En la piscina con mi amigo el hetero

Una tarde de verano me invitan a una fiesta en la piscina con mi amigo Raúl, y allí empezamos un juego que acabará muy caliente...

NOTA DEL AUTOR: El Raúl de este relato es el mismo que aparece al inicio de mi primera publicación, Última noche del campamento, y lo que aquí cuento ocurrió un año después.Espero lo disfruten, y no olviden comentar.

Aquella tarde de verano yo no tenía pensado salir, pues a pesar de estar en julio seguía teniendo que madrugar para ir al trabajo. Estaba en casa preparándome una peli cuando me llamó mi amiga Paula para invitarme a una fiesta en la piscina.

- ¿Quién va?- le pregunté. – Que tú conozcas, Raúl, Victoria y yo -.

¿Piscina + Raúl? En cuanto oí esas dos palabras acepté; ya me arrepentiría mañana cuando me tocase madrugar.

No es que estuviese obsesionado con mi amigo Raúl, también quería ir para estar con mis amigas y pasar un buen rato; pero es que, en los últimos meses, mi atracción por él había crecido bastante. Raúl es un chico venezolano, amigo mío desde hace cuatro años cuando nos conocimos en un campamento de verano. Como vivimos cerca, salimos en el mismo grupo, y nos contamos todo. Él sabe que a mí me gustan los chicos, no tiene ningún problema con ello, y de hecho en el grupo alguna vez hemos sospechado que él quizás también es bisexual pero nunca lo hemos podido confirmar.

Sin más dilación nos dirigimos a la fiesta, con un par de botellas de alcohol y el bañador preparado. Cuando llegamos Paula y yo en su coche ya estaba todo el mundo allí, pero aún no se habían decidido a bañarse.

- Pero hombre, qué hacéis todavía sequitos. ¡A la piscina!- dije nada más entrar.

Me moría de ganas por ver a Raúl sin camiseta. En los campamentos siempre dormíamos juntos, y había tenido la oportunidad de verle hasta en calzoncillos (se le intuía un culo muy apetecible); pero ahora iba a poder detenerme con más tiempo en su anatomía. Él y yo fuimos los primeros en quitarnos la camiseta y echarnos al agua.

Disimuladamente aprovechaba los momentos en los que él estaba a otra cosa para observar bien su cuerpo. No es un chico especialmente delgado, es más bien fuerte, y su piel mulata ayuda a darle más imagen de musculado. No tiene mucho pelo en el cuerpo y lleva las axilas depiladas, aunque el poco que veía por el pecho me estaba poniendo malo. No podía dejar de observar sus pezones, oscuros y endurecidos por el contacto con el agua fría.

Pronto empezamos a hacernos las típicas aguadillas, aunque yo me dejaba ganar para poder sumergirme y rozar disimuladamente su cuerpo. Estuvimos un buen rato abrazándonos e intentando ahogar al otro, y cada vez me era más difícil evitar una erección.

Alguien sacó una cámara acuática digital y empezamos a hacernos fotos debajo del agua, Raúl y yo siempre el uno al lado del otro, con un brazo por encima o colocándonos uno detrás del otro, pero siempre tocándonos. Cada vez que sacaban una, nos acercábamos a ver en la pantalla cómo había quedado e intentábamos repetirla para que quedase mejor. Como yo salía en todas con los ojos cerrados, decidí ponerme unas gafas acuáticas que había por allí, y así poder mantenerlos abiertos durante la foto.

Mi sorpresa llegó al sumergirme para la siguiente instantánea, esta vez con gafas, cuando vi en el bañador de Raúl que había un bulto bastante grande y sospechoso. Rápidamente retiré la mirada para que no me cazase la cámara mirándole el paquete a mi amigo, pero la imagen quedó grabada en mi cabeza… y decidí actuar.

Terminó la sesión de fotos y Raúl se acercó a mí por detrás intentando ahogarme en el agua, pero esta vez yo no me dejé ganar. Al revés, empujé mi cuerpo hacia atrás y le estampé contra una de las paredes de la piscina, quedando mi espalda pegada a su pecho; y lo que es mejor: mi culo pegado a su erección. Él no tuvo ninguna reacción rara, y estuvimos forcejeando en esa posición un buen rato hasta que su polla estuvo erecta del todo, y decidí dejarlo por el momento.

En ese instante no sabía hasta qué punto Raúl era consciente de estar entrando en mi juego, si sabía que me había percatado de su erección, o si tenía intención de ponerme cachondo a mí también. Quizás eran todo paranoias mías, no merecía la pena arriesgar una amistad por el morbo de la situación.

Nuestra amiga Paula nos llamó desde el otro borde de la piscina, y fuimos hacia ella a charlar un rato. – Vamos a hacernos una foto, que no tenemos ninguna juntos -, dijo Raúl. Como yo soy más alto, puse mi brazo sobre sus hombros, y él pasó el suyo por mi cadera (aunque al estar sumergidos no se veía en la foto). Me encantaría ver la cara de tonto con la que salgo en la foto, pues al pasar su brazo por mi espalda arrastró su mano hacia mi culo, la introdujo por debajo del bañador, y la dejó sobre mi nalga izquierda. Y todo esto mientras Paula nos hacía una foto.

Definitivamente, Raúl había entrado en mi juego y se estaba divirtiendo. Habíamos llegado a un punto en el que los dos estábamos completamente empalmados, en una piscina rodeados de amigos, y con unas ganas locas de desfogarnos. Pero… ¿cómo?

Poco a poco la gente fue saliéndose de la piscina y sentándose en el césped de al lado. Raúl y yo fuimos los únicos que nos quedamos en el agua, claramente con intención de seguir con nuestro morboso juego. Lo siguiente que hizo mi amigo fue sumergirme en una aguadilla y empujar con sus manos mi cabeza hacia su entrepierna. Como yo ya me había quitado las gafas de nadar, no podía ver su erección, pero introduje una mano en su bañador y noté que era una polla bastante gorda, de unos 18 centímetros con muchas venas. Aprovechando el poco aire que me quedaba, la introduje en mi boca unos segundos y le chupé bien el glande. Tenía un sabor suave que se mezclaba con el cloro de la piscina.

Cuando salí vi la cara de sorpresa de Raúl, que quizás no se esperaba que me lanzase a comerle la polla tan rápido. También vi que nuestros amigos estaban de charla y no miraban hacia nosotros. Él respondió a mi movimiento bajándome directamente el bañador hasta los tobillos con el pie, dejándome completamente desnudo (no había peligro de que nos pillasen porque estábamos en un borde de la piscina, la pared nos tapaba). Yo hice lo mismo, quedándonos los dos colegas desnudos y con la polla tiesa a metro y medio del resto de nuestro grupo.

Como si fuera un movimiento pactado previamente, ambos dirigimos la mano a la polla del otro, y empezamos a pajearnos mutuamente. ¡Cuántas veces había soñado que nos hacíamos una paja el uno al otro en los campamentos!

En ese momento me habría encantado girarme hacia él y besar sus carnosos labios, poder liberar toda la tensión sexual que llevábamos meses acumulando y dar rienda suelta a nuestra pasión. Pero me tenía que conformar con pajearle debajo del agua, sin tan siquiera poder ver bien su polla, pues sumergirme tantas veces sería sospechoso.

Cuando me estaba empezando a frustrar por lo monótona de la situación, él fue un paso más allá y se colocó detrás de mí, pegando su cuerpo contra el mío. Yo me alarmé, pues no había que olvidar que estábamos delante de nuestros amigos y no podíamos dejar que nos pillasen bajo ningún concepto; pero la realidad es que desde fuera tan sólo éramos dos amigos jugando a las aguadillas.

En esa nueva posición, Raúl colocó su polla entre mis piernas (posición que facilité elevando mi cuerpo apoyándome en el bordillo de la piscina y abriéndolas para que la encajase bien) y empezó un disimulado vaivén. Mi amigo Raúl, el “hetero” que llevaba casi un año protagonizando mis más tórridas fantasías eróticas, estaba ahora masturbándose metiendo su pene entre mis piernas, y encima delante de todos nuestros amigos. La situación no podía ser más morbosa.

En sus movimientos notaba una urgencia que me instó a bajar disimuladamente mi brazo derecho y masturbarme debajo del agua, pues sabía que la situación no podía durar demasiado. Mientras él protagonizaba su discreto mete-saca entre mis piernas (que yo me esforzaba por apretar para darle más placer, y sentir bien el contorno de su generosa polla), yo me hacía una paja a un ritmo frenético, sufriendo cada vez más en el intento de disimular el placer y el morbo que me generaba esa situación.

Yo no podía más, y presionando mi culo contra la tripa de Raúl le indiqué que estaba a punto de correrme. Él siguió con su “penetración”, pero desde su posición detrás de mí rodeó con su brazo derecho mi cuello (movimiento que desde fuera podía parecer un agarrón normal de dos chicos que juegan en la piscina). Probablemente su intención era solamente acercar mi cuerpo al suyo, pero ese momento de asfixia y sumisión que sentí al ser agarrado por el cuello con esa fuerza me provocó un nivel de excitación que me hizo imposible contener el orgasmo. Delante de todos mis amigos, y mordiéndome la boca por dentro para no gemir en alto, solté cinco chorros de lefa en la piscina, mientras Raúl me mantenía bien agarrado por el cuello con su brazo y me metía la polla entre las piernas.

Cuando aún estaba sintiendo el orgasm expandirse por mi cuerpo, mi amigo aprovechó que me tenía agarrado para bajarme al agua y hacerme la última aguadilla de la tarde. Esta vez no tuvo que dirigirme, porque ya sabía que quería que terminase comiéndole la polla bajo el agua. Y lo hice en el momento oportuno, porque nada más metérmela en la boca, espesos chorros de semen empezaron a salir de su caliente miembro. En mi boca se mezclaban con el agua de la piscina, que evidentemente no podía tragar, pero que me esforzaba por restregar alrededor de su glande y su tronco, mientras pasaba la lengua por todo el pene para extender el placer de mi amigo al máximo.

Con el poco aire que me quedaba conseguí alcanzar su bañador y subírselo al tiempo que emergía a la superficie, con la boca llena de restos de semen. Nada más salir del agua, nuestras miradas se cruzaron por primera vez desde que había empezado este juego sexual acuático, y denotaban una complicidad que iba más allá de la amistad que teníamos antes.

Pero su mirada sensual se congeló cuando oímos la voz de Paula diciendo - ¡Al agua, patos!­-. Mis entrenados reflejos me hicieron darme cuenta rápidamente de que nuestra amiga estaba a punto de saltar a la piscina en la que acababa de ocurrir toda la acción, y en la que todavía estaba sumergido mi bañador. Con agilidad lo cogí y me lo empecé a poner torpemente bajo el agua, al mismo tiempo en el que Paula entraba de cabeza en la piscina.

¿Se dieron cuenta de algo nuestros amigos? ¿Me vio Paula ponerme el bañador bajo el agua? ¿Cómo sería mi relación con Raúl tras esta aventura sexual? ¿Volveríamos a protagonizar algo similar? Continuará…