En la playa y después del bosque. I. En la playa
Fue aquel verano, antes de casarnos, antes de quedarme calvo como una bola de billar. Teníamos, ella 18, recién cumplidos, y yo 20 años.
En la playa y después del bosque.
I. En la playa.
Fue aquel verano, antes de casarnos, antes de quedarme calvo como una bola de billar. Mi novia y yo fuimos por primera vez de camping. Al norte. Teníamos, ella 18, recién cumplidos, y yo 20 años.
Aquel día hacia frio. Prácticamente estábamos solos en la playa.
Yo como siempre tan impaciente. Fue llegar y al agua. Ella tenía frio. Además, yo no llevaba ni bañador. Me da igual, la dije, Es una playa nudista ¿no? Pues fuera ropa y al agua.
Ella se quedó en la orilla. Mojándose los pies. Medio vestida con su famoso jersey y debajo la braguita del bikini. Parece una súper minifalda., pensé cuando la vi dentro ya del mar.
Salgo del agua. Camino hacia ella. Está hablando con un tío completamente en pelotas. En la mano mi toalla.
Se ha acercado a pedirla fuego, me dijo luego. Una bobada, porque él ya estaba fumando. Era una simple excusa para hablar.
Me da la mano. Se presenta. Es mayor que nosotros. Quizás nos doble en edad. Seguramente. Tenía unas melenas enormes, tipo heavy. Llamaba la atención esa enorme mata de pelo. El tipo estaba charlando con mi novia tan tranquilo, y siguió dale que te pego contando historias que no sé a cuento de qué venían. Que si era de allí, de la zona, que si él era hijo de la naturaleza, que si sabía dónde estaba el fuego oculto, que si era ladrón de almas y de voluntades, que si las atrapaba con su aura, que si a los hombres además de robarles el alma y su voluntad, les robaba el pelo, que por eso tenía tanto…
Éste fuma algo más que cigarrillos, pensé. Ella tenía cara como de asustada, pero estaba muy tranquila y le seguía atenta la conversación.
Quitando las tonterías que decía acerca de lo de robar almas y voluntades, por todo lo demás, el tipo era muy correcto y educado. Con un tono de voz muy agradable y muy entretenido.
Yo le escuchaba y ella, a veces directamente, a veces de reojo, no para de mirar su paquete. Unos huevos enormes, como una pelota de tenis, depilados completamente y una polla regordeta. Con una cabezota considerable. Al final lo hice yo también. Y nos pilló claro.
-. Podéis tocarlos, dijo sonriendo. Y no se cortó. Visto y no visto. Nos cogió las manos y nos hizo acariciárselos. Primero a mí. Nunca había hecho nada así. Me refiero a tocárselos un tío. Sentí como un pequeño calambrazo. Muy breve. Como cuando bajas del coche y te da un chispazo. Apenas un segundo. No le di más importancia. Me sorprendió el tacto. No tenían pelos. No me desagradó.
Con ella se entretuvo un poco más. No solo la guio la mano para que se los acariciase, se los cogiera, se los sopesase… La hizo empuñar su polla, rodearla para que pudiera sentir sus formas. Se le puso un poco morcillona. Normal. La miré. Estaba como absorta, con más cara de sorpresa que yo. En ningún momento retiró la mano y se dejó guiar. A mí, sorprendentemente no solo no me estaba molestando ver cómo mi novia le tocaba las pelotas a otro tío, sino que me estaban empezando a subir unas cosquillitas muy agradables por mi polla. Creo que, si en ese momento se pone a hacerle una paja, hasta me hubiera gustado.
-. Nos vamos, venga, cortó en seco. ¿Me podéis subir? Me ahorro la caminata. Y sin más arrancó a andar. Nos quedamos parados mirándonos el uno al otro con cara de tontos y echamos a andar detrás de él hasta alcanzarle. Yo recogí la toalla y las bolsas mientras él y mi novia se fueron hacia el coche. Ni me vestí.
Desde atrás, le veo caminar desnudo, hablando tranquilamente con mi chica.
Cuando llego a su altura, veo como ella mira de reojo como la polla, ya casi erecta del todo, se menea de un lado a otro al andar. Dejo caer algo de la bolsa y me retraso otra vez un par de metros. Le veo a él de espaldas. Miro embobado su culo desnudo. Y veo asomar las nalgas de mi novia bajo el jersey. Se le ha recogido un poco al andar. Me gusta lo que veo. Me excita la idea. Ojalá no tuviera nada pienso. No sé por qué, pero en ese momento me hubiera gustado desnudarla y exhibirla para él. Que la viera en pelotas. Enseñársela. Que disfrutara mirando su cuerpo desnudo.
Siempre me ha puesto saber que debajo de la ropa está desnuda. No solo porque está más accesible, sino porque cualquiera puede verla en un descuido. Me excita su sensación de vergüenza cuando la ven desnuda, y me encanta mostrarla.
Me gustó la idea. En ese momento pensé que menos mal que por el frio no se me pone… Menuda vergüenza si se me pone tiesa.
Solo se viste para subir al coche. Una especie de túnica. La polla le hace una buena “tienda de campaña” y mi novia sonríe.
Ella coge su ropa y al ponerse el pantalón, veo como tiene el bikini metido entre las nalgas. Por eso desde atrás parecía que no llevaba nada. Con todo el descaro él la mira el culo. Levemente asiente con la cabeza. Un gesto de aprobación, como diciendo que buena estás.
Distraigo a mi chica para que él pueda verla otro poco. Ahora si se me pone… Afortunadamente en el coche no se me notará.
Subimos la ladera y me manda parar en un camino. No hace falta seguir, vive muy cerca y ya va andando. Nos bajamos los tres del coche. No vemos casas ni nada, pero da lo mismo. Allá él.
Se despide. Me da la mano. A ella dos besos. Sigue con la tienda de campaña. Se acerca y se roza con las tetas, supongo que adrede.
Fue llegar al camping, aparcar y directos a la tienda. No es la hora. Ella nunca quiere por las mañanas ni por las tardes. Solo por las noches. Soy una folladora vampira, me dice riéndose cuando se lo propongo y dice que no.
Está ansiosa. Distinta. Provocativa. Me come. Coge mi mano y se la lleva precipitada a la entrepierna. Apenas me deja respirar. Ella sola se quita el jersey y se levanta la camiseta tirando de ella hacia arriba. Ni se quita el sujetador, solo se lo sube. Las dos tetazas salen disparadas. Eso me vuelve loco. Tiene los pezones como piedras. Está cachonda, no cabe la menor duda.
Se desabrocha precipitadamente el pantalón. Contiene sus jadeos y coloca mi mano otra vez en su coñito. Está calada. Ni me deja quitarla las bragas. Las aparto.
-. Hazme tuya.
Odio esa expresión, pero… Ni colocar la polla a la entrada y jugar allí como siempre la gusta que haga, ni nada de nada. No me deja. Directa al tajo. La agarra, la dirige y se auto penetra. Gime desde el primer instante.
Entre jadeos se me ocurre preguntarla si está excitada.
-. ¿Excitada? Serás bobo… Estoy súper salida, me responde de buen humor.
Me atrevo a usar un lenguaje algo soez y guarro. -. ¿Excitada?… Lo que estás es caliente, guarrilla… Te gusta ¿eh?… Marrana…
Y sus entrecortados si… si…. si…. Siempre dice que sí. Jadea y se retuerce. Y se restriega contra mí. Me encanta. Me voy envalentonando.
-. Te gustaba mirarle ¿eh guarra?, la dije en voz baja al oído, preguntando lo que ya intuía… No tarda ni un segundo en contestar. Si... susurra jadeando.
-. ¿Qué te gustaba? Venga dímelo… Si es un viejales….
-. No sé… dice dudosa. Su culo…. Su… sus… sus enormes cojones depilados, dice por fin decidida. Ha costado, pero al final arranca. Es que me puse como loca…
Paro un poco sin sacarla de ella. Quiero tenerla dentro. Pero no me muevo. No quiero desaprovechar la ocasión de conocer sus pensamientos más turbios.
Me cuenta que cuando yo estaba en el agua, se excitó nada más que le vio venir y se dio cuenta de que estaba desnudo, Y cuando se la acercó… Bufff. Se puso a mil pensando que estaba sola con él en la playa. Sí. Al principio se puso nerviosa cuando se acercó, pero en cuanto la habló se tranquilizó.
-. ¿Y por qué tenías miedo?, pregunté.
-. Hombre, no había más gente cerca y en lo que tu llegabas.… Imagínate, si hubiera querido me hubiera arrastrado detrás de las piedras, me hubiera tirado en la arena y me hubiera violado…
Me cuenta que mientras él la hablaba y hablaba, ella se excitaba mirando de reojo su polla y pensando en esa idea. Su temida y tremenda, pero a la vez excitante, fantasía sexual.
-. ¿Y qué te decía? Pregunté curioso.
-. Pues de todo… Me dijo que era muy guapa, que porqué estaba vestida, que, si me daba corte estar sin ropa… Le dije que no claro, que me gustaba hacer nudismo, pero que esa tarde no porque hacía frio. Como tonta le dije que por el frio no me quitaba el jersey, pero por dentro… Si en ese momento me hubiera mandado desnudarme, lo hubiera hecho. Lo estaba deseando y por vergüenza no me atreví. Te lo juro estaba a mil por hora. Y luego cuando viniste tú… Y ya cuando nos hizo tocárselos y tú no dijiste nada… Me lo tapaba el jersey, que si no… Ufff… tenía el chuminillo calado. Menuda mancha debo tener ahí abajo… pensaba… peor que si me hubiera meado encima.
Y ya cuando te miré y vi que estabas pegado mirando, y que se te estaba poniendo morcillona… ufff me dije esta es la mía, y en cuanto te despistaste un momento, hice como que fue él el que me cogió la mano, pero fui yo quien se la agarré y empecé a acariciársela.
-.¡Joder si es que creí que le ibas a hacer una paja! interrumpí.
-. Si… En ese momento no lo pensé, pero es lo que quería…
Y mientras la penetro lentamente, la pregunto ¿en serio? ¿te hubiera gustado hacerle una paja?
-. Si… me hubiera encantado… y sobre todo que se corriera encima de mi...
-. ¿De verdad te has quedado con las ganas de vaciarle los huevazos? No dudó ni un instante en contestar: Siiii!!!!!!!
El morbo me come. Ya sin cortarme para nada, mientras la penetro cada vez con más fuerza, la pregunto que qué hubiera pasado si en vez de hacerle una paja, la hubiera desnudado y la hubiera tirado al suelo, allí en la arena, y la hubiera abierto las piernas… y…
-. Sigue, sigue, sigue hablándome, me dice casi sin poder ni hablar…
-. Pues… eso… ¿qué hubiera pasado si te la pone entre las piernas y empuja? Todo su cuerpo se tensó. Hinchó el pecho, abrió la boca como si fuera a gritar y llenó los pulmones de aire. Todo su cuerpo empezó a temblar. Justo en ese instante en que el orgasmo nos invadió a los dos lo dijo: ¡Me hubiera dejado follar! ¡joder, lo estaba deseando!¡Oh dios mío! ¡¿pero qué estoy diciendo?!
Y ya no dijo más. El orgasmo la impidió hablar. Solo jadeaba, gemía, se convulsionaba de gusto.
Fue súper intenso. Nos quedamos k.o. Jadeando respirando con dificultad me dijo: -. no sé qué me ha pasado, es la locura, madre mía, qué burradas he dicho…
Tápame que tengo algo de frio, dijo mientras se acurrucaba a mi lado… Me gustó sentir su piel desnuda junto a mí.
-. Mi amor… me dijo cursilona ¿Y si le hubiera hecho la paja? ¿te hubieras enfadado… o te hubiera gustado verlo? No dije nada. El silencio respondió por mí. ¿Y si me hubiera follado? Ahora las preguntas las hacia ella acariciándome despacio la polla, sonsacándome mis fantasías sexuales, tocándome dulcemente los huevos con la yema de los dedos y arrancándome morbosas confesiones. Y ahora, el que cada vez más excitado decía que sí a todo, era yo. Y volvimos a morrearnos, a sobarnos con calma y a empezar otra vez…
No salimos en toda la tarde. Ni comimos. Un súper maratón de sexo como recuerdo pocos. Al final nos quedados dormidos. Más que por la hora, por el agotamiento.
Desperté y no estaba. Iba a ir a buscarla y al abrir la tienda la veo volver de las duchas. Envuelta en la toalla y el champú de la mano. La quité la toalla de un tirón. Si había alguien cerca tuvo que verla desnuda. No dijo ni pio. Ni siquiera hizo ademán de taparse las vergüenzas. Sonrió con una miradita cargada de picardía. Directa a la tienda. Otra vez esas tetazas y su potorro abierto para mí. Me dolía la polla, pero no se podía dejar pasar la ocasión.
Al día siguiente volvimos directos a la misma playa. Ni lo hablamos. Miramos a nuestro alrededor. Como buscando el mejor sitio donde poner la toalla. No nos lo dijimos, pero los dos sabíamos perfectamente a quien buscábamos.
Había unas dos o tres parejas dispersas entre las rocas. También algunos mirones. De esos había más, cuatro o cinco paseando y puede que alguno tumbado o bañándose.
Hacia calorcito. Colocamos las cosas y la dije: venga al agua. Sin que yo la rogara como otras veces, se quitó el sujetador del bikini.
-. Ala, en top less, dijo meneando las tetas de lado a lado y moviendo coqueta los hombros como una bailarina.
Yo fui el primero en meterme y ella desde la orilla echó a correr con las tetas rebotando y bailando. Lo hace adrede. Sabe que eso me pone a mil.
Dentro del agua, lo de siempre. Juegos, morreos, toqueteos…
Al rato me dijo: mira. Ella le vio la primera. Allí aparecía. La silueta con las melenas enormes. ¿Salimos? Sé que no era una pregunta. Antes de que diga si o no, ya está llegando a la orilla.
Saludos, besos...
Me sorprendió la mirada descarada que la echó. De arriba a abajo. Luego vino el “joder qué buena estás”. No se corta para nada. La mira. Se la come con los ojos. Menudo descaro. Pero lo que de verdad me sorprendió fue que, en medio minuto, tenía la polla completamente tiesa. Inaudito. El tío tan tranquilo, allí empalmado y saludando y hablando tan natural con mi chica, y además ignorándome. Y nosotros dos, mirándole boquiabiertos, como dos bobos, como hipnotizados.
Y cuando quiero darme cuenta, le veo sobando sus pechos, comprobando lo grandes pero turgentes que son, lo duros que están. Y lo “graciosos” que son sus pezones. Me gustan estas tetazas, la dice sonriendo como si acabara de dedicarla el mejor piropo del mundo.
Y ella, con las manos caídas junto a sus caderas, completamente inmóvil, como avergonzada por no hacer nada. Colorada como un tomate. Con cara de vergüenza, pero con media sonrisa. Mirando al suelo. Pero sin hacer nada, sin pararle. Y excitada, tremendamente excitada. Suficiente con oírla respirar para darse cuenta. Menudos suspiros cada vez que se los amasaba.
La sujeta por los hombros y la hace girar. La da la vuelta y la soba las nalgas. Un azotito. Se las palpa enteras. Se las amasa. Las agita, las menea y las hace temblar. Clava en ellas los dedos. Sin dejar de manosearla empieza con sus preguntas soeces, intimas, ¿te la follas bien? Y sin esperar respuesta, se lo pregunta a ella. ¿Te folla bien tu novio? ¿te come bien las tetas?
Alucinante. Ninguno contestamos ni movimos un dedo. Estábamos quietos y mudos. Congelados. Como estatuas. Y el tío venga a sobarla a preguntar. ¿y tú? ¿eres una buena puta? ¿te comes su polla?
Y yo alucinando. No sabía si era un sueño erótico o una pesadilla. Pero de repente, despierto, y la escucho contestando a todo, contándole nuestros secretos más íntimos, diciéndole que ayer lo hicimos toda la tarde y toda la noche en la tienda. Y lo que me dejó más perplejo, contándole que los dos nos habíamos puesto como motos recordando cómo le había acariciado los huevos, como le había cogido la polla, que yo quería haber visto como le hacía una paja, que a mí se me ponía dura al verlo y no me hubiera importado… y que ella me había confesado que se quedó con las ganas de vaciarle los huevazos. Tal cual se lo había dicho yo, así se lo soltó.
Él no decía nada, solo sonreía.
La vuelve a girar. Al hacerlo se restriega, la roza con el pene. Vuelve a sobarla las nalgas. Me enseña el anular y veo como mete la mano bajo la tela. El dedito y el ¡ay!, el respingo.
-. Lo tienes estrechito. ¿Qué pasa, este no te ha reventado el culito o qué?
-. No… me duele…contesta con timidez, como avergonzada por no haberlo hecho.
La gira y se coloca detrás de ella, pegado completamente. Sé que su polla está rozándola las nalgas. A lo mejor se la ha puesto en medio. Una mano en la cadera. La otra subiendo por la barriga hasta las tetas.
Me mira a los ojos. Su mirada es penetrante. Guía a la mía y sin darme cuenta bajo la cabeza y me la veo. Durísima. Ella, como si estuviéramos sincronizados, mira también mi polla. La ve dura, tiesa.
Me riñe con la mirada. No sé por qué, si ella está caliente y dejándose hacer de todo. Tiene los pezones como escarpias y no del frio precisamente. Que nos conocemos.
La otra mano, se interna en arriba de las braguitas. Se las baja un poco. Un escalofrió la recorre entera. Su cuerpo se convulsiona. Se apoya en él y se relaja. Cierra los ojos. Jadea. La mano se mueve lentamente dentro de las braguitas. Saca los dedos y me los muestra. Sé que están mojados. No necesito que nadie me lo explique.
El juego no dura mucho. Es como si hubiera probado hasta dónde podía llegar. Ahora ya lo sabe y la suelta.
Ella no dice nada. Solo respira agitadamente. Sin decir nada se va a la toalla.
La vemos alejarse moviendo las nalgas al caminar por la arena de la playa. Esos meneos de culito siempre me han parecido súper sexys. Seguro que las tetas también van meneándose como enormes flanes de gelatina.
-. Menudas bolas se gasta tu novia, me dice fanfarrón encendiendo otro cigarro. Una ráfaga de viento agita su súper melena.
La veo darse la vuelta. Nos mira. Espera a colocarse completamente de frente a nosotros. Es como si quisiera que la miráramos. Suelta un lateral de la braguita. Luego el otro. Deja caer el bikini. Algo lejos, pero perfectamente vemos aparecer su peludo coñito. El heavy sonríe. Me mira chulo. Su polla está tiesa. Sigue siempre tiesa.
Se va hacia ella. Llega, la coge de la mano y les veo marcharse hacia el bosque. Ni me muevo. No puedo. Es como si mis pies estuvieran clavados en el suelo. Mis piernas no me obedecen. Realmente tampoco quiero moverme.
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