En la oficina (3)

En el baño del parque.

La oficina 3

Nuestros juegos eran totales y ya no había marcha atrás.

Cierto día de lluvia, habíamos llegado a nuestro trabajo. Adriana estaba tras su escritorio sumida en sus tareas cuando recibió una llamada interna: era André.

La conversación fue corta pero suficientemente intensa para que ella se excitara de inmediato. Siguiendo la petición de André se encaminó al baño de la empresa y se quitó sus pantaletas, quedando sólo con su enagua a media pierna.

Ella no entendía bien las intenciones de su amante, pues durante las horas de trabajo era poco lo que podían verse. A media mañana, mientras la lluvia seguía su frenético ritmo en la ciudad sonó la alarma de simulacros de incendio.

Siguiendo el protocolo la gente comenzó a buscar las salidas de emergencia, Adriana caminó hacia la escalera de incendios y al pasar frente a la oficina de André lo vio en la puerta mirándola fijamente. Ella se detuvo un momento y él avanzó hasta tomarla del brazo y llevarla en dirección opuesta, hacia una escalera de emergencia que daba a la parte de atrás del edificio, y que no era la que les correspondía.

Terminaron de bajar hasta un pequeño parqueo en que había unas cuarenta personas agrupadas, que en caso de un incendio real estarían en la calle, pero que al tratarse de una simulación, se mantenían entre los automóviles.

André guió a Adriana hasta uno de los automóviles, un cuatro por cuatro enorme de uno de los jefes de la compañía y se acomodó con ella a un lado del mismo. Estado detrás de ella André comenzó a acariciar sus caderas con suavidad, la gente observaba hacia el edificio donde se realizaban maniobras para evacuar heridos y personas por medio de cuerdas, y nadie se fijaba en ellos. Las manos de André fueron acariciando con más fuerza sus caderas, mientras su pene se apretaba contra sus nalgas. Ella miraba a los lados nerviosa, pero pronto se percató de que nadie los miraba, por lo que correspondió a sus movimientos echando sus nalgas hacia atrás para aumentar el contacto.

Las manos de André se aventuraron aún más y se metieron bajo su falda, hasta alcanzar su húmeda y descubierta vagina, que pronto comenzó a ser acariciada desde atrás por los gruesos y fuertes dedos del hombre. Adriana notaba su introducción y se mojaba cada vez, el placer que sentía al ser acariciada al aire libre y con tantas personas alrededor era muy grande. Los dedos de André rezumaban en líquidos vaginales y muy pronto uno de sus dedos comenzó a acariciar el otro orificio de Adriana. El sentir estas caricias la estaban llevando a un fuerte orgasmo que se vio interrumpido por la sirena que anunciaba el final del simulacro.

Ambos se recompusieron y caminaron de regreso a sus escritorios, detrás de todas las demás personas. Al pasar junto a los baños del estacionamiento André la tomó de su brazo y la introdujo en ellos. Antes de que ella pudiera decir nada la volteó y comenzó a besarla con fuerza, tomándola de sus nalgas y entregándole con su saliva toda la pasión contenida de los encuentros anteriores.

André levó a Adriana hasta los lavamanos y la sentó en ello, con su enagua recogida hasta la cintura. El frío de éstos le puso a Adriana la piel de gallina, cosa que se incrementó al ver que André dejaba desnudo su pene y comenzaba a acercarla poco a poco a su vagina. Ella cerró sus ojos esperando la introducción de este miembro, pero en vez de esto comenzó a sentir como André frotaba su glande de arriba abajo en su vagina. Ella abrió los ojos y se topó con los de su amante que le hizo un gesto para que mirara. Ella bajo la mirada y vio el glande rojo e hinchado frotándose contra sus labios vaginales. Veía como la tierna piel de su vagina se movía al ritmo de aquél ápice masculino, veía como esa cereza roja iba tomando un color más intenso gracias a la humedad que salía de su interior. La mano de André, varonil y velluda, tomaba con fuerza ese pene y lo frotaba desde la base de su vagina hasta su clítoris, y una vez ahí lo movía como el arco de un violín sobre sus cuerdas.

Adriana tomó la piel de sus labios vaginales y trató de unirla sobre ese miembro, envolviéndolo como una funda, húmeda funda, que les daba mucho placer. Cuando ella soltó sus delicados pliegues André tomó su pene y comenzó a dar leves golpes contra el clítoris de esa jugosa vagina, produciendo un suave sonido de choque de carnes, que contrastaba con el enorme placer que les daba.

Luego volvía a los frotamientos y restregadas. La humedad empezó a ser tanta que corría hacía la superficie que sostenía las nalgas de Adriana, pero en su suave descenso mojaban sus nalgas y unas cuantas gotas humedecieron su ano.

Esto no le pasó desapercibido a André, quien aumentó la distancia del recorrido de su glande, e iniciaba los viajes de ascenso sobre la vagina de Adriana desde ese punto que une al ano con la vagina: el perineo.

El contacto era intenso y ambos estaban demasiado excitados para soportarlo más. En uno de los viajes de vuelta, y luego de tres o cuatro golpecitos del glande sobre el clítoris, André empujó con fuerza sus caderas y enterró todo su miembro en la vagina de Adriana, pero en vez de comenzar un mete saca frenético se tomó de las nalgas de ella, empujó su cuerpo con fuerza, como queriendo hundirse entero en ella, y movió sus caderas en círculos dentro esa deliciosa vagina.

Adriana sentía que el glande de André estaba muy adentro de su cuerpo, y ese movimiento profundo la hacia sentir que le removía las entrañas. Además André hinchaba una y otra vez su pene, lo que hacía que Adriana sintiera dentro de sí las palpitaciones de esa unión tan profunda.

Luego de unos minutos así, que fueron además minutos llenos de besos y declaraciones sobre el deseo que tenían de sentirse así, André comenzó un lento movimiento de entrada y salida. Metía más o menos un cuarto de su pene en la vagina de ella unas tres veces seguidas y después le daba un a profunda penetración, esto hacía que Adriana deseara que todos los movimientos de penetración fueran profundos, y él jugaba con esto, pues a veces le daba hasta diez penetraciones leves antes de la estocada profunda, o a veces embestía con furia tres o cuatro veces para después detenerse y comenzar las lentas acometidas una vez más.

En cierto momento el orgasmo de ella era tan evidente que André se entregó furioso a un profundo mete saca hasta que sintió los espasmos del orgasmo de Adriana, para, sin darle tiempo de reponerse, hundirse entre sus piernas y chuparle toda esa chorreante vagina, que todavía se contraía con los espasmos del orgasmos.

André sintió en su boca, no sólo el néctar que manaba de esa cueva, sino las contracciones propias de tan ancestral placer, mientras las manos de Adriana presionaban la boca de su hombre contra sus ingles.

Cuando se repuso Adriana de su orgasmo, André la ayudó a bajar del lavamanos y se metieron a uno de los cubículos del baño. Se sentó sobre uno de WC cerrados y ella lo monto, introduciéndose todo su pene en su vagina. Adriana le abrió la camisa a André, para que su velludo pecho se frotara contra sus pechos, además de que podía restregar su clítoris contra los vellos púbicos de André.

André por su parte trataba de chupar esos oscuros pezones que se le ofrecían y, con sus manos en las nalgas de esa lujuriosa compañera, la ayudaba a llevar el ritmo de la cabalgada.

El sudor comenzó a empapar sus cuerpos, y los pechos de Adriana resbalaban por el pecho de André. Este estrujaba las nalgas de Adriana y jugaba con un dedo un su orificio trasero, cosa que a ambos los llenaba de lujuria.

En cierto momento durante la cabalgada, Adriana se levantó por completo y apunto la punta de aquel pivote de carne hacia su orificio anterior, y poco a poco fue bajando sus caderas hasta que logró introducir todo su pene en su trasero. André la tomó de sus nalgas y hundiendo su cara entre los pechos de aquella hembra comenzó a moverla con furia sobre su pene. Adriana mantenía su boca levemente abierta, producto de la mezcla de dolor y placer que sentía por esa penetración anal, pero sosteniendo con fuerza la cabeza de su amante entre sus pechos.

El orgasmo les llegó casi al mismo tiempo, y las contracciones del pene de André dentro del chiquito de Adriana fueron acompañadas de las de la vagina de ella. Mientras recobraban el ritmo normal de la respiración se prometían a sí mismo volverlo a repetir, esta vez en la casa de alguno de los dos, con más calma y de una forma que les diera chance de explorarse a placer.