela de adhiere a sus piernas y marca sus curvas, para luego pasar a una caída discreta que resalta su trasero.
En cada parada en el paseo por el jardín de la residencia busco la posición más adecuada para que la silla de ruedas de mi suegro quede para que pueda conversar con su compañero y yo quede lo mas cerca de Remedios para así robarle algún roce a su cuerpo. Casi siempre lo consigo, aunque tengo que reconocer que ella creo que me ayuda. El contacto con la suave tela es tan sutil y sus carnes tan tiernas que estoy encantado, y siempre que puedo le lanzo un restregón.
Pasa el rato y parece que los cuatro estamos disfrutando mucho del día y de la compañía. Me ensucio las manos y me ausento para ir a lavármelas.
Los domingos los aseos de la planta baja están abarrotados y como conozco el edificio, voy a los de la planta primera que son adaptados para minusválidos y casi nunca hay gente. Mientras me lavaba las manos entra Remedios impregnando la estancia con su agradable perfume, se pone a mi lado mirando hacia el espejo. La miro a través de él y me resulta tan bonita y apetitosa que no me puedo resistir. Con mucho cariño tomo su cabeza con ambas manos y le doy un beso en la boca. Ella, venciendo la sorpresa me responde abriendo los labios. En un momento nos fundimos en un apasionado beso.
Creo que un instinto prehistórico se apodera de mí. La empujo hacia uno de los dos reservados del baño. Allí nos continuamos besando como dos posesos. Sin dar tregua a la duda la volteo, ella se agarra a la barra metálica que hay para ayudar a los minusválidos. De un manotazo hecho la falda hacia arriba, me desabrocho el pantalón, echo la braguita a un lado y le clavo de un empujón casi toda la polla.
Después de dos o tres minutos de mete y saca desenfrenado, la dificultad inicial se convierte en un delicioso y suave contacto entre su vagina y mi embravecido pene. Ella respira de forma entrecortada y mueve sus caderas para acomodarse lo mejor posible a mis embestidas.
El placer es tan grande que tengo la sensación de que me voy a ir enseguida. No quiero correrme dentro y la saco muy a mi pesar.
En estas , Remedios se da la vuelta se pone en cuclillas y se mete toda mi polla en la boca, dándome una buena mamada. Pone sus dientes marcando sobre el glande transmitiéndome una sensación completamente nueva, luego me lo succiona o me lo acaricia dando vueltas con la lengua.
Supongo que nota mis contracciones, se retira y me da unos meneos para terminar de hacer estallar mi eyaculación. Estoy que me deshago y tengo que apoyar la mano en el mármol para no caerme. Cierro los ojos un instante y cuando los abro ya la veo salir arreglándose el vestido.
Al llegar al patio no la veo, allí está mi suegro con el padre de Remedios charlando amigablemente.
Siento gran desasosiego por esta separación tan repentina y por la falta de noticias. Ay!, el ego que siempre espera la aprobación de nuestras parejas.
“Me ha dicho Reme que no se te olvide hacer la reserva para la excursión de la próxima semana. Ella ya la ha hecho y espera que podamos ir todos juntos”, dice su padre. Una enorme sonrisa ilumina mi cara.
Deverano.