En la pensión.
El viejo que era el dueño de la pensión ve desnuda a mi novia. El viejo un voyeur, mi novia una exhibicionista.
En la pensión.
Fue aquel verano, en vacaciones. Mi novia y yo estábamos durmiendo en una pensión. La más barata que encontramos.
El dueño, un señor mayor que rozaría ya la edad de jubilarse, con la excusa de despertarnos a la hora que le habíamos dicho el día anterior, entró en la habitación sin llamar a la puerta. Sin avisar ni nada.
Por la noche, juraría que había estado tras la puerta escuchando los "ruiditos" de la cama.
Yo estaba en la ducha. Hacía un calor infernal y ella estaba dormida, completamente desnuda encima de la cama.
La habitación estaba en medio penumbra, pero con luz suficiente para ver cualquier cosa. Se quedó quieto mirando. Vio perfectamente sus tetazas y el felpudo en pleno esplendor.
Miró hacia los lados. Supongo que buscándome. Contesté desde la ducha.
Las voces la despertaron. Tardó uno segundos en reaccionar. Con cara de susto se dio cuenta dónde estaba y sobre todo que el tipejo en cuestión se la estaba comiendo con la mirada. Intentó agarrar la sábana para taparse, pero no lo consiguió. Lógico. Estaba tumbada encima de ella. Se tapó los pechos como pudo con las manos. Juntó las piernas y se giró enseñándole el culito. El vejete ya tenía una vista completa de mi novia desnuda.
De mala leche le dijo que vale, que ya nos había avisado, que se fuera inmediatamente de la habitación.
Ni pidió disculpas ni nada. Simplemente se giró. Con calma, sin prisa. Al llegar a la puerta volvió la cara y echó una última mirada.
En el desayuno no paraba de mirarla. Se sentó de frente a ella. Se la comía con los ojos. Sin apartar la mirada de sus pechos nos explicaba cómo ir a las mejores playas. “Las que les gustan a los jovencitos” porque no iba nadie. Creo que lo decía con segundas, pero a mí me daba igual. Bueno no. Si había poca gente, a lo mejor hasta la convencía para bañarnos en pelotas o incluso, echármela un polvete playero.
El vejete hablaba, hablaba… y mientras, la devoraba con la mirada. Yo sabía por qué era. Seguro que tenía la polla tiesa. A mí se me estaba poniendo más dura que un palo.
Llamaron al teléfono y de mala gana fue a atenderlo. En cuanto se levantó me dijo que estaba mosqueada con el viejo mirón, que quería cambiar de pensión, que quería irse…. Era un cerdo, un mirón un…. Yo la decía a todo que sí.
Nada más terminar de desayunar, fuimos a la habitación. Fue cerrar la puerta y antes de abrir las maletas para irnos de allí o en el mejor de los casos, para preparar lo de la playa, la empujé a la cama. Cayó de bruces. Me tiré encima y zas.
La bajé el pantalón del chándal y las bragas. Todo junto.
-. ¿Pero qué haces? Dijo, intentando darse la vuelta.
La “ataqué” desde atrás. Mi polla entró sin problema. No es que estuviera “abierta”, es que además estaba completamente calada. Vamos que el salido, no solo era yo.
Sin sacársela, agarré la camiseta y se la subí. Agarré las tetas. No podía masajeárselas bien al estar tumbado encima de ella por detrás, pero si podía estrujarlas como a mí (y a ella) me gusta.
Mientras la metía la polla, no paraba de susurrarla al oído que el viejo estaría mirando, que le había puesto como loco, que se pajearía, que…
Mordiendo la almohada (por si el viejo estaba detrás de la puerta escuchando, cosas que no me cabía la menor duda) se corrió en medio minuto. Pensé que ya estaba, pero no. Cuál es mi sorpresa cuando veo como con dificultad introduce una mano bajo su cuerpo y comienza a masturbarse. Sigue… no me dejes así… Y llegó su segundo orgasmo. Esta vez no se cortó a la hora de gemir.
Me toca, la dije. No… espera… contestó aun gimiendo, avísame.
Cuando estaba en su punto, me dijo que lo hiciera fuera. Me la agarró y me la meneó lentamente, muy despacito, acariciando con dulzura los huevos.
-. Que se joda el mirón, dijo en voz alta cuando vio salir disparado mi primer chorro. Y empezó a dirigir mi corrida hacia la cama manchando de leche las sábanas y la almohada. Si el viejo estaba detrás de la puerta o mirando por alguna rendija tuvo que verlo todo. Y oírlo fijo.
Luego, como si no hubiera pasado nada, se desnudó del todo. Con el almohadón se limpió obscena el coñito.
Como si estuviera sola, empezó a ir de un lado a otro de la habitación preparando la toalla y las cosas de la playa. Eso quería decir que no nos íbamos. Yo me quedé tumbado en la mitad limpia de la cama mirándola. La vi escoger el bikini y dejar el traje de baño. Top less fijo, pensé para mí.
La hice gestos con el dedo para que se acercara.
-. ¿Sabes que el viejales te pues estar viendo desde aquella ventana?, la dije para picarla un poco. Puso una fingida cara de susto. Ohhh… Menuda tragedia… Seguro que ese cerdo se la está cascando… dije en voz baja.
Se acercó a la ventana. Levantando las tetas desde abajo comenzó a meneárselas.
-. Las verás cabrón, pero no las catarás…
Visto y no visto. Se volvió hacia la cama. Su mano, directa a mi entrepierna. Unas deliciosas caricias hicieron revivir mi polla.
Tirando de ella me hizo poner de pie y me acercó a la ventana. No sé si de verdad el viejo estaba mirando. Yo lo dije a lo tonto, solo por hacerla rabiar un poco, pero… el efecto que provoqué fue tremendo. Y desde luego, totalmente inesperado.
-. ¿Desde qué ventana mira?, ¿desde allí? Y me empujó hasta colocarme a su gusto. Se agachó y con un gesto entre lascivo y coqueta se apartó el pelo de la cara. -.¡Que se joda ese mirón de mierda!.
Visto y no visto. Mi polla se perdió en su boca. Alucinante. Anda que no tenía que rogarla, suplicarla más bien, para que me lo hiciera con la boca. Y mira tú por donde, acababa de descubrir que a mi novia, eso de que la miraran, bueno el exhibirse, no solo la ponía, sino que la desinhibía totalmente.
-. ¿Le ves?, decía mientas lamía mis huevos.
Miré por la ventana. No veía nada. Pero mentí. Dije que había visto moverse una cortina, que seguro que estaba allí agazapado, escondido mirando… Y el resultado fue increíble.
Cuando miré hacia abajo la vi. La espalda apoyada en la pared. Agachada, con mi polla en la boca y tocándose la entrepierna, masturbándose con furia, como con rabia. Movía la mano a toda velocidad. Se metía los dedos en el coño. Se pellizcaba y retorcía el clítoris. Nunca la había visto tocarse de esa forma.
Y cada vez que la decía que veía moverse la cortina era mejor. La chupaba. La lamía desde los huevos hasta la punta, se la pasaba por toda la cara, besaba mi capullo, lo rodeaba con la punta de la lengua… No lo sé, nunca lo he probado, pero me da que lo hacía como una puta profesional.
Joder cómo se pone de caliente. Mientras me la chupaba, yo no paraba de pensarlo. Si se llega a enterar de todo o me mata o me come entero. Si. Porque lo que mi novia no sabía es que antes de despertarla, el tío miró hacia los lados como buscándome. Esperó un ratillo. Yo estaba agazapado, escondido en la ducha y me quedé quieto a ver qué pasaba. El viejo se acercó casi de puntillas y la miró. Y miró, y miró, y miró y requetemiró.
Con disimulo, sin hacer ruido, cogió las braguitas que estaban tiradas en el suelo. Eran de mercadillo. Se las llevó a la cara y se las puso en la nariz.
Menudo cuadro. Mi novia desnuda, brazos y piernas casi en cruz. Exponiendo todo. Y un cerdo con una mano tocándose el paquete, y con la otra, oliendo sus bragas sucias. El baboso mirándola el coño y sobre todo esas tetazas y yo, escondido espiando, acechando desde la ducha con la polla más dura que una piedra.
Sin soltar las bragas, con la otra mano, el muy hijo de puta se acercó un poco a la entrepierna. Tal y como estaba, con las piernas algo abiertas, tuvo que ver unos primerísimos planos de su coñito. Tenía que estar poniéndose malísimo. El muy guarro, se la tocaba por encima del pantalón. Creo que se quedó con ganas de cascársela allí mismo. (Supongo que lo haría luego, nada más salir.).
Yo en la ducha me puse tan caliente que me comencé a tocar. La tenia durísima. Me hubiera gustado ver cómo se la sacaba y se la meneaba encima de ella. Ver cómo la duchaba con unos buenos chorros de semen… El imaginármelo me ponía más cachondo.
¿Pero estoy tonto o qué? me decía a mí mismo. ¿pelándomela como un mono? En cuanto este cabronazo se marche, me la voy a follar.
Fue cuando le dije que vale, que ya salía de la ducha. Ella se despertó y se medio tapó como pudo con las manos y le dijo que se fuera.
Él se fue y ella simplemente se dio la vuelta y volvió a adormilarse. Esperé a que se girara otra vez. Siempre duerme boca arriba.
Separé sus piernas con cuidado. Me puse encima sin tocarla. Apoyado en un brazo y despacio, muy despacio se la fui metiendo. Su coñito estaba calado. Ronroneando se despertó y empezó a gemir. -. Eres un marranón, siempre pensando en lo mismo, me decía sonriendo mientras empezaba a gemir.
Y no pude pensar más, porque en ese momento quien empezó a gemir fui yo. Y mi novia por primera vez, se tragó toda mi corrida. Bueno no se la tragó del todo. Dejó algo en la boca. Se puso de pie y mirándome, me enseñó su lengua. La expulsó de la boca y dejó que mi semen mezclado con su saliva resbalara por su barbilla hasta los pechos. Luego, con una sola mano, se lo restregó por las tetas. Con la otra mano seguía tocándose el coño.
Cada vez que recuerdo aquella pensión, se me pone durísima. Descubrí lo guarra y puta que se ponía mi novia con lo de saber que la miraban. No era exhibicionismo, era saberse observada. Por decirlo de algún modo, ella no se mostraba, pero tampoco se tapaba. Y el que la vieran la ponía a mil, la subía la temperatura hasta hacerla perder los papeles.
Eso me dio mucho, muchísimo juego. Siempre he sospechado que ella no estaba dormida del todo, que se dio cuenta de que el viejo la miraba. Y la gustó. La puso cachonda que el tipejo aquel babeara mirándola, que se tocara el paquete. Y jamás dijo nada de las braguitas que desaparecieron.
Algo sabía. Y aunque no lo reconociera abiertamente, la había gustado. Y no lo digo solo por la mamada junto a la ventana. Además, no solo no cambiamos de pensión, sino que, al día siguiente, bajó a desayunar solo con un vestido de playa. Sin nada debajo, me dijo en voz baja según nos sentamos. Que no llevara bragas, no se notaba, pero que no llevaba sujetador era más que evidente. Menudos meneos la daban esos melones cuando se levantó a por las tostadas.
El viejo nos sirvió el café. Por supuesto no era necesario. El bulto se notaba perfectamente. Sentados, “el paquete” estaba a la altura de su cara, casi junto a su boca. Si se gira, le da un mordisco en la polla. Ella me miraba y sonreía. Con disimulo soltó otro botón del vestido. Solo quedaban dos y el vestido caería al suelo. Desde arriba, el escote era enorme.
Con su pie, bajo la mesa, estaba acariciando mi paquete.
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