En la oficina II

LA segunda parte de las cogidas con Alezandra, delicioso....

EN LA OFICINA II

La segunda ocasión el que tuve en mis brazos a Alexandra fue el día en que se festejaba el aniversario del despacho, la reunión tuvo lugar precisamente en la oficina, así que todo el personal estaba reunido y pasándola bien.

Cuando casi se terminaba la reunión, algunos ya estaban algo tomados, otros buscaban llevarse a alguna chica a la cama, entre ellos estaba yo, y los que son abstemios se preparaban para retirarse, pues bien, me encontraba platicando con ella, venía con un vestido algo ajustado, se le marcaban muy bien su trasero y pechos, zapatillas que contrastaban con su atuendo y medias con dibujo a cuadros, lucía bastante bien, se acercó un compañero que estuvo conmigo en la universidad y luego entró a trabajar en la misma oficina, se llama Jaime, creo que andaba con ganas de coger porque me dijo en secreto:

  • Se me antojan las nalgas de Ale, se ve que las tiene muy ricas.

Le dije a Ale que nos permitiera platicar un momento y nos alejamos hasta la ventana.

  • Pues tienes razón, están duritas y coge rico – respondí algo alegre por el alcohol que había tomado -, es bastante caliente.

  • ¿Ya te la llevaste a la cama? – preguntó con sorpresa.

  • No precisamente, pero ya conozco todo su cuerpo.

  • ¿Que pasó entonces? – su curiosidad era amplia.

  • Tuvimos un encuentro casual y me dio unas ricas mamadas y luego me la cogí en una silla, aquí en la oficina – mi mente comenzó a trabajar…

  • ¡Caramba!, jamás pensé que alguien se atreviera a tirarse a una chica aquí mismo – su asombro era evidente.

  • Mira Jaime – dije-, quiero que eso quede en secreto, sabes que soy casado y si se enteran en casa, me matan, ¿qué tienes en mente?

  • Nada del otro mundo, solo quiero saber que tal es en la cama, ¿es mucho pedir?

  • Pues trata de convencerla y si ella quiere, ¡adelante! – dije a modo de invitación.

Sabía que ella también andaba algo tomada, pensé que lo rechazaría sin mayor explicación, pero no esperaba la reacción de ella. La llamamos y cuando llegó con nosotros le dije:

  • Jaime desea preguntarte algo.

Volteó a verlo y esperó por la pregunta.

  • Quisiera saber…, es decir que… no se cómo decirte… - su nerviosismo estaba quitándole el habla -, pues… tal vez…

Como no podía articular la pregunta lo dije yo:

  • Quiere saber si ere buena en la cama, eso es todo.

Sonrió y volteó a verme, sus ojos estaban encendidos y pude apreciar algo de excitación en su voz.

  • Pues eso te lo puede decir él – dijo tomando mi mano -, ¿no sabes que somos novios?

El rostro de Jaime se encendió, trató de disculparse pero Ale lo detuvo:

  • Mira, no te apenes, nadie sabe excepto tú, así que por favor no lo comentes, creo que la primera vez que lo hicimos quedamos satisfechos los dos, y todo lo que hicimos fue tratando de complacer a la pareja, yo quedé llena, y a él lo dejé exprimido – finalizó acercándose a mi -, ¿verdad?

  • Cierto, me dejó seco y con ganas de llevármela a la cama otro día.

  • Entonces, sí eres buena cogiendo –comentó Jaime recobrando la compostura -, quisiera que me dieras una oportunidad.

  • Tendrás que pedirle permiso a mi dueño, solamente él puede decidir que hacer conmigo – respondió con seguridad.

  • Por mi no hay inconveniente pero, ¿estarías dispuesta a hacerlo con él? – ¡no lo podía creer!, Ale estaba dispuesta a hacerlo con alguien más.

  • Solo si estás también tú – respondió inmediatamente -, me gustaría que decidieras lo que me van a hacer.

¡Un trío!, eso sería excelente, podríamos dejarla satisfecha y divertirnos bastante.

  • Jaime, ¿nos vamos? – le pregunté directamente.

Con la expresión de calentura dibujada en le cara de los tres, nos despedimos y salimos directo a un hotel, Ale iba sentada entre nosotros y recibía con gusto las caricias que le dábamos, nos acariciaba las armas por encima de la ropa, de repente, bajó ambas braguetas y comenzó a mamar alternadamente las dos reatas que tenía a su alcance, por supuesto que las dejó listas para la batalla.

Al llegar al hotel le dimos una propina al encargado para que nos dejara entrar a todos en una sola habitación, entramos abrazando a Ale y tocándola por todos lados, ella ya se encontraba en un grado de excitación bastante alto, le bajamos el vestido hasta la cintura y quitamos el sostén que nos impedía chupar sus grandes melones, en cuanto los tuvimos a la altura de nuestra vista cada quién chupó un pezón, esto hizo que Ale gimiera de placer y nos pusiera más cachondos, bajó por completo su vestido y pudimos ver que solamente bajo las medias llevaba una minúscula y transparente tanga, el hilo dental se perdía entre sus grandes cachetes posteriores, las manos no tardaron en apoderarse de toda su humanidad, se paseaban por sus nalgas, pechos, sexo, cara, piernas; ella solo acertaba a gemir cuando alguna caricia acertaba en el lugar correcto, las partes sensibles eran: su clítoris, pezones nuca y cuello, también reaccionaba cuando la lengua se posaba en su cintura, no tan esbelta como yo hubiera querido, y la recorría toda hasta completar la vuelta, convertida en una víctima de la lujuria, nos desvistió arrojando las prendas por toda la habitación, tomó el primer pene que tuvo a su alcance y lo chupó cual si fuera un becerro hambriento, luego cambió de caramelo y siguió mamando en una forma que nos enloquecía de placer, luego hizo que nos pusiéramos juntos y lamió alternadamente las enrojecidas puntas de nuestros penes, abrió al máximo la boca e intentó meter ambas cabecitas, no lo logró, era demasiada carne como para que le cupiera, luego pidió con voz suplicante:

  • ¡Necesito que me cojan ya, estoy a punto de venirme!

Jaime la acostó sobre la cama y, quitándole medias y tanga, descubrió con sorpresa que se había rasurado tolo el vello púbico, luego abrió sus labios vaginales, le insertó la lengua y la movió por toda su húmeda y descubierta rajadita, esto provocó que Ale se retorciera de placer, sus gemidos se estaban convirtiendo en leves gritos, para que gozara más todavía, me monté sobre ella a la altura de su pecho, puse mi pene entre sus senos y ella, juntando con sus manos las montañas de carne, aprisionó mi virilidad, comencé a moverme de adelante hacia atrás y cada vez que la punta de mi herramienta se asomaba entre sus guardianes ella abría la boca para chuparlo, una rica masturbada con las tersas tetas de Ale, cambiamos de lugar Jaime y yo, entonces pude saborear el néctar que salía en pequeños hilillos de su sexo, ¡la teníamos sin voluntad alguna!, era como masilla en nuestras manos que podíamos moldear a nuestro antojo.

Nuevamente pidió que se la metiéramos, solo que ahora lo hizo en tono apremiante, el tercero en la cama me cedió el placer de ensartarla de inicio, lo hice pasando mi masculinidad por su depilado sexo, en cuanto estuvo lubricado con los propios jugos de Ale, lo metí lo más lento que me era posible, mientras Jaime siguió chupando y acariciando todo el cuerpo que tenía ante sí, al penetrar la intimidad de mi nena, soltó un gemido en un tono bastante alto, luego inició los movimientos pélvicos que le proporcionaron el placer que tanto deseaba ella, dejó se saborear la reata de Jaime y, haciéndolo a un lado, me atrajo hacia ella, nos fundimos en un estrecho abrazo que solamente podía separar el ansiado orgasmo, tomé uno se sus pechos y lo lamí hasta sentir un leve temblor en todo el cuerpo que se encontraba debajo de mí, inmediatamente le dije a nuestro amigo que se la ensartara porque ella estaba a punto de venirse, al momento en que me salgo de su vagina, Jaime le metió hasta la empuñadura su espada, pudo disfrutar de la abundante venida de nuestra esclava sexual, sin darle tiempo a reponerse, Jaime me cedió el lugar y le clavé mi arma lo más hondo que pude, ella seguía gozando por la penetración sin descanso, movió sus caderas hasta lograr que la leche contenida en mi herramienta bañara su interior, luego pidió que nuevamente le llenaran su panocha con otro rollo de carne, Jaime complació sus deseos, la poseyó nuevamente, solo que ahora le levantó las piernas y se las colocó sobre los hombros, la penetración fue total, la cara de Ale estaba roja y su lengua salía como buscando algo para lamer, el mete-saca que estaba recibiendo tan profundamente obtuvo su recompensa, ella se vino gimiendo y jadeando, quedó al borde del desmayo pero debía esperar que un nuevo torrente de semen regara sus entrañas, logró mover un poco su ensartada concha hasta que el estremecimiento de su cogedor le avisó que iba a terminar, sacudió sus sexo y logró que la leche contenida llenara su ardiente abertura, los dos quedaron desfallecidos y me acosté junto a ellos para tomar una reparadora siesta.

Cuando sentí que alguien se movía a mi lado, desperté y dirigí mi vista hacia ella, se estaba apenas levantando y, en cuanto me vio, me besó largamente hasta hacerme pensar en una nueva penetración, luego me dijo:

  • Recuerda que me encanta el sabor de tiene tu leche, mi boca está ansiosa por saborearla nuevamente.

Se acercó a mi flácido pene y lo saboreó nuevamente, la reacción no tardó en presentarse, como estaba inclinada sobre mi, sus ricas nalgas quedaron al alcance que Jaime, quién se estaba incorporando en ese momento, al ver esos rosados cachetes cerca de su cara, los empezó a besar y acariciar tiernamente, Ale estaba poniéndonos listos para el segundo tiempo, cuando estuvo lo suficientemente caliente, nos acostó lado a lado y se puso en medio de nosotros, las chupadas iban de uno al otro, los garrotes se levantaron listos a dar y recibir placer, ella nos pidió que la dejáramos beberse nuestros jugos seminales y accedimos porque es muy buena mamadora, siguió gozando nuestras armas hasta que Jaime anunció que terminaría pronto, ella se metió todo el pene de Jaime para que la sensación fuera exageradamente placentera, no se detuvo hasta que se bebió toda la ardiente leche proveniente del primero de los caramelos, tocó entonces el turno a mi espada, la saboreó como si fuera el más delicioso manjar que se haya probado en la vida, era evidente que deseaba hacérmelo mejor a mi, puesto que era mi pareja, cuando sentía que me tensaba, disminuía sus chupadas o de plano lo sacaba de su húmeda cueva para evitar que el torrente de mi pasión se vaciara, dejaba de chupar unos instantes y luego volvía a meterlo hasta casi tocar mis bolas con sus labios, me estaba retorciendo por la deliciosa sensación el mi tronco, no pude soportar más y dejé correr el río de semen dentro de su amorosa boca que lo recibió con satisfacción, nuevamente no dejó escapara mi una gota, lo bebió también con gesto de agrado, nos dejó los penes secos, luego nos dijo:

  • Espero que hayan disfrutado esta cogida como yo, quedé satisfecha de placer, por hoy, ahora Jaime –dijo volteando hacia él -, ya sabes como soy en la cama, y espero lo recuerdes porque ya no vas a poder deleitarte nuevamente con mi cuerpo, fue la primera y la última.

  • Claro que lo voy a recordar – dijo él -, ha sido la mejor experiencia que he tenido, nunca había recibido unas mamadas tan deliciosas como las que me diste, te agradezco que me hayas dejado tenerte aunque sea por un rato, guardaré el secreto de su relación por siempre – se acercó a ella y la besó apasionadamente en la boca, ella correspondió a su caricia en la misma forma.

Nos dimos un baño y jugamos tallándonos mutuamente con el jabón, nos secamos y salimos de nuestro pequeño nido de pasión, dejamos a Jaime en su casa y luego me fui a llevarla a ella, en el trayecto me dijo:

  • ¿Te gustó lo que esclava es capaz de hacer por ti?

  • ¡Me encantó muñequita!, eres genial en la cama, quisiera poder tener la reata siempre parada y dentro de ti.

  • Solamente pídelo y mi sexo estará abierto para que metas tu rica verga – dijo mientras me tocaba el pene.

Reí por la contestación y al llegar a su casa le acaricié las nalgas cuando se bajaba, volteó a verme y dijo con sonrisa de placer:

  • ¿Qué te pareció la sorpresa de mi osito rasurado?

  • Definitivamente no me lo esperaba – respondí -, me estás dando sorpresas cada vez que lo hacemos.

  • Pues para la próxima te espera una más – comentó sin dejar de sonreír.

¿Se puede saber de qué se trata? – pregunté con bastante curiosidad.

  • Invítame a coger y lo sabrás, - dijo riéndose al mismo tiempo que se alejaba para entrar a su casa.

En el siguiente relato les platicaré cuál fue mi sorpresa, y también conocerán el porqué fue la última vez que la tuve ensartada.

Don Pato

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