En la oficina, por fin tuya, munay.
Llegaste a mi oficina de imprevisto, me invitaste después de un juego de insinuaciones y provocaciones a jugar y lo que era un intercambio de vestimenta, se convirtió en un maratón de caricias, besos y orgasmos al por mayor.
Saludos, abrazos y besos a todas y todos.
Sé que fue solo un sueño muy largo, pero tenía que relatarlo, y espero seguir soñando así.
Cómo y cuando llegaste a México, no lo sé, seguramente por la aparición de la nueva cepa del maldito Covit, ante la 5 ola necesitábamos toda la ayuda médica posible, seguramente por eso fuiste sacada de tu retiro como Médica, y te transladaste como Consultora de Salud desde tu muy lejano país que es la República Oriental del Uruguay. Nosotras éramos amigas cibernéticas desde hacía un poco más de un año, la lejanía propiciaba que nos contaramos cosas sin vergüenza alguna amparadas tal vez por la distancia y por un velo de anonimato, que hacía que compartieramos experiencias de nuestro pasado y anhelos del presente, y deseos de un futuro cercano.
Sabíamos muchas cosas de nosotras, no había existido censura ni límites en nuestros correos, wps, ni vídeo llamadas. En ocasiones parecíamos unas pendejitas menores de 20 años y no las mujeronas que somos en realidad, tu retirada de tu profesión de Medicina, me llevabas pocos años a mi próxima llegada al Quinto Piso (estoy muy cercana a cumplir 50), y yo Socia de un Despacho de Consultoría Empresarial. Ambas vistieramos lo que fuera, derrochabamos sensualidad, a pesar de nuestras serias prendas usadas en horas de oficina.
Tu labor en el Ministerio de Salud, quedó interrumpida por una cancelación de último momento en una junta, la cuál seguro hubiera durado varias horas. Con el tiempo inesperadamente libre, decidiste visitarme en mi Despacho. La recepcionista me avisa por wp: "La Doctora Susan Alferez, la busca". Que pase enseguida, contesté pronta. Yo como siempre tenía mi escritorio con papeles regados por todas partes, como si no viviera en la era digital, además mis 2 celulares sonando a cada momento. A lo lejos te veo venir, eran pocos metros de distancia pero me dió tiempo de seguir tus pasos, miraba tu meneo de caderas, el movimiento de tu cabello, el Bamboleo de tus grandes pechos. El color de tu piel había adquirido un bronceado gracias al sol del norte de México, hoy en especial estabas radiante, tu piel parecía que hablaba, provocaba en mí un sonido musical que solo yo podía oír, en ese breve espacio de tiempo, parecía que podría sentir el roce de tu cabello, y ver el movimiento de tus caderas y la figura de tus nalgas a pesar de que te veía venir de frente. Me encanta el calor de tu sonrisa, simpática, alegre, bulliciosa y a pesar de tus silencios hoy tu sonrisa era muy provocativa.
Siempre me comportó muy ecuánime, y más en horas de oficina, me di cuenta de que estaba con la boca más abierta de lo normal, y eso me desconcertó, mis brazos y piernas al verte los sentí más relajados y cómodas como solo en noches con mi Negro Pervertido. Sin embargo y solo cuando Imanol me visita, esta vez al verte tuve la sensación de relajo y libertad que pocas veces me regaló a mi misma en mi Consultoría, ahora en mi oficina era un escenario que era llenado por las sensaciones de Bienestar, Placer y Ensoñación. Pero no era nada de mi quien me tenía así, ERAS TÚ, la que me tenía apendejada, atontada, atrevidamente desatendida mis pendientes y restaba atención a la montaña de papeles.
Era el recuerdo de tu piel, de tu boca y lengua, de tus dedos, de tus piernas, de tus tetas, de tu vulva, de tu culo. Tenías ya varios días en mi departamento y cada día eras más cálida, más cercana, más cómplice y más misteriosa, cómo es que llegabas de imprevisto, como sabías que cuando me anunciaron tu llegada yo estaba pensando secretamente en tí.
Apenas una hora antes había comido algo ligero cerca de la oficina, y al morder la comida eran claros en mi mente oír salir de tu especial voz gritos y susurros de placer de las noches anteriores. Miraba mis dedos impregnados de los aderezos de mi ensalada, y los lamía de forma lasciva imaginándome tus fluidos vertidos en ellos en las noches anteriores. Mi comida era una locura...todo me recordaba a ti. A pesar de que no estabas conmigo en ese comedor, estaba unida contigo en mi deseo. Y cuando ordene el postre final, lo devoré literalmente como si estuviera prendida a tus pezones, y de que de ahí sacara la crema batida de mi postre, con mi lengua restregaba los últimos rastros del recipiente como lo hice con tu vagina y con tu culo. El pobre mesero cuando me llevo la cuenta no podía ocultar su erección, seguramente había dado yo todo un show en mi forma de comer ese día.
Al entrar descubrí en tus manos dos recipientes del Starbucks, Gracias y te saludé con sendos besos en tus mejillas. Te ofrecí indebidamente un cigarrillo, sabía que no debías fumar, pero me daba mucho morbo, el saber que algo mío, en este caso un simple cigarrillo, estaría besando tus labios en ese momento, accediste y leyendo me la mente solo le diste una ligera fumada, pero tú lengua recorrió el filtro y la totalidad del veneno envuelto en papel arroz, hasta dejarlo empapado de saliva. Me dejaste mojada, me sentí follada, me imaginé lo que sintió Frida Kahlo cuando conoció a Chavela Vargas, y que con esa primera mirada se sintió amada y cogida al mismo tiempo.
Tus ojos tenían un brillo de sensualidad, tus manos tenían movimientos que parecían gesticular al mismo tiempo ternura y energía, esos aparentes movimientos bruscos de tus manos hacían que tus pechos se moviera al ritmo de sentimientos y acciones, lo delgado de la tela de tu bra y de tu blusa dejaban adivinar tus pezones, tus ojos me mandaban mensajes de no sé que, serían recuerdos o serían deseos. Cruzabas y abrías las piernas mostrando agilidad y erotismo, eras una Felina.
Tus fuertes piernas , estaban abrazadas con pantalones en color claro que hacían lucir tus extremidades, tu tracero y tú vulva palpitante. Mis piernas, vestidas de naylon negro y falda de lápiz en color gris, que hacía resaltar el enorme y redondo Culo que tengo. Mis pechos y cafés pezones, se levantan para observarte, escucharte, gozandote con tu respiración agitada que denota un nerviosismo como el mío, ambas nos estremecemos con la presencia mutua. Te levantas de tu asiento y te acercas a centímetros de mí, con tus manos acaricias suavemente mis medias, adivino que dices que son lindas, me ayudaste a levantarme. Aproveché para cerrar cortinas y poner el seguro en la puerta, tu traviesa, vuelves a quitarlo. Al oído me solicitas un capricho:. Querías ponerte mi ropa y que yo usará la tuya, era un juego de viejas maduras, divertida accedí.
De manera nada delicada, más bien brusca o desesperada, así como es mi deseo por tí, por tu cuerpo, por tus valles y ondonadas. Después de igual manera eran mis osadas palabras, audaces como lo que empezábamos hacer en mi oficina. Ahora hacíamos patente en acciones lo que minutos antes eran insinuaciones. Teníamos que disfrutarnos, habíamos soportado tanto tiempo, tanta espera....
Te desabrochaste tu pantalón, tus caderas estaban a la altura de mis ojos, mi deseo lésbico era más fuerte que nunca, tu mirada lujuriosa se posaba fijamente en mi rostro, mientras tus manos deslizaban tu pantalón hacia abajo, una fina tela blanca cubría apenas tu cueva, te mostraba más linda que una noche estrellada con tequila y bellas canciones, te tocaba y era como hacer alcanzables a las estrellas, tu vulva brillaba ya con tu humedad, tu deseabas jugar a cambiarnos de ropa y yo deseaba CAMBIARME EN TI, MONTARTE Y CUBRIRME EN TI, RESPIRAR EN TI, GRITAR Y GEMIR EN TI, ABANDONARME Y VENDERME EN TI, VENIRME EN TI... alcanzarte, fundirte...
Te acercaste como leona a su presa, yo quieta quería ser comida, devorada por tus dientes y boca. Me tomaste por la cintura y me desarmarse, estaba regalada a ti, entregada, relajada y muy mojada. Quedé hecha la Mujer que tu quisieras. Mi falda no fue problema alguno, cubría ahora mis zapatos. Mis medias negras las rasgastes con tus uñas de gata, y se abrían desechas para mostrarte mi piel y vulva como si fueran secretos...suavemente metiste mano en mi toda, me terminaste de desnudar toda, no sé cuántas manos tenías, las sentía por todos lados, las dos ahí babeando por todos lados, más calientes que nunca antes, casi desnudas, casi descubiertas por quién estaba afuera de mi oficina, casi en éxtasis, casi plenas, casi amantes eternas, casi todo... Estábamos despojandonos ya de la ropa interior, y besándonos lo mismo las manos y dedos que brazos y cuellos. Al abrazarnos y enlazar nuestras lenguas nuestros senos tenían su propio juego privado, levantados, deseosos se elevan como queriendo tocar el abanico de techo. El sabor de tus tetas me hacía volar, éramos dos mujerones maduras en un frotamiento lésbico y exótico.
Era feliz, esta vez no eran las manos negras de mi hombre, ni las mías las que me desnudaban, eran por fin tus manos de felina...no eran mis dedos los que explotaban mis solitarios y húmedos secretos, eran los tuyos...no eran mis labios superiores e inferiores los que tocaban mis dedos, eran los de una mujer igual que yo de cachonda, sin edad, sin prejuicios, y no eran ahora mis orgasmos los que mis dedos profundizaban, eran tres o casi la mano completa en tu hambrienta panocha, era uno o dos dedos clavados en tu culo, eran mis dedos sacando jugos en otro cuerpo de mujer, y no era el mío. Lo que si eran de nosotras eran los quejidos y venidas que se fundían en ese encuentro de una tarde de miércoles cualquiera. El calor del encuentro nos juntaba como amantes eternas, como novatas en el ya largo recorrido sexual que cada una tenía. Ahora era mi boca que sembraba en tu bajos, todo ardía como la Roma de Nerón, nos sentíamos jóvenes de nuevo, todo era vértigo dentro de nuestras piernas.
Ya no había juego, no compartíamos la a ropa, sino saliva y venidas, compartíamos nuestras almas encueradas, cuánto teníamos ambas todavía por explotarnos ambas todavía... Lo mismo sentadas, como tijeras, acostadas, montadas, en lujuriosos 69s, tus orgasmos mojaban mis labios, los míos los tuyos. Estábamos juntas al Diablo el trabajo el resto de la semana. Lo importante era seguir con estos encuentros cóncavos. Al besarte te decía una docena de veces Munay querida Susan...
Hasta la próxima....
Soy Shalimar,
Mi correo es shalimardianac@gmail.com