En la oficina

Primer encuentro en una oficina.

"Se te desacomodó la corbata" había dicho ella antes de acercarse a él y tratar de arreglarlo. Por esas cosas del destino el también llevo sus manos hacia aquella desaliñada corbata y sin querer rozó el cuerpo de ella.

Él solo atinó a decir lo siento, por aquel choque involuntario de sus manos con los turgentes pechos de ella… pero ella si notó la diferencia. De vuelta en su escritorio podía sentir el leve contacto que hicieron aquellos nudillos con su cuerpo. No, no había sido en los pechos donde habían rozado, sino que había sido una leve caricia en los pezones.

Todavía podía ver esas manos grandes y velludas, masculinas, fuertes… sentía el pequeño contacto y su cuerpo se tensaba. El no lo había notado, ella sí.

Esa misma mañana, como si el destino quisiera enredarlos en la locura, se toparon en el ascensor. Un ascensor atestado de gente, ella frente a él, sólo una sonrisa de saludo. El caballerosamente posa su mano en su hombro para que sus cuerpos no se toquen, ella deseando sentir ese cuerpo enfundado en aquel magnífico traje azul contra el suyo.

Cuando el ascensor se detuvo por el apagonazo, la gente comentó la mala suerte, se llamó a seguridad y sus cuerpos se rozaron es un solo recuerdo

Media hora en que sus cuerpos se tocaron levemente, con malicia, con intención, pero sin brusquedad o sonidos que pudieran llamar la atención. Su mano en la cintura de ella, su boca cerca de oído susurrándole que pronto arreglaran el ascensor, que no se preocupe, mientras su cadera se acercaba a ella y la hacía sentir la dureza de su virilidad… ella contoneando su trasero levemente, apenas para darle a entender que le gustaba lo que sentía, tomando con su mano la que él tenía sobre su hombro y volviéndose para contestarle… "no estoy preocupada…" casi como un ruego para continuar.

Y luego, en el instante en que el ascensor vuelve a ponerse en movimiento, su voz que le susurra al oído "… hoy me quedo tarde en la oficina…" no como una noticia, no como un aviso, sino como una abierta invitación al pecado

2

El día transcurría lentamente, nada era seguro y la excitación se acumulaba en ella. ¿qué harían?, ¿cuál sería su plan?, ¿a qué estaba dispuesta?. El almuerzo y el café pasaron lentamente, los minutos eran eternos y cuando llegó la hora de la salida y la gente comenzó a retirarse el nerviosismo se apoderó de ella.

Se levantó pensando en salir de allí antes de quedar irremediablemente solos, pero en vez de hacer eso se fue al baño y se refrescó. Quince minutos después estaban solos en la oficina, él en la suya y ella afuera esperando.

Cuando la llamo a su oficina ella entró con lentitud, la cara de deseo que había en él la tranquilizó: él también lo deseaba. Se acerco lentamente rodeando su escritorio, el corre su silla hacia atrás, ella se sienta frente a él

Sus ojos se posan en las piernas de ella, gruesas, suculentas, y sin dejar de mirarlas se afloja la corbata y los primeros botones de la camisa

Ella suelta su cabellera negra y lacia, esta llega hasta la mitad de su espalda e imitándolo suelta dos botones de su blusa

Ahora él es más atrevido, se levanta y se acerca a ella obligándola a abrir sus piernas para poder acercarse, hunde su cara en su cuello y cuando ella espera un beso lúbrico, o una lengua lujuriosa, solo percibe el leve roce de sus labios y su nariz y él se extasía oliéndola, dejando que ese aroma a mujer lo invada y lo posea mucho antes de hacer él lo propio con ella. Con delicadeza, mientras sigue oliendo su cuello y su cabello, comienza a pasar sus manos por los brazos de Adriana. Al fin se anima a pensar en ella con su nombre, tal vez por miedo a volverla algo muy real o por miedo de entrar en razón. Sin embargo el paso es necesario, sus manos rozan sus brazos, sus manos, sus dedos… colocan sus manos palma con palma, como comparándolas pero en realidad es para apreciar la deliciosa diferencia entre esas manos de hombre y la delicadeza de esas manos de mujer.

Al ver sus uñas, no muy largas pero muy femeninas él se termina de abrir la camisa y tomando una de sus manos la lleva a su velludo pecho y le enseña como quiere ser acariciado. Adriana lo comprende y empieza a tocar con sus uñas todo su pecho, juguetea con sus pezones y a veces realiza largos recorridos desde sus anchos hombros hasta su vientre.

Mientras ella hace esto él le desabrocha el resto de botones de su blusa, sus turgente pechos son apenas contenidos por un sostén de media copa y el se dedica a seguir con la yema de sus dedos la forma del sostén, y a veces juguetea con los pezones de ella, que se marcan con claridad a través de la tela.

3

Por fin se animan a mas y sus bocas se buscas ávidas de deseo. Sus labios se tocan con suavidad y sus lenguas se asoman hasta juntarse en una leve caricia. Poco a poco el beso se desboca en lujuria y las lenguas luchan con furia por darse placer. Las manos de él la sostienen de su trasero, elevándola del escritorio y haciendo que su pelvis se frote contra su hinchado pantalón.

Ella se toma con fuerza de esa fuerte espalda y siente que el alma se le sale por la boca, ya no hay marcha atrás

Minutos después ambos están desnudos sobre un gran sillón en su oficina. Ella tendida a lo largo y el hincado a su lado, recorriendo su cuerpo entero con los labios. El cuello, los hombros, los pechos, el abdomen, los muslos, sus rodillas, sus pies… todo el cuerpo de Adriana es recorrido por aquella lengua y boca, que trabajan en conjunto, con sincronía, todo menos su sexo. Ella se revuelve en el sillón deseando que él remate su caricia, mientras que la lamida siempre ignora ese centro del placer. Ella se lo insinúa, abre sus piernas, levanta su pubis… él la ignora.

Al fin, es tanto su deseo que lo dice: "… chúpame la vagina…" Los ojos de él se iluminan y lenta pero firmemente acerca su boca al eje de sus piernas y comienza a pasar la lengua por esos húmedos labios. Los labios de él aprisionan sus clítoris, y dentro de su boca su lengua lo acaricia con suavidad. Ahora mete su lengua dentro de esa gruta cálida y toma del elixir de la excitación. Luego su lengua recorre de arriba hasta abajo una y otra vez, los dientes acarician, los labios succionan, la lengua chupa

Y al fin ella lo siente venir, un orgasmo fenomenal que se aproxima y la obliga a presionar con sus piernas y sus manos la cabeza de su amante, su cadera se mueve con furia, el la complace y no deja de chupar… ella siente que desde el vientre y la parte baja de su espalda se extiende ese rayo, ese calambre y al fin… placer, el más intenso placer se reúne alrededor de su vagina y se transforma en contracciones rítmicas de su vulva, ella afloja su presión y él se dedica a pasar con suavidad la lengua para ayudar a que se calme el furor

Un momento después ella intenta reaccionar para devolverle el favor, pero sus piernas no la sostienen, el se sienta en el sillón y la atrae hacia sí. Su pecho le sirve de almohada y cuando trata de articular una excusa, una explicación el susurra al oído: "…descansa, hoy sólo era para ti, ya habrá tiempo para más…"

Afuera la ciudad corre a su ritmo, adentro dos corazones se acompasan para descansar.