En la montaña me estrené como mujer (2)

En la montaña me estrené como mujer junto a mis primos; después de jugar a las prendas en el agua empezaron unas tímidas caricias a mi primo.

EN LA MONTAÑA ME ESTRENÉ COMO MUJER (2)

Después de haberos mandado mi relato, me he quedado un poco sorprendida por los mensajes que me han llegado dándome ánimos para seguir contando mis vacaciones en la montaña; cuando acabaron y regresé a casa, tenía la cabeza hecha un mar de dudas por lo que habíamos hecho mis primos y yo, puesto que con la educación conservadora que me habían dado mis padres, no creía que todo esto fuera muy correcto; armándome de valor lo comenté con mi prima mayor con la que siempre ha habido mucha confianza y me dijo que no tenía porqué avergonzarme puesto que no habíamos hecho ningún pecado, simplemente era una travesura inocente. Hablar con ella me reconfortó mucho y me recomendó que hablara con otra gente que también estuviera como yo y que esto me ayudaría; así fue como contacté con esta página, y escribir mi historia me ayudado mucho; me dijo que como siempre me había gustado escribir y ello se me daba bien, podía ayudar a otras personas que estaban en mi misma situación, del mismo modo como me ayudó mucho el poder hablar con ella; es por esto que a las personas que me han mandado algún mensaje diciendo que les había pasado algo parecido y que por ello están un poco avergonzadas les diría que lo cuenten, que este sitio es un de los que hay para hacerlo, y que se sentirán más aliviadas.

En el escrito anterior os contaba como me desnudé por primera vez, aunque resulte un tanto extraño, hace casi dos años.

Si no recuerdo mal, me quedé contando cómo me desnudé por primera vez delante de un chico, mi primo Martin, junto con su hermana. Después que Isabel hubiera salido del agua para tumbarse delante nuestro, y se zambullera de nuevo, nos estuvimos un buen rato charlando y comentando lo extraño de la situación, ya que hasta esta mañana estábamos muy vergonzosos los unos con los otros, y en cambio ahora estábamos la mar de felices completamente desnudos y hablando con la mayor tranquilidad del mundo. Y pensar que hasta ayer me daba una vergüenza horrorosa desnudarme delante de otras personas.

Al cabo de un rato, Isabel propuso que saliéramos los 3 a la vez y que nos sentáramos en la parte baja de la piscina; como la piscina tenía unos escalones en un extremo, podíamos sentarnos tranquilamente allí sin quedarnos helados con la nieve. Nos miramos los unos a los otros y nos dijimos ¿por qué no?; total, lo más difícil, el desnudarnos y ponernos delante de los otros ya lo habíamos hecho: El primero en salir fue Martin, luego Isabel; yo me hacía un poco la remolona, hasta que Isabel dijo:

Anda, Ingrid, ven aquí; cuanto más te lo pienses, más te va a costar.

Realmente, mi prima tenía razón; cuanto más tardara, más me iba a costar; la verdad es que un poco de vergüenza aún me daba; poca, pero aún un poco; todo este juego empezaba a gustarme, y sentía la emoción que siempre se dice que sienten los críos cuando hace alguna travesura inocente; porque yo estaba viendo que todo esto no era más que una travesura inocente; poco a poco fui yendo hacia donde estaban ellos; de hecho, lo peor ya había pasado, y había sido cuando me había tumbado fuera el agua de cara a ellos y me habían visto desnuda por primera vez; algo, que si unos días antes me dicen que yo lo llegaría a hacer, habría creído que quien lo decía estaba completamente ido; y si alguien me lo llega a proponer, le habría soltado un sonoro bofetón; pero allí estaba yo, saliendo poco a poco del agua para ir a sentarme junto a mis primos.

Al principio no nos atrevíamos a mirarnos, un poco por vergüenza ajena, un poco porqué siempre nos habían dicho que no era correcto mirar fijamente a una persona, y un poco por el hecho de estar los tres desnudos tan cerca los unos de los otros. Poco a poco fuimos recuperando la tranquilidad y la confianza que teníamos cuando estábamos dentro del agua, y la situación que en un principio estaba un tanto tensa, poco a poco se fue distendiendo. No me acuerdo quien fue, pero alguien se movió un poco para adoptar una postura más cómoda, y poco a poco dejamos de estar rígidos como si estuviéramos en la ópera. En un momento, Isabel dijo

Mirad como estamos; hasta esta mañana no nos habríamos atrevido a estar desnudos como ahora, y en cambio, aquí estamos la mar de tranquilos y felices.

Realmente tenía razón, y me sorprendió porque esta misma reflexión me la estaba haciendo yo cuando salía del agua; después que Isabel hubo dicho esto, nos miramos los tres y nos dio un ataque de risa que no había quien parara; era esta risa tonta que no se sabe muy bien cómo empieza, y que no hay manera de que pare. En uno de estos ataques de risa, Martín se echó para atrás y de golpe su pene se le puso completamente de pie. Yo me quedé asombrada, e Isabel me tocó con el codo para señalármelo. Como nos quedamos calladas de golpe, Martín nos preguntó qué nos pasaba, y el ver nuestras caras y nuestras risitas y el motivo, se puso colorado de golpe y se incorporó para intentar ocultar su erección. Yo intenté ayudarle y le dije que no se preocupara, que era normal qué le pasara esto; y que a nosotras también nos pasaba algo parecido.

  • ¿A qué te refieres? –preguntó él.

  • Pues –le dije yo- por lo poco que sé, cuando los chicos estais excitados por algo el pene se os empina.

  • Esto ya lo sé; a veces me ha pasado. Lo que no entiendo es qué es lo que a vosotras se os empina, si no teneis nada.

  • Nosotras no tenemos pene -le dije-, pero a veces, en alguna ocasión el pecho se nos pone duro y firme.

Mientras le explicaba esto, me daba cuenta de la situación y de lo mucho que había aumentado la confianza entre nosotros.

Además –continué yo-, es normal que se te ponga dura, ya que cuando estés con la persona qué ames, lo necesitarás para hacer el amor con ella.

¿Y tú cómo sabes todo esto? –preguntó Isabel.

Esto son cosas que a veces se hablan entre las amigas, y que a veces he visto en alguna película o reportaje –le contesté.

A veces se pone tan duro –replicó Martin- que no se puede ni doblar.

¿Tan duro como ahora? –Preguntó asombrada Isabel mirando la entrepierna de su hermano.

Sí, más o menos.

En esto yo me quedé un poco al margen, y no por falta de ganas; es fácil imaginar en qué estado me encontraba en este momento y, por lo que supe después, no era la única. En mi familia, como ya os dije, siempre han sido muy conservadores en cuanto a las costumbres, y más aún en todo lo del sexo y la sexualidad; además, y no culpo a mis padres por ello, siempre estudié en un internado de monjas; así, llegué yo hasta hoy, bueno hasta ayer, sin haber visto nunca un cuerpo desnudo, evidentemente sin haberme mostrado tampoco desnuda, y mucho menos aún sin haber estado tan cerca de un chico desnuda, estándolo yo también, y hablando de nuestro cuerpo con la naturalidad con la que lo hacíamos; era como si estuviera en clase estudiando el cuerpo humano, pero con la diferencia que en vez de fijarnos en los gráficos de los libros, ahora podía verlo todo al natural.

¿Cuándo se te pone duro no te duele? –pregunté yo, armándome de valor y asombrándome del valor que había tenido al preguntarle esto a mi primo.

No duele, lo que pasa es que a veces molesta, sobretodo si se lleva ropa un poco justa; o si voy al baño para hacer pis, si está duro como ahora, no se puede doblar para apuntar bien.

Cuando Isabel y yo oímos esto de que no se podía apuntar bien cuando el pene estaba empinado porque entonces se ponía duro y rígido y no se podía doblar ni dirigir, nos entró otro ataque de risa; pero este no duró tanto como el de antes; una vez que se hubo repuesto, Isabel volvió a preguntarle a Martin, siempre con la curiosidad inocente que nos caracterizaba.

¿Pero cómo se puede poner tan duro y rígido sino tiene huesos dentro?

No lo sé, Isa; no soy médico; lo que si sé es que a veces, si me encuentro en una situación agradable o un poco excitante, me pasa esto.

¿Excitante como ahora? –le pregunté yo.

Ehhh,…pues sí. –contestó él ruborizándose un poco, puesto que la conversación se centraba toda alrededor de él y de su pene.

No te pongas colorado –le contestó Isabel- que ya hace un buen rato que estamos los tres así desnudos.

Ya sé que hace rato estamos sin ropa y mirándonos los unos a los otros. ¿Cómo estarías tú si estuvieras desnuda delante de otro chico y yo y todo el rato estuviéramos hablando de tus pechos?

Tienes razón –contestó Isabel-, perdona, no quería ofenderte. Martín

¿Qué quieres?

Mmmm; me da un poco de cosa

¿El qué?

¿No sé si pedírtelo o no?

Vamos, no seas bobita; ¿de qué se trata?

¿Seguro que no te enfadarás?

No, te lo prometo.

Es que…bueno…no sé como decírtelo. Estoy intrigadísima cómo tu pene al salir del agua estaba pequeñito, flexible y blandito, y ahora está rígido y duro. ¿podría tocártelo un poquito para ver cómo es?

Cuando oí esta pregunta de Isabel me quedé asombradísima de su atrevimiento, y me imaginé que su hermano se levantaría enfadado, o que le contestaría mal o cualquier cosa, ya que una cosa era mostrarnos desnudos y la otra era tocarse; pero luego pensé que Isabel tenía una gran curiosidad por el cuerpo de Martín, ya que era la primera vez que veía el cuerpo desnudo de un chico y tan de cerca; además era una curiosidad inocente, sin ningún rasgo de malicia, una curiosidad que, he de reconocerlo, yo también tenía pero no me había atrevido a manifestar; además, no creía que, después de todo fuera tan malo, ya que quedaba en familia.

¿Quieres tocarme el pene?

Sí, por favor; sólo un poquito; me intriga mucho ver como ha crecido tanto y se ha puesto tan rígido.

Bueno, hazlo si quieres.

Antes que hagamos nada –respondí yo-, tenemos que prometernos que nada de lo que pase aquí se lo diremos a nadie.

De acuerdo –dijo Martín-; Oye, Ingrid, ¿por qué has dicho "hagamos"?

Bueno,,,; es que a mí también me sorprende mucho como ha crecido.

En este momento, me di cuenta que la conversación iba subiendo un poco de tono y que estábamos a punto de acariciarnos, pero en ningún momento teníamos ninguna malicia malsana; manteníamos una actitud como la de los niños cuando juegan a médicos; estábamos descubriendo nuestro cuerpo.

-Vaya con las niñas –soltó Martin-, ahora quereis tocarme.

  • No seas tonto, -le dijo Isabel-; no queremos tocarte porque sí; es normal que estemos intrigadas y nos sorprenda.

  • Vale, no os preocupeis, era una broma –dijo él-; bueno, si quieres puedes tocarlo.

En este momento no habría sabido decir quien estaba más rojo de vergüenza y con más temores, si Martin o Isabel. Ella, después de mucho pensárselo, ya que era un quiero y no puedo, se decidió; alargó su dedo índice y lo fue acercando poco a poco hasta donde se encontraba su hermano Martín; él continuaba sentado en el escalón de la piscina con sus piernas estiradas y se pene rígido; Isabel se había arrodillado delante de él en el escalón de debajo y yo me incorporé y me acerqué hacía él para fijarme un poco mejor. Martín debería de medir cerca de 1’70, delgado y rubio como su hermana; a simple vista parecía que casi no tuviera vello, pero al acercarme y fijarme más vi que sí que tenía, pero que al ser rubio se veía muy poco; al tener las piernas estiradas, su pene aún se destacaba más y vi como poco a poco el dedo de Isabel se le iba acercando cada vez más hasta que lo tocó, y lo retiró de golpe como si estuviera quemando; otro intento y pasó lo mismo; al final, a la tercera fue la vencida. El dedo tocó el pene de Martín y poco a poco lo fue recorriendo hasta que llegó a la base. Me di cuenta de cómo Isabel tenía una sensación muy agradable al acariciar el pene de su hermano

Al cabo de un ratito, Isabel dejó de tocar el pene de Martin y dijo:

Es cierto, Ingrid; se le ha puesto duro y rígido; y está calentito.

Picada por la curiosidad, le pedí a Martin si yo también podría probarlo y me contestó que no había problema; también me costó mucho decidirme, pero armándome de valor, alargué la mano hasta tocar su pene; Isabel tenía razón, lo primero que no té fue que era muy suave, estaba calentito y, como nos había parecido; con dos dedos lo acaricié como había visto hacer a Isabel, empezando por arriba y llegando hasta la base; al principio dejaba los dedos flojos, pero en un momento que presioné un poco sin querer, al bajar los dedos le bajé también un poquito la piel y nos quedamos muy sorprendidas al ver como le había salido la puntita, rojiza, lisa, finita; intrigada por lo que le había salido, se lo acaricié suavemente para ver cómo era, y vi que el pene empezaba a moversele; le pregunté qué le pasaba, si le había hecho daño; me dijo que no me preocupara, que no le había hecho daño para nada, al contrario, que le había hecho un poco de cosquillas.

Estábamos mirando el pene de Martin y comprobando como había crecido de golpe, cuando el campanario de la iglesia vecina dio las 2, y dijimos que ya era hora de ir a comer. Salimos del agua y entramos corriendo a casa para cambiarnos y preparar la comida. Nos fuímos cada cual a su habitación; cuando me estaba acabando de secar e iba a vestirme, entró Martin preguntando qué me apetecía para comer; me giré y le contesté que me daba igual; él ya se había cambiado, pero cuando él entró yo aún estaba desnuda y al girarme para hablar con él me vio toda entera; esto que antes habría sido un motivo de bronca y de enfado monumental al haber entrado él en mi cuarto y haberme visto desnuda, ahora no me importó lo más mínimo y pude estar delante de él sin el más mínimo rubor ni vergüenza; por mi parte no había ninguna actitud exhibicionista hacia él, sinó que había perdido el pudor, en el buen sentido de la palabra; con los juegos de esta mañana, había perdido la sensación de vergüenza y veía mi desnudez como algo natural y de lo que no tenía que avergonzarme.

Una vez me hube vestido, bajé al comedor para ayudar a Martin, y mientras él encendía la chimenea, fui poniendo la mesa. Al poco rato bajó Isabel. Mientras comíamos fue inevitable no hablar de los juegos de la mañana en la piscina y todos estuvimos de acuerdo en qué había sido muy bonito y emocionante. Isabel hizo una reflexión que me gustó mucho y con la que su hermano y yo estuvimos también de acuerdo.

Además de hacer una especie de travesura como es desnudarnos y acariciar un poquito el pene de Martín, ¿no creeis que después de esta mañana estamos más unidos y tenemos mucha más confianza para hablar de nuestras cosas y de lo que sea?

Me di cuenta de que ella tenía toda la razón del mundo. Habíamos tenido el valor de desnudarnos y quedarnos sin nada, y habíamos llegado a acariciar el pene de Martin; todo esto habría sido absolutamente imposible antes de esta mañana; pero la insinuación al principio temerosa y con un punto de vergüenza de hacer top-less que había hecho mi prima, dio lugar a que como ya sabeis nos desnudáramos e iniciáramos unas tímidas caricias al pene de mi primo Martin que por aquel entonces estaba bastante empinado. Aunque al principio me diera una vergüenza horrorosa tener que desnudarme ante mis primos, a medida que pasaba el rato me encontraba más cómoda, más desinhibida y, he de reconocerlo, empezaba a gustarme la situación; había empezado a notar como una especie de cosquilleo cuando nos fuímos quitando la ropa; un cosquilleo que aumentó cuando nos sentamos los tres en los escalones, y empezamos a hablar de nuestros cuerpos, de lo que habíamos hecho, de lo que sentíamos y al final cuando picadas por la curiosidad acariciamos el pene de Martin.

Ahora nos sentíamos los tres libres de tapujos; antes nos veíamos un poco como extraños, y en cambio ahora estábamos los tres tan tranquilos en la mesa comiendo y hablando de nuestras cosas con una gran confianza que nos hacía poder hablar de nuestras intimidades y pensamientos sin ningún tipo de rubor. Los tres nos felicitamos por ello.

Después de comer, nos sentamos en el sofá al lado del fuego y pusimos el televisor para ver las noticias; en esto, vimos que hablaban de un pueblecito que hay en la provincia de Tarragona llamado El Fonoll, creo recordar; decían que era un pueblecito como cualquiera, con sus casitas de piedra, con sus calles, su zona de deportes, su tienda; pero con la diferencia que era un pueblecito naturista en el que todas las personas iban sin ropa; En el reportaje se veía a personas normales con familias, niños, abuelos, padres…que disfrutaban de unas vacaciones pero con la particularidad que no llevaban ropa; los periodistas entrevistaron a algunos de ellos y decían que si nacemos desnudos ellos no entendían porqué teníamos que esconder nuestro cuerpo; nos asombró la naturalidad con la que hablaban sobre la práctica del naturismo, puesto que se los veía tranquilos y felices paseando, montando a caballo, en bicicleta, haciendo gimnasia, jugando a tenis, etc; durante un buen rato estuvimos hablando sobre este reportaje que habíamos visto, si nos gustaría o no, si seríamos capaces de estar sin ropa delante de otras personas que no fueran de la familia, de lo que sentiríamos, etc; al final les dije que si querían podíamos probarlo aquí en casa, que podíamos probar qué se siente el hacer las actividades de cada día sin ropa; dijeron que ya veríamos, que a lo mejor lo podíamos probar. Mientras recogíamos la mesa antes de ir a echarnos una siestecita, Isabel dijo que cuando nos despertáramos ella se apuntaba a probarlo, Martín también estuvo de acuerdo; nos deseamos un buen descanso y quedamos en encontrarnos luego por la tarde abajo en el salón para ver si lo probábamos o no nos veíamos capaces.

(continuará)

Un beso muy grande a tod@s l@s practicantes del amor filial.

INGRID