En la oficina

Hay que disfrutar de la vida. Relato sencillo. Primera parte. Espero que os guste.

Solo podía correr en este momento. Madre mía llegaba tardísimo al trabajo. La noche anterior había dormido realmente mal y cuando sonó el despertador, la verdad es que ni lo había oído. Me subí al coche corriendo, arranqué el motor, puse la música de la Film Symphony Orchestra resonó en los altavoces de mi Skoda Fabia y salí echando chispas.

La verdad es que por suerte llegué justa de tiempo. Vamos que llegué cinco minutos tarde. Por suerte mi jefe todavía no había llegado.

  • Buenos días chicos - saludé a mis compañeros.
  • Buenos días Ana, ¿estás bien? Se te ve alterada -  me dijo Jon con una media sonrisa, mirándome con esos bonitos ojos azules, a la vez que organizaba los documentos que tenía sobre la mesa.
  • Si, solo que esta noche he dormido fatal-  respondí torciendo el gesto y echándome mano al cada vez más dolorido cuello.
  • ¿Y eso?
  • No lo tengo muy claro, pero la verdad es que poco a poco me está apareciendo un buen dolor de cuello - respondí a la vez que dejaba mi maletín en un lado de la mesa y me encogía de hombros.

Me senté en mi mesa del despacho de abogados en el que trabajaba. Trabajábamos en un piso que mi jefe tenía alquilado y la verdad que aunque pequeño, nos daba para los tres abogados que éramos. Mi jefe siempre estaba en una de las habitaciones aparte de nosotros.

Jon es un chico de unos especialmente guapo, se cuida mucho en el gimnasio, dónde solemos ir  todos los días entre semana a ponernos en forma. Ese traje le sienta demasiado bien. ¡Que narices! Si es que se me caían las bragas al verlo. La barba de un par de días pero bien perfilada le hace tener unos rasgos más angulosos de lo normal, pero madre mía, los ojos azules, no hacen más que mejorar lo ya de por si excelso.

Manuel es también un chico muy guapo, pero se nota el hecho de que no va al gimnasio, y aunque tiene una buena genética, le falta algo. Ojos marrones, pelo corto, cara redondita. También tiene un buen polvo, pero si tuviera que elegir, Jon siempre sería mi primera elección.

Ya sentada en mi mesa, me puse a ordenar algunos papeles. La verdad es que las denuncias se me acumulaban en la mesa. Nuestro bufete aunque bastante nuevo, había crecido muy rápido, teniendo una buena presencia en este último partido año. Manuel de hecho fue nuestra última incorporación.

Después de casi tres horas sin levantar la vista de mis papeles y mi ordenador y coger llamadas, me levanté para ir al baño.

Una vez allí, me detuve en el espejo, y me devolvió el reflejo la imagen de una mujer muy bonita. Los ojos marrones, el pelo castaño, liso y largo, suelto pues me gustaba más así. Dos bonitos pendientes ornamentaban mis lóbulos. La blusa de hoy blanca pero algo transparente, dejaban ver unos pechos medianos, pero bien sujetos por un bonito sujetador del mismo color. Una falta ajustada y a media pierna, justo por encima de la rodilla, dejaba ver un bonito y firme culo. Mis piernas, bien tonificadas de horas de gimnasio hacían de mí una muchacha muy guapa. Además sabía que lo era y lo explotaba. Me gustaba sentirme deseada.

Estaba cansada. Demasiado papeleo para solo tres personas. La puerta del baño se abrió mientras me echaba un poco de agua en el cuello. Por lo que no vi como alguien me agarraba por detrás y me tapaba la boca para que no gritara. Habiendo levantado la cabeza del susto, me encontré con la mirada celestial de Jon en el espejo que me miraba directamente a los ojos mientras me mordía mi oreja izquierda. Con su mano izquierda tapaba mi boca, mientras que con su mano derecha buscaba mi entrepierna por debajo de la falda.

  • ¿Sabes como me has puesto cuando has llegado? Esta falda y esta blusa… - Jadeaba en mi oreja justo cuando logró atravesar la barrera de la falda.

Un deje de sorpresa apareció en su mirada y una media sonrisa.

  • Vaya, vaya, ¿esto es para mí? - Yo asentí coqueta. Hoy no llevaba ropa interior ahí abajo.

Estaba húmeda. Jon era capaz de eso solo con mirarme. Tocó mi botón. Un gemido escapó de mi boca. Con su mano izquierda desabrochó la falda, haciendo sus movimientos más fáciles.

¡No podía creerlo! ¡Estaba siendo masturbada en el baño del trabajo! Realmente estaba muy cachonda. No podía parar de pensar que en unos segundos podría abrirse la puerta y que me vieran siendo masturbada por aquel dios. Jon no paraba, me besaba el cuello, me mordía la oreja, me susurraba las guarradas que me haría esta noche. Todo ello mientras me masturbaba cada vez más rápido. Su polla se metía entre mis glúteos con pantalón y todo. Yo solo podía agarrarle del pelo y sobarle el pene. No me daba el ángulo para más, y cuando intentaba moverme, me sostenía en esa postura.

  • Me corro…
  • ¿Si? Dame lo que es mío.

En ese instante, me metió un dedo en mi vagina chorreante, y me corrí. Dardos electrificados me atacaban por todo mi cuerpo desde mi coño. Mis piernas no me sostuvieron, pero si que lo hizo Jon. Mis jadeos se hicieron demasiado rápidos. Mis pómulos se sonrojaron y mis pezones querían romper el sujetador y la blusa de lo duros que estaban.

Jon me besó en la mejilla, me apoyó sobre el lavabo, y haciendo que le mirara, se llevó los dedos a la boca, degustádme.

  • Deliciosa. Como me gusta hacerte esto.

No pude ni contestar. Salió del baño con su polla queriendo romper el pantalón. Yo en cambio me quedé apoyada como podía sobre los lavabos intentando recuperar la compostura. ¡Dios! Vaya semental estaba hecho.

Me recoloqué la ropa y salí del baño, mucho más contenta. ¿Se notaría mi cara de recién corrida? Manuel por lo menos no dio signos de darse cuenta. Y Jon… Que cabrón, hacía como si no hubiera pasado nada.

La siguiente hora pasó, dando las dos del mediodía. La hora de comer.

Continuará.