En la oscuridad
La noche oculta muchos secretos, la oscuridad los oculta todos.
Estoy sentado en la mesa mas oscura del bar. En frente a mi, una copa de Whisky escoces para hacer la espera mas placentera. Desde mi silla tengo una vista privilegiada del lugar: la barra a mi izquierda esta repleta de cazadores enamorando a su presa con cócteles (como odio los cócteles), rones, martinis.....Yo no caigo en esa desesperación patética, no soy como ellos, yo se lo que quiero, y a quien deseo. Pronto, el silencio domina el ambiente. comienza a tocar un hombre encorbatado en un piano de cola. Es una Bossa Nova. Las luces se apagan, y en el centro del local un único foco ilumina una cortina, y de ella, apareces. Vistes un traje rojo como la sangre que corre por tus venas, tus labios color carmesí incitan al pecado y tu maquillaje es sencillo, pero estratégicamente planeado para centrar la atención en tus ojos, ojos amielados mas profundos que el golfo de México. Comienzas a cantar con esa voz de pajarito que me enloquece. Ves a tu alrededor mientras la suave melodía hipnotiza a todos los presentes, a todos menos a mi, yo no caigo en tus trampas y lo sabes, solo sonrío y apuro mi trago de whisky sin perderte de vista. Tus hermosos pies, dignos de una musa romana, están apretadamente acomodados en unos tacones del mismo color que tus labios, caminas como solo los felinos saben hacerlo. Te mueves de un lado al otro del escenario procurando no verme, sabes que estoy ahí, tratas de ignorarme ¿Por qué negar lo inevitable? Sabes que tarde o temprano necesitaras verme. Lo necesitas como necesitas respirar o comer, pero soy paciente, no he perdido mi sonrisa y ya tengo otra copa en la mesa, puedo esperar toda la noche. De pronto, hay un cambio en la musica, se empieza a volver mas sensual, mas intima, justo en el momento cuando empezaste a sentirte cómoda ante tantas miradas. Bajas de la tarima y comienzas a caminar entre el bosque de sillas y mesas. Aun no me has visto, pero sabes que estoy ahí, justamente en esa esquina a la que aun tu valentía no se atreve a desafiar. Miras a los hombres, guiñas a las mujeres, mientras cual flautista de Hamelin moderno los llevas a un mundo donde tu eres la diosa, caso error, tu no eres una diosa, yo soy tu dios, y no quieres saber de nadie mas. Luego de haber jugado con todos, te das cuenta de lo inevitable, tienes que ir a verme, caminas como si no me conocieras, como si fuera un cliente mas, pero el brillo de tus ojos, lo conozco, dicen lo mucho que me conoces, temes y adoras. La canción esta llegando poco a poco a su fin, tu lo sabes, conoces hasta cuantos pasos me separan de ti, y al acercarte a mi mesa, te montas sobre ella cual gata corriendo a su amo, primero veo tu pierna izquierda por entre el vestido, luego la derecha, y quedas como los perritos con la colita moviéndose de felicidad por la presencia de la mano que le da de comer. Las ultimas letras de la canción me las susurras al oído, mientras la musica va apagándose junto con las luces. Y ahí, en la total oscuridad, me besas los labios, yo respondo a tu beso acariciándote el cabello secado hace solo veinte minutos, y sonrío.... Esta será una buena noche sumisa.
En la Oscuridad II Del lado de Ella. Eran las dos y quince. -El tiempo si pasa lento. Ya estaba cansada de estar cautiva en esa cárcel de barrotes de vidrio y de uniformes de tacón. Había empezado a odiarla y a aceptarla todos los días como parte de su monotonía cotidiana, pero hoy era viernes y ella tenia algo que hacer. -¡Esta noche voy a cantar! Era su único pensamiento en esas horas interminables. Las tres y media. Estuvo todas las noches de la semana ensayando la única canción que cantaría. No importaba que fuera solo una o un millón, quería cantar. El uniforme se convierte en sauna -Y el maldito reloj no se puede apurar. Son las cuatro y cuarto. Termina el articulo para mañana, apurada. Termina, por fin, y lo entrega a su superior -Que lo publiquen así, total, a nadie le interesa. A ella solo le importa saber que camina fuera del infierno, sale a la calle, y llama un taxi. -A donde la llevo señorita. -A la castellana, por favor. Se acomoda en el asiento y piensa, piensa, piensa, hasta caerse dormida. Para cuando despierta ya están casi en la entrada del local. -Déjeme aquí. Tome, quédese con lo que sobre -Pero señorita, esto es mucho dinero.... Ya cerro la puerta del taxi y se dirige al interior del local. Se introduce en el camerino privado donde comparte su privacidad con todas las bailarinas de esa noche, y de noches pasadas también. Se desnuda, se contempla al espejo. Busca el traje que escogió para esa noche. Ahí esta, rojo, como la sangre de sus venas. Recuerda que solo tiene que ponerse el traje, y solo se pone el traje. Esa fue la primera orden que recibió de El. A pesar de habérselo dicho como en broma, fue la única de todas que no se atrevió a desafiar, solo no volviste a usar nada abajo. Vuelves al espejo. Te miras, vuelves a mirarte, te besas, te peinas, y escuchas la voz del chino diciendo -sales en cinco minutos. -¡Cinco minutos! Maldición no he hecho nada. Corre como si de eso dependiera su vida y trata de medio arreglar todo lo que le faltaba. Se medio peino el cabello, se medio acomodo el traje, medio tomo agua, medio se perfumo con ese perfume medio original. Hizo tantas cosas a medias que termino sin hacer nada. Pero ella sabia que a El le gustaría. Le gustaría que no tuviera que decidir ni en las cosas mas elementales. -Para eso te tengo a ti, no es cierto. Ya tienes que salir. Como puedes te pones los tacones rojos, como el resto de tu cuerpo, y corres hacia el escenario. Tenias los ojos cerrados, y al abrirlos, ahí estaba el. Del Lado de El Seguí sentado en la mesa bebiendo otro vaso. Observaba a las bailarinas del escenario y a los buitres a sus pies esperando un descuido que no ocurriría. Patético. Esa imagen me revolvió el estomago. Decidí que era tiempo de irme. Pague mis tragos, y me dirigí a la salida. Patético. Unos perros con la lengua afuera viendo a una de ellas mover sus caderas. Otros entregándoles cantidades ostentosas de dinero esperando alguna respuesta. Llegué al estacionamiento. No recordaba donde había dejado el carro. Lo recorrí por completo hasta toparme con el. Y sonrío. Ahí estaba Ella. Frente al auto con la cabeza baja, y ese escote rojo. No me asombra para nada, sabia que estarías ahí, me lo dijiste sin hablarme cuando estuviste en mi mesa, me lo insinuaste con cada palabra que pronunciabas al cantar, sabia que estarías ahí y que me esperarías toda la vida. Me acerco y beso tus labios. En ningún momento levantas la mirada, no te atreves a verme. Solo respondes a mis labios con unos aun mas fogosos. Me alejo de ti, rodeo el carro( dije carro, quise decir camioneta), abro la maleta. Te colocas a mi espalda. Me volteo. En dos movimientos de manos tu traje cae en todo su esplendor y llega a tus pies. Te observo largamente. Tus mejillas se ponen color cereza pero no te mueves. Me alegra que lo entiendas. Te levanto y te coloco con cuidado en la parte de atrás del carro. Así, sin nada que te cubra y me nuble la visión. Tomo tu vestido. Enciendo el carro. Me alegra saber que estas ahí. Aunque no te pueda ver desde donde estoy, se que estas ahí. Quizás llorando, pero no de tristeza ni de miedo, sino de alegría por lo que eres. Salgo y tomo la autopista. Estoy muy feliz y tu también. Esta sera una noche divertida sumisa....
La incomoda posición en la que te deje no impidió que te quedaras profundamente dormida. Boca abajo, amordazados tus preciosos labios de cristal. Yo, a tu lado, te admiro. Tu cabeza reposa en mi brazo. Tu rostro cansado demuestra la increíble calma interior en que reposa tu alma. Esta noche me volví adicto. A ti, a tus labios, a tus gritos, a tus gemidos, a tus suplicas, a tu cuerpo. Me hice adicto a tenerte solo para mi. A hacer contigo lo que me plazca. A no recibir nunca de ti un no. A sentirme completo. Disfruto tu respiración en mi brazo. Disfruto ver tu pecho respirar."Ahora te sientes mejor", pienso. ¿Que soñaras?¿Que tendrá tu cabecita pensadora en estos momentos entre manos? Me divierte pensarlo. Pero tu mente, tu mente. Es el único lugar que no puedo dominar. Subyugare tu cuerpo, humillarte tu alma. Pero nunca sabré lo que piensa tu mente. Me deprimo por un segundo, y vuelvo a sonreír. No necesito saberlo. Eres un libro abierto para mi. Ya esta amaneciendo. Levanto tu cabeza de mi brazo, y en su lugar, coloco una almohada para que te acompañe. Me visto mientras te veo. Me encantaría verte así el resto de mi vida. Abro la puerta, y me voy. De los dos lados. Era difícil recordar la cadena de eventos que me llevo a este punto. Aquí, atada,me hizo pensar por un momento que mi vida nunca existió. Que mi única realidad era haber estado en esta posición toda la vida. Pero no, los recuerdos empiezan a llegar. La oficina, el club, la camioneta, la desnudez. Todo empezaba a cobrar sentido. Era ahora o nunca. Trate de recordar. Nunca supe a donde me llevo ese vehículo. Mi realidad, eran las cuatro paredes de esa maleta y nada mas. Semanas, días, horas o quizás minutos después nos detuvimos. El, abrió la puerta. Y me coloco un collar en el cuello. Tenia mi nombre en el, y una cadena. Sin decir palabra me invito a bajar. Pero usando mis cuatro extremidades. Fue toda una prueba para mi hacerlo. Al bajar, siempre en cuatro patas, me fue adentrando en un mundo completamente ajeno para mi. Desde esa posición, todo se veía diferente: mas grande, mas imponente. Con cada paso mio, me sentía mas pequeña, mas diminuta, mas sumisa. En la completa oscuridad nos detuvimos. Abrió una puerta. Y entramos. La lleve al cuarto especial que había construido solo para este momento. Verla ahí, abajo, me encantaba. Con la cadena la guié a mis zapatos, los lamió. Te deje ahí. Tendida, como la alfombra mas preciada del universo. Me dedico a encender las velas. Una por una ,sin prisas. Hay mas de cien por todo el cuarto. Al terminar te llevo al centro del mismo. Una cama es lo único que alumbran las velas, así lo diseñe. Te acuesto en ella. Mis nervios no pueden traicionarme. ¿Que va a hacer?¿Que es este lugar? Son preguntas que carecen de sentido. El solo, es el sentido. Lo que el haga sera la respuesta a cualquier pregunta. "Deja de pensar", me pidió. Es difícil. Concentrarte en sentir, es aun mas difícil. Estoy acostada en una cama completamente blanca, al menos así lo dice la luz de las velas. Veo como El se mueve a mi alrededor. No me muevo, me concentro en sentir. Sus eternas enamoradas, las cuerdas, comienzan a besar mi cuerpo. Amarra mis manos detrás de mi espalda, en forma de cruz. Mis piernas son atadas a cada extremo de la cama. Me siento crucificada. Sigo sin moverme. Se acerca a mi oído y pronuncia unas palabras que jamas me atreveré a repetir. Y comienza. Una vela blanca se pasea por mi piel. Y sucede, la primera gota de cera cae acertadamente en mi pezón, tiene buena puntería. No es la única. Una ametralladora de gotas caen por toda mi piel. A cada disparo respondo con un retorcijón inútil de mi cuerpo. Inútil, nunca podre ir a ninguna parte. Me voy a quedar aquí. Mi única vía de escape son los gemidos que no puedo reprimir. Le encanta escucharme gemir. No se detendrá nunca. Verde, ahora verde es la vela. Me convierto en un lienzo embellecido por un artista. Arte, si, en eso me convierto, en un arte viviente. Ya en mis senos se han posado tres colores diferentes (nunca sentí cuando uso la vela roja) y mi pubis es morado vela completamente. Al terminar su obra de arte, me besa. Me desata, no, no lo hará, solo me cambia de posición. El nuevo lugar para este adorno es de pie, con las manos paralelas detrás de la espalda y los tobillos unidos por las cuerdas. Malditas cuerdas. Se sienta en frente a mi y me disfruta. No me atrevo a mirarlo. No me atrevo a moverme y destruir su obra maestra. Me estoy cansando y aun así no me muevo. No me movería ni aunque de eso dependiera mi vida y el lo sabe, por eso sonríe. Me besa nuevamente, sus besos son un premio para mi, indefensa, disminuida, sumisa. Me desata, es el fin, no, es el comienzo. Fui libre tan solo unos segundos, mientras me moldeaba de nuevo a su antojo. Me sentía como arcilla, y me gustaba. Esta ves, ato mis manos a mis pies por detrás de mi espalda. Quedando como una especie de triangulo con mi vientre como base, y los dedos de mis pies como vértice. Aun así, mis piernas quedaron abiertas dejando ver mi pecado. Así me mantuvo mientras me invadía por completo. Pero yo lo deseaba, ser invadida por ti seria el mayor honor que me hayan concedido en mi vida. Mis piernas me dolían, mis manos se habían entumecido, mi boca estaba reseca, pero mi cuerpo pedía mas. Pedía mas de tu inclemencia, de tu egoísmo. Pedía seguir sufriendo, seguir llorando. Te pedía a ti. Perdí la cuenta del tiempo que fui violada. Aunque el termino violación no pueda aplicarse en este caso. A la final, yo no era mas que una masa bella de cera, sudor y deseos. Tu, en cambio, nunca perdías tu porte imponente, jamas. Me liberaste tan solo para colocarme en mi posición final. Me ataste dejándome como una rana, mis piernas flexionadas en forma de v, boca abajo, y mi cabeza contra tu suave piel. Me acariciaste la espalda dulcemente, tan dulce, tan cómoda estaba, que termine por quedarme dormida, inmovilizada me sentía segura, tu me dabas la seguridad que busque toda mi vida y jamas conseguí hasta este preciso momento. Tu, me hacías feliz. Para cuando desperté ya no estabas, mi única compañía eran las velas agonizantes, y esa maldita oscuridad que poco a poco se iba apoderando del lugar. Empecé a asustarme ¿Donde estabas?¿Por que te fuiste de mi? No podía ver mas allá de las velas, no podía moverme, por mas que lo intentaba. ¡No me dejes sola!¡Te lo suplico! Pero era en vano, el no estaba siquiera cerca. No supe que hacer. Trate con todas mis fuerzas de liberarme y lo único que conseguí fue cansarme mas. Trate, trate, trate, Dios sabe cuanto trate. Poco a poco, la oscuridad se iba acercando a la cama. Centímetro a centímetro sentía como lo iba engullendo todo. Se iba acercando a mis pies. Trate de evitarlo pero no podía. Había empezado a consumirme la noche. Y de repente. La puerta se abrió. Al principio, no pude distinguirlo, pero luego sabia que era el. Tenia en la mano una bolsa de comida rápida, y sonreía como nunca antes lo había hecho. Al verme, se acerco, me beso, y al oído me dijo "Feliz aniversario sumisa", y al fin, fuí feliz.