En la montaña me estrené como mujer (5)

Cómo las prendas del juego de la botella aumentan de nivel y de "dificultad" y mi primo Martin experimenta el que sería su primer orgasmo de su vida.

Quiero daros las gracias a l@s que con vuestros mensajes me habeis animado a continuar con el relato de mis vacaciones en la montaña; el hecho de haberme desnudado ante mis primos, de habernos acariciado besado y acabado haciendo el amor era algo que, en parte, me atormentaba; como ya dije en mi primer relato, la formación que recibí de mis padres y del internado donde estudié fue muy conservadora y era totalmente contraria a mantener relaciones antes del matrimonio; pero la casualidad quiso que las navidades que pasé junto a mis primos descubriera el amor a partir de un inofensivo juego de prendas; acabamos como acabamos, y cuando lo comenté a mi prima Laura me contestó que era normal que estuviera así turbada; había sido mi primera vez, y además con alguien de la familia y también con una chica. Ella, cuando se estrenó, también se encontró así y me recomendó que escribiera un diario con lo que pasó, que no me lo callara, y que así me quedaría más tranquila; me dio la dirección de esta pagina de Internet pero he tardado un montón de tiempo en encontrar el valor para publicarlo; todo lo que he escrito es real, lo único que no pasó exactamente como se lee son los diálogos, puesto que después de tanto tiempo es imposible recordarlos palabra por palabra. Fueron unos días muy bonitos de amor entre primos y por ser precisamente esto, amor, no hubo sexo por sexo o sexo de una noche de verano; pero esto no quita que obtuviéramos placer con ello; si se obtiene placer está muy bien, pero si además es con alguien a quien se quiere mucho mejor; como fue amor, mucho amor y no sexo duro o grosero, no mandeis mensajes pidiéndolo, puesto que como no hubo nada de .lo que me pedís, no lo puedo describir;

Bueno, para los que querais seguir con el relato, continúo describiendo mis vacaciones.

EN LA MONTAÑA ME ESTRENÉ COMO MUJER (5)

A la hora de la cena, nos sentamos en las sillas y empezamos a comer; a Laura le habíamos contado que a raíz de aquel pueblecito naturista habíamos querido probar qué se sentía estando sin ropa por casa y que como nos había gustado, habíamos dicho de ir todo el día sin nada; esto, claro está, mientras se pudiera y no hubiera extraños alrededor; a ella la idea le pareció bien y dijo que se apuntaba; sentados alrededor de la mesa estuvimos charlando un buen rato, y en una de estas, Martin preguntó si no estaríamos haciendo algo malo, si era correcto practicar el sexo entre personas de la misma familia, y cosas así; en este momento me asaltó una gran duda, y creo que a mis primos también: ¿no estaríamos cayendo en la práctica del sexo? Y si esto era así, ¿hasta dónde podríamos o sería correcto llegar? Como ya escribí al principio tanto mis padres como mis tíos siempre han sido muy conservadores, y la formación y educación que nos dieron estuvo en consonancia con sus creencias. En la familia siembre habían considerado a Laura un poco como la "oveja negra", siempre había sido un poco rebelde, y siempre había actuado según su propia consciencia, lo que le había valido numerosas broncas y regañinas por parte de mis tíos; este carácter suyo tan abierto, tan rebelde, tan independiente se le acentuó más cuando empezó a ir a la Universidad y allí conoció al que durante dos años fue su novio.

No recuerdo quien sacó el tema, el caso es que la conversación derivó sobre si era correcto o no hacer lo que hacíamos y si podíamos mantener relaciones sexuales entre nosotros. Laura nos dijo que aunque no fuera una gran experta, algo sí que había hecho que no dudásemos en preguntarle lo que quisiéramos y que en lo que pudiera nos respondería y ayudaría. Así, charlando, acabamos de cenar y recogimos la mesa.

Una vez que estuvo todo ordenado y arreglado, nos sentamos alrededor de la chimenea y, con unos refrescos en la mano, continuamos la charla que habíamos iniciado en la mesa. Laura nos dijo que pasábamos por una edad en la que estábamos descubriendo nuestro cuerpo, a nosotros mismos y que al mismo tiempo que descubríamos nuestro cuerpo descubríamos nuestra sexualidad; este proceso, en teoría, lo teníamos que haber hecho unos años antes pero que a causa del conservadurismo de nuestras familias aún no había sido posible hasta que por un simple azar lo iniciamos el otro día en la piscina; cuando le preguntamos inocentemente si esto se podía hacer entre nosotros, nos respondió que las normas dictadas por la sociedad no lo aceptaban, pero que como tarde o temprano nos encontraríamos ante una situación en la que tendríamos que mantener unas relaciones sexuales, ella prefería que todo quedara en familia puesto que de esta forma quedaba asegurado que nadie nos hiciera daño ni que nos viéramos en la obligación de continuar si no era éste su deseo. Le comentamos que normalmente las relaciones se mantienen con personas del sexo contrario, y si continuábamos así podríamos llegar a hacer algo entre nosotras. Al oirnos, Laura nos respondió que aunque habitualmente las relaciones sean entre hombre-mujer, había personas a las que no les importaba mantenerlas con alguien de su propio sexo, y que la única forma de saberlo era probarlo y experimentarlo.

Pensando en ello me di cuenta de que quizás sí que tenía razón; cuando por primera vez nos desnudamos, nos acariciamos y empezamos a besarnos, nuestro cuerpo descubrió la agradable sensación de la sexualidad, pero por nuestra educación nuestro subconsciente no lo aceptaba y esto era lo que nos frenaba; pero poco a poco Laura nos fue abriendo la mente haciéndonos ver como la sexualidad bien llevada no era tan pecaminosa ni mala como nos habían enseñado; al contrario, llevada a cabo de una forma pura, inocente y honesta como habíamos empezado nosotros podía ser algo muy positivo y que nos permitiría acceder a sensaciones muy agradables y placenteras; Al oír esto recordé cuando estábamos aprendiendo a besarnos, y la agradable sensación que experimenté cuando al abrazarme con Martín su pene se ponía firme y duro y yo podía notarlo junto a mi sexo, o cuando por primera vez me besé con Isabel y nuestros pechos se rozaron una especie de cosquilleo recorrió todo mi cuerpo.

Laura nos dijo que si queríamos nos enseñaría cómo acariciar y dónde había que hacer estas caricias para que fueran más placenteras; cómo le dijimos que sí, que por probar no pasaba nada, contestó que como íbamos a pisar terreno íntimo, si alguien quisiera retirarse podría hacerlo sin que pasara nada; en este momento no sabía si mis primos querrían continuar o no, cuáles eran sus sentimientos; lo que sí tenía claro era que notaba como mi sexualidad iba despertando después de 18 años de letargo y que a medida que la iba experimentando deseaba conocer de ella más, aunque en este momento ignoraba hasta dónde sería capaz de llegar.

Para que las enseñanzas de Lauras no quedaran tan frías, hicimos una variante del juego de la botella, esta vez con nueces. Nos sentamos los cuatro en corro delante del fuego, y teníamos cada uno cuatro nueces; cada vez que la botella giraba y apuntaba a uno de nosotros teníamos que poner una de nuestras nueces en un plato, y quien se quedaba antes sin nueces perdía y tenía que hacer de "maniquí de experimentos"; y, como es lógico, de los tres restantes, quien tenía menos nueces hacía de "practicante";

La botella giró y quien se quedó antes sin nueces fue Isabel; se levantó y se tumbó boca arriba en medio; hicimos un recuento nueces y vimos que quién más frutos había perdido era Martin con lo que le correspondía acariciar a su hermana; al principio, empezó a tocarla como habíamos hecho antes, cuando comprobábamos la "dureza" del pene de Martin o de nuestros pechos; Laura vio que, por timidez, por inexperiencia, no sabía muy bien como hacerlo y, extendiéndole su mano la depositó encima de la barriga de Isabel indicándole que fuera acariciándola con la palma de la mano y la yema de los dedos describiendo círculos; al mismo tiempo, con una seña me indicó que me acercara y que me fijara bien; los dedos de Martin iban acariciando la suave piel de Isabel, empezando por el ombligo y subiendo lentamente hacia los hombros; la cara de Isabel estaba un poco forzada, como si aguantara una mueca; al principio creí que era por el esfuerzo que hacía por aguantar su timidez al masaje erótico de su hermano; pero más tarde me confesó que era debido a las cosquillas que le hacía Martin. Sus dedos fueron subiendo por el estómago de Isabel, y cuando empezaron a rozar la base de sus senos, Laura le hizo una seña que continuara; él siguió las indicaciones de su hermana y con sus dedos fue resiguiendo la base del pecho, hasta que uno de sus dedos empezó a subir por el mismo, luego otro, y mas tarde otro, hasta que toda la mano estaba acariciando suavemente la ladera de sus pechos; Isabel se estremecía de placer al notar las suaves caricias de su hermano en sus senos; yo me estremecía pensando qué sentiría yo al acariciar unos pechos así, o qué sentiría cuando alguien me los acariciase. Cuando sus dedos llegaron a la cumbre de los pechos, los pezones ya se habían puesto firmes y duros, y parecían un dulce garbancito que se hubiera encaramado a tan bella montaña. Con los dedos estuvo un rato recorriendo el pezón y la aureola, para satisfacción de los cuatro hasta que Laura se dio cuenta de la reacción que el masaje que Martin estaba haciendo al pecho de Isabel estaba provocando en la anatomía de él; como es de esperar, y por la situación del momento, su pene empezó a endurecerse, a ponerse rígido hasta quedarse quieto apuntando hacia la chimenea; para evitar males mayores, Laura dijo que había que jugar de nuevo;

Recuperamos las nueces que habíamos perdido, y volvimos a girar la botella; esta vez quien perdió fue Laura y quien acarició fue de nuevo Martin; con la lección ya aprendida, ahora lo tuvo más fácil, y repitió, de nuevo, el masaje que le había hecho a Isabel, pero esta vez en el pecho de Laura; mientras, yo le pregunté a Isabel con un signo de la cabeza qué se sentía, y ella con un guiño me contestó que genial. He de reconocer que la boca se me estaba haciendo agua y, en parte, tenía ganas de perder para experimentar la sensación que tan gráficamente Isabel me había descrito con un guiño del ojo, pero el destino de la botella no estaba en mis manos y ninguno de nosotros podía prever cuándo ni dónde se iba a parar.

Parecía que ahora era yo quien no tenía suerte y que Martin era el afortunado; cuando la botella se iba parando buscando a quién apuntar, iba girando cada vez más lento, y cuando parecía que iba a puntarme y yo podría "jugar", o bien se pasaba de largo o bien no llegaba hasta donde yo me encontraba. Mis primos no se podían quejar: por dos veces volvió a acariciar a Isabel y una segunda a Laura. Laura mide cerca de 1’70 y es más robusta que nosotros; hacía tiempo que practicaba la natación, lo que se notaba en su cuerpo fibroso y bien desarrollado; siguiendo la tradición familiar, tiene poco pecho y, sin que esté plana, según que ropa viste le queda bastante disimulado; como todo su cuerpo, sus senos son de piel clara, suaves, firmes, con una aureola rosada y unos pezones pequeñitos y bien destacados; al tener el pelo claro, sin llegar al rubio pajizo de sus hermanos, parecía que en su entrepierna hubiera poco vello:

Después de unas cuantas vueltas, la botella acabó apuntándome a mi; ésta era la ocasión para poder experimentar la agradable sensación y el placer de sentir como unas manos acariciaban y recorrían la piel de mi cuerpo; era la ocasión de experimentar por mi misma la sensación que antes tan gráficamente me había descrito Isabel con un breve pero claro gesto de su cabeza; como, después que yo me quedara sin nueces, quien menos tenía era Laura, incorporándose, se sentó a mi lado; con movimientos suaves pero a la vez precisos, sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo; desde la zona del ombligo, sus dedos empezaron a acariciar la piel de mi estómago describiendo círculos que me proporcionaban un agradable cosquilleo y una sensación muy placentera en mi estómago; poco a poco sus dedos fueron subiendo por mi cuerpo hasta la base de mis pechos que por aquel entonces ya estaban bien duros y se erigían firmes con mis pezones apuntando al techo. En aquel momento ya no me afectaban las cosquillas y los dedos de Laura me transmitían una sensación muy placentera, una gran sensación de bienestar me dejaba pegada al suelo impidiendo que me incorporara, y medio cerrando los ojos empecé a notar como una especie de descargas eléctricas que recorrían todos los poros de mi piel. Medio extasiada, oí la voz de Laura que decía que por el momento ya estaba bien, y que ya era hora que la botella empezara a girar. Nunca me habría imaginado que la sexualidad, bien llevada y de una forma clara, pura, honesta e inocente como nos había dicho y nos estaba enseñando mi prima mayor llegara a ser tan agradable.

La botella giró de nuevo y, después de varias tiradas, quien se quedó sin nueces fue Isabel; a ella le tocaba tumbarse en medio de nosotros y que alguien la acariciara; hicimos un recuento de las nueces que tenía cada uno y vimos que habíamos empatado Laura y yo; no cabía más solución que un desempate; dicho y hecho, giramos de nuevo la botella y me apuntó a mi; esta vez era yo quien debía acariciar, en este caso a Isabel; incorporándome de donde me había sentado, me acerqué a Isabel y, guiñándole un ojo de complicidad, le dije –"Ya verás que bueno"; poniéndole las manos en la parte baja de su estómago, empecé a acariciarla como antes había hecho Laura conmigo, procurando devolverle, como poco, el placer que antes yo había obtenido con Laura; con la palma de mis manos y la yema de mis dedos fui describiendo una serie de círculos concéntricos por su suave piel; los círculos eran cada vez mayores hasta que mis dedos llegaron a la base de su pecho; con la mano abierta se lo fui acariciando hasta que llegué a sus rosadas aureolas; Isabel siempre ha tenido poco pecho, igual como su hermana Laura y yo, lo que ya es una característica propia de las mujeres de nuestra familia; en un momento que tenía mis manos encima de su pecho me dí cuenta que podía tapárselos perfectamente con mis manos sin que sobrase nada; mientras le iba acariciando sus pechos y con la yema de los dedos recorría toda la superficie de su piel experimentaba una sensación muy placentera y agradable, similar a la que había notado cuando era Laura quien me acariciaba; recordando las caricias de mi prima mayor, me esforcé en acariciar a Isabel lo mejor posible para que ella pudiera sentir lo mismo que yo un rato antes.

Cuando más en cuerpo y alma me dedicaba a los dulces senos de Isabel, ella misma me sacó de mis pensamientos; al ladear involuntariamente la cabeza vio como además de duro y erecto, Martin tenía el pene húmedo y con unas gotitas de un líquido lechoso que parecía gel para el baño; extrañada, preguntó si se le había escapado un poquito de pis; dada la situación, di por terminado el masaje sobre los sensuales senos de Isabel y me acerqué a Martin para ver qué era; él estaba un poco confuso, puesto que, como luego nos dijo, nunca había visto aquello aunque alguna vez lo había oído comentar entre sus compañeros de clase; lo que si nos dijo es que hacía rato que al vernos desnudas y haciéndonos masajes y caricias en nuestro pecho, había notado como se le aceleraba un poco el corazón, como una especie de escalofrío muy placentero le recorría todo su cuerpo de pies a cabeza y que entonces le habían salido estas gotitas por el pene sin que se hubiera dado cuenta y sin que pudiera haber hecho nada para evitarlo. Laura, ejerciendo de hermana mayor, lo tranquilizó diciéndole que no se preocupara, que dada la situación era normal que le hubiera ocurrido esto; lo único que pasaba es que al estar los cuatro desnudos, jugando a las prendas, besándonos y acariciándonos era normal que le hubiera ocurrido esto; se había excitado viéndonos y había tenido la reacción propia de todo adolescente o joven al ver a una chica desnuda; un poco sonrojado preguntó si el hecho de haberse excitado al ver a sus hermanas y a su prima desnudas en esta situación no era malo; Laura lo tranquilizó diciendo que su excitación no venía dada por ver a sus hermanas o prima así, sinó por ver a tres chicas, puesto que en realidad esto era lo que éramos; el que tuviéramos sangre en común no era un inconveniente, sino que facilitaba el hacer todo esto sabiendo que, precisamente por ser hermanos o primos, no íbamos a hacernos daño o algo que nos perjudicara.

Como sabía que tarde o temprano nos íbamos a encontrar en una situación similar, prefería que, dado que las circunstancias nos habían llevado a ello, fuera ella por ser hermana y prima quien nos introdujera en los secretos del amor y que nos descubriera nuestra propia sexualidad; esto, teniendo presente que por esta familiaridad al principio le había costado bastante decidirse. Continuó diciéndonos que lo que a Martin le había salido era el semen, responsable, si se introducía al hacer el amor en nuestro cuerpo, del embarazo; descubrimos que a nosotras también nos salía una especie de semen, y que ante el peligro de un posible embarazo, era mejor no hacer el amor con penetración si no se había tomado previamente la píldora o si el chico no se había colocado en su pene un preservativo.

Un poco extrañados por esta reacción del pene de Martin, continuamos jugando a la botella; esta reacción nuestra era lógica teniendo en cuenta el ambiente oscurantista y cerrado sobretodo en temas de sexualidad en el que nos habíamos criado; también rondaba por nuestras cabeza las recomendaciones que nos dieron nuestros padres antes de marchar de viaje cuando nos dijeron que fuéramos responsables y nos portásemos; pobres padres, si supieran por un momento cómo pasaban el rato sus hijos, se morían del susto. La verdad es que la situación nos estaba gustando, aunque al principio nos diera la lógica vergüenza, pero, a la vez que ello y por lo que me dijeron más tarde mis primos, nos estaba excitando; igual que nosotros se encontraba Laura; cuando el día siguiente paseábamos con unos amigos suyos por la calle de la población, me cogió del brazo y casi en un imperceptible susurro me dijo a la oreja que a ella todos estos juegos la habían excitado mucho; la diferencia, pero, era que a ella lo que la excitaba no era la novedad, o el saber que hacía algo prohibido, sino el hecho de practicarlo con sus hermanos y conmigo que soy su prima; además, aunque al principio lo hizo por resolver unas dudas nuestras al respecto, al final acabó colaborando y participando de nuestros juegos como una más y disfrutando de ello como si fuera el primer día.

Continuamos girando la botella y esta vez el agraciado, por decirlo de alguna manera fue Martin quien debía recibir las caricias y masajes esta vez de su hermana Isabel. Aprovechando la situación, Laura dijo que, igual como a nosotras nos había proporcionado un gran placer que nos acariciasen el pecho, a los chicos les gustaba mucho que se les acariciaran sus genitales. Para que comprendiésemos bien como "funcionaba el asunto", Laura agarró la mano de Isabel y la puso encima del pene de Martin que poco a poco iba poniéndose más duro y rígido; la verdad hay que reconocerla, no había para menos, y motivos sobrados tenía el único chico del grupo. Poco a poco, y guiando las manos de Isabel en "su recorrido", Laura nos fue explicando cómo había que hacer para que Martin obtuviera el máximo placer posible; como si de una clase de anatomía se tratara, nos acercamos a él y fijándonos en las indicaciones de Laura vimos como debajo del pene había una especie de bolsita con dos huevecitos parecidos a dos kiwis que si se acariciaban suavemente podían llegar a producir un gran placer; también nos recomendó que, al tratarse de una parte muy sensible de la anatomía masculina, cuando lo tocáramos teníamos que ir con mucho cuidado puesto que si apretábamos más de la cuenta le podíamos hacer daño; a continuación, nos dijo que venía el pene en sí y que si tirábamos suavemente de la piel hacia abajo se veía la puntita del pene de color rosado; una vez comprendido todo, Isabel empezó a acariciar los "kiwis" de Martin describiendo los mismos movimientos circulares que antes le habíamos hecho en su pecho; recordando el gran placer que había sentido antes, intentaba esmerarse al máximo para que Martin pudiera sentir algo parecido a lo que ella había notado anteriormente; cuando sus dedos llegaron a la base del pene, empezaron a cerrarse alrededor del mismo y a subir suavemente como si fueran escalando una roca de una alta cima, y cuando llegaron a la cumbre empezaron a bajar hasta llegar de nuevo a la base; al ver que había comprendido la lección, Laura le indicó que aumentara el ritmo de su masaje y que cuando ella la avisara debería de soltar la mano; mientras duraba el masaje, yo miraba atentamente y me di cuenta como Martin de vez en cuando cerraba los ojos y tenía como una especie de convulsiones; Isabel continuaba con el movimiento arriba y debajo de su mano alrededor del pene de Martín, hasta que llegó un momento que la respiración de Martín se fue acelerando cada vez más y los ojos los mantenía más rato cerrados; entonces, y de forma casi simultánea, laura le dijo a Isabel que abriera la mano y la separara del pene de Martin y puso la toalla sobre la que se había sentado y que ya tenía preparada en el estómago de su hermano; al principio me extrañó un poco aquella reacción de Laura, pero enseguida pude comprender el por qué; de golpe Martin emitió una especie de gemidos y pudimos ver como de la punta de su pene salía a borbotones aquella especie de leche blancuzca de la que antes le habían salido unas gotitas; cuando el semen paró de fluir, respiró fuerte y emitió un resoplido como si quisiera reponerse de un gran esfuerzo.

Martin, así nos lo explicó Laura, había tenido su primer orgasmo; la situación le había excitado mucho, y no era para menos con tantos besos y masajes cómo nos habíamos hecho; según nos contó, cuando los chicos se excitan el pene se les ponía duro y firme, lo cual ya habíamos podido ver y comprobar por nosotras mismas; cuando esto sucedía se les llenaba de semen, lo que les ocasionaba unas molestias y a veces les podía llegar a doler; para solucionarlo, tenían que expulsar este semen, y lo conseguían agarrándose la piel del pene y bajándola y subiendo como había hecho Isabel; a esto se le llamaba masturbarse o, vulgarmente, hacerse una paja; las chicas también podíamos masturbarnos, pero como se hacía tarde, otro día ya nos diría como.

A pesar que Laura le puso la toalla encima de su estómago para evitar que se manchara, Martin subió al baño para ducharse y lavarse los restos que le habían podido quedar de lo que había sido su primer orgasmo y que tanto placer le había proporcionado su hermana Isabel. Mientras mi primo estaba bajo el agua, recogimos las nueces y la botella que utilizamos para jugar, y empezamos a preparar las camas para dormir; bueno, de hecho más que camas, lo que hicimos fue bajar los colchones a la salita y colocarlos delante del fuego donde no hacía muy poco tiempo habíamos estado jugando con la botella y descubriendo los placeres de nuestra sexualidad.

Cuando bajó Martín, le preguntamos cómo se encontraba y qué había sentido; nos dijo que al principio notaba un gran placer, pero que a medida que Isabel iba bajando y subiendo su mano alrededor del pene una especie de escalofrío y de hormigueo le recorría todo el cuerpo hasta que al final, cuando empezaba a salirle el semen notaba como una especie de descargas eléctricas; había notado una sensación muy placentera, pero sobretodo ahora se encontraba muy relajado.

Martin se tumbó en un extremo, luego Laura, en tercer lugar Isabel y al final yo; cómo con la chimenea hacía una temperatura muy agradable, sólo pusimos las sábanas bajeras en los colchones y nos tumbamos directamente sobre las camas improvisadas, mientras el calorcito de la lumbre acariciaba suavemente nuestros cuerpos desnudos en los cuales aún perduraba el recuerdo de las caricias y besos recibidos durante el día; como aún no nos venía el sueño y no caíamos en los brazos de Morfeo, nos pusimos a charlar un rato comentando lo que habíamos hecho durante el día, bromeando sobre los juegos hechos, los besos que nos habíamos dado, las caricias, etc.; a pesar de vernos tan animados, Laura, ejerciendo de hermana mayor, nos dijo que nos callásemos y que durmiéramos ya, puesto que mañana tendríamos que arreglar la casa porqué iban a llegar unos compañeros suyos de facultad a pasar un par de días con nosotros y que no era plan que nos vieran así desnudos los cuatro juntos en nuestras camas improvisadas..

Hasta ahora estaba tumbada boca arriba, pero cuando Laura puso fin a la actividad de este día, me recosté sobre mi costado y, viendo una vez más como las llamas del fuego se reflejaban sobre la piel desnuda de mis primos, en especial de Isabel, empecé a conciliar el sueño hasta quedarme profundamente dormida recordando lo que le había pasado a Martín e imaginando qué podría sentir yo cuando experimentara su misma sensación.

(Continuará)