En la peluqueria
Mi mujer monta una peluqueria. Infielidad consentida y sumisión.
La Peluquería.
Fue ella quien tuvo la idea. Crisis, paro, ruina. Y un marido complaciente y que disfrutaba entregando a su mujer. Bueno más que disfrutar, se resignaba viendo como ella le ponía los cuernos.
Hasta en eso me engaño a mí mismo. Tengo tan poco carácter que ni quiero reconocer la verdad. No me agrada. Desearía que no fuera así, pero me gusta tan solo porque ella me lo manda.
Y si no te gusta, te vas, calzonazos. Y yo, me quedo en casa y no digo nada cuando ella se va con sus amigos.
Supongo que el préstamo con el Banco no lo consiguió por los avales presentados. Un marido en paro. Ella sin trabajar desde hace tiempo... Y un director de sucursal muy simpático y servicial.
El local no estaba situado a pie de calle sino en lo que yo creí que era un piso. Costó mil y un favores, y desde luego mucho dinero que nos dieran la licencia de actividad.
Cuando quise darme cuenta allí estaban instalados los reposacabezas, los sillones, las camillas... Era curioso. En cada habitación había uno, como si los servicios se fueran aprestar de forma individual. Y lo que más me sorprendió, había duchas en todas las habitaciones. En ese momento me di cuenta que era un hostal o un hotel rehabilitado.
Al entrar en la habitación vi lo que ella llamó "mi uniforme de trabajo". Allí no había nada. La miré sorprendido. ¿Voy a trabajar desnudo?. Ni me respondió. Solo me miró de reojo con una burlona sonrisa.
El servicio que yo tenía, y que tengo que realizar, es el siguiente. Ella recibe a nuestros clientes. Por supuesto gente muy selecta y con dinero.
Pasan a una habitación. Se desnudan, o yo soy el encargado de desnudarles, según escojan. Luego me quito la bata y completamente desnudo, soportando sus burlas, les acompaño al baño.
Les lavo, les enjabono, les froto la espalda con una suave esponja. Alguno ya comienza a utilizarme. Si. Alguno me manda arrodillar y en la ducha me ordena que se la vaya chupando mientras. Debo hacerlo bien porque más de uno se corre en mi boca. Hay quien disfruta mientras me mea encima.
Luego les seco, y si quieren les pongo su albornoz.
Después les tumbo en el reposacabezas y se la voy lavando. A veces es mi mujer quien lo hace. Según deseen.
Si lo hace ella, suelen pedir que lo haga con las tetas libres, aunque Lo habitual es que lo haga en ropa interior. No hay norma escrita. Todo depende de lo que pida el cliente: con bata y nada debajo... o con un generoso escote... o disfrazada de "Chacha"...
Si yo no trabajo, permanezco allí, generalmente atado con collares o arneses. Si. Tan pronto me amarran las manos como me atan un collar al cuello o a los genitales. Así cuando el cliente o mi mujer quieren, les basta un simple tironcito y estoy como un perro a su disposición. Habitualmente acabo tirado a sus pies.
Después de secarse un poco la cabeza, el cliente se levanta y se tumba en el sillón. Es aquí cuando comienza mi tortura.
Mientras él permanece en el sillón tumbado, mi mujer comienza a cortarle el pelo. Suele hacerlo completamente desnuda o en ropa interior. Un mini sujetador, un tanga y unos preciosos ligueros a juego. La lencería es una de sus mejor armas. Obscena y lujuriosa, se va rozando con el cliente.
En menos de dos minutos su pene se ha erguido. Si, la mayoría se empalman volando. No me extraña. Está muy, pero que muy apetecible, y además sabe muy bien lo que hace.
Mientras ella les corta el pelo o les va peinando, se deja sobar por todo el cuerpo. Algunos clientes, sobre todo que no están acostumbrados a que yo esté allí, se extrañan y se sorprenden cuando ella les cuenta que no pasa nada, además soy su marido. Otros directamente se burlan de mí.
¿Pero de verdad este es tu marido? ¿Y no dice nada? Me ridiculizan. Me humillan llamándome cornudo, esclavo, calzonazos... de todo, pero me da igual.
Según van cogiendo confianza, me van ordenando que se la bese, que se la acaricie o simplemente que les lama los huevos... Otros no quieren ni que les toque. Hay de todo. Desde el que decide solamente usarme a mí, para enseñar a mi mujer qué tipo de marido soy, hasta el que me ignora completamente o pide que me salga de la habitación, que le da palo follarse a mi mujer conmigo cerca.
No faltan los que me ordenan que me quede afuera, con la oreja pegadita a la puerta, para que lo escuche todo.
Si. Verdaderamente hay de todo. Algunos disfrutan mandándome chupársela mientras se morrean con mi mujer o la magrean todo su cuerpo. Esos son los que más me excitan, sobre todo cuando me dicen cosas... Por ejemplo hay uno que no para de repetirme lo de mira cornudo lo que le hago a tu mujercita...
Me dan envidia. Mi pene se levanta y se burlan de nuevo. Algún sádico me manda poner boca abajo y entre risas me azota el culo con una correa por haberme excitado. Más de una vez ella no solo participa sino que lo ordena. La gusta azotarme y además así les demuestra que me tiene completamente sometido y dominado.
Mientras trabaja con sus cabezas, ellos pueden tocarla y gozar de su cuerpo a su antojo. Yo solo cuando ella me lo permite, y por supuesto, siempre después de ser usada antes por otro. A alguno le divierte. Sobre todo al calvo de las patillas.
Ese sí que me la soba bien sobada. La morrea y la saca los pechos del sostén. No sé pero qué pero jamás se lo quita. Le pone que los pechos estén por fuera y asomen del sujetador. Parece que nunca se cansa de tocarla, de magrear sus nalgas, de sobar y hacer botar sus pechos... de masturbarla de mil y una formas antes de penetrarla.
Me la pone tan caliente que ella sola se sube encima de él y se "empala". No entiendo muy bien el porqué pero la encanta usar esa expresión: me voy a empalar, dice gritando fuera de si, y se deja caer bruscamente sobre su miembro. Siempre dice lo mismo: ¡¡¡¡Joder me la has incrustado en el fondo del chumino!!!!
Es fascinante la cara que pone. Parece que los ojos se la van a salir. Abre la boca con cara de susto. Como si la sorprendiera que ese pene la entrara tan adentro.
Luego ya viene el sube y baja desenfrenado, cada vez más rápido, más intenso, más escandaloso... Los movimientos de su pelvis, sus espasmos...
Mi mujer cuando está cachonda no es precisamente una mujer bien hablada... Es sorprendente el vocabulario que usa. ¡¡¡Fóllame!!! ¡¡Mueve tu rabo cabrón!!... ¡¡¡¡ Reviéntame el coño!!!!
Y claro, el calvorota patilludo todo contento y orgulloso: Mira cornudo como se corre esta puta, me dice.
Y lo malo es que es verdad. Ella se corre y disfruta como una loca: Mira como me hacen gozar, me escupe a la cara, esto es una polla y no la tuya.
A partir de aquí, los diálogos entre ellos son delirantes. No paran de decirse barbaridades. No puedo negarlo. Me excita mirarles y siento auténtica envidia. Conmigo jamás se ha puesto ni se pone así. Me encanta verles follar de esa manera, y aunque no me dejen participar disfruto.
Espera, zorra, la grita, ¿quieres que te vea tu marido?. Solo se sale de ella un instante. Lo imprescindible para colocarla a su capricho sobre el sillón o sobre la camilla. O en el baño... o sobre la mesa del salón... Según tenga el día escoge el sitio, aunque en el fondo creo que el sitio le da igual, lo que busca es la postura más cómoda para reventar su coñito como si le fuera la vida en ello y por supuesto, humillarme más a mí enseñándome como se apodera de mi mujer.
Sí, porque tengo que ver en primera fila como me la coloca, como la embiste, como hace bailar sus pechos al ritmo de sus empujones. Pero lo que más me duele, es que tengo que ver cómo mi mujer se corre y disfruta con su verga.
Cuando me ve tan humillado y que estoy a punto de romper a llorar, me dice: venga ven aquí cornudo... que para ti también hay.
Y me arrastra tirando con fuerza de la correa que me ha atado en mis órganos. Me suele tumbar de bruces en la camilla. Un par de cachetes en mis nalgas. Desde que ella le dijo que yo era un poco masoca y maricón cuando le apetece me azota el culo y luego me sodomiza delante de mi mujer.
Suele ser muy brusco. Apunta y empuja. Le siento entrar en mi abriendo mi ano a lo bestia. No me extraña que ella diga que "la empala". Le divierte hacerme gritar mientras me traspasa una y otra vez con ese terrible miembro.
¿Te gusta cornudo?... ¡Ya verás el día que se lo meta por el culo a esa zorra! ¡Se la voy a meter tan fuerte que la va a salir por la boca!
Hay días que en esa postura hace que mi mujer se suba encima de mí. Siento su sexo recién penetrado cerca de mi piel. Sé que está follada.
Grito. Chillo. Me retuerzo mientras me da por el culo. No es eso lo malo. Lo malo es que algunos días no puedo evitar correrme sin tocarme siquiera. Entonces el calvo de las patillas me la saca y se la mete a mi mujer. Y la da hasta que se corre allí. Usa su coño de recipiente. Al final me mandan chupárselo.
Si, muchos días me la tumba en la camilla y me la abre de piernas. Tengo que lamer su coño totalmente irritado y manchado de semen. Chupa cornudo me dice el calvo de las patillas, métela la lengua.
Y mi lengua tiene que limpiar hasta el último recoveco del sexo de mi mujer. Usada, sucia. Oliendo a otro hombre... La miro. La veo relajada. Jadeante. Feliz. Extenuada.
Sé que la gusta terminar así, usándome para que la limpie el coño con mi lengua. Lo sé porque no solo lo hago con él.
Se lo dice a todos y muchos clientes me mandan hacerlo. Disfrutan viéndome lamer su entrepierna cuando han terminado de cepillársela. Para muchos es la tarea más humillante que se me puede imponer.
Y algunos les encanta verlo. Incluso les gusta esa postura. Con mi culo levantado en pompa, mi cabeza hundida entre las piernas de mi esposa lamiendo su sexo, dando lengüetazos, chuperreteando su vagina.
En esa posición me pueden hacer mil perrerías. Agarrarme los genitales desde abajo y retorcerlos... o hacer que me masturbe... A veces meterme cosas por el ano... Incluso se dedican a azotar bien mi culo. Más de uno se anima a penetrarme mientras yo lamo el sexo usado de mi mujer.
Luego viene el ritual inverso... limpiarles de nuevo en la ducha... vestirles... despedirles... masajearles...
Y preparase para un nuevo cliente, dispuesto a todo, dispuesto para ver como se vuelven a follar a mi mujer delante de mí, para permitir que la penetren por donde gusten, que la besen, que la acaricien o la soben, que la hagan de todo... y permitir, como no, que me usen a mí a su antojo.
Este es mi primer relato. Si queréis contadme que os ha parecido escribirme a csdsumiso@hotmail.com