En la red

Entonces tomé una decisión, probablemente impulsiva, de la que ahora me arrepiento, pero que no pude contener y que desencadenaría todo lo que sucedió a continuación. Erguí la cabeza con orgullo. Metí mis dedos por debajo del elástico de mi short y fui muy lentamente empujándo la prenda hasta que cayó por su peso sobre la arena, dejando mi culo cubierto por la escasa tela y el hilo dental de mi recién estrenado tanga.

Hacía calor, bastante calor para ser las 10.30 de la mañana. La bahía se extendía ante mis ojos, y los de mi aun somnoliento novio Enrique. El hamaquero empezaba a acercarse a los primeros en hacerse con los servicios de sus tumbonas y sombrillas.

El ambiente estaba algo enrarecido desde nuestra discusión nocturna acerca de lo que yo entiendo por llevarme bien con mi próxima suegra y la opinión que tiene al respecto Enrique. En tres meses era la primera vez que por la mañana no me daba un beso al despertarnos. De hecho él seguía durmiendo hasta que le he recordado la hora que era.

Mientras él se duchaba, me enfundé ese bikini negro que me regaló al tercer día de conocerme y que aun no había estrenado (otra de las razones para discutir) Me considero una chica algo modosa y poco exhibicionista. Y eso que según Enrique tengo una percha para parar el tráfico de Barajas.

Nos tumbamos en la arena, y al acercarse el chico le pagamos.

Me quedé en short y la parte superior del bikini y me puse las nuevas gafas de sol que me regaló mi hermana por mi cumpleaños.

A los diez minutos pasó un grupo de chicos y chicas de unos treintaytantos en dirección a una zona libre de tumbonas en la que había dos postes de madera anclados en la arena. Y de una bolsa sacaron lo que luego sería una red de unos 5 metros.

-Un partido de Volley ball. Mira Eva, me dijo, ¿no jugabas tu al volley de más jovencita?

-Sí, le dije tras incorporarme lentamente.

-¿por qué no les pides para jugar con ellos?

-No tengo ganas ahora, prefiero tomar algo el sol.

Enrique se quedó pensativo y regresó a las páginas centrales de su periódico deportivo.

Pasó algo así como media hora. Yo aun no me había bañado, sumida en el relax de los rayos tonificadores sobre mi pigmentada epidermis.

_Hola!,me llamo Sonia, espetó una mujer que aparentaba unos treinta años aunque luego acabaría enterándome de que tenía 42.

Nos hace falta un jugador. Toni, el chico aquél del fondo_nos dijo señalando a un hombre joven de complexión robusta– se tiene que ir al aeropuerto.

-Es tu oportunidad, Eva, demuéstrales lo que retienes.

-No, no - dije mientras me apartaba las gafas para observar mejor al grupo a unos 30 metros de distancia. Aparentemente eran mitad chicas y mitad chicos. Ellas extranjeras casi todas, alguna de ellas en top less.

Entonces Enrique que tambien se había incorporado y miraba al grupo con el mismo interés que al suculento busto de Sonia, dijo que entonces iba él. E hizo ademán de levantarse. De hecho se levantó. Fue entonces cuando reaccioné y me adelanté.

-Iré yo, dije aparentando un recobrado entusiasmo por la disciplina ya olvidada, y no practicada desde hacía años.

Enrique no tuvo tiempo de reaccionar. Cuando musitó algo apenas audible yo ya estaba más cerca del grupo que de él.

Me giré una vez allí y le mandé un beso con la mano.

El se sentó y regresó a su diario deportivo

-Vas con ellos, me dijo Sonia presentándome a los integrantes de mi nuevo equipo: Karen, una holandesa de unos 22 años, alta, y bien musculada. Jessi, una danesa de más de treinta, morena y de ojos verdes, hablaba algo de español, y 4 chicos más que describiré más adelante.

Todos lucían ya una capa de sudor considerable sobre la piel a la que se suporpeonía en muchgos casos salvo en la de Jessi, una película de aceite protectos solar.

Los minutos fueron pasando entre continuas risas en un ambiente jocoso en el que me costaba algo integrarme. Era evidente que algunos llevaban unas cervezas de más.

El nievel de juego no era demasiado exigente, lo cual agradecí. Algunos de los chicos celebraban los puntos de una manera un tanto efusiva entre ellos, y qué deciur de con sus compañeras de equipo. Karen, bastante alegre, hacía esfuerzos, entre risas contenidas para desembarazarse del empalagoso italiano broncesado que tenía un metro por delante.

En el otro equipo había más chicas que chicos y dos de ellas lucían sus orgullosamente sus pechos al sol del mediodía. Sus cuerpos embadurnados en arena y sudor contribuían a calentar el ambiente conforme pasaban los minutos.

Sonia se fue a comprarse un helado al chiringuito más proximo

Pero no fue hasta que ganamos el segundo set cuando Marcelo se me abalanzó y me cogió en brazos zarandeándome para cantar victoria. Todos gritaban y sus dedos vertiginosamente se enredaban por debajo del elástico de mi short. Hice ademán de querer desembarazarme de Marcelo, cosa que no fue posible hasta que me liberó él mismo de su abrazo poderoso no sin antes darme un beso en la mejilla.

Me sentí algo incómoda y por momentos pensé en buscar una excusa para irme, pero antes de encontrarla ya estaba el juego de nuevo en marcha. Aprovechando que el baló salió despedido tras un servicio largo, al otro lado de la red dos chicas aprovechaban para jugueterar con los Manu, un moreno sevillano de 25 años, enseñándole sus traseros en una actitud yo diría que poco decorosa. En un momento él sujetó por las caderas desde atrása la más bajita y escenificó en 20 segundos una escena digna de una película no apta para menores. Las tetas de Luzy se balanceban al ritmo de las actuados golpes de pelvis de Manu. A un lado estaban las dunas cubiertas de arbustos, al otro , a más de 40 metros algunas personas tomando el sol y ya a más de cien metros la orilla del mar. Al fin se libró de sus garas, no sin antes llevarse un sonoro azote en su gluteo derecho que todos oímos. Su pene estaba erecto bajo su slip azul, pero nadie parecía inmutarse. Ella, no si en además de simulado recato salió corriendo sin dejar de sonreir y se pasó al otro lado de la red, apuntándo a Manu con su dedo indice en ademán de reproche. El respondió balanceando sus dos manos tal como las tenía mientras sujetaba sus caderas. Todos sonrieron, hasta yo esbocé una leve mueca, más que nada, lo reconozco, para no desentonar.

Seguimos jugando y fue entonces cuando la misma Luzy detuvo el juego, aprovechando que tenía la pelota en su poder, algo que no sucedía con frecuencia, para proponer que todas las chicas nos quitásemos la parte superior del bikini.

Todos los chicos emitieron un aullido de beneplácito y las chicas que aun conservaban esa parte de su vestimenta se miraron estupefactas. Entonces Karen dijo:

-Vale, pero con la condición. Jugaremos chicos contra chicas, y solo será en caso de que perdamos el siguiente set. Si perdeis vosotros os desnudais.

Tan solo había una pareja en el grupo, que no tuvo inconveniente en el pacto. Todos los demás asintieron. Michael, un guapo alemán que jugaba en el otro equipo, se excusó diciendo que tenía que ir a ver a un amigo en el hotel.

Marcelo me miró y me dijo: va a ser descubrir ver el precioso par de tetas que escondes debajo de ese bikini. Las pupilas se le dilataron y comprendí que sentía profundamente lo que decía.

-Lo siento pero me voy-contesté. Ya he dejado solo a mi novio demasiado tiempo, y quizá esté en brazos de alguna turista, dije, tratando de argumentar jocosamente para ser más convincente.

Y me fui alejando.

-Lástima, bombón, oí decir por detrás. Realmente estábamos jugando bien. Y lanzó una sonora carcajada.

Me dirigí hasta el lugar donde había dejado a Enrique hacía ya casi una hora. Pero no estaba. Miré alrededor protegiéndome los ojos con la mano. Nada. Dos niños pasaron salpicándome arena de un cubo que traian desde la orilla. Quizá esté nadando, me dije. Y frotandome los labios por la sed, me decidí a acercarme al chiringuito para comprarme algo fresco que beber.

Conforme iba acercándome pude descubrir el perfil inconfundible de Enrique al contraluz sentado en la barra del chiringuito...conversando muy amistosamente con alguien...una mujer...Sonia! Ella llevaba puesto tan solo un minúsculo tanga y tenía su brazo rodeando los hombros de mi chico. ël se reía como nunca lo hacía conmigo y en un instante pude ver como él acariciaba suavemente esa parte donde la espalda pierde su casto nombre.

Me detuve en seco.

No sabía cómo reaccionar.

Fueron segundos, pero me parecieron horas...

Entonces tomé una decisión, probablemente impulsiva, de la que ahora me arrepiento, pero que no pude contener y que desencadenaría todo lo que sucedió a continuación.

Erguí la cabeza con orgullo. Metí mis dedos por debajo del elástico de mi short y fui muy lentamente empujándo la prenda hasta que cayó por su peso sobre la arena, dejando mi culo cubierto por la escasa tela y el hilo dental de mi recién estrenado tanga.

Me dí media vuelta y empecé a caminar en dirección al lugar de donde venía al tiempo que me desembarazaba del sujetador...Un padre de familia me miró con lascivia, de lo que me percaté. Y poco a poco me fui aproximando a Marcelo y mis compañeros de juego. No sabía muy bien lo que quería, presa de un ataque de celos. Si devolverle a Enrique con la misma moneda, o ponerme a llorar desconsoladamente. Opté por la primera opción.

Los alaridos fueron en aumento, como si se tratase de una jauría de lobos en celo en el momento de mi llegada al terreno de juego. Los chicos se quitaron las gafas de sol para observar con más precisión el espectáculo visual de mi casi evidente desnudez. Me sentía observada y por primera vez en mi vida me gustaba exhibirme. Supongo que el estado de ansiedad contribuyó a anestesiar mi pudor.

Por mi llegada daba más la impresion de que iba a ser ofrecida en un ritual de desenfreno sexual. Estaba tan enfadada por dentro que me daba cuenta de lñas consecuencias que estaban teniendo cada uno de los insinuantes pasos que estaba dando.

Una vez en mi posición sobre la pista, dije: Que? seguimos?

Al otro lado de la red Karen se dispuso, mirándome con el ceño fruncido y de reojo, a efectuar el saque de rigor, pero Marcelo se me acercó deteniendo la acción de Karen, y me dijo al oído con una sonrisa pícara: "Sabía que volverías"