En la oficina de correos (II)
Segunda parte de un relato en el que una mujer, empujada por el marido, tiene sexo con un negrazo senegalés, esta vez en su casa de campo.
No me lo podía quitar de la cabeza. Aquel polvo en la oficina de correos había sido… espectacular. Por la noche no pude dormir, no sólo por dolor que tenía en mi vagina, sino por el deseo de ser penetrada de nuevo por Ibrahim. Necesitaba de nuevo su poderoso miembro en mi interior. ¡Aquello había sido algo fantástico que necesitaba repetir como sea!
Mi marido estaba acostado a mi lado y seguramente mis continuos movimientos en la cama lo despertaron:
- ¿No puedes dormir? –me preguntó-
- No. Aun me duele. –Le contesté sin querer confesarle toda la verdad-
- ¿Te gustaría follártelo de nuevo?
Aunque no lo veía en la oscuridad de la habitación, supuse que en su pregunta había la misma lascivia que yo sentía al recordar a Ibrahim.
- No lo sé –mentí-
- Creo que me estás mintiendo. En tus gritos de placer de esta tarde se notaba que disfrutaste como una posesa. –en sus palabras se notaba ahora claramente esa lascivia-
- Vale, sí, claro que me gustaría que me la metiera de nuevo, pero…
- ¿Pero qué…? -me inquirió mientras acercaba sus labios a los míos y me besaba-
- Me gustaría que tú me follaras al mismo tiempo- le respondí mientras le devolví un beso apasionado y ponía la mano en su polla. ¡El cabrón estaba empalmado! Estaba claro que le ponía mucho la situación.
Se puso encima de mí e hicimos el amor con una pasión que hacía tiempo que no veía en él. Todo fueron caricias y besos, y la cantidad de leche que echó en mi coño, denotaba que su polla estaba a reventar. Sin embargo cuando yo me corrí pensaba en Ibrahim…
Al día siguiente era sábado. Habíamos previsto irnos a nuestra casa de campo y hacer una parrillada con unos amigos y me fui a hacer la compra. Cuando ya estaba de vuelta se me ocurrió que podía invitar a Ibrahim y sin pensarlo dos veces, me dirigí a su casa. Sabía dónde vivía de tanto escribir su dirección cuando hacía las transferencias a su familia y su casa me pillaba casi de camino. Al llegar vi a su hermano salir de la casa con otro compatriota y le pregunté por Ibrahim. Su sonrisa al verme y su mirada hacia mis tetas me hizo sospechar que sabía lo que había pasado entre su hermano y yo. Me contestó que estaba dentro de la casa y que… además estaba solo. Ya no había dudas: lo sabía.
Era una casa baja, de las que hay en los pueblos de toda la vida. Llamé al picaporte y apareció Ibrahim con el torso desnudo y unos pantalones cortos. No me había fijado bien el día anterior. Era imposible fijarse en otra cosa que no fuera su enorme polla. Pero ahora me daba cuenta de que tenía un cuerpazo increíble. Sus pectorales brillaban a la luz del sol como queriendo salirse de su cuerpo y sus abdominales eran perfectos. Un escalofrío recorrió mi entrepierna.
- Hola preciosa –fue su saludo-
- Hola –fue lo único que acerté a contestar-
Su mirada hacia mis pechos me hizo recordar la mirada de su hermano y rápidamente adopté una actitud falsamente hostil.
- ¿Le has contado lo nuestro a tu hermano? –Le pregunté en tono inquisitorial-
- No todo, pero sí que te portaste muy bien conmigo ayer –me contestó con unas risitas-
Ahora sí que estaba enfadada. Él apoyó chulescamente el hombro contra el quicio de la puerta y se rascó uno de sus enormes pectorales.
- ¿Quieres pasar? Estamos solos.
Yo di un paso hacia atrás y mire a un lado y a otro de la calle para asegurarme de que no había nadie.
- ¿Te crees que soy una puta a tu disposición? –le contesté en tono enfadado, pero que, al mismo tiempo, no resultaba creíble.
- No te enfades, cariño. Sólo quería darte el mismo placer que sentiste ayer. ¿O es que no te gustó?.
- ¡Claro que me gustó! –dije mientras miraba de reojo y asegurándome de bajar la voz por si alguien pudiera escucharme- Pero sólo venía a invitarte a una barbacoa en mi campo.
El brillo de sus ojos al decirme que sí dejaba a las claras que había leído mi mensaje en el que le estaba diciendo que estaba deseosa de nuevo meterme ese cilindro en mi coño.
No tuve que darle muchas explicaciones de dónde quedaba mi casa de campo. La obra en la carretera en la que estaba trabajando estaba muy cerca de allí. Me despidió con un guiño y yo no pude evitar hacerlo con una sonrisa a pesar de que estaba molesta por haberle contado a su hermano lo que había pasado en la oficina de correos.
Cuando volvía lo pensé fríamente; ¡estaba loca! ¡Invitar a Ibrahim a la barbacoa! ¿Cómo se lo iba a tomar Angel, mi marido? Y sobre todo ¿qué iban a pensar nuestros amigos al ver a Ibrahim allí? Por un momento pensé en darme la vuelta y decirle que no fuese, pero realmente echaba de menos las sacudidas de su pollón dentro de mi vientre cuando se estaba corriendo el día anterior y quería sentir de nuevo su leche saliendo a borbotones de mi coño.
Al llegar a casa le dije a mi marido que había invitado a Ibrahim a la barbacoa. Me miró sorprendido y después esbozó una sonrisa.
- ¿Tantas ganas tienes de follártelo de nuevo? –me preguntó-
- Sí. –no pude evitar decirle la verdad- quiero que me folléis los dos al mismo tiempo.
- ¡Serás complacida! –me contestó-
Cuando ya estábamos a punto de empezar a comer los chorizos y la panceta llegó Ibrahim. No estaba segura de que viniese, por eso no les anuncié a nuestros amigos su visita. Nuestros amigos eran una pareja con la que a veces quedábamos para cosas de éstas. Cuando lo vieron entrar se quedaron sorprendidos y dirigieron sus miradas hacia mi marido. Angel estuvo rápido y sobre la marcha justificó la presencia de Ibrahim. Dijo que le había ayudado a hacer una mudanza y que se había negado a cobrarle nada, así que lo había invitado a comer. Nuestros amigos quedaron convencidos con la explicación, bastante creíble, por cierto, e hicieron un hueco en la mesa para que se acomodase Ibrahim.
Yo no había caído en que era de religión musulmana y que no podía comer cerdo, así que el pobre se tuvo que conformar con el queso, la ensaladilla y alguna lata de pescado que había como aperitivo.
Después de comer le dije a Ibrahim que le iba a enseñar la casa. Nuestros amigos y mi marido se quedaron viendo la tele mientras yo empezaba por enseñarles el interior de la casa. Estando en la habitación de matrimonio los dos cruzamos nuestras miradas y él me abrazó con sus largos brazos. Nos besamos con un frenesí desmesurado y el lanzó su enorme mano contra mi coño. Levantó mi falda y metió sus dedos entre mis bragas hasta conseguir introducirlos en mi vagina, mientras su dedo gordo frotaba rápidamente mi clítoris. Intentaba ahogar mis gemidos con la esperanza de que la tele los amortiguara.
Ibrahim tenía unos largos dedos que me hacían retorcerme de placer. No podía aguantar más de pie y me dejé caer en la cama. Ibrahim se colocó encima de mí intentando bajarse los pantalones para follarme allí mismo. Pero en ese momento apareció Angel.
- ¡Estáis locos! ¡Se os está escuchando en el comedor!. –Dijo con la cara desencajada.
Realmente no éramos conscientes del ruido que estábamos haciendo y posiblemente nos habían escuchado. Arreglamos nuestras ropas e intentamos salir dignamente de la casa para ir a una nave que hay en el exterior y que utilizamos de salón de celebraciones cuando hay más invitados.
Allí hay unos sofás amplios y cuando entramos en la nave dirigí a directamente a ellos a Ibrahim. Yo estaba desatada, ¡quería que me follase ya!. Desabroché su pantalón y su miembro salió como un resorte. Me senté en sofá quedando su pollón a la atura de mi cara. Empecé a lamerlo como una loca y después a chuparlo con verdaderas ansias. No me cabía entero pero cabrón de Ibrahim empujada con fuerza para meterlo más en mi boca. Me venían arcadas pero Ibrahim no sentía piedad por mí y me lo metía aún más. Había instantes en que sacaba su polla llena de mis flemas y me la restregaba por mi cara. Pero enseguida volvía al ataque. Yo cerraba los ojos y disfrutaba comiéndole la polla a Ibrahim. En un momento dado mi marido apareció a nuestro lado desabrochándose el patalón.
- ¿No pensabais invitarme? –preguntó con sorna-
- Tienes una mujer muy tragona, amigo mío –le dijo Ibrahim sin dejar de empujar la polla dentro de mi boca-
Mi marido permaneció de pie masturbándose hasta que Ibrahim se hizo a un lado y me cogió por los brazos para colocarme como una perrita encima del sofá. Levantó mi falda de nuevo y rompió mis braguitas para dejar mi culo y mi coño a su disposición. Mis bragas estaban chorreando
- ¡Mira que húmeda está tu mujer! - le Ibrahim al tiempo que lanzaba las bragas a la cara de mi marido.
Ibrahim empezó a chupar mis fluidos como quien sorbe un helado. Su lengua era áspera y cada vez que lamía mi coño yo me estremecía de placer.
El cornudo de mi marido acercó su miembro a mi cara, pero yo tenía mi garganta destrozada por culpa de Ibrahim, así que empecé a lamer su polla y sus huevos, mientras que Ibrahim empezaba a tomar posiciones para su “ataque letal”. Su polla estaba tiesa como un mástil y de reojo vi cómo se quitada del todo sus pantalones y calzoncillos. Tenía un culito precioso y se notaba por sus músculos que estaba muy duro. Abrió mis nalgas con sus enormes manos y empezó a taladrar con su polla negra mi coño aún dolorido del día anterior.
En su primera arremetida lancé un grito de placer que era, al mismo tiempo, de dolor. A pesar de que estaba muy húmeda, mi coño no tenía las dimensiones adecuadas para alojar esa enorme verga. Y, sin embargo, deseaba tenerla toda dentro, sentir todo mi abdomen ocupado por esa tranca... Por eso al mismo tiempo que el empujaba hacia adelante yo empujaba hacia atrás. Quería que follase salvajemente y que mi coño se fuera acostumbrando a las dimensiones de ese enorme cipote.
- Amigo, tienes una mujer muy puta, ¿lo sabes? – le preguntó a mi marido Ibrahim mientras me guanteaba mis nalgas con sus manazas.
- ¡Es verdad! pero lo que de verdad de gustaría es una doble penetración –contestó Angel con la esperanza de que Ibrahim también le permitiese follarme.
Lo consiguió. Ibrahim sacó su cilindro negro de mi interior y le dijo a mi marido que se sentase en el sofá y yo encima de él para que me follase el culo mientras él seguía percutiendo mi coño ya bastante dilatado en ese momento.
Mi marido ya me había follado el culo en ocasiones anteriores, pero a pesar me dolió un poco cuando intentaba darme por detrás. Gracias a los fluidos que chorreaban desde mi coño hacia abajo, hacia el culo, su polla entró hasta los huevos en mi culito. Mientras Ibrahim intentaba dilatar aún más mi coño metiendo primero dos dedos, después tres y después cuatro. Giraba su mano hacia derecha y hacia izquierda intentando abrirse hueco para meter su puño entero y yo me estaba volviendo loca de placer.
- Putita, por ahora no te meteré mi puño, pero vete entrenando porque la próxima vez te follaré con él –me dijo Ibrahim al tiempo que sacaba sus dedos de los que colgaban hilios de mis fluidos.
De reojo vi cómo por la ventana que daba al patio estaban asomados discretamente nuestros amigos que habíamos dejado viendo la tele. El hecho de ser espiada me puso más caliente aún.
- ¡¡Fóllame de una puta vez…, quiero que me destroces el coño… que me trates como tu puta que soy!!. –le dije entre gemidos de gusto-
Ibrahim no necesitaba mucho más y empezó a follarme el coño sin piedad mientras pellizcaba y retorcía mis pezones de forma brutal. Notaba cómo la polla de mi marido y la suya se frotaban en mi interior. Ibrahim acabó por meterme toda su polla porque notaba cómo rebotaban sus huevos contra mi cuerpo. Yo creía que me iba a desmayar con el impresionante orgasmo que me vino. Me dejé caer sobre el pecho de mi marido extasiada e intentando recobrar el aliento, pero Ibrahim aún no había terminado. Me cogió por los hombros y desenclavó mi culo de la polla de mi marido, me levantó en volandas y me puso de pie inclinada hacia delante y apoyada en el sofá.
- ¡Mi coño ya no puede más Ibrahim! – le supliqué para que lo dejase en paz. No podía ni juntar las piernas de lo inflamado que tenía “mis bajos”.
- No te preocupes, no lo voy a follar más –me tranquilizó-
Pero, después de separar mis nalgas e inspeccionar con sus dedos el agujero de mi culo, me dijo:
- El cabrón de tu marido ha hecho un buen trabajo. Creo que lo podemos intentar.
No lo podía creer. ¡¿Estaba hablando de metérmela por el culo!? Inmediatamente me di la vuelta y le supliqué para que no me sodomizara. Ibrahim miró a mi marido, que aún estaba sentado en el sofá masturbándose su pipila.
- ¡Rómpele el culo, lo está deseando! –le dijo mi marido- y ambos se sonrieron de forma cómplice.
Ibrahim me giró y me colocó la cara delante de la polla de Ángel para que se la mamara. Él empezó a pasar los dedos por mi coño chorreante y los deslizaba hasta el culo para lubricarlo. Cuando empezó a taladrarme mi culito no sentía el dolor que me temía. Verdaderamente el cabrón de mi marido lo había dilatado bastante bien y la polla de Ibrahim parecía que entraba con cierta facilidad. Pero evidentemente la longitud de su polla no tenía nada que ver con la de Angel, y cuando Ibrahim empezó a meterla suavemente, pero en toda su extensión, notaba cómo empujaba contra las paredes de mi interior. Era imposible que aquel monstruo de polla cupiese dentro entera, pero el “pobre” Ibrahim sólo obedecía las órdenes de aquel cabronazo al que yo le estaba chupando la polla hasta los huevos.
Miré de reojo hacia la ventana y nuestros amigos, ya sin ningún pudor, estaban completamente asomados a través de los cristales de la ventana y disfrutaban con el espectáculo que les estábamos ofreciendo. Sus miradas y sus gestos de aprobación me pusieron a cien. Mi marido también los vio y me susurró:
- ¡Demuéstrales lo golfa que eres!
Con mis manos abrí más mi culito para invitar a Ibrahim a que me penetrara completamente y comenzó con unos envites furiosos. Estaba claro que estaba a punto de correrse, pero yo no estaba dispuesta a desperdiciar esta vez su leche y en cuanto noté los estertores de su polla en mi culo vaciándose dentro de mí, me di la vuelta y abandoné la mamada a mi marido para meterme el pollón de Ibrahim en la boca y saborear su semen. Era tremendamente espeso y abundante y pronto mi boca empezó a llenarse de una leche calentita y sabrosa de la que yo no iba a desperdiciar ni una gota. Así que antes de que se desbordase empecé a tragármela. ¡Hummm…, qué rica estaba!
El cornudo de mi marido aprovechó mi extasis para penetrarme el culo. Casi no me había dado cuenta. Mi pobre culito estaba tan dilatado y tan lubricado por la leche que Ibrahim había dejado escapar al principio, que la pilila de mi marido entraba sin problemas. Él también acabó corriéndose dentro de mi trasero.
- ¡Estás hecha una gran puta! –me dijo Ibrahim al tiempo que chocaba la palma de mi marido en el aire.
Verdaderamente me sentía como una furcia, pero el placer había sido tan intenso que no me importaba ser la puta de Ibrahim y lo besé con pasión mientras Angel miraba la escena.
Sin duda pensaba que había llegado al culmen del placer aquel día. Jamás pensé que lo de Barcelona lo iba a superar. Pero ésa ya es otra historia.