En la playa con él
Son nuestras primeras vacaciones juntos, y el primer lugar donde follamos fue al aire libre en la playa.
Ambos mirábamos hacia el horizonte, esperando que llegara el momento en que el sol se ocultara, nos encontrábamos en la playa, sentados en unas rocas que daban al paisaje cierto aire de intimidad. Era la primera vez que salíamos juntos a vacacionar, y esa tarde en la playa, no había podido ser más satisfactoria, sin embargo, aún faltaba lo mejor del día.
El calor de la tarde se había ido casi por completo, por lo que él suplía mi falta de suéter calentándome entre sus brazos. Ambos sabíamos lo que estaríamos haciendo las próximas horas, pero antes de encerrarnos en la habitación del hotel, habíamos querido ver el atardecer.
Cuando el sol se ocultó por completo, voltee a verlo, se veía feliz y sereno, justo como me gustaba, le sonreí, y él me devolvió la sonrisa al tiempo que me acercaba a besarlo. Tan pronto nuestros labios se juntaron, sentí una corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo, gemí al tiempo que sentía como su respiración se aceleraba.
Subió su mano hacía mi pecho, mientras mis manos se perdían entre su cabello profundizando el beso. Pase mi pierna sobre él, mientras lo incitaba a recostarse en las rocas. Sus manos pasaron entonces a recorrer mis piernas, subiendo por debajo de la tela del corto vestido. El contraste entre sus cálidas manos y la fresca brisa del mar me estaba enloqueciendo.
Me miro con un brillo de perversión en los ojos, y termino de desabrocharse la camisa, que hasta ese momento, solo había tenido abiertos los primeros dos botones. Le mire ansiosa, su cuerpo me encantaba y él lo sabía, bastaba verlo sin camisa para ponerme automáticamente horny.
Yo había pasado toda la tarde deseando cogerme al hombre que nadaba a mi lado, sin embargo él se había negado, manteniéndome excitada en todo momento, divirtiéndose al ver como el más mínimo roce de su parte me arrancaba suspiros y elevaba mi deseo, pero eso se había acabado, ahora era todo mío, y tendría que complacerme.
Baje por su pecho deleitándome con su aroma, pero sin detenerme un solo momento hasta que llegué al lugar que deseaba, pase mi boca sobre su pantalón, y sonreí viendo cómo se estremecía. Baje su bragueta y comencé la recorrer su pene lentamente, subía la mirada de vez en cuando, y encontraba en sus ojos una mirada de lujuria que me alentaba a seguir con mi labor.
Tomaste mi cabeza con tu mano, y me envestiste la boca, haciendo que me costara respirar por lo constante y fuerte de las estocadas. No podía más con mi calentura, mis caderas se movían inconscientemente buscando el rose con algo, mi vagina se dilataba ansiosa de que la penetraras, pero lo único que calmaba un poco mi agonía era el viento que ya tenía mi vestido echado sobre mi espalda.
Fue entonces que sentí el primer golpe sobre mi trasero cubierto solo por la tanga, el pequeño grito fue ahogado por tu miembro que seguía llenando mi boca. Me dejaste seguir la mamada a mi propio ritmo, mientras una de tus manos descubría mi pecho, y la otra se concentraba en seguir azotándome.
Poco tiempo después, sentí un tirón en el cabello y vi a mi boca ser reemplazada por tu mano, te corriste sobre mis pechos y me pusiste de pie. Te colocaste tras de mí, y te apropiaste de mi cuello, intercalando fuertes mordidas con obscenidades que soltabas en mi oído. Embarraste tu semen por mi cuerpo, y no tengo idea de en que momento te deshiciste de mi vestido.
Me llevaste al límite del placer y me hiciste suplicarte que me cogieras, cuando finalmente cediste a mis ruegos, me empinaste y penetraste sin contemplaciones. Tus embestidas se mesclaban con los golpes que seguían lloviendo sobre mi trasero.
En algún momento durante mi orgasmo, sentí tu semen llenando mi vagina. Y así fue como terminamos, acomodaste tu ropa y volví a colocarme el vestido, de mi tanga no encontramos rastro alguno, incidente que nos resultó provechoso cuando camino al hotel encontramos un callejón en el cual volver a coger.