En la montaña me estrené como mujer (4)

Cuando llega Laura, mi prima mayor, creemos que se acabarán nuestros juegos amorosos, pero al final ella acaba orientándonos en ello.

En primer lugar, quiero agradecer a todas las personas que me han animado a continuar escribiendo mi relato; al principio no estaba muy convencida de hacerlo, tenía muchas dudas; pero cuando, poco antes de regresar a casa después de las vacaciones, le comenté a Laura que me sentía un poco culpable por lo que habíamos hecho, me dijo que no me preocupara por nada; me dijo que no habíamos hecho nada malo, que sólo había sido una gran muestra de amor entre primos, y que si me sentía un poco mal por ello lo mejor que podía hacer era, aprovechando que siempre me había gustado escribir, redactar una especie de diario y darlo a leer a alguien que yo supiera que no se iba a enfadar; así podría liberarme de todos los fantasmas que por ello volaban por mi cabeza. Y así fue como me decidí a publicar el relato de mis vacaciones en la montaña y de cómo descubrí el amor con mis primos. Y como, aunque algunos no lo creais, lo que pasó entre nosotros estos días fue amor y no sexo, no me mandeis mails pidiendo sexo puro en mi relato, porqué lo que no hubo ni existió no lo puedo describir; para esto ya están otros relatos. Y, lo que es más evidente y natural, no nos hicimos ninguna fotografía sin ropa tal como me habeis pedido bastantes, y suponiendo que las hubiéramos hecho, no habría sido tan tonta como para publicarlas aquí y que se hiciera mal uso de ellas.

No quiero cansaros más con monsergas y continúo contandoos mis vacaciones en la montaña con mis primos.

EN LA MONTAÑA ME ESTRENÉ COMO MUJER (4)

A la mañana siguiente, me desperté pronto, sobre las 8 de la mañana; mi primera impresión fue de sorpresa, puesto que me di cuenta que estaba bajo una manta, y yo no recordaba haberme tapado con ella; el fuego ya se había apagado, y la tenue luz de las brasas se reflejaba en la cara de mis dos primos que aún estaban durmiendo. Al poco rato se despertó Martin y me dijo que a medianoche tenía frío y había subido al desván para bajar unas mantas y que a Isabel y a mí nos había tapado con una a cada una; le di las gracias con un cariñoso beso en la mejilla;

Como habíamos quedado con unos amigos de mis primos para ir a pasear, me quité la manta y subí a ducharme; cuando estaba toda llena de jabón y empezaba a aclararme, Martin llamó a la puerta preguntándome si estaba visible porque tenía que ir urgentemente al baño; le contesté que no fuera tonto y que pasara, que aunque estuviera desnuda en la ducha, no íbamos a ver nada que no hubiéramos visto antes ya después de todos los juegos de ayer. Entró sentándose para hacer sus necesidades, me miró y me dio las gracias por haberlo dejado pasar, ya que hacía rato que tenía gasa y no se atrevía a llamar por no molestarme. Yo le agradecí el detalle que tuvo, pero también le dije que no pasara apuros, que no me importaba que tuviera que entrar puesto que si ayer habíamos sido capaces de quitarnos la ropa y de mostrarnos desnudos ante los otros, y de acariciarnos como lo hicimos, no tenía sentido ahora andarse con remilgos cuando alguno de nosotros estuviera en la ducha; de nuevo le agradecí el detalle de haber llamado.

Salimos los tres a la calle y fuimos paseando hasta donde habían quedado con sus amigos; hicieron las presentaciones de rigor y fuimos los ocho hasta un bar a tomar algo; allí me sorprendió ver como Martín incordiaba a su hermana con provocaciones contínuas, pero en un momento me guiñó un ojo como queriendo decir esto lo hacía para disimular; entonces, una de las chicas del grupo dijo:

Uy, estos dos están siempre igual; siempre están riñendo y discutiendo, están como perro y gato.

Es cierto –dije yo siguiéndole la corriente-; cuando están así, son insoportables; me tienen harta, y esto que sólo llevamos un par de días solo.

Yo tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no descostillarme de risa; viéndolos así, representando el papel de hermanos peleados que es como estaban siempre me dijeron sus amigos; nadie podría imaginarse la actitud que tenían en casa; evidentemente, no les dijimos a nadie que en casa habíamos jugado a las prendas y habíamos acabado sin ropa, que cuando el pene de Martin se puso duro en la piscina lo acariciamos, que cuando a mi se me puso el pecho duro me lo acariciaron, que acariciamos el de Isabel para compararlos y que acabamos los tres desnudos como si estuviéramos en un sitio naturista. No lo habrían entendido, y menos aún habrían entendido que estuviéramos los tres desnudos juntos y que no pasara "nada raro" entre nosotros; evidentemente seguimos con el papel de los hermanos peleados;

Como se acercaba la hora de comer nos despedimos y nos fuimos para casa; al entrar, nos dejamos caer sobre el sofá riendo y comentando el papel que habíamos representado con sus amigos; luego, recordando que habíamos dicho de andar por casa sin ropa y probar lo que se siente estando así, nos quitamos la ropa y la dejamos en una mesita que había en un rincón; recordamos que en el reportaje que habíamos visto sobre el pueblecito naturista las personas llevaban siempre una toalla sobre al que sentarse, fuímos al baño y bajamos cada uno una toalla.

Después de comer, nos sentamos a jugar a las cartas y a charlar cuando, sin darnos cuenta, la noche se nos echó encima. Habíamos estado toda la tarde juntos sin ropa y en ningún momento nos habíamos sentido cohibidos por mostrarnos así; ninguno de nosotros se avergonzaba de nuestra desnudez, puesto que era una desnudez inocente, pura, sencilla, y cuando nos quitábamos la ropa para estar por casa desnudos lo hacíamos de una forma natural; en ningún momento se nos había pasado por la cabeza que pudiera ser de otra forma.

Cenamos, e igual que ayer, nos acostamos los tres juntos, cada uno en su colchón delante del fuego. Igual que ayer, me quedé dormida mirando el reflejo de las llamas en el cuerpo desnudo de mis primos.

AL DIA SIGUIENTE….

A la mañana siguiente, cuando me desperté, vi que Isabel y Martin ya se habían levantado; habían encendido la chimenea y estaban desayunando en la cama, bueno, en los colchones que cada día por la noche colocábamos en el salón al pie de la chimenea. Poco a poco me iba desperezando y mientras miraba los cuerpos desnudos de mis primos me daba cuenta que me sentía atraída por ellos, cada vez tenía más ganas de estar con ellos, de estar a su lado, de jugar los tres juntos.

Si quereis, podemos ir a la piscina y estarnos allí un rato –les dije-.

Hoy no podremos –dijo Martin-; tenemos que recoger todo esto y vestirnos de nuevo:

¿Por qué? –pregunté yo

Mientras tú dormías, ha llamado Laura diciendo que llegaría a media mañana y se quedaría unos días con nosotros para celebrar el fin de año juntos respondió Isabel-;

Laura es la hermana mayor de Isabel y Martín y nos llevamos casi 3 años; cuando me lo dijeron me decepcioné un poco; y no es que no quisiera a Laura, al contrario, las veces que nos habíamos visto siempre nos habíamos llevado muy bien; lo que pasa es que me empezaba a gustar el poder andar desnudos por casa, poder acariciarnos, y veía que con la llegada de mi prima todo esto iba a acabar; esto mismo les dije a mis primos y opinaron lo mismo, pero por aquel entonces ninguno de nosotros no podía imaginarse lo diferente que sería la situación desde la llegada de Laura a casa.

Una vez que lo tuvimos todo recogido, nos sentamos a charlar un rato y nos llamó de nuevo que se iba a retrasar un poco porque había un atasco en la carretera y llegaría sobre la hora de comer. Cuando llegó, ya estábamos preparando la mesa; como yo dormía en su habitación, subí con ella para preparar la otra cama que había, y mientras abría su bolsa de viaje y colocaba la ropa en el armario nos pusimos a charlar y a ponernos al día de todas las novedades, ya que hacía cerca de un año que no nos veíamos, y en un momento dado me preguntó

¿Qué tal te ha ido con los críos? ¿Te han dado mucha guerra?

No, que va, si son muy buenos; además ya no son tan críos.

¿Muy buenos?, dices; pero si siempre se están peleando.

Pues conmigo se han portado bien; ya están creciditos y se están desarrollando;

¿A qué te refieres?

Uy, no tenía que decírtelo;

¿El qué?

No me di cuenta y se me escapó lo de que se estaban desarrollando; Laura se dio cuenta, y, después que me prometió que no diría nada, le tuve que contar como empezamos a jugar a las prendas y a acariciarnos. Creí que se enfadaría por lo que habíamos hecho, pero me quedé sorprendida por su reacción:

No tienes por qué preocuparte; yo también lo he hecho.

¿Con tus hermanos?

No, que va; fue con mi antiguo novio y unos amigos el verano pasado; más o menos igual que vosotros.

Vaya, me sabe mal que hayais roto;

No te preocupes ya todo pasó.

Oye, ¿por qué dices que más o menos?

Bueno….es que…; por lo que tu dices vosotros os acariciasteis por pura curiosidad, y nosotros jugamos a las prendas al principio también por curiosidad, pero luego ya lo hacíamos por el gustirrinín que nos daba.

A sí, cuenta, cuenta –le dije yo, cada vez más interesada.

Bueno, pues nos podíamos en corro chico y chica alternados, pero como a veces éramos más chicas que chicos entonces teníamos una chica al lado; jugábamos a la botella; poníamos una botella en el centro y la hacíamos girar, y a quien le apuntaba la parte estrecha tenía que darle un beso a quien tuviera a la derecha; al principio en la mejilla.

¿y después de la mejilla?

bueno…después en los labios, y después ya te puedes imaginar;

¿El qué?; perdona, pero en todo esto yo soy muy novata.

Me da un poco de vergüenza.

Me tienes en ascuas, sigue, que no lo diré a nadie.

Bueno…pues luego nos acariciábamos, nos tocábamos y a veces nos tocaba hacer el amor.

¡Qué fuerte! No creo que me atreviera; ¿te tocó alguna vez hacerlo con una chica?

Sí, también;

¿Qué se siente?

Con los chicos te da más placer, pero con una chica es más dulce.

No hay que decir que yo me quedé muy asombrada con la confesión que acababa de hacerme mi prima; había hecho el amor y además también con una chica; así estuvimos charlando un buen rato y cuando le expliqué lo que habíamos hecho con mis primos, me contestó que aunque le daba un poco de apuro por ser entre la familia también le gustaría jugar con nosotros; le confesé que cuando ella me contaba lo suyo me estaban entrando ganas de probarlo pero que ya me llegaría el día; las dos estábamos pensando cómo decir a mis primos si Laura también se podía añadir a nuestros juegos, cuando oímos que Martín llamaba a la puerta y nos avisaba que la comida ya estaba a punto.

En el comedor, al sentarnos, me di cuenta que por un despiste nuestro, teníamos la ocasión propicia para introducir a Laura en nuestros juegos; cuando nos fuímos a sentar a la mesa, Laura vio que en las sillas había las toallas que habíamos puesto mientras desayunábamos; como antes de que viniera Laura íbamos desnudos, nos sentábamos encima de estas toallas por una cuestión de higiene; Laura nos preguntó el porqué nos sentábamos encima de las toallas y no directamente en la silla y se lo tuvimos que contar todo. Ella nos contestó que no nos preocupáramos, que ella también había jugado a ello y que si queríamos nos enseñaría una variante del juego: la botella.

Acabamos de comer y picados por la curiosidad, aunque intuyendo algo, pedimos a Laura que nos explicara en qué consistía el juego de la botella. Contó lo mismo que me había dicho a mí, que al principio le daba mucha vergüenza, pero como empezaron las prendas tomando un sorbito de vino cada vez que perdían poco a poco se fue animando y al final se decidió: nos contó como había tenido que dar su primer beso en los labios, como tuvo que tocar, como tuvo que chupar el sexo a la persona que tenía al lado, como hicieron el amor, etc.

Al final nos decidimos y empezamos a jugar a la botella, al principio teniendo el sorbito de vino como prenda; esto lo veíamos bastante sencillo, pero lo peor vino cuando Martin tuvo que desnudarse delante de Laura; le dio mucha vergüenza, como cuando lo tuvo que hacer delante nuestro; pero se armó de valor y lo tuvo que hacer.

Poco a poco el vino iba haciendo sus efectos, y aunque sólo lo tomáramos a pequeños sorbitos, se notaba que poco a poco nos íbamos animando; acordamos que quién se quedara desnudo, y para que el juego no se interrumpiera, y perdiera con la botella sustituiría la ropa por sorbitos de vino; como es lógico y natural, al final acabamos los cuatro completamente desnudos. Cuando yo me hube quitado la última pieza de ropa que me quedaba, pregunté:

Y ahora ¿qué hacemos?; ya estamos los cuatro desnudos, no nos queda ropa y el vino se ha terminado; ahora vengo, voy a buscar otra botella.

Entonces, viendo que estábamos animados con el juego y que se respiraba un buen ambiente, Laura dijo:

No sé si será demasiado o no; pero si quereis, vamos subiendo de nivel las prendas;

¿cómo?

Bueno, pues si quereis como yo os he explicado que jugábamos nosotros;

Pero -dije yo-, antes has dicho que os habíais besado, tocado y cosas así.

Sí, claro –dijo ella-;

En este momento me quedé un poco cortada; nos habíamos desnudado, nos habíamos acariciado, pero si continuábamos jugando como decía Laura, podíamos acabar haciendo cosas que jamás habría imaginado. Por un lado me apetecía probarlo porque cuando con Laura estábamos hablando en su habitación me había dicho que era genial; pero por otro aún me daba un poco de vergüenza hacer según que; al final le contesté:

Bueno, por mi sí; al menos probarlo; pero tu lo hacías con amigos, y nosotros somos familia.

Ya lo sé; yo lo hice con mis amigos, y vosotros sois mis hermanos y tú mi prima, pero a veces entre familia hay más confianza y esto ayuda.

Al menos podemos probarlo –siguió Martín-, pero tenemos que prometernos que de aquí no saldrá nada;

Los cuatro estuvimos de acuerdo; prometimos no decir nada y decidimos empezar; acordamos que iríamos jugando y que antes de hacer alguna prenda un poco más difícil o comprometida lo hablaríamos. Empezamos jugando y nos acariciamos como ya habíamos hecho y nos dimos algún beso en la mejilla; a Laura no le pasó nada cuando la acariciamos, pero cuando ella lo hizo con su hermano, a Martin se le puso a poner duro el pene, puesto que era la primera vez que Laura se lo hacía, lo cual nos hizo sonreir;

Al cabo de un rato, decidimos subir de nivel; acordamos continuar y que giraríamos dos veces la botella, la primera señalaría a quien se le hacía la prenda, y la segunda vez quien la recibía; Laura nos dijo que cuando se besaba en los labios había que juntar las dos lenguas hasta que se tocaran; giramos la botella y tocó que alguien tenía que besar a Martin, y la segunda vez que quien besaba era Laura; pobre Martin, parecía que no tenía suerte en nuestros juegos, la primera vez le tocaba siempre a él. Se puso como un tomate, pero como el juego es el juego, dejó que su hermana lo besara; Laura se levantó, se sentó a su lado y lo abrazó; le dijo como tenía que abrazarla y le dio un beso en los labios. A la jugada siguiente le volvió a tocar a Martin, pero esta vez fui yo quien besaba; tratando de imitar a Laura, me acerqué a él, lo abracé y junté mis labios a los de él; creía que ya estaba y Laura dijo que teníamos que unir nuestras lenguas y besarnos, y así lo hicimos: juntamos nuestros labios, los abrimos, sacamos las lenguas y las unimos; pero al cerrar los labios, escondíamos las lenguas; Laura sonrió, y moviendo la cabeza de un lado a otro dijo:

Hay que ver lo desastres que sois; se nota que hoy es vuestra primera vez.

¿Cómo hay que hacerlo? –preguntó Isabel;

Entonces Isabel dijo que si yo estaba de acuerdo me enseñaría cómo; yo le dije que sí y empezamos a darnos el que sería mi primer beso; nos abrazamos y noté como sus pechos se tocaban con los míos, como sus senos me hacían cosquillas en los míos; ella me miró y dijo que la siguiera, que imitara todo lo que ella hacía; me besó, y cuando noté que abría su boca y su lengua intentaba penetrar en la mía noté una sensación muy agradable y placentera; ella también lo debió de notar puesto que abriendo los ojos me hizo un guiño de sorpresa y de complicidad; cuando acabó aquel beso, me dijo que ahora podía hacerlo con Martin; aún sorprendida por el beso anterior, y aún con el recuerdo de aquel beso no Laura, y aún con la sensación de las cosquillas de sus pechos sobre los míos, me acerqué a Martin, me senté delante de él y nos rodeamos con las brazos para abrazarnos; cuando nuestros labios se tocaron y empezamos a besarnos, nos acercamos tanto que noté como su pene rozaba mi muslo; sentí una especie de escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, un escalofrío que aún fue mayor cuando Laura se levantó y agarrándome por la cintura me levantó y me acomodó entre las piernas de Martín para que pudiéramos abrazarnos y besarnos mejor en vez de estar de lado como antes; en este momento noté como el pene de Martín, que ahora ya había recuperado la dureza que le vimos en la piscina, me rozaba suavemente mi sexo; al notarlo, al principio pegué un respingo por la primera impresión que me llevé, pero enseguida empecé a experimentar una sensación de gran placer. Cuando Laura nos avisó que ya había pasado el tiempo, yo creía que había transcurrido toda una eternidad, pero solo habíamos pasado un minuto, que Isabel controlaba con el reloj que había encima de la mesilla.

¿Cómo es? ¿Qué notas? -, me preguntó la pequeña toda curiosa.

Es indescriptible, Isa; mejor lo notas tú cuando te toque; es super agradable, genial; te hace sentir como un cosquilleo.

Después de este primer beso, el que me dio al principio Laura no contaba porque era "de práticas", continuamos tirando la botella y jugando a los besos; la pobre Isabel empezaba a poner una carita un poco mustia; parecía que la botella no apuntaba nunca a ella y estaba más bien aburrida; yo me di cuenta y le dije que no se preocupara y que ella ya podría jugar.

Después de varias rondas que no describiré para no aburriros en las que los besos nos los repartimos entre Laura, Martin y yo, pareció que la suerte empezaba a cambiar para Isabel, por fin podría participar; primero la botella me señaló a mí, con lo que yo tenía que recibir los besos de alguien; a la siguiente tirada la botella señaló a Isabel y ella era la que me tenía que besar; la miré a la cara y vi en ella una expresión de ganas de participar, de probar lo que significaba un beso aunque fuera con una chica, en este caso yo, su prima.

Laura, que en este juego actuaba como maestra de ceremonias, le dijo como tenía que colocarse; Isabel se acercó a mí, se sentó a horcajadas entre mis piernas y alargó sus brazos para abrazarme como habíamos hecho nosotros antes; en este momento yo estaba deseando poderla abrazar ya que estaba empezando a gustarme; aún hoy no me veo capaz de describir mis sentimientos hacia mi prima pequeña; por un lado me apetecía estar con ella, charlar con ella, notar cerca de mí el olor de su pelo, sentir el contacto de su piel junto a la mía, tenerla simplemente a mí lado; pero por el otro lado, y analizando los hechos, ni la veía ni la veo como parte unas relaciones sexuales; aunque pueda parecer lo contrario, entre mis primos y yo había nacido una gran relación de amistad, de un gran cariño, de un gran amor entre primos; entre nosotros había nacido un enorme cariño, cuya manifestación llevada a su máxima expresión se reflejaba en nuestros besos, en nuestras caricias, en nuestros juegos. Tal como nos explicó más tarde Laura, y en esto se notaba que era la mayor, lo nuestra era un gran cariño, un amor de primos en estado puro e inocente.

Siguiendo un poco las indicaciones de Laura, Isabel se sentó a horcajadas entre mis piernas y nos abrazamos; al principio nos costaba un poquito, pero poco a poco fuímos acercando nuestros labios hasta que llegaron a tocarse; entonces Laura dijo que si queríamos hacerlo bien, teníamos que sacar las lenguas y dejar que estas jugasen entre ellas abriendo las bocas al mínimo; así lo hicimos; la sensación de este momento era indescriptible; sentada a horcajadas delante de mí con sus piernas delgaditas rodeando mi cintura, estábamos las dos abrazadas; nuestros pechos se rozaban y nos habíamos fundido en un cariñoso beso; yo la abrazaba fuerte estrechándola hacia mi pensando en que aunque sólo nos lleváramos unos tres años, no dejaba de ser mi prima pequeña; mientras pasaba el tiempo en que Isabel nos habíamos fundido en un largo y cálido beso, Laura se fijo como la abrazaba y, cuando nos avisó que había pasado el tiempo, dijo que le gusto la forma maternal cómo la abrazaba; tenía toda la razón del mundo: antes la veía como una cría pequeña y pesada, pero desde que empezamos a conocernos mejor hace un par de días, desarrollé hacía ella un maternal sentimiento de prima mayor;

Nos separamos, cada cual regresó a su lugar y continuamos jugando y girando la botella; cada vez se nos veía más sueltos y, como dijo Laura, cada vez besábamos mejor; Sin darnos cuenta, el tiempo nos pasó volando e interrumpimos el juego para preparar la cena y poner la mesa; cada cual colocó la correspondiente toalla encima de las sillas para sentarse y nos dispusimos a cenar.

(Continuará)