En la oscuridad...

En la oscuridad...

Hola mi nombre es Ana Laura, soy una profesional de 30 años. He tenido algunas parejas sexuales con las que creí haber experimentado lo máximo del placer compartido. Me considero una mujer bastante abierta en la cama, con algunas preferencias si de elegir se trata. Digamos que: lo normal.

Hace casi un año , una noche de verano , luego de hacer un largo trayecto en colectivo, llegué al barrio de Coyoacán buscando la casa de un compañero de trabajo que estaba enfermo. Yo me había ofrecido gentilmente a llevarle unos papeles que dejó olvidados en su escritorio, a pesar de que esa zona estaba un poco lejana y ya era de noche.

El colectivo me dejó en una calle oscura y comencé a caminar un poco asustada, intentando encontrar la dirección hacia la que me dirigía. Esa noche hacía frío y la zona me resultaba un tanto sórdida, por eso estaba nerviosa y con la necesidad de encontrar pronto la casa de mi compañero.

Les cuento que hay mucho de mi figura que llama la atención, mi larga y negra cabellera llena de rulos, en contraste con una piel muy blanca. Tengo pechos medianos, no exagerados, pero si voluptuosos, soy de mediana estatura y de contextura normal. Llevaba puesto un jean clásico, una blusa negra ajustada, botas de taco ancho y alto, una chaqueta corta de gamuza y una mochila de color rojo.

Con un papel en la mano, donde estaba escrita la dirección y mirando con dificultad la numeración de las calles por la escasa luz, me detuve unos metros antes de llegar al lugar indicado. Veo que en la puerta del mismo se encuentran conversando animadamente dos hombres muy guapos, de unos 28 años aproximadamente. Tenían puesta ropa de trabajo y compartían una botella de Coca-Cola.

Al acercarme a ellos e intentar pedirles permiso para tocar el portero eléctrico del edificio, me miran fijamente y no me permiten el paso. Automáticamente temblé y pensé que querían robarme, así que intenté instintiva e imprudentemente dar media vuelta y salir corriendo. Pero uno de ellos me toma de la cintura, me acerca hacia él y me dice al oído que no tenga miedo, que simplemente desean estar conmigo un rato, que me habían visto caminando por el barrio y les había parecido muy atractiva. Me transmiten sus ganas de disfrutarme de una forma íntima, secreta y para eso necesitaban que yo estuviese de acuerdo, sino se iban a encargar forzosamente de convencerme.

Yo estaba confundida: no entendía si lo que estaba a punto de ocurrir era una violación o estaban pidiendo permiso para cogerme. Eran dos hombres muy hermosos y diferentes para mis esquemas mentales. Jamás en mi vida había compartido sexo con más de una persona. La idea comenzaba a excitarme un poco. Ambos tenían la piel apiñonada, el pelo muy corto y negro, eran altos y corpulentos, debían hacer bastante gimnasio. No se mostraban agresivos, ni aparentaban estar armados, sólo me transmitían con sus ojos, sus palabras y todo su cuerpo que me deseaban y que los calentaba demasiado estar en una calle prácticamente a oscuras, sin personas a nuestro alrededor, en la entrada de un edificio con las puertas abiertas y con una mujer a la que presionaban para hacer con ella lo que les viniera en gana y que ella dejara traslucir que más que miedo sentía curiosidad y excitación.

Les pregunto en voz baja qué es lo que quieren hacer conmigo y me dicen que prefieren mostrármelo antes que contarlo, que no me van a hacer ningún daño, todo lo contrario, que voy a gozar muchísimo de lo que experimente con ellos, pero sólo si me relajo y me entrego. Les digo en un tono firme que no estoy de acuerdo, que prefiero regresar a mi casa o entrar al edificio. Los dos hombres se acercan y me susurran que no me lo van a permitir sin antes regalarles unas horas a sus deseos.

No sé por qué no intenté gritar, ni huir, ni siquiera agredirlos. Sólo me dejé abrazar por los dos y ser llevada a un rincón oscuro debajo de la escalera del edificio, donde nadie podía vernos, ni se escuchaba absolutamente ningún ruido. Los hombres se presentaron mientras se quitaban sus camisas: uno era Art y el otro Axel. Axel se acomodó parado contra la pared, mientras me tomaba de la cintura y acercaba su boca a la mía. Art me abrazó por detrás, apoyando todo su cuerpo en el mío, quedando yo en el medio de estos dos apetecibles especimenes masculinos. Art me quitó la mochila y la chaqueta, tirándolas al piso, mientras Axel pasaba lenta y dulcemente su lengua por mis labios, el interior de mi boca, mi cuello, mis orejas y toda mi cara. Yo sentía la pija grande y erecta de Art apoyada en mis nalgas y la pija erecta y aún más grande de Axel en mi pubis. Mi cabeza se nubló de todo pensamiento, sólo me solté a disfrutar de lo que me estaba ocurriendo e intuía que estaba por suceder.

Mis pechos estaban duros y mis pezones muy erectos, sentía mi bombacha empapada y que no podía moverme por encontrarme en el medio de dos cuerpos calientes que se aferraban al mío. Art desde atrás comenzó a acariciar mis pezones y a moverse con cierto ritmo golpeando mis piernas y mis nalgas. Axel me desprendió el cinturón y el botón de mi pantalón. Bajó despacio el cierre y luego dejó el pantalón a la altura de mis tobillos. Metió suavemente su mano dentro de mi bombacha, hasta llegar a mi vulva húmeda, que latía ya casi de dolor, buscando mi primer orgasmo. Apenas rozara mi clítoris con sus dedos, yo iba a gritar y a retorcerme de placer, y lo hizo... Sentí una oleada de energía que recorría mi espalda, que no me permitía abrir los ojos. Art mientras tanto desabrochó mi corpiño y agarró mis tetas con sus manos y las masajeaba como un experto, sus dedos índice y pulgar erectaban mis pezones rítmicamente, su mano derecha bajó hasta mi vulva y se humedeció en ella para volver a acariciarlos. Yo sentía que de tanta excitación mis tetas iban a estallar, saliendo también de mis pezones algún jugo que aún mi cuerpo desconocía. Mientras tanto yo sentía como las pijas que me tenían aprisionada latían y estaban tan duras que iban a reventar los pantalones de sus dueños.

Cuando Axel introdujo dos de sus dedos en mi vagina a la vez que succionaba con hambre una de mis tetas, tuve mi primer orgasmo en el que creí desmayar y no paraba de temblar. Luego me dieron vuelta y ahora tenía a Art frente a mí, que me dio un beso apasionado en la boca y mordía muy despacito los labios y enroscaba su lengua larga y movediza con la mía. Se agachó y me ayudó a quitarme las botas, las medias y el pantalón, eso hizo que quedara aún más pequeña al lado de esos monumentos humanos. También me quitó la bombacha y comenzó a acariciarme los pies, a besármelos, a lamerlos, mientras Axel me quitaba la blusa y el corpiño.

Art recorría con su hermosa lengua mis muslos y mi entrepierna, mientras yo esperaba ansiosa que llegara hasta mi vulva. Lo deseaba terriblemente, sufría sintiendo cómo besaba mi bello púbico y los labios, pero no se acercaba a mi agujerito. Yo estaba cada vez más mojada y caliente. Entonces Axel se agacha y besa mis glúteos y los acaricia mientras los abre con cuidado. Y como si se hubieran puesto de acuerdo en los tiempos, siento una lengua penetrando mi ano y succionándolo y a la vez otra lengua muy larga penetrando mi vagina y unos labios succionando de a poquito mi clítoris. No podía sostenerme en pié de la excitación. Tenía sensaciones completamente nuevas, únicas, increíbles. Había dos hombres desconocidos, arrodillados dándome sólo placer, con una imagen ruda pero siendo cuidadosos y tiernos. Siento que voy a tener un orgasmo explosivo y comienzo a acariciarme las tetas y me las aprieto con fuerza y rozo mis pezones en círculo con las palmas de mis manos, y comienzo a gemir, a temblar, a gritar... Cuando me incorporé sólo deseaba tener esas vergas penetrando todos los orificios posibles de mi cuerpo, pero antes que nada quería verlas erguidas, quería tocarlas y sobre todo chuparlas con ganas.

Bajé el cierre del pantalón de ambos hombres a la vez y metí mis manos para agarrar esas bellezas tiesas y mojadas de lubricación. No llevaban puesto más que sus pantalones, así que se los bajo y ellos se los sacan. Me arrodillo, lleno de saliva mi mano y mientras masturbo a Art lentamente, abro la boca bien grande para introducirme despacito el falo enorme que tiene Axel. Lo chupo, lo recorro con mi lengua, lo succiono y lo meto hasta mi garganta escuchando como Axel gime y empuja suavemente mi cabeza con sus manos siguiendo un ritmo que hace que mi boca se llene de saliva y lo empape y se mezcle con su lubricación. Giro mi cabeza y beso, lamo, succiono los testículos de Art, mientras mojo mi dedo índice y juego con su ano y me pide más de eso, que tanto le gusta. Subo hasta su pija, él la sostiene y se la chupo frenéticamente, parando de a ratos y lamiéndosela por entero, quedándome en su cabeza que está a punto de estallar. Nunca dejo de masturbar lentamente a Axel, que tiene sus piernas separadas y está recostado contra la pared con los ojos abiertos mirando la chupada que le hago a su amigo.

Los dos me levantan, porque no quieren que sus vergas exploten ahora. Axel me toma de la mano y me lleva a un lugar en el descanso de la escalera que da al primer piso, mientras Art nos sigue con mi ropa en sus manos. Allí Axel se acomoda y se sienta con la espalda en la pared. Me pide que abra mis piernas y las coloque a ambos lados de su cuerpo y que acerque mi vulva a su boca. Comienza a mojar con mucha saliva la entrada de mi vagina y luego me pide que la abra con mis manos, que me siente arriba de su verga, y me la vaya introduciendo muy de a poquito: primero la cabeza, jugando con ella en la entrada y luego toda entera adentro. Mientras lo voy haciendo él me toma del cabello, ya estoy sentada completamente en el pubis de Axel y me muevo con fuerza y grito de placer, siento que su verga hace doler mis ovarios y me gusta y un orgasmo aparece, no puedo controlarlo y tapa mi boca con su mano para ahogar mis gritos. Art abre sus piernas y las coloca a ambos lados de las de Axel. Se arrodilla, abre mis nalgas y comienza a chupar y llenar de saliva mi ano que se dilata y se calienta para él.

Apoya la cabeza de su pija en el orificio ya lubricado y comienza a empujar, muy despacio, haciendo movimientos cortos, mientras Axel en mi vagina lo acompaña al mismo ritmo. Axel se aferra a mis tetas mientras Art lo hace a mi cintura y los dos manejan mis movimientos. Comenzamos a gemir y a gritar y a pedir y a suplicar por más de lo que estamos sintiendo. Un gran orgasmo se aproxima y a la vez no soy dueña de mi ser, no puedo manejar, ni decidir nada, sólo sentir y dejarme llevar por esta energía increíblemente placentera. Mis manos se aferran al pecho de Axel. Las vergas que me penetran comienzan a sentir las contracciones de mis músculos, de mi vagina caliente, y se ponen más duras y están latiendo a punto de explotar y cuando yo grito de placer y dolor y mi orgasmo hace que no pueda dejar de moverme, siento como ambos se retuercen acabando a la vez, chocando sus pijas a través de mi cuerpo, llenándome de leche, perforando mis sentidos.

Nos quedamos unos minutos así, ellos no dejaban de estar dentro de mí y continuaban moviéndose muy despacio. Estábamos llenos de sudor y yo sentía como entre mis piernas caían hilos de líquidos que se mezclaban y olían a sexo. Art no dejaba de besarme la espalda, también me abrazaba y acariciaba mis tetas. Axel tocaba mi cara, me acercaba y me daba pequeños besos en los labios y corría mi pelo ya mojado, que nunca dejó de rozar su pecho.

Cuando intento pararme y separarme de ellos, no me lo permiten. Me dicen que me van a limpiar completamente, que sus lenguas se van a encargar de no dejar ningún rastro de líquido. Y así salen despacio de adentro de mi cuerpo, me acuestan boca arriba en el piso y los dos comienzan a chupar cada centímetro de mi piel, a lamer, a succionar, y yo comienzo a excitarme nuevamente, cada vez más, y se cruza por mi mente la idea de que esa noche no terminaría jamás...

En el descontrol de la excitación alcanzo a decirles que mi vejiga me pide orinar, que no aguanto más las ganas de hacer pis, que tengo que ir urgente a un baño. Al regresar, no alcanzo a decir nada, Axel comienza a masajear mis pies y abre cuidadosamente mis piernas. Yo sigo acostada boca arriba y Art humedece dos de sus dedos en mi vagina y los apoya en mi clítoris hinchado de excitación. Me masturba lenta y cuidadosamente con una mano y con la otra acaricia mis tetas, mete sus dedos en mi boca y yo los chupo, los mojo y los vuelve a poner en mis pezones, para acariciarlos hasta estar bien erectos. Comienzo a retorcerme en el piso, los masajes en los pies son placenteras torturas que me llevan a pedir más y más. Les aviso que estoy a punto de tener un orgasmo. Los dos alientan ésta situación y es allí cuando Axel deja mis pies e introduce dos de sus dedos en mi vagina y empieza a hacer movimientos dentro de ella, mientras Art acaricia con la yema de los suyos mi clítoris.

Cuando no puedo más me retuerzo y comienzo a gemir y mi orgasmo es interminable y mojo las hábiles manos de estos hombres y disfruto de un placer jamas experimentado.

Quedé acostada en el piso, exhausta, empapada y feliz, mientras Art me propone que entremos a su casa (él es el dueño del penthouse junto con su hermano Axel) así puedo ducharme, vestirme y tomar un café con ellos, charlar de algunas cosas y por qué no programar un próximo encuentro... ¿Mi compañero de trabajo...? Le pasé sus papeles por debajo de la puerta, con una notita que decía: "No quise molestarte. Te dejo tus cosas. Fue un verdadero placer haber llegado hasta tu casa. Nos vemos en la oficina.