En la montaña me estrené como mujer (6)

Poco a poco la confianza aumenta entre nosotros, nos atrevemos a más y empezamos a conocer el sexo oral.

EN LA MONTAÑA ME ESTRENÉ COMO MUJER (6)

Por la mañana, cuando me levanté, vi que mis primos aún dormían; y no era de extrañar, puesto que entre que ayer nos acostamos tarde, y las emociones por todo lo ocurrido tanto nuestros cuerpos como nuestras mentes necesitaban un merecido descanso; me acerqué a la ventana y, tras correr la cortina, me quedé mirando el jardín cubierto de nieve levemente difuminado por la bruma que se desprendía de la aguas termales que había en la piscina; así me quedé un buen rato pensativa hasta que noté una mano en mi espalda y una voz que me daba los buenos días; era mi prima Isabel que ya se había levantado.

Era tarde y el reloj de cucú que había colgado en la pared del comedor marcaba casi las 12 del mediodía; como vimos que mis otros dos primos aún estaban profundamente dormidos, nos pusimos las toallas al cuello y fuimos a la piscina; Isabel fue la primera en salir y al poner un pie en el suelo una especie de escalofrío recorrió su cuerpo; como ya nos habíamos acostumbrado a estar por casa sin ropa, no habíamos caído en la cuenta que para ir a la piscina había que ir pisando la nieve; el contraste entre el cálido ambiente de la casa y el gélido frío de la nieve hizo que, sin pensárselo dos veces, se fuera corriendo y de un salto se zambullera en las cálidas aguas de la piscina. Desde la puerta que daba al patio la miraba en el agua sin acabar de decidirme; al salir de su zambullida, se puso a flotar boca arriba con los brazos en cruz; el sol se reflejaba en su cuerpo desnudo con sus turgentes pechos apuntando hacia el cielo; con un gesto me dijo que me bañara también, que el agua estaba buenísima; cuando pisé la nieve con mi pie descalzo noté como el frío me recorría todo mi desnudo cuerpo y fui a tirarme de cabeza al agua. Realmente, Isabel tenía razón, el agua estaba buenísima y la sensación de sumergirse en el agua termal después de haber caminado unos pasos desnuda por la nieve era genial; al bañarnos sin ropa, completamente desnudas y dejando que la cálida agua resbalase por toda la superficie de nuestra piel, la sensación de libertad era absoluta; estábamos hablando del gran acierto que había supuesto que empezásemos a jugar a las prendas días atrás cuando oímos un ruído como si hubiera caído algo al agua; levantamos la cabeza y vimos que por la ventana Martin nos avisaba que los amigos de Laura estaban aparcando; miramos qué había caido al agua y vimos que nos había tirado los bañadores para que nos pudiéramos vestir. Todo un detalle de caballero. Antes, me comentó Isabel, no habría tenido el detalle de lanzarnos el bañador al agua para que pudiéramos vestirnos antes de que llegaran los amigos de Laura; en cambio, ahora, había tenido este detalle tan bonito;

Cada día me alegraba más del gran paso que dimos al empezar a jugar a las prendas puesto que ello había facilitado el gran acercamiento que había entre nosotros, y no sólo desde el punto de vista físico; esto era de algo que cada día que transcurría me alegraba más, puesto que si ya era muy agradable y placentero el acercamiento físico que teníamos, aún me gustaba más el acercamiento emocional y de cariño que iba creciendo entre nosotros además de una gran complicidad.

Para evitar que los amigos de Laura nos vieran así, las dos desnudas en el agua con nuestros encantos al aire, o vergüenzas según se mire, nos pusimos los bañadores; antes de salir, y al amparo de la neblina que levantaban las emanaciones de vapor de agua de la piscina, Laura me dijo "Bueno, y ahora a portarse bien, ¿vale?", y guiñándome un ojo en señal de complicidad, me dio un cálido y suave beso en los labios como si quisiera no olvidar lo sucedido entre nosotros estos días y emplazarnos de nuevo a nuestros menesteres cuando se fueran los amigos de Laura.

Cuando salimos del agua, corrimos hacia la casa con nuestros descalzos pies pisando la nieve y procurando ir de puntillas; al entrar, vimos que Laura y Martin ya se habían cambiado y se habían vestido como si no hubiera pasado nada. Después de hacer las presentaciones pertinentes, Laura nos dijo subiéramos a ducharnos y a cambiarnos y que mientras nos esperaban tomarían algo. Isabel entró en su habitación y yo en La de Laura, que es donde tenía mi ropa en el armario; empecé a prepararme mi ropa cuando Isabel asomó su cabeza por la puerta del baño (ambas habitaciones compartían el mismo baño comunicado) y me dijo que si quería para ganar tiempo podíamos ducharnos juntas; a mí me pareció una idea perfecta, ya que así acabaríamos antes de ducharnos y podríamos bajar con los otros; pero lo que más me gustaba de la idea era podernos duchar juntas, ya que después de las prendas que habíamos hecho estaba empezando a gustarme este punto de prohibido que había en el despertar de nuestra sexualidad. Evidentemente, le dije que no había ningún problema, al contrario; me colgué la toalla al cuello y enseguida entró ella; cuando empezó a desnudarse la miré como si hoy fuera la primera vez, fijándome en todos sus movimientos; Isabel no se había dado cuenta de ello, pero cuando se percibió, se puso frente a mí y con movimientos lentos fue bajándose un tirante de su bañador. Primero liberó su hombro, luego fue bajando hasta dejar libre su seno; continuó con el otro lado hasta dejar ambos senos libres; poco a poco fue bajándose el bañador hasta la cintura, se acercó a mi y, tomándome de la mano, me acercó hasta la ducha; una vez dentro, empezó a aflojarme los tirantes del bañador hasta dejármelo un poco más debajo de la cintura; me miró como si buscara mi complicidad, y agarrando cada una el bañador de la otra lo tiramos hacia abajo hasta quedarnos las dos completamente desnudas cara a cara; sin preguntarnos si queríamos o no, nos acercamos más y rodeándonos con los brazos, juntamos nuestros labios para besarnos y fundirnos en un cálido abrazo. Nos duchamos, nos enjabonamos la una a la otra y después de arreglarnos, bajamos al salón donde nos estaban esperando.

Con los amigos de Laura, salimos a pasear por la población; cuando llegó la hora de comer nos invitaron sus amigos; al principio no quisimos, pero ellos insistieron en hacerlo diciendo que era lo mínimo que podían hacer puesto que Laura les había invitado a pasar unos días en su casa; me parecieron muy encantadores, y lo días que pasamos con ellos nos divertimos mucho yendo de excursión por las montañas de los alrededores, charlando, paseando, etc; fueron unos días muy agradables, pero en los que no hicimos nada "malo"; bueno, lo de "malo" es según lo habrían considerado ellos, puesto que para nosotros fue y era genial; el día que se fueron, Martin e Isabel habían ido a comprar, y después de despedir a sus amigos, entramos en casa y Laura me preguntó:

¿Cómo te lo estás pasando?

Muy bien, gracias; ¿sabes una cosa?; al principio, cuando mis padres me dijeron que iba a venir aquí unos días, me dio mucha pereza; yo ya tenía mi grupo de amigos y no me apetecía dejarlos para ir unos días con mis primos; al principio no tenía mucha confianza con vosotros y os veía un poco como a unos extraños;

Supongo que habrás cambiado, ¿no?

Y tanto que sí; no se si será por las prendas o no, pero cada vez os quiero más;

Bueno; es normal que te pase esto;

Sí, ya lo sé;…pero…a veces me preocupa un poco

¿A qué te refieres?

Bueno, es que cuando hemos estado juntas con Isabel, he estado tan bien que a veces no sé si me estáré enamorando de ella; te pensarás que soy una tonta.

No, que va; no te preocupes; es normal que te sientas así; nunca habías hecho nada así, y además Isabel es tan afectuosa y cariñosa que es muy fácil cogerle afecto enseguida.

En estos momentos estaba hecha un mar de dudas. No sabía se era correcto lo que estábamos haciendo, y por otro me asaltaba la duda sobre mis sentimientos hacia Isabel; estaba enfrascada en mis pensamientos cuando llegaron Martin e Isabel. Colocamos la comida en la nevera y la que no era perecedera en la despensa, y como aún faltaba para la hora de comer fuímos a bañarnos; tal como hacíamos antes que vinieran los amigos de Laura, empezamos a quitarnos la ropa para bañarnos desnudos como habíamos hecho estos días; volvíamos a nuestros juegos y a poder disfrutar de nuestro cuerpo y de nuestra sexualidad de una forma pura e inocente, con un gran cariño y un gran afecto. Era una situación que cada vez me gustaba más, pero a pesar de todo encontraba a faltarle algo; hasta ahora siempre nos habíamos besado o acariciado "por exigencias del guión, pero me gustaría que pudiera ser de una forma más natural y espontánea, en vez de hacerlo cuando apuntaba la botella. Las ganas las tenía, pero me faltaba la oportunidad para romper el hielo; pero cuando ya llevábamos un buen rato en el agua, se me presentó una ocasión perfecta: Laura se había tumbado boca arriba en uno de los escalones que recorrían el frontal de la piscina. De esta forma, podía estar tumbada relajándose pero dejando le el agua caliente casi le cubriera su desnudo cuerpo. Me la miré, y guiñando un ojo a mis primos en señal de complicidad para que no dijeran nada, cogí un montón de nieve del borde del agua y, poniéndolo de golpe encima de su cuerpo, empecé a esparcirlo. Cuando mi pobre prima notó el contraste de la nieve con el agua termal en su cuerpo, pegó un respingo de sorpresa; supongo que la sensación le gustó, puesto que en vez de levantarse enfadada, se tumbó de nuevo y se quedó quieta como pidiendo que continuara con las caricias;

Como es de suponer, la nieve se había fundido enseguida, y entre mis manos y su suave piel apenas había una fina capa de agua; poco a poco fui acariciándola como cuando jugábamos a las prendas, pero ahora sin las "normas del juego" y dejándonos llevar por nuestra inspiración; le fui acariciando los senos y pellizcando suavemente con la punta de mis dedos sus pezones hasta ponérselos completamente duros. Poco a poco fui bajando por su estómago con movimientos circulares procurando no dejarme ningún centímetro de su piel por recorrer; al llegar al ombligo, hice el gesto con la mano para volver a recorrer su estómago, pero cogiéndome la mano, Laura me hizo señas para que continuara bajando. Con la mirada le pregunté si quería, y con un leve movimiento de cabeza dijo que sí; poco a poco la punta de mis dedos fue alejándose de su ombligo y cuando noté que tocaba los primeros pelos de su vello me di cuenta que a partir de ahora empezaba a entrar en zona "prohibida". No sabía si continuar o no, era algo totalmente nuevo para mí; intenté recordar cómo fue acariciando Laura el pene de Martín y, sabiendo de antemano que era absolutamente diferente, fui recorriendo su entrepierna acariciándola con la palma de la mano abierta; la yema de mis dedos iba recorriendo el monte de Venus intentando tocar cada una de las partes de su relieve como si fueran mis dedos y no mis ojos quienes me transmitieran las imágenes y sensaciones. Con mis manos describía un movimiento como si estuviera poniendo crema en la vagina de Laura; en una de éstas, mi mano acarició un poco su hendidura y la sensación de placer que se reflejaba en su rostro aumentó de intensidad.

Laura y yo estábamos en nuestros "menesteres", y no nos habíamos fijado que Isabel y Martin nos estaban mirando asombrados por el rumbo que habían tomado nuestros juegos; ahora ya no eran las inocentes prendas con las que iniciamos nuestros juegos y con las que empezamos a descubrir nuestro cuerpo a la vez que nuestra sexualidad; ahora estábamos entrando a descubrir la práctica del sexo, con unas grandes dosis de amor y de cariño, entre hermanos y primos, pero sexo en definitiva. Martin e Isabel nos estaban mirando fijamente y poco a poco se les iban despertando las ganas de participar del "juego", pero no sabían cómo entrar en él; estaban en el eterno conflicto emocional del "quiero y no puedo"; viéndolos en esta situación, Laura les dijo que no se quedaran atrás y que, si querían, hicieran lo mismo que nosotras. Como es de lógico suponer, al principio les daba un cierto apuro, para todos excepto para Laura era nuestra primera vez, y además ellos dos eran hermanos, pero sobreponiéndose un poco se acercaron donde estábamos nosotras. Isabel se subió al mismo escalón en que estaba su hermana Laura y, tumbándose a sus pies, dejó que Martin empezara a acariciarla.

Mientras, yo continuaba acariciando el cuerpo de Laura y, como había visto que le producía una sensación tan placentera no abandonaba su entrepierna; con la punta de mis dedos le iba acariciando las dos partes de su vagina cubierta por un vello sedoso de color castaño; más tarde, cuando nos explicó más sobre nuestra sexualidad, nos dijo que el nombre de esta parte era "labios"; yo continuaba acariciándole en su sexo cuando, sin darme cuenta, le introduje un dedo; Laura gimió un poco y, creyendo que le había hecho daño, me dijo que no me preocupara, que lo hacía muy bien y que continuara así. Siguiendo sus instrucciones, continué acariciándole su sexo; ahora, las suaves caricias que la yema de mis dedos describían con movimientos circulares sobre su piel y entrepierna habían dado lugar a caricias un poco más atrevidas por el interior de su sexo; la primera sensación que noté fue la de encontrar una parte del cuerpo húmeda y caliente, a la vez que muy suave; a medida que mis dedos iban pasando por esta parte de su cuerpo, notaba como se le aceleraba el corazón y la respiración se hacía más profunda; de vez en cuando dejaba escapar algún que otro quejido de placer al tiempo que bajaba sus párpados como si quisiera concentrarse en el placer que recibía de mis dedos inexpertos; yo, por mi parte, notaba como también se me aceleraba el corazón mientras tocaba el sexo de mi prima; se me ponía la piel de gallina y el vello se me erizaba; con la otra mano le acaricié sus pechos y los noté duros y firmes con los pezones apuntando al cielo; de igual forma se me habían puesto los míos; y es que no había para menos.

En un momento que Laura levantó ligeramente la cabeza vio como su hermana Isabel estaba también disfrutando de las caricias que le proporcionaba Martin; ella, que habitualmente tenía el pecho suave y esponjoso, ahora se le notaba firme y rígido, como si fueran dos pequeñas manzanitas; su hermano estaba sentado a horcajadas encima de ella proporcionándole un suave masaje en sus senos con los pezones como si fueran dos garbancitos que apuntasen al cielo. Por la situación vivida, y por la gran carga erótica que flotaba en el ambiente, el pene de Martín se había puesto duro y firme como el primer día en que se lo vimos y lo pudimos acariciar; cada vez que él se inclinaba para acariciar el suave pecho de Isabel, la punta de su pene rozaba la vagina de su hermana, lo cual le producía una sensación muy placentera, a tenor de la expresión de su cara; Laura me hizo un gesto con la cabeza indicándome que mirara en aquella dirección; y, efectivamente, en los rostros de ambos se reflejaba una expresión de absoluta felicidad.

Aún con la cara iluminada por la satisfacción del placer recibido, Laura se levantó y se acercó donde estaban Isabel y Martin diciéndoles que parasen por un momento ya que nos tenía que explicar algo. Nos dijo que hasta ahora no había habido ningún problema ni peligro puesto que no habíamos pasado de las simples caricias y de los besos, pero que, por el rumbo que estaba tomando todo, había algunas cosas que teníamos que saber y con lo que teníamos que ir con un cierto cuidado. Nos intrigó un tanto todo este misterio; Laura nos dijo que tal como estaban antes Isabel y Martin, era muy fácil que de una forma involuntaria el pene se introdujera en la vagina; y que a partir de este momento, se podían desprender algunas gotitas de semen, cuando no una eyaculación completa, que podían provocar que cualquiera de nosotras tres quedara embarazada, con todas las consecuencias que ello nos pudiera acarrear. Para evitarlo, hacía falta que Martin se pusiera un preservativo en el pene, con lo cual no había ningún problema que correr; si seguíamos estas instrucciones no había nada que temer; también nos dijo que algunas personas practicaban el sexo oral, y que entonces no había ningún problema. Como empezamos a coserla a preguntas y se nos había hecho tarde para comer, nos dijo que ya era hora de salir, que entrásemos en casa, nos secásemos y empezásemos a preparar la comida; una vez en la mesa, nos continuaría explicando lo que quisiéramos.

A la hora de comer, pusimos las toallas encima de las sillas para sentarnos, y continuamos la charla que habíamos iniciado en la piscina; cuando Isabel le preguntó qué era eso del sexo oral, Laura contestó que consistía en chupar el sexo de la otra persona: en el caso de los chicos se hacía agarrando la piel del pene con los labios y bajándola y subiéndola repetidamente; y en el caso de las chicas se hacía lamiendo la vagina con la lengua; también nos dijo que al principio podía dar un poquito de asco, pero que una vez se acostumbraba era muy agradable, tanto para quien lo hacía, como para quien lo recibía; así, charlando, acabamos de comer y recogimos la mesa;

Mientras Martin y Laura lavaban los platos, Isabel y yo nos sentamos al lado del fuego y nos pusimos a charlar comentando lo que nos había explicado Laura sobre el sexo oral; las dos sentíamos mucha curiosidad por ello, pero a la vez continuaba dándonos un cierto apuro y respeto por tratarse de algo desconocido; también había un punto de gusto por lo prohibido que despertaba nuestro interés en ello; cuando acabaron de lavar la vajilla, Martin y Laura vinieron a nuestro lado y comentaron que nos habían oído y que entre ellos habían hablado sobre nuestra conversación y que también les gustaría probarlo; en ello hubo unanimidad, pero donde también la hubo fue en la sensación de vergüenza y de un cierto pudor que nos embargaba; hacía días que vivíamos desnudos por la casa sin ningún tipo de temor, nos habíamos besado y acariciado; pero a pesar de ello sabíamos que estábamos entrando en "terreno peligroso" y esto nos frenaba un poco; a pesar de todas las dudas iniciales, acordamos continuar adelante.

Antes de proseguir en el descubrimiento de nuestra sexualidad, Isabel propuso que lo hiciéramos los cuatro a la vez y que no fuera sólo "una cosa" de dos y que los otros dos mirasen; ninguna objeción al respecto; por su parte, Laura dijo que antes quería enseñarnos una cosa; según ella, para comprender qué nos pasaba, qué íbamos a hacer y qué podía pasar, teníamos que saber algo más de nuestro cuerpo; tomando a Martin como un "muñeco de aprendizaje", le dijo que se tumbara al suelo y agarrándole el pene empezó a explicarnos sus partes; para que lo viéramos mejor, empezó a acariciarlo y a frotarlo suavemente hasta que se hubo puesto duro y firme; cuando lo hubo conseguido, nos lo mostró y nos dijo cuáles eran sus partes y dónde se le podía proporcionar un mayor placer; poniendo sus dedos cerrados alrededor de la piel de su miembro simuló que eran sus labios y empezó a acariciar su pene de arriba abajo mientras que con la otra mano simulaba la lengua y la movía como si estuviera lamiendo la puntita de su pene, que según nos dijo es su parte más sensible; si se hacía poco tiempo no pasaba nada, pero si se esperaba más, el chico podía llegar a excitarse tanto que tenía un orgasmo como vimos el otro día; si pasaba esto no había ningún peligro, pero como su sabor era ligeramente salado y a veces un poquito amargo, había personas a las que les daba un poco de asco y por esto era mejor que el chico avisase; ella no había llegado a tragárselo, porque su novio la avisaba siempre, pero una vez que había esperado demasiado, no llego a tiempo y le cayó en su cara; sacó la lengua y lo probó un poquito antes de ir a lavarse.

Después de explicarnos todo esto, dijo a Martin que ya se podía incorporar y que ahora tocaba aprender cómo estábamos hechas nosotras; como ella ya lo sabía, y para que nosotros tres lo pudiéramos ver mejor, se sentó delante nuestro, abrió sus piernas y empezó a explicar cómo teníamos el sexo las mujeres; con las dos manos se lo separó y pudimos ver como entre su vello sedoso y clarito aparecía como una carne rosada; nos explicó como había lo que se llama labios mayores y menores; nos enseñó una especie de botoncito que al tocarlo y acariciarlo proporcionaba un gran placer y que se llamaba clítoris. Estirando dos de sus dedos, empezó a recorrer su sexo abierto como si se tratara de una lengua, y lentamente iba pasando por todos los pliegues y puntos de su anatomía.

Ahora había que ponerlo en práctica; antes que hiciéramos nada, Laura nos dijo que al mismo tiempo que se practicaba el sexo oral se acompañaba de unos masajes en el pecho, tanto en el caso de chicos como de chicas, la sensación de placer aumentaba considerablemente. Para empezar, sorteamos como se haría, ya que después ya tendríamos tiempo y ocasión, si queríamos de hacerlo espontáneamente. Laura lo tuvo que hacer con Martin y yo con Isabel; las dos "víctimas" se tumbaron en el suelo boca arriba;

Yo ya me había puesto delante de Isabel para empezar a lamerle su sexo apenas cubierto por unos cuantos vellos rubios, cuando Isabel nos dijo que no empezáramos todavía y que antes miráramos un momentito para ver cómo se hacía de verdad a un chico; se sentó en cuclillas delante de Martin y se fue inclinando poco a poco hasta casi tocar el pene de Martin con su cara; empezó a acariciar suavemente los testículos de su hermano y cuando sus dedos llegaron a la base del pene, sacó su lengua y empezó a lamerle la puntita que por entonces ya había tomado un color rosado y estaba bien firme; con el extremo de la lengua le fue chupando la puntita como si fuera un caramelo de palo; al cabo de un rato, abrió completamente su boca y la fue cerrando lentamente alrededor de su pene; supongo que lo hacía tan despacio para que viéramos bien como se hacía; mientras, Martin daba muestras de sentir un gran placer y se quedaba algunos segundos con los ojos cerrados; se le notaba con la respiración entrecortada; Laura iba aumentando cada vez la velocidad y el ritmo de sus labios alrededor del pene de Martin, mientras que con otra mano le iba acariciando el pecho.

Al ver esto, como disfrutaban mis dos primos, yo empecé a notar una gran excitación en mi cuerpo y, recordando que tenía a Isabel tumbada delante de mí, me arrodillé entre sus piernas y poco a poco me fui inclinando como antes había visto hacer a Laura; alargando una de mis manos, empecé a acariciarle su pecho, pequeñito, suave, firme; por la excitación lógica del momento y por la gran carga erótica que estaban tomando nuestros juegos, las dos estábamos bastante excitadas y nuestros pechos hacía rato que habían perdido su esponjosidad; ahora, estaban duros y firmes, con los pezones destacados como si fueran garbancitos. Continuaba acariciando los pechos de Isabel, y poco a poco me fui inclinando acercándome cada vez más a su entrepierna; con un poco de temor, con un poco de vergüenza, pero a la vez con un estado de excitación no disimulado, fui acercando mis labios hasta llegar a la altura de su entrepierna; entonces, dejé de acariciarle sus pechos que me traían loca cada vez que se los veía, y esto que no era el primer día que los descubría; abrazándole sus piernas le dí un profundo y cálido beso en su Monte de Venus; así estuve unos segundos, notando como sus sedosos bello me hacía cosquillas en la comisura de mis labios; recordando lo que nos había dicho Laura, alargué mi lengua hasta que con la punta pude tocar los labios de su vagina; mis labios se abrían y cerraban alrededor del sexo de mi prima Isabel como si quisieran agarrar los pedazos de una fruta cortada que unas manos mágicas hubieran puesto en un plato; como si de un dulce y refrescante helado se tratara, mi lengua iba recorriendo poco a poco, de una forma lenta pero sin pausa, todos los rincones de su anatomía más íntima; para mayor placer de ella pero también, hay que reconocerlo, mío, alargué una mano para continuar acariciando su pecho mientras no dejaba de lamerle su sexo; la pequeña Isabel cerraba los ojos y se le entrecortaba la respiración, al tiempo que iba arqueando su frágil y estilizado cuerpo mostrando una expresión de gran disfrute; yo me la iba mirando y pensaba que sólo con que ella sintiera una décima parte de lo que yo sentía, debería de hallarse en el paraíso; para obtener una mayor satisfacción y para concentrarme más en proporcionarle la máxima satisfacción a mi prima, cerré los ojos y mentalmente fui recordando lo que nos enseñaba Laura cuando sentada delante de nosotros nos mostró las interioridades de su vagina; yo continuaba lamiendo a Isabel y notaba que mi lengua se hallaba en un lugar suave, fino, a la vez que un poco húmedo y calentito; continuaba con los ojos cerrados, y con la punta de mi lengua intentaba reconocer mentalmente las partes de nuestra anatomía íntima que antes habíamos visto en vivo y en directo en Laura.

Estábamos las dos así absortas en nuestros juegos cuando oímos la voz de Martin que con gran esfuerzo y con signos de cansancio le dijo a Laura: "Apártate, que casi ya estoy". Y efectivamente, Laura separó sus labios del miembro de Martin y agarrando una toalla que habían dejado a su lado para cuando llegara el momento, la colocó encima de su hermano; casi no tubo tiempo de poner bien la toalla, cuando por el erotismo de la situación, pero, sobretodo, por los lametones que le habían hecho los labios y la lengua de Laura, del pene de Martin empezó a salir un líquido blancuzco a borbotones; suerte de la toalla, porque sino se habría puesto perdido. A Martin se le notaba cansado, pero a la vez con una expresión de felicidad y de satisfacción; y, según nos dijo luego, se encontraba muy relajado.

Mirándonos a nosotras, Laura nos dijo:

Es mejor tener una toalla a punto para evitar mancharse; si el semen nos cayera a alguno de nosotros, no sería gran problema porque luego nos duchamos; cuando Martin ha notado que iba a eyacular ha avisado y me he podido apartar; pero si no hubiera llegado a tiempo, no habría pasado nada, no habría habido ningún peligro.

¿A qué te refieres? –preguntó Isabel-; si no te hubieras apartado, ¿te lo habrías tragado?

No necesariamente, lo habría podido escupir; me refería a que si no me hubiera apartado a tiempo y me hubiera caído en la boca, no habría corrido el peligro de quedarme embarazada.

¿Y alguna vez te lo has tragado?

No, pero sí que me ha ido a la boca y lo he notado; su sabor no es muy bueno, es como un poco salado.

Vista nuestra curiosidad, Laura dijo que, si queríamos, antes de que Martin se lavara podíamos probarlo; no nos acabábamos de decidir e indicándonos que nos acercásemos, Laura nos mostró como alargando la lengua podía lamer el pene de Martin y probar un poquito su semen; no sabíamos muy bien qué hacer, hasta que armándome de valor y picada por la curiosidad imité a mi prima; jamás me hubiera imaginado a mí misma en aquella situación; y allí estaba yo, desnuda ante mis primos y apunto de probar el semen de Martin; alargué mi lengua hasta notar la punta de su miembro; era muy fina y suave, y poco a poco recobraba su flacidez; moví mi lengua como si tuviera delante un caramelo de palo y cuando noté unas gotitas de semen me las llevé hacía la boca; Laura tenía razón: el sabor no era muy bueno, era ligeramente salado, y lo que quizás pudiera ser un poco más desagradable fuera su olor, que recordaba ligeramente al amoníaco. Una vez que yo lo hube probado, Isabel también lo probó y llegó a la misma conclusión que yo.

Como necesitaba asearse, Martin dijo que le apetecía ir a la piscina y darse un baño nocturno en el agua caliente de la misma; nosotras estuvimos de acuerdo y dijimos que sería una buena idea; después de poner unos troncos en la chimenea y avivar el fuego para la noche, corrimos hacia la piscina y nos zambullimos en el agua; después de toda la excitación del momento y de las emociones vividas durante el día, el poder estar sumergidos en aquella agua termal mientras fuera en el patio la nieve nos rodeaba, la sensación que se tenía era genial; el notar las suaves caricias del agua en nuestros desnudos cuerpos nos dejó con una agradable sensación de placer y de relax; en señal de agradecimiento, Martín se acercó a Laura y abrazándola la besó suave y delicadamente en sus labios diciéndole que había sido genial; todos lo habíamos pasado muy bien esta noche y nos abrazamos y besamos suavemente como si nos fuésemos a despedir; pero nada de eso, fue un signo del gran cariño y aprecio que se había despertado entre nosotros.

Estuvimos un rato en el agua charlando sobre lo que habíamos hecho durante el día y comentando las sensaciones que habíamos tenido y experimentado, cuando oímos que por el campanario de la iglesia que había en el pueblo vecino tocaban las tres de la madrugada. ¡Caray, que tarde se nos había hecho! Salimos del agua y corriendo encima de la gélida nieve entramos a casa para secarnos y echarnos a dormir encima de nuestros colchones que colocamos delante del fuego.

Estábamos cansado por todo lo que nos había ocurrido en un día muy intenso; al igual como ocurría cada noche, antes de quedarme dormida, miraba como las lamas del fuego reflejaban su anaranjada y cálida luz en nuestros cuerpos desnudos, pero hoy aún ligeramente húmedos después del baño; cerca, a mi lado, tenía a mi prima Isabel y cuando levantaba mis ojos y miraba su caral, veía una expresión de absoluta felicidad y de sumo placer; a mí me ocurría lo mismo y cada vez me alegraba más de no haber hecho caso de mi vocecita interior cuando mis padres me dijeron de venir aquí; no sé si fue por intervención del destino o no, o si fue por haber estado en el lugar adecuado con las personas adecuadas, pero el caso es que estábamos descubriendo nuestro cuerpo al mismo tiempo que se despertaba en nosotros nuestra sexualidad dormida de tantos años, y ninguno de nosotros podía imaginarse el desarrollo que iba a tomar lo que hace unos días había empezado como un simple e inocente juego de prendas.

(Continuará)

Un besote a tod@s l@s amig@s de amor filial

Ingrid