En la playa

Fuimos a la playa a celebrar el cumpleaños de mi amiga, sin esperar aquel desenlace.

A pesar de que era invierno, hacía mucho calor. Con motivo del cumpleaños de mi amiga Ana, decidimos ir a hacer botellón a la playa el viernes por la noche. Yo tendría que ir sola, ya que Carlos, mi novio, tenía que trabajar esa noche. Me daba un poco de pereza, pero, en fin, era mi amiga de la infancia y habría mas gente.

Cuando llegué al lugar, se encontraban varias parejas, mi amiga, Ana y Samuel, su hermano. Comenzamos a charlar los tres hasta que siguió llegando la gente y mi amiga los iba saludando. Me fijé que Samuel había cambiado: era alto, moreno, se notaba que iba al gimnasio porque su camiseta marcaba unos músculos bien marcados. Había ido a estudiar fuera y hacía casi cuatro años que no lo veía.

Estuvimos enfrascados en nuestra conversación un buen rato, hasta que alguien, debido al calor y a las copas sugirió que nos diéramos un baño. "Te apetece", me dijo Samuel. Dudaba. No sabía que hacer: si estuviera Carlos… Miré al resto, que ya estaba en la orilla quitándose la ropa y luego miré a Samuel. "Si quieres nos ponemos un poco mas apartados"… "Bueno, venga", dije después de un rato.

Nos fuimos a una parte de la playa que quedaba mas a oscuras y detrás de un pequeño risco. Comenzamos a quitarnos la ropa: yo intentaba no mirar mucho para él, porque me daba vergüenza. Sin esperar por él, comencé a caminar hacia la orilla. El frescor del agua entre los dedos de mis pies me hizo sentir bien. Noté que se acercó Samuel por detrás de mí y me rodeó con sus brazos, susurrándome al oído: "Se te ve muy guapa a la luz de la luna". Me dio un escalofrío y miré hacia el cielo: había una luna llena preciosa.

El comenzó a besarme el cuello. "No", musité yo. Pero el siguió, acariciándome el cuerpo y besándome el cuello.

Pensaba en Carlos y por segunda vez le dije: "Por favor, para". Me di la vuelta y le miré a los ojos. Él también se veía guapísimo bajo la luz de la luna y algo recorrió todo mi cuerpo. "Es por él, verdad", me dijo, comenzando a acariciar mis mejillas. "Me gustas desde hace años", siguió diciendo. "No sigas", le dije y di un paso para detrás, intentando escapar de sus redes, que me iban envolviendo cada vez mas.

Me acaba de dar cuenta que Samuel me atraía, pero no debía seguir con aquello: "¿Es porque tengo tres años menos?". "No, no es por eso", dije yo. Él dio unos pasos hacia mí y, mientras con una mano me acariciaba la mejilla y con la otra me bordeaba la cintura, me dijo, en un tono muy dulce: "Dame una oportunidad".

Mi cuerpo temblaba cuando comenzó a pasar su lengua por mis labios y luego comenzó a besarme. Nuestras lenguas comenzaron a jugar. Me abrazó con sus manos fuertes la espalda y su boca descendió hasta mis pechos. Mientras me pasaba la lengua por uno, con su mano me acariciaba el otro. Mis pezones se habían puesto muy duros.

Subió nuevamente, me miró a los ojos y me dio un beso. A continuación se tumbó en la arena, dejando a la luz de la luna su enorme pene. Abrí los ojos y el me dijo: "es toda tuya". Yo me puse de rodillas delante de él, y comencé a comérmela hasta los huevos.

Él me agarraba el pelo y jadeaba, y yo cada vez estaba más mojada y excitaba. Se corrió en mi boca y me tragué el semen.

Todavía tenía la erección. Se arrodilló frente a mí, así que estábamos uno frente al otro. Acercó mi cuerpo al suyo y con sus dedos comenzó a tocarme el clítoris. Con la otra mano comenzó a tocarme los pechos y a chuparlos, besándome también en la boca. Cada vez me excitaba más, estaba muy caliente. Yo comencé a sobarle el pene, de arriba a bajo. Tuve dos o tres orgasmos y el se corrió sobre mi mano.

Pero seguíamos los dos muy excitados. El se tumbó en la arena para recuperar un poco el aliento, lo que aproveché, para ponerme a horcajadas sobre él. Él me penetró hasta el fondo, muy duro, y yo cabalgaba sobre él, mientras me sobaba las tetas. Tuve varios orgasmos y noté como el se corría en mi interior, y tuve varios orgasmos más.

Me tumbé al lado de él y me fijé que la erección le duraba. Comenzó a besarme en la boca y a pasar su mano por mi clítoris. Me puso de espaldas, mientras seguía dándome mucho placer y suavemente comenzó a penetrarme por el ano. Aquello era nuevo para mí, pero me gustaba como el me lo hacía. Tuve varios orgasmos más y noté como él se corría en mi interior y me llenaba de él.

Acabamos maravillados: él tumbado sobre la arena y yo apoyada mi cabeza sobre su pecho, acariciándole el torso, mientras él me acariciaba el pelo.

Nos habíamos quedado solos y antes de amanecer nos vestimos y nos fuimos cada uno para su casa.

Tuvimos más encuentros, pero se trata de otros relatos.