En la oficina con el compi de mi padre (2)
Después de un buen sexo oral en el despacho con el compi de mi padre éste me invitó a pasar la tarde en su casa.
Hola de nuevo. Parece que le he cogido el gustillo ha esto de contar historia sexuales y me encantaría compartir otra de mis experiencias con todos vosotros y vosotras.
Poco después de aquel encuentro fortuito con el compañero de papá en su oficina, recibí un mensaje en mi teléfono móvil de un número que no conocía, pero que no tardé nada en identificar; se trataba de Roberto y decía lo siguiente: "Hola mi cielo, que tal estás?. Tienes algo que hacer esta tarde?, estoy solo en casa y mi mujer no vuelve con mi hija en tres días, qué tal si seguimos con lo que dejamos a medias?. Un beso.". Cuando leí el mensaje estaba con mamá hablando de nuestras cosas y no pude evitar sentir un hormigueo que me fue del estómago a mi sexo, el cual empapó en juguitos. No dudé en contestarle. Me dirigí a mi habitación y le escribí un mensaje diciéndole que no había problema que a las 6 estaba allí. Yo sabía donde vivía ya que en varias ocasiones había ido con su hija para ayudarle en los estudios.
Realmente estaba nerviosa, no sabía ni que ponerme para impresionarle, así que puse mi armario patas arriba. Al final opté por un vestidito amarillo bastante fresquito de tirantes muy cortito y unas sandalias. Decidí no ponerme ropa interior.
A mis padres les dije que iba a repasar los temas de selectividad con unas compañeras y que no sabía a que hora volvería, que ya les mandaría un mensaje por el móvil.
Llegadas las 6 de la tarde estaba en su puerta y llamé al timbre y no tardó en abrir. Me dirigí a la mesa para soltar mi bolsa y me preguntó si quería algo de beber. Le dije que un zumo y me pidió que le acompañara a la cocina mientras me lo servía.
Estás muy guapa Lucía, ese vestido amarillo te favorece mucho.
Muchas gracias.
No era la misma que la otra vez, durante toda la tarde había estado pensando en cómo actuar, que decirle, qué preguntarle pero en ese momento no sabía ni que hacer ni qué decir.
Me dio el zumo y nos fuimos al salón, me estuvo preguntando sobre las notas, los amigos, los novios hasta que se acercó a mi. En ese instante me di cuenta que estaba muy excitado y no dejaba de magrearse su sexo por encima del pantalón. No puede evitar que mis pezones se pusieran de punta y él lo apreció lo que le dio pie a subir el tema de la conversación:
Me encantó lo que hicimos el otro día en mi despacho.
A mi también, sabes? Me resultó tremendamente excitante, sobre todo cuando me pediste que me masturbase delante de ti.
Mmm eres una niña mala, ahora si que eres la Lucía que yo conozco.
Empezó a deslizar su mano por mi muslo, subiéndola cada vez más y más, hasta que con sus dedos rozaron mi chochito y se percató de que no llevaba braguitas:
Pues si que eres una niña mala, y eso me gusta.
Y a mi serlo.
Comencé a desabrocharle el pantalón mientras nos fundíamos en un beso apasionado y perverso, lamiendo nuestras leguas mientras que le bajaba la cremallera y el me sobaba el coñito que estaba empapado en flujos. Una vez le quité el botón le pedí que se bajara el pantalón, y en cuanto lo tuvo bajado y se sentó lo monté e introduje aquella polla en mi coño, tan de golpe que llegó a dolerme un poco, pero a la vez me excitó muchísimo. No dudó en bajarme el vestido hasta dejar al descubierto mis tetas, para manosearlas, tocarlas, pellizcar mis pezones, intentando lamerlas mientras yo botaba sobre él como una posesa. Estaba fundida a él, sólo quería sentir su polla dentro de mi, verle disfrutar con mis pechos botando, apretándome el culo y dándome palmaditas en él mientras me decía:
Si ya la mamabas bien, follando eres única cielo, joder, que bien nena, bota sobre mi más, más ahhhhh
Si, ah ah ah ufffff mmmm
No dejábamos de gemir, sabíamos que podían escucharnos los vecinos pero eso no nos hizo evitar ni un solo gemido, sabía que le excitaba escucharme y a mi me excitaba la idea de ser escuchados o vistos por los demás. Mi coño estaba super abierto ya que su polla es tremenda pero no me importaba que escociese o doliese porque me encantaba.
De repente no aguantó más y me dijo que se iba a correr, a lo que le invité a que lo hiciera, quería sentir toda su leche dentro de mí, lo deseaba desde aquel día en la oficina y en cuanto se corrió ahhhhhhh! Noté un chorro caliente por mis entrañas entrando a cada convulsión suya y eso me hizo sentir un enorme orgasmo que él disfrutó conmigo.
Siiiiiiiii, oh oh oh
Eso es cielo, correte dentro de mi así, muy bien.
Cuando acabamos estuvimos un rato sentados una al lado del otro, Roberto me acariciaba y no decíamos nada, solo se nos escuchaba las respiración. De repente le pregunté:
Te importaría que me duchara? Estoy empapada y me encantaría ponerme fresquita.
Claro que si cielo, ya sabes donde están las toallas.
Dándole un tierno beso fui a mi mochila, la cogí y me dirigí al baño. Gradué el agua y comencé a ducharme. Estaba satisfecha, pero aún era temprano, y aún habiendo echado un polvo de campeonato quería más, quería estar con ese hombre en el que había pensado durante muchas noches mientras deslizaba mis deditos por el coño pensando que era él el que los introducía y el que me relamía todo mi cuerpo.
Entró en el baño y me preguntó que si necesitaba algo a lo que le contesté:
Si no te importa me gustaría muchísimo que me enjabonaras tú, no llego bien a la espalda.
No hay problema, eso está hecho.
Se vino hacia la ducha y enjabonó sus manos, comenzó a deslizarlas por todo mi cuerpo suavemente, sin dejar ni un centímetro de mi cuerpo sin jabón. Después me quitó todo el jabón con agua y de nuevo comenzó a acariciarme. Yo no movía ni un músculo, quería ser en ese momento la que disfrutara de todo aquello, pleno placer solo para mi, y no se hizo esperar, deslizó sus grandes manos una hacia mi coño y la otra a mi culo; comenzó a frotarme ambas partes, pero por el coñito era más agresivo, me metía los dedos bruscamente, sabía que eso me gustaba y los retorcía dentro de mi buscando darme mucho placer; mientras, con la otra mano, hacía círculos sobre aquel agujerito que no había sido estrenado. Cada vez que hacía un circulito en él lo intentaba meter el dedito un poco más, y un poco más, más hasta que lo metió entero. Mis gemidos eras incontrolables, no lo podía evitar, me estaba follando con sus manos por mis dos agujeros y solo la idea me excitaba, era increíble el gusto que estaba sintiendo y él lo sabía, sabía como complacerme y yo sabía como complacerle a él, sabía que le encantaba estar follándose a una jovencita de 18 años casi (los cumplía en 3 días) y que le dejase hacer lo que él quisiera, parecía que a sus 45 años ninguna mujer le había dejado tocar su culo para introducirle nada.
Llegó el orgasmo, yo estaba alucinada, no sabía que se podía llegar a sentir tanto placer en tan corto período de tiempo. Mis gemidos y casi gritos parecieron excitarle muchísimo, lo notaba en su gesto, en la forma de mirarme con la boca abierta, lamiéndose los labios y con una cara de deseo que nunca había visto tan pronunciada.
Salí de la ducha y me dio la toalla. Me dijo que iba a la cocina a tomar algo que me esperaba allí. No tardé nada en secarme; me desenredé el pelo y me vestí con la ropa que había metido en mi mochila. Me puse un tanguita de algodón con una muñequita en medio y la camiseta a juego. Me dirigí a la cocina y allí estaba, bebiendo un vaso de leche y me ofreció uno. No me quitó ojo de encima mientras me lo bebía frente a él, sin dejar de mirar con cara de querer comerme con la mirada.
Qué piensas?- le pregunté
En que lo que tú quieres es destrozarme mi niña.
Jajaja por qué?
Que rica que estás con ese conjuntito.
Te gusta?, era mi intención, destrozarte
Pero son las 9, no te echarán de menos en casa?
Les mandé un mensaje y les dije que me quedaba a dormir en casa de una amiga, es mi compinche- y le guiñé un ojo.
Así que eres mía durante toda la noche no?
Toda tuya.
Se acercó a mi y comenzó a besarme otra vez, pero esta vez suavemente; sabía que iba a tener toda la noche para tenerme y hacerme lo que quisiera, así que no quería correr mucho más para no quedarse sin fuerzas. Me acariciaba por encima de mi ropita, parecía no querer quitármela porque el echo de verme con ella puesta le ponía más caliente. Metía sus manos por debajo de la camiseta y del tanguita, pero solo rozaba, no hacía amago de meterme sus dedos en el coñito que volvía a estar húmedo. Mientras nos besábamos le bajé el pantalón corto que llevaba y dejé al descubierto su enorme polla de nuevo y le pedí que se sentara que necesitaba hacer algo.
No tardó en hacerme caso, ya que sabía que me iba a arrodillar frente a él para comerle todo el nabo. Comencé suavemente, quería que disfrutada de cada lamida en su capullo y en su huevos, quería escucharlo gemir otra vez, pedirme que no parase de mamársela hasta estallar de placer, y eso fue lo que hice, no dejarle hasta que se corriese. Me la metía una y otra vez, despacito, apenas entraba entera en mi boca pero yo lo intentaba. La acariciaba, la babeaba más y más, la lamía como una perrita mientras le miraba a los ojos con cara de perra viciosa, el miraba a mi cara y a mi culito, que lo veía en popa y contonearse a cada chupada que le daba, disfrutando de aquella mamada como si fuese la última. Finalmente y después de un buen rato comiéndosela comenzaron los espasmos y empezó a correrse en mi boca; yo intentaba que no se me escapara ni una gota, tragándola todita y con mis deditos ayudándome con las gotitas que se me intentaban escapar.
Fue impresionante y no dudó en decírmelo:
Desde luego cielo que con tu edad eres una verdadera experta cielo.
Gracias, espero que te haya gustado de verdad.
Gustado? Me ha encantado, nadie me la ha comido como tú.
Pues un placer hacerlo, cuando quieras ya sabes, me mandas un mensaje y ya ves lo que tardé en contestarte.
Lo mismo digo, cuando quieras me llamas y si tengo a la familia en casa pues nos buscamos un rinconcito.
Pero ahí no quedó la cosa; después de recobrar fuerzas con una cenita ligerita, nos fuimos a su dormitorio, donde me encantó que me follara como un poseso mientras la foto de su esposa estaba colocada en la mesilla, observando como nuestros cuerpos regocijaban de placer, lamiéndonos cada poro de nuestro cuerpo y sin dejar el más íntimo resquicio.