En la noria del parque de atracciones

A Carlos le toca llevar a su prima de diecisiete años al nuevo parque de atracciones...

La llegada de los tíos a la costa siempre había resultado algo molesto a Carlos, su prima Paula siempre les acompañaba, y, aunque normalmente solo se quedaban un fin de semana, era tiempo suficiente como para odiar cada año más a la mimada prima Paula tres años menor.

Este año, para mayor fastidio, se celebraba el decimoséptimo cumpleaños de Paula, las cajas de regalo inundaron la habitación de invitados y aunque Carlos intentó rehuir toda responsabilidad finalmente su madre le pidió que llevara a su sobrina a ver el nuevo parque de atracciones aquella misma noche mientras los demás desempaquetaban y preparaban el equipaje de los visitantes, no pudo rechistar de ninguna forma.

Paula iba vestida con una camiseta amarilla con dos franjas verdes a la altura de la barriga, unos vaqueros recortados sobre las rodillas y unos malgastados zapatos deportivos que poseían roturas por varios lugares. Su corta melena castaña la dejó totalmente libre de cualquier tipo de coleta, poco usual en ella.

Carlos fue montándose en una serie de atracciones junto a su prima y en otras mientras ella "pasaba el rato" aprovechaba para dar un paseo y relajarse. La niña le salía más cara de lo previsto, tras comprar dos perritos se le antojó subir a la noria del parque "para poder ver el paisaje mejor". Carlos tuvo que aceptar a pesar de que cada vuelta en aquellas elegantes cabinas de la noria costaba un ojo de la cara. Antes de llegar a mitad de altura ambos perritos habían sido engullidos por la cumpleañera que quedó con hambre. De repente las luces de la cabina empezaron a tiritar hasta quedarse todo a oscuras, Carlos miró a las demás cabinas, toda la noria había quedado a oscuras. A los diez segundos una voz de hombre anunció problemas técnicos en la maquinaria de la noria, no volvió a oírse esa voz durante largos minutos que para Carlos se hicieron eternos en la oscuridad.

Paula se puso en pie y se dirigió a su primo.

  • Pues yo tengo ganas de otro perrito caliente.

Empezó a ir de un lado a otro de la cabina haciendo que se balanceara peligrosamente.

  • ¿Quieres estarte quieta?, ya has oído al responsable, en unos minutos se solucionará el problema y podré comprarte lo que quieras.

  • ¡¡Yo lo quiero ahora!!

Carlos miró hacia las cabinas contiguas desesperado, su prima le estaba sacando de quicio, eso sin contar con que se encontraba a bastantes metros de altura encerrado durante un buen rato. No había absolutamente nadie en las cabinas adyacentes y Paula seguía balanceando la cabina de un lado a otro de forma peligrosa.

De repente Paula se asomó por una de las ventanas abiertas de la cabina de forma demasiado intrépida, Carlos se lanzó rápidamente hacia su prima y la sujetó con firmeza por la cintura.

  • ¿Qué coño estás haciendo?

La prima esbozó una de sus muecas de total inocencia.

  • Quería ver cómo se veían las personas de allá abajo.

Carlos soltó un resoplido y, volviéndose a sentar, cerró los ojos apoyando su cabeza sobre el cristal.

  • Tengo hambre, quiero una salchicha.

Carlos no se molestó en abrir los ojos esta vez.

  • Te he dicho que aquí arriba no puedo hacer nada.

  • Eso no es cierto...

Carlos notó como su prima volvía a balancear toda la cabina con su movimiento. Sin darle tiempo a reaccionar Paula colocó su mano sobre la entrepierna de su primo que rápidamente se incorporó.

  • Tú tienes una bastante grande para saciar toda mi hambre, te la vi el año pasado mientras te cambiabas.

Paula poseía una mirada perspicaz mientras no apartaba sus marrones ojos de los oscuros de su primo.

  • ¿Qué crees que estás haciendo, Paula?

  • Agradeciéndote mi regalo.

Con unas suaves y traviesas carcajadas bajó la cremallera de Carlos que volvió a dejarse caer sobre el asiento mientras observaba a su acompañante actuar sin ningún tipo de impedimento.

Tras abrir totalmente la cremallera los calzones de color blanco de Carlos aparecieron ante la vista de su, de repente cachonda, prima.

Introduciendo la mano por la abertura del pantalón acarició sobre los calzones el miembro de Carlos que empezó a endurecerse con el roce.

  • Veo que aún no estás del todo motivado, eso tendremos que arreglarlo.

Apoyándose sobre el muslo de su primo se colocó hasta acercar su cara a la de él y sin esperar a nada más empezó a besarle tímidamente hasta que Carlos entreabrió sus labios y ambas lenguas no tuvieron ningún impedimento en juguetear mientras la mano de Paula seguía acariciando la suave tela de los calzoncillos.

Finalmente Paula se alejó unos centímetros de su primo y con una media sonrisa volvió a hablar.

  • Desde que te la vi no he podido dejar de pensar en saborearla.

Carlos acarició de forma sensual la mejilla de su prima ya totalmente convencido de lo que iba a hacer.

  • Es toda tuya.

La joven cayó de rodillas entre las piernas de su primo que ya tenía una erección bastante notable.

La mano de Paula se introdujo por la abertura de la cremallera y sobre el bóxer de su primo finalmente llegó a su pene.

  • Es enorme.

Carlos sonrió desde su elevada posición antes de sujetar la curiosa mano de su compañera de cabina y sacarla junto a su falo, que salió disparado como si tuviera un muelle.

  • Creía que tenías mucha hambre.

El leve roce de la lengua en su pene hizo que emitiera un leve gemido de placer, su prima empezó a lamer en círculos la cabeza de la polla sin apartar la vista desde su posición de la expresión de éxtasis de Carlos.

Paula empezó a acariciar con las yemas de los dedos los huevos de su primo mientras proseguía con su lengüeteo circular, la chica empezó a reír y tras unos segundos se introdujo el aparato hasta la mitad y empezó a sacar y meter. Esta vez su lengua recorrió todo el tronco usando algunas veces un suave mordisco en el principio del glande. Carlos empezó a gemir con fuerza y apoyándose sobre el cristal ayudaba con pequeñas embestidas el trabajo que estaba realizando su prima.

Se sacó la polla de la boca y usando su lengua fue recorriendo todos y cada uno de los rincones de la verga hasta finalmente bajar a los huevos en los que se demoró mucho más con lametadas rápidas y precisas. Con su lengua fue recorriendo el tronco hasta finalmente regresar al glande que no tardó en ser engullido nuevamente en la oscuridad de su boca.

Con un gruñido definitivamente Carlos empezó a descargar su líquido dentro de la boca de su prima que fue engullendo lentamente toda la leche descargada. Con un suspiro Paula se separó de los genitales de su compañero de cabina.

  • Es la mejor polla que he comido en muchos años.

  • Aún puedes repetir durante todo el fin de semana.

Paula se limitó a mirar con ojos viciosos como su primo volvía a subirse los calzones y abrocharse la cremallera.

La prima se apoyó sobre el asiento para reincorporarse quedando así cara al sentado Carlos.

  • ¡Mira como te has puesto las rodillas!

Las rodillas de Paula habían quedado ennegrecidas por la suciedad existente en el suelo de la cabina, Carlos echó mano a uno de sus bolsillos y sacando un kleenex empezó a limpiar con lentitud toda la suciedad hasta dejar ambas rodillas de su prima relativamente limpias.

Fue cuando iba a lanzar el kleenex a un lado cuando Carlos se percató de que el pequeño vaquero de su prima estaba húmedo.

  • ¡Y los jeans también!, vas a tener que quitártelos.

Sin dar tiempo a reaccionar a Paula desabrochó el botón de sus vaqueros dejando ver el filo de unas braguitas amarillas, Carlos empezó a besar una y otra vez en el filo de las braguitas a su prima que volvía a temblar presa de la excitación. Carlos fue bajando poco a poco pero paró en seco y se recostó sobre el sillón de forma que la cabina se movió de un lado a otro, las luces de la cabina empezaban a llegar y los engranajes del mecanismo de la noria empezaban a chirriar. El apagón había sido solucionado.

  • Será mejor que pospongamos la muda para otra ocasión mejor, primita, aunque a casa no podemos volver sin solucionar ese problema.

Carlos guiñó un ojo a su prima y observó como el suelo volvía a acercarse lentamente mientras su prima subía su cremallera. En aquel parque de atracciones debería haber algún tipo de tienda de ropa, daba igual si fuera de talla pequeña, y unos servicios, unos servicios que Carlos esperaba suficientemente amplios como para dar cabida a dos jóvenes que quisieran cambiarse su ropa mojada.