En la oficina

Este es el primer relato de las aventuras con Alexandra en mi oficina...

EN LA OFICINA I

Les voy a relatar una aventura que tuve en la oficina, espero que les agrade.

Un día que tuve que trabajar hasta muy tarde, estaba concentrado en hacer un reporte muy importante, cuando llegó la chica que se encarga de la limpieza del despacho, es alta, mide 1,71 sin zapatos, ricos pechos, blanca, trasero amplio y buenas piernas, algo gordita pero se notaba que era muy caliente, ese día llevaba unos jeans bastante ajustados, su blusa roja resaltaba sus grandes melones y zapatos bajos, me saludó amablemente, yo la había visto varias veces pero solamente nos saludábamos sin mayor importancia, pues bien, me saludó y dijo:

  • Buenas noches ingeniero, ¿trabajando mucho? – comentó con voz amable.

  • Buenas noches Alexandra, sí, tengo que terminar el informe para entregar mañana – respondí en el mismo tono.

  • ¿Gusta que le prepare un café? – preguntó sonriendo.

  • Te lo voy a agradecer mucho – respondí interrumpiendo un momento mis labores -, de veras que lo necesito, ¡gracias!

Salió unos momentos y regresó con la taza en la mano:

  • ¿Cuántas cucharadas de azúcar?, quiero prepararlo como a usted le guste.

  • Solamente una por favor – respondí viéndola a los ojos -, hay que guardar la línea.

Se rió alegremente y me entregó la bebida diciendo:

  • No quiero que se quede sin tomar nada, le va a hacer daño, es más, cuando se quede hasta tarde me puede llamar a casa y decirme si desea algo en especial, ya sea de tomar o de comer – finalizó.

  • ¿No es mucha molestia? – Inquirí -, tal vez tu esposo o novio se enojen por tantas atenciones hacia mí.

  • ¡Para nada! – dijo con algo de color en sus mejillas -, soy soltera y no tengo nadie que se preocupe por mí.

  • Eres muy agradable y bonita, no me explico por qué no se han fijado en ti – comenté con asombro.

  • Lo que pasa es que la persona que me gusta ni siquiera está enterado que existo – dijo bajando la mirada.

  • Pues debe estar ciego para no verte – le dije sonriendo - ¿lo conozco?

El color en su rostro aumentó de intensidad, sus manos denotaban su nerviosismo porque jugaba con sus dedos ansiosamente, cuando respondió su voz era insegura:

  • Sí lo conoce pero… - dudó en continuar.

  • ¿Pero? – pregunté.

  • Me da pena decirle, mejor me voy a trabajar ya – dijo levantándose e intentando irse.

Me puse de pié y la detuve por los hombros, le levanté la cara tomándola de la barbilla, su mirada tímida se posó en mis ojos:

  • ¿Acaso es alguien de esta oficina?

Noté un leve temblor en sus labios que se abrieron sin proferir palabra, el silencio se hizo absoluto, entrecerró sus ojos y por fin dijo:

  • Sí ingeniero, trabaja en esta oficina y es casado.

Por su respuesta y su reacción comprendí que hablaba de mí, sin decir nada la atraje hacia mi pecho, sentí sus duros pechos bajo su blusa, la tomé por la cintura y ella alzó su cara, el beso inició tiernamente para convertirse poco a poco en apasionado, me abrazó fuertemente y su cadera redujo la distancia con la mía, cuando el espacio entre nosotros quedó reducido a nada, inició un movimiento pélvico que inmediatamente causó reacción en mi pene, nuestras lenguas parecían serpientes buscando hasta el más recóndito rincón de nuestras bocas, las manos de ambos recorrían el cuerpo del otro, la temperatura subía y subía…

  • No ingeniero, ya no por favor – dijo en tono suplicante.

  • Si de veras te gusto o estás enamorada de mí, ¿por que te niegas a una relación conmigo? – pregunté.

Esta pregunta desarmó toda su resistencia, sus caricias se hicieron intensas y atrevidas a la vez, mientras yo acariciaba su cuerpo con deleite, ella posó su mano sobre el pantalón y sobó lentamente sobre la tela mi parado instrumento, la tomé por las nalgas y le restregué mi lanza sobre su monte de Venus, su respiración se tornó agitada, la suave piel temblaba al recibir mis caricias, desabotoné la blusa y bajé un poco el sostén que aprisionaba sus grandes senos, los que saltaron hacia delante al sentirse liberados, me agaché un poco para chupar sus oscuros pezones, Alexandra recibió gustosa ese mimo, se bajó por completo el brassiere para que mi boca pudiera besar la gran circunferencia de su aureola, me tomó por los cabellos como para impedir que finalizara con mis chupadas, ¡nada diferente a eso era mi intención!, seguí amamantándome por espacio de unos minutos hasta que la excitación la apresó totalmente, zafándose de mi, bajó mis prendas hasta que quedaron en mis pies, me sentó en mi silla y atrapó la dura herramienta que tenía frente a ella, la llevó a sus labios, la besó suavemente, lamió un poco sobre el glande, chupó mis bolas cargadas de semen, para luego introducirla en su húmeda cavidad con una lentitud exasperante.

  • Mámalo rico nena – dije con voz entrecortada –, no te detengas mamita.

Como si hubiera recibido una orden, sus chupadas se convirtieron en un torbellino que me arrancaba suspiros y gemidos de placer, su lengua buscaba darme el mayor placer posible yendo y viniendo por todo el tronco, la experta boca de mi apasionada pareja me estaba dando la mejor chupada de mi vida, detuve su labor porque no deseaba vaciarme aún, le pedí que se levantara y la senté en la orilla de la silla, era su turno de sentir mi lengua en su cosita, le despojé de su ropa, casi arranqué su pantaleta y abrí sus piernas abiertas para saborear su concha, su rostro era un fiel reflejo de su calentura, enrojecido y con gesto placentero, aparté el vello que escondía su pubis e inserté la punta de mi lengua en su rica panocha que ya se encontraba algo húmeda por las caricias previas, un gemido de placer salió de su boca cuando pasé mi apéndice bucal por sus labios vaginales, los separé y concentré mi ataque en el clítoris que se asomaba de entre su intimidad:

  • ¡Ay papacito!, que rica mamada me estás dando – fue lo que pudo pronunciar antes de seguir gimiendo y gozando.

Con esa respuesta corporal, intensifiqué mis caricias sorbiendo el viscoso néctar que comenzaba a salir de entre sus piernas, sus manos estaban sobre mi nuca para hacer, en lo posible, más profundas las lamidas, tensó su cuerpo y apretó sus piernas contra mis oídos dejándome aprisionado en su sexo, se vino con un grito de goce reprimido por no se cuanto tiempo, quedó con los ojos cerrados y respirando agitadamente por unos instantes.

  • No sabes cuantas veces me he masturbado pensando en ti – dijo en cuanto se repuso -, te deseo desde que entré a trabajar aquí, hace casi un año.

  • Pues ahora es tu oportunidad de hacer realidad tus sueños eróticos, quiero complacerte para que nunca vuelvas a hacerlo – fue mi respuesta.

Sin comentar cosa alguna, se levantó de la silla y cambió el lugar conmigo, luego se sentó sobre mi caramelo y lo clavó hasta le empuñadura en su mojada vagina, pasé mis manos sobre los enormes melones para buscar sus erectos pezones, al encontrarlos los pellizqué entre mis dedos y esto provocó que los sentones que daba sobre mi miembro, aumentaran de velocidad, bajé una de mis manos para acariciar el clítoris que anteriormente tuve dentro de mi boca, al sentir todo eso, Ale se perdió en un remolino de placer que solo terminaría en cuanto llegara un nuevo orgasmo, la cogida estaba llegando al clímax, mi reata, incapaz de soportar por más tiempo el placer, estaba a punto de inundar la intimidad de ella, Ale al sentir la proximidad de mi venida, se desmontó rápidamente de mi espada, se hincó frente a mi y nuevamente clavó mi herramienta en su ansiosa boca que deseaba saborear mi ardiente leche, mi pene explotó llenando por completamente el sitio en donde se hallaba enterrado, bebió todo el semen y, levantándose, me besó largamente como deseando que el momento no terminase nunca.

  • Me encanta el sabor que tiene tu leche – me dijo -, mi boca estará lista para recibirla siempre, prefiero que me la des así que dentro de mi concha.

Ante esos argumentos decidí que no había nada que comentar, simplemente la abracé su le di unas nalgadas cariñosas. Cuando nos separamos, nos dimos cuenta de la hora, ¡estaba por llegar el personal de seguridad al edificio!, había que apurarse, nos vestimos rápidamente y me senté para terminar con mi reporte, ella fingió hacer la limpieza, en ese momento entró uno de los elementos de vigilancia y nos saludó secamente, nos libramos de que nos atraparan con las manos en… los sexos.

Una vez que terminé con el reporte le dije:

  • ¿Quieres que te lleve a tu casa?

  • Sí, no deseo apartarme de ti hoy, a pesar de eres casado quiero que sigamos juntos, no me importa ser la segunda en tu vida, voy a ser tu amante hasta que te canses de mi – respondió en tono firme.

  • ¿Vas a ser mi amante? – pregunté con fingida inocencia.

  • Y si quieres tu esclava sexual, puedes hacer de mi lo que quieras, con tal de tener esa rica verga dentro de mí – respondió con mirada pícara y tocándome la reata.

Acababa de conseguirme una amante que me exprimiría el pene deliciosamente, que por cierto duró poco tiempo la relación, únicamente lo hicimos en tres ocasiones, pero fueron verdaderamente ricas. Posteriormente les platicaré las otras dos cogidas con Alexandra.

Don Pato

Espero sus comentarios en mi correo.

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