En la playa

Marido y mujer disfrutan del sexo en la playa. Y no lo harán solos.

El sol calentaba poco pero lo suficiente para disfrutar de este. María y Austín estaban sonrientes de ver como estaban casi a solas. Era una playa muy cara pero por suerte ellos podían permitírselo gracias a su capital. Maria era alta, delgada, se cuidaba como nadie, unos pechos firmes y algo grandes, lo suficiente para ser modelo de lencería. Mientras tanto, él era casi lo mismo ya que su cuerpo bien trabajo y lleno de abdominales era la envidia de muchos.

Guapos, con dinero y bien dotados tanto ella como él, estaban dispuestos a desconectar de sus trabajos. Había muy poca gente y decidieron ir por un camino que dividía el mar casi en dos partes. Al estar tan lejos, tendrían intimidad.

-Cariño, aquí estaremos bien-dijo ella plantando la gran tienda de campaña.

Preferían eso a una simple sombrilla aunque también llevaban una.

-Que ganas tenía de venir-el olor a sal y mar penetraba sus fosas nasales.

Se quedaron en bañador y en bikini para ponerse bien de crema. Antes de salir al agua, se sentaron sobre sus toallas, la crema tenía que secarse bien.

-¿Qué tal me queda?-preguntó haciendo poses y juntando sus pechos bien prietos para dar sensación de volumen.

-Muy bien-contestó con una sonrisa pícara.

Al cabo de unos minutos y ya secos, se fueron al agua que estaba a pocos metros suya. Bucearon un poco, se abrazaron y dieron mimos, de todo. Salieron cuando notaron algo de cansancio.

-Toma-dijo pasándole una cerveza.

-Gracias-él le dio un cachete en el culo mientras abría la lata y echaba un trago.

Risas, diversión y juegos amorosos, pero nada de desnudarse. Pasaron las horas y pronto vieron que era casi de noche.

-¿Dormimos aquí?-preguntó esta.

-Por supuesto, veremos la luna y...

-¿Y?-ambos se miraron sonrientes. Luego, se besaron.

Esa noche estaba especialmente bella, con la luna iluminando parte de la playa, escuchaban el ruido del mar. Tampoco había nadie por allí, era perfecto.

María ajustaba bien la tienda de espaldas afuera y Austín vio aquel precioso culo, con esa tela tan pequeña cubriendo su coño. No aguantaba más, necesitaba penetrar ese coñito de modelo.

Sin mediar palabra, se quitó el nudo del bañador, lo deslizó hasta abajo dejando su enorme miembro al aire, con unos grandes huevos y una mata alrededor de estos. Lo tiró al lado de esta dentro de la tienda mientras se la empezaba a cascar para ponerla dura.

-Oye-ella se giró y lo vio desnudo-oh, ¿tienes ganas de esto?-se abrió las piernas mientras se tocaba los pechos.

-Joder, claro que si-dijo entrando.

Austín retiró la tela, la metió despacio, ella gimió al sentir el grosor de su virilidad entrar. Y así comenzó el mete saca, una tras otra mientras le agarraba firmemente los pechos. Aparte del tamaño, su resistencia era de un semental y no tardó en agarrar a su mujer y tirarla hacia afuera.

Estaban siendo bendecidos por la luz de la luna.

-¡Espera, nos pueden ver!-dijo ella.

-¿Quién nos va a ver aquí?-la incrustó duramente y la mente de la mujer se puso en blanco mientras daba grandes gemidos, por un lado el placer y por otro el morbo de poder ser vistos.

-Oh si...mueve ese culo...si...oh...menudo coño tienes nena-sin condón, el placer era doble.

-¡Dame más joder!-él empujó unas cuantas veces más, sentía que estaba a punto de correrse.

La sacó, la puso de rodillas y mientras ella sacaba su lengua, apretó la base de su pene y dejó escapar todo en Maria.

-Oh...joder...que puto gusto-se la sacudió unas cuantas veces más y cayó al suelo rendido.

-No, aún no he llegado-dijo ella, a pesar de haber alcanzado dos orgamos y llevando la mano a su pene-quiero mas.

-Pero...no puedo más-dijo este con el pene flácido.

Entonces escucharon un ruido cerca. Alertados, vieron que se trataba de un joven. Aunque estaba a oscuras, tenía el bañador bajado y la mano en la entrepierna.

-¡Ven aquí o llamo a la policía!-gritó ella.

Este no tuvo otro remedio que ir, rojo y avergonzado. Tendría apenas unos 19 años de edad. Ella le agarró de la oreja.

-¡Puto pervertido!, ¿qué hacias?, ¡responde!-rugió esta.

Austín le ponía mucho ver a su esposa de aquella manera.

-Yo...yo...

-Tú, si-dijo.

-Me estaba...masturbando-contestó con un hilo de voz agudo por el corte que le daba.

Austín se sacó una cerveza para ver el espectáculo. Aquello prometía, y mucho.

-Veamos que tienes-dijo obligando al joven a retirar las manos.

Ambos abrieron los ojos al ver un pene muy largo, era mucho más largo que el de su marido, sin duda alguna. Pero más fino.

-Oh...vaya serpiente-dijo ella.

-La mia es mejor-replicó el marido.

-Tranquilo cariño, no te sientas tan mal

-Hump-miró a otro lado mientras seguía bebiendo.

María tuvo una idea.

-Venga, a ver si eres tan hombre-lo tiró al suelo y se puso encima.

El joven no sabía que decir, mucho menos cuando su polla entró en aquel apretado y suave coño.

-Ohhhhhhhh-gemía él.

-¡Vamos, vamos, oh si!-dijo subiendo y bajando.

Austín al ver aquello no pudo evitar masturbarse un poco. Al ponerse de nuevo tieso, tiró la cerveza, se puso de pie y luego detrás de su mujer.

-Me pido este culo-dijo metiéndola.

-Ohhh, ¿dos a la vez?, ¡aún así no podéis conmigo!-rugió ella cachonda a más no poder.

Aumentó su velocidad y en menos de dos minutos, ambos hombres tuvieron el mayor orgamos y corrida de sus vidas.

-Lo que yo decía-colocó un pie en cada entrepierna y alzó los brazos-no hay quien pueda conmigo.

Los removió un poco provocando dolor pero sobretodo placer al mismo tiempo a los dos. Un poco de semen que quedaba salió manchando sus pies.

-Descansad un poco, yo voy a nadar y limpiarme vuestra leche-dijo yendo hacia el agua.

-Tu mujer...es...increíble-dijo este.

-Lo sé.

Y así, ambos con el pene flácido, descansaron un poco antes de tener otra sesión con aquella mujer que los iba a dejar completamente secos.

Fin