En la nueva casa
Tras un año horrible, viene el gozo
Aquel fue un año horrible. En marzo murió papá, de repente, de un ataque al corazón, a sus 62 años. Un mes mas tarde, Rafael se separó de su mujer, Lola, aunque esto ya lo veíamos venir, pues tras cinco años de matrimonio, ya se les veía distantes y casi siempre peleados, así que mi hermano se aprovechó de las circunstancias y se fue a vivir con nuestra madre, Lola le compró su parte del piso en el que vivían. Mamá andaba ya tiempo pachucha, por lo que la separación tras la muerte de papá le sentó tan mal que empeoró y en Julio la enterrábamos. Menos mal que no se enteró de lo mío, ya que me encontré a mi marido, Julián, en la cama con otra, lo que provocó que nos divorciáramos en noviembre, vendimos el piso y yo me fui a vivir con mi hermano a casa de nuestros difuntos padres. Cuatro años me duró el matrimonio.
En navidades nos encontrábamos solos los dos, Rafael, a sus 32 años y yo a mis 30 años, decidimos vender la casa de los papas, que estaba llena de malos recuerdos y era pequeña y antigua, e irnos a vivir a otro lado de la ciudad. Tuvimos la inmensa suerte de venderla y comprar otra casi por lo que nos dieron por ella, un piso más moderno, de cuatro dormitorios, dos cuartos de baño, etc., bien situada, con garaje y demás. Cada uno eligió un dormitorio y otro de despacho.
Desde el principio llegamos al acuerdo tácito de no meternos el uno con la otra, si uno tenía la dicha de ligar y quería follar en casa, el otro no se entrometería. Además si en un futuro uno de los dos o los dos rehacía su vida, como cada uno tenía dinero, podría meterse en un piso com su pareja mientras el otro o bien vendía este o bien le compraba su parte al uno.
Claro que para ligar hacía falta salir, y ambos, después de los divorcios y los fallecimientos, andábamos más bien decaídos. Entonces, sin darnos cuenta, nos acostumbramos a salir juntos, al cine o al teatro, al baile o a cenar, hasta las vacaciones de semana santa estuvimos juntos.
Y hablábamos, hablábamos mucho, no nos hizo falta psicólogo alguno. En fin, nos acostumbramos el uno al otro. Por eso no es de extrañar lo que ocurrió.
Un sábado, libres del trabajo, yo como profesora, él como funcionario del ayuntamiento, nos encontramos en la cocina tras la siesta. Y nos pusimos a hablar como siempre.
Isabel, ¿Echas de menos el sexo?
Si
¿Cómo follabais Julián y tu? -No me sorprendió la pregunta, pues con la confianza que teníamos, nos lo habíamos contado casi todo. - Quiero decir, qué posiciones practicabais y todo eso.
Pues, hacíamos de todo, creo yo, por supuesto por delante, le gustaba metérmela por delante y también desde detrás, es decir le gustaba tenderme en la mesa, con las piernas para arriba y así me penetraba. -La confianza era total.
A mi me gustaba follarme a Lola desde detrás, y a ella le encantaba, se ponía a cuatro patas en la cama o en el suelo y yo, desde atrás se la metía a fondo.
También me gustaba eso, yo me ponía de cara a la mesa, o echada sobre ella y Julián me metía la polla hasta los huevos.
Los últimos tiempos descubrimos Lola y yo el sexo anal, ella se ponía a cuatro patas y yo se la metía por el culo, ¡como le gustaba, la muy zorra! Claro que eso fue antes de distanciarnos.
Julián y yo nunca lo hicimos así, ¿no duele un poco? -Pregunté.
Al principio si, pero si se dilata bien, la polla entra con facilidad, eso si hay que usar lubricante porque si no si que te puede doler.
A mi me gustaba también chuparle la polla a Julián, él decía que nunca se la habían chupado tan bien, decía que era una experta mamando pollas.
Lola nunca quiso mamármela, mira que le gustaba que se la metiera por el culo pero, chica, eso de mamarla, un par de veces lo intentó y casi vomita la primera papilla.
¿Le comías el coño? -la conversación me estaba poniendo cachonda, y creo que a él también.
Si, casi era obligatorio, porque nunca se corría cuando la penetraba, sólo se corría si le comía el coño, así que terminé por dominar el arte de comer coños. ¿Julian te lo comía?
También, aunque yo sí me corro cuando me penetran, si me lo comen, el orgasmo es tan fuerte que doy gritos de placer y me estremezco toda, es muy espectacular. - Me salió así, estando en un ambiente de confianza, me desinhibo.
Me gustaría verlo – Me dijo.
Cuando quieras – Le respondí.
He de decir, que si a ambos nos traicionó el subconsciente, la traición tenía una base sólida. Primero porque cuando teníamos él 20 y yo 18 estuvimos tonteando con el incesto, no llegamos más allá de unos besos, antes de que se impusiera la educación recibida. Segundo porque desde el divorcio de cada uno, no habíamos follado, por lo menos yo y por lo que sabía él tampoco. Y tercero porque desde que salíamos juntos, el tonteo se había reanudado.
Por eso, a mi respuesta, se me quedó mirando como diciendo “ahora mismo”. Nos quedamos mirándonos, se acercó y nos besamos, y ahí empezó todo.
Primero fue el beso, un beso largo, húmedo, ansioso, de lenguas que se buscan y se encuentran, de bocas que desean y son deseadas, de caricias interiores. De pasiones que se desatan y tormentas que se veían venir.
Un beso, y digo bien, sólo un beso, pero que duró lo que tarda el deseo en cumplirse y las ganas, tanto tiempo ocultas, en aparecer y desaparecer, es decir, un beso de una eternidad. Yo, al menos, que fue sólo un beso, o cientos de ellos fundidos sin saber donde empezaba uno y donde acababa el otro. Prácticamente recorrimos todos los formatos conocidos, sin lengua, el beso que se come un labio, el de enlace de lenguas, el que recorre toda la boca, el que mete una boca en la otra.
Nos abrazamos mientras nos besamos, de pie, como bailando. Él con las manos en mi cintura, yo con ellas en sus hombros. Casi bailando, al ritmo de nuestro beso. Pasó una eternidad antes de que muy rápidamente se separara y me cogiera en brazos.
Isabel, te deseo.
Rafael, te deseo.
En esa frase repetida se sintetizó el momento, nos deseábamos. Tanto tiempo sabiéndolo, y sin poder decirlo, pese a desearlo. Y si hubiéramos dicho “quiero” por “deseo” el resultado hubiera sido el mismo.
Me llevó al salón, allí tenemos una mesa muy a propósito, me dejó en el suelo, para desnudarme. Entre más besos me quitó la camiseta, lo que descubrió mis hermosas tetas, para mi estatura, soy un poco alta, 1,75 m, son muy esbeltas, una 95 C, grandes pero no excesivas, generosas pero justas para tenerlas firmes. Para ese momento presentaba mis pezones apuntando tiesos de deseo. Me deshice de las zapatillas, mientras él, hipnotizado por mis dos hermosos melocotones, trataba de quitarme a la vez el pantalón y las bragas, cosa que consiguió al agarrar ambas prendas por mis caderas y tirar hacia abajo al tiempo que se agachaba.
Mi cuerpo, lejos de ser perfecto, presentaba una buena imagen: pies delicados, pantorrillas bien hechas, muslos agradables, una cadera no muy extensa, vientre plano, el sexo …. carnoso.
Él también se desnudó, lo más rápido que pudo, camiseta en dos movimientos, zapatillas de una patada cada una, el pantalón con el slip de una agachada. Tiene buen cuerpo y bonito para ser un hombre, sin barriga pero tampoco marcando músculos, justo de pelo, un culito bien formado y una polla grande en erección.
Nos besamos otra vez, notando su verga en mi barriga. Me dejé llevar hasta el borde de la mesa. Me hizo sentar en ella y se agachó para dar el justo tratamiento que mis tetas demandaban, es decir, me recorrió cada una con su lengua, excitando aún más mis pezones, tiesos ya por entonces, hasta que pugnaban por salirse de mi. No dejó de morderlos, suavemente, eso si. Yo estaba muy cachonda.
Luego de comerme las tetas, me empujó suavemente para que apoyara la espalda en la mesa, con las piernas abiertas, acercó una silla y se dedicó a comerme el coño.
Y cómo me lo comía. La misma lengua larga, húmeda y móvil que había recorrido toda mi boca, ahora recorría todo mi coño. Primero por el exterior, por todos los labios, de abajo a arriba, sin entrar aún. Luego entreabrió mis labios con sus dedos, y ahora recorría la cara interior y la raja, también de arriba a abajo y de abajo a arriba. Pasaba por el agujero y se introducía un poco. Luego se alejó para introducir primero un dedo y luego dos, con los que me follaba. Para entonces estaba volcánica, jadeaba como una perra, gritaba y me movía cada vez que metía los dedos.
Entonces pasó a trabajarme el clítoris, primero por fuera, a lenguetazo limpio lo sacó de su pliegue, lo estimuló hasta que se puso tieso, y luego atacó por la cara interior.
- Me corro, Rafa, me corro -dije antes de llegar inevitablemente al orgasmo.
Me corrí como siempre, en medio de grandes jadeos y gritos callados. Me corrí como siempre con una sacudida del cuerpo. Me corrí como siempre, elevando el culo para tensar el cuerpo. Me corrí como siempre, en descargas desde mi coño a todo mi cuerpo.
Él se sorprendió al principio, pero luego me agarró por las nalgas, hundió la cara y, con la lengua, controlaba mi orgasmo. Cuando veía que me relajaba, atacaba duramente el clítoris. Cuando veía que estaba muy tensa, relajaba la lengua para que me calmara.
Isabel, eres espectacular corriéndote. - Me dijo cuando separó la cara y me relajé un poco.
Ya te lo dije – Balbuceé mientras trataba de recuperar la respiración.
Entonces se levantó de la silla, la echó hacia atrás, situó la punta de su polla tiesa en la entrada de mi vagina y me penetró. Yo puse las piernas hacia arriba y él me sujetó por los tobillos. Empezó a meterla y sacarla, follándome como un poseso. Yo la sentía entrando y saliendo, y a cada empujón lanzaba un jadeo. Rafael trataba de controlar su orgasmo, buscando que yo me corriera, parando cada vez que notaba que llegaba a él. Por fín acabé, me corrí, no tan espectacular como cuando me comen el coño, pero si que alcancé el orgasmo buscado, lancé un pequeño grito, arqueé el cuerpo y me puse a respirar fuerte tratando de controlar los calambres que me llegaban desde la vagina. En ese momento él estalló y se unió a mis jadeos mientras se corría llenándome de semen.
Soltó los tobillos y dejé caer las piernas. Rafael salió de mi. Se sentó en el sillón, cansado de la penetración. Yo me puse de pié, me acerqué y me arrodillé delante de él.
- Te la voy a mamar como nunca te lo han hecho – Dije, agarrando el miembro medio fláccido de mi hermano.
Me lo llevé a la boca, dándole lenguetazos como si de un helado se tratara, al tiempo que con mi mano lo estimulaba. Poco a poco volvió a erigirse. Entonces, le agarré los huevos con la mano izquierda para darles un masaje, la derecha agarró el pene por la base y con la lengua, acariciaba la punta del capullo.
- Isabel, Isabel, que bueno – me dijo jadeando.
Yo seguí a lo mío. Ahora jugaba con la punta del pene. Con los labios medio cerrados primero y con los dientes después, deslizaba la boca por el pene, jugando con el pliegue de la punta. Sabía que eso le gustaba. Cuando me cansé de trabajar la punta, me la metí hasta el fondo, me llegó casi hasta la garganta. Él trataba de moverse para follarme la boca, yo no le dejaba, sino que me follaba la polla con la boca. Cuando la tenía dentro, jugaba con ella con la lengua. Se corrió, por supuesto.
- Aahh! Aahh! ISABEL – gritó mientras se corría. Y yo seguía, y tragaba el semen que expulsaba.
Finalmente me separé de él, con la boca chorreando semen.
Joder, Isabel, que mamada más rica.
¿A que te ha gustado? - Le pregunté guiñando un ojo.
Nunca me la han comido así.
Pues ahora te toca estrenar mi culo.
Ponte a cuatro patas encima de esa mesa pequeño, voy por el lubricante.
Salió muy rápido, me subí a una mesa pequeña que tenemos y me puse a cuatro patas. Rafael volvió en muy poco tiempo con un tubo de crema en la mano.
- Ahora voy a dilatarte el culo para que no te haga daño, relájate.
Me relajé un poco, aunque estaba muy excitada. Mi hermano aplicó un poco de crema en el culo, noté que la crema era muy resbaladiza. Entonces noté un dedo en el ojete, que entró con facilidad porque estaba empapado de crema resbaladiza. El dedo hurgaba por el agujero. Me gustaba. Luego sacó el dedo y debió de meter dos porque noté el aumento de lo que me penetraba. La excitación aumentaba por momentos. Luego metió tres dedos y anunció que estaba a punto.
Entonces noté la punta de la polla en mi ojete, haciendo presión. Con el culo algo dilatado Rafael dió un empujón de caderas y me metió la polla hasta dentro. Me dolió algo, pero entró gracias al gel. Entonces empezó a follarme por el culo, estaba tremendamente excitada y noté que me gustaba, me gustaba mucho, tanto que hasta creí que podría correrme si me follaba así. Él estaba muy excitado porque me embestía con fuerza. Tras un rato de mete y saca se corrió, lanzó un gemido, se paró un momento y noté que volvía a empujar mientras me llenaba por dentro.
Se echó encima de mí, aún con la polla dentro y, con los dedos, me masturbó para que me corriera, como estaba tan excitada, me corrí al poco, con él encima, jadeando como una posesa.
Finalmente sacó la polla y se sentó en el sofá, yo me levanté y me senté en el otro sofá. Nos miramos y nos comprendimos. Desde entonces dormimos juntos y follamos mucho, ahora somos pareja.
Ana del Alba.