En la oficina

- Vamos perra estúpida, ocupa tu lugar que tengo que seguir trabajando y ya me estás haciendo perder demasiado tiempo. - Si Señor, lo siento - dije poniéndome a cuatro patas y entrando bajo su escritorio mientras él apartaba un poco la silla para que tuviese el camino libre.

Llegué a la puerta de su trabajo, llevaba puesto mi abrigo, unos leggins y una camisa y sin ropa interior por supuesto. Me paré y saqué el móvil de mi bolso, le hice una llamada perdida para que supiera que había llegado puntual, ahora solo tendría que esperar que su oficina se quedase vacía cuando sus compañeros fueran a tomar café en el descanso. Tras unos 5min esperando, mi móvil sonó, era la señal para que entrase, sabía donde tenía que dirigirme, puesto que antes de irse por la mañana me lo había explicado todo detalladamente. Abrí la puerta y entré rápidamente, puesto que el rubor en mis mejillas era bastante notable y no me atrevía a levantar la mirada del suelo, con tal de no cruzar la mirada con nadie. Llegué a su oficina sin ningún contratiempo, por suerte habían ido todos a tomar café y solo él estaba allí, esperándome, mientras atravesaba la oficina, fui quitándome el abrigo y al llegar justo delante suya me extendió una mano para cogérmelo mientras me saludaba con un beso, agarrándome con la otra mano del pelo y atrayéndome hacia él. - Muy rápida perrita, pensé que serías mas torpe y no cumplirías bien con lo que hablamos esta mañana. - Los nervios de entrar y pasar desapercibida hicieron que aligerara el paso, Señor. - Muy bien, así me gusta, veo que mi putita es eficiente. Mientras hablábamos iba buscando algo en los bolsillos de mi abrigo. - Sí, muy eficiente - dijo sacando del bolsillo lo que quería encontrar y volvió a besarme. Para ese momento yo ya iba muy caliente y deseando llevarme la poya de mi Señor a la boca para volver a saborearla, durante el camino a la oficina no hice mas que pensar en lo entretenida que sería mi mañana bajo su escritorio. Me volvió a coger del pelo fuertemente y obligándome a ir medio doblada, nos dirigimos a su mesa, nos paramos delante, volvió a besarme y tiró de mi pelo haciendo que me agachara y acabase de rodillas, hizo fuerza con su mano y tirando de mi cabeza, refregó mi cara por la bragueta de su pantalón y luego al retirarse me dio un buen bofetón mientras me decía: - Vamos perra estúpida, ocupa tu lugar que tengo que seguir trabajando y ya me estás haciendo perder demasiado tiempo. - Si Señor, lo siento - dije poniéndome a cuatro patas y entrando bajo su escritorio mientras él apartaba un poco la silla para que tuviese el camino libre. Una vez dentro y mientras me acomodaba, me desabroché los primeros botones de la blusa, los justos para dejar mis tetas al aire, tal y como él me había dicho por la mañana. Se sentó y metió sus piernas bajo su escritorio, ahí empezaba mi principal tarea, mi tarea de comepoyas. Fui subiendo por su pantalón, con mis manos y mi cara, llenando de besos sus dos piernas, hasta llega justo a la altura de su bragueta, la cual aún estaba cerrada y sin mas tardar comencé a desabrochar, apareció ante mi una gran erección, escondida tras la fina tela de sus calzoncillos, como un imán que atrae a otro, su poya atrajo mi boca y sin retirarle los calzoncillos aún, me puse a lamer y besar como una loca. Una de sus manos se deslizó bajo la mesa, apretando mi cara contra su poya, cuando me soltó la cabeza, bajé sus calzoncillos y me quedé mirando fijamente y con ojos de deseo su poya, pero no me entretuve mucho tiempo en recrearme con su vista, porque seguro que se impacientaría y volvería a deslizar su mano bajo la mesa para apremiarme. Con mi lengua fui lamiendo desde su base hasta la punta, subiendo y bajando y parándome también en sus huevos, los lamía, los besaba, me volvía a dedicar a su poya, hasta que en una de las ocasiones que llegué arriba, me la fui metiendo lentamente, cuando ya no me cabía más, abrí la boca y seguí tragándomela, hasta tenerla casi completamente dentro, respiré hondo por la nariz y aguanté la respiración, me concentré y procuré controlar la arcada que me iba a dar de un momento a otro. Conseguí controlarla a duras penas y finalmente me dio, así que fui sacándola lentamente de mi boca, parándome arriba, en la punta y me dispuse a lamerla nuevamente, pero no era eso lo que él quería, así que volvió a bajar una de sus manos y cogiéndome del pelo me mantuvo su poya dentro, mientras notaba como me sobrevenían una arcada tras otra, noté como se ponía en marcha el huevo vibrador en mi coño, era el mando lo que buscaba en el bolsillo de mi abrigo. Tras varias arcadas me soltó y sin haber recuperado del todo el aliento seguí tragándomela una y otra vez, sin parar, cambiando de ritmo, unas veces mas lenta y otras mas rápida. Me ayudaba con una mano y cuando me cansaba, cambiaba mi boca por la mano, pero en ningún momento y bajo ningún concepto dejaba o de pajearle o de comérsela. En una ocasión se agachó como si se le hubiera caído un lápiz y así pudo estirar más su mano y llegar a una de mis tetas, para amasarla a su antojo y pellizcarme el pezón fuertemente, en ese momento yo estaba usando solo mi mano y aprovechó para darme un bofetón y accionar el mando del huevo a la vez, cada vez notaba como me mojaba más, notaba mis leggins mojados, por suerte eran negros y no se notaría mucho e iría tapada con el abrigo. Después del bofetón volvió a cogerme del pelo y a llevar mi boca hasta su poya, marcaba el ritmo y era bastante rápido, de vez en cuando paraba para darme un bofetón y luego volvía a marcarme el ritmo, era un ritmo rápido y profundo, sin importarle que me dieran o no arcadas, a las cuales ya me había acostumbrado y había logrado dominar, con lo cual tampoco me importaba que me dieran. Tras un rato así sin parar y por suerte para el dolor de cuello que estaba empezando a tener, echó mi cabeza hacia arriba, dejando dentro de mi boca la punta de su poya, la cual yo aprisioné con mis labios mientras él terminaba de pajearse y comenzaba a correrse dentro de mi boca, fue bastante abundante, pero no me la iba tragando, cuando terminó de correrse, volvió a agacharse y yo saqué la lengua enseñándole su corrida y mientras pellizcaba y retorcía uno de mis pezones, asintió con la cabeza, dándome así permiso para tragármela, cosa que hice gustosamente y sonriendo. Tras habérmela tragado, él se incorporó y yo me dediqué en limpiársela con mi lengua y en volver a colocarla dentro de sus pantalones por si tenía que levantarse en algún momento. Yo me senté, apoyando mi espalda en un lateral de la mesa, mientras él, como premio, acariciaba mi cabeza, ahora solo tenía que quedarme esperando hasta que quisiera volver a usarme como comepoyas, que seguro no me haría esperar mucho. Miré el reloj, eran las 9:30h de la mañana, hasta que saliera a las 15h de la tarde, me quedaba una larga mañana bajo ese escritorio.