En la montaña con mis primos (1)

Pasando las vacaciones de Navidad con mis primos en la montaña, nos desnudamos por primera vez y descubrimos los secretos del amor...y del sexo entre nosotros.

EN LA MONTAÑA ME ESTRENÉ COMO MUJER (1)

Hola, en primer lugar me presentaré. Me llamo Ingrid, tengo 19 años y voy a contaros como me estrené en el amor, bueno, más que amor en el amor con alguien de la familia.

Pertenezco a una familia más bien conservadora, y soy hija única, con lo cual es fácil suponer que mi experiencia en el tema del sexo y del amor era escasísima; sabía lo poco que había oído comentar a mis amigas; mis padres creyeron que lo mejor para mí era que estudiara en un internado de monjas; allí, nos duchábamos todas por separado y teníamos que vestir "decentemente". Hace dos años, como en los estudios había ido muy bien, y en diciembre era mi cumpleaños, mis padres me dieron la gran sorpresa de que iríamos a pasar las vacaciones de Navidad a casa de mis tíos en Suíza. Me comentaron que el día de Navidad comeríamos juntos y a los dos o tres días, mis padres se irían con mis tíos a pasar el fin de año en Venecia.

Pero si vosotros os vais, ¿yo me quedaré sola con los críos? –les pregunté.

No te preocupes, sola con los que tú llamas críos sólo estarás tres días, luego ya vendrá tu prima mayor y se quedará con vosotros. Además, los críos ya no son tan críos, tienen 15 años; de todas formas, tendreis nuestros teléfonos y os iremos llamando cada día.

Ah, me he olvidado de deciros que mis primos son Laura (22), y los gemelos Martin e Isabel (15 años).

Después del viaje en avión, nos encontramos con mis tíos que estaban esperándonos en el aeropuerto, nos saludamos y nos acompañaron hasta su casa. Allí estaban mis primos y, a verlos me di cuenta de lo mucho que habían cambiado. La última vez que nos habíamos visto, yo tenía su edad y ellos aún eran unos críos, y ahora dos adolescentes. Después de acomodarnos las habitaciones, nos enseñaron la casa y me quedé asombrada de lo bonita que era. La había diseñado mi tío. Estaba construída en medio de un prado con un jardín en medio. La casa estaba formada por cuatro bloques que formaban un cuadrado, y en medio de los bloques había un gran jardín con una pequeña piscina dentro; al verlo, me extrañó que el patio estuviera tan lleno de niebla y le pregunté a mi tio el por qué, y él me respondió soltando una carcajada.

No es niebla, bobita; es vapor de agua.; cuando excavamos los cimientos, encontramos una fuente de agua termal y decidimos aprovecharla para formar esta piscina; y alrededor suyo construímos la casa;

Continuaron enseñándonos la casa y los paisajes de alrededor: Cansados del viaje y de toda la actividad del día, regresamos y nos acostamos pronto, ya que al día siguiente teníamos la comida de Navidad. Mis padres estaban en una habitación, mis tíos en otra, yo en otra, y mis primos cada uno en la suya.

Vino la comida de Navidad, y enseguida llegó el día en que mis tíos y mis padres se tuvieron que ir de viaje. Al marchar me dieron las indicaciones habituales para que me cuidara de mis primos; fuimos hasta la puerta a despedirlos y nos quedamos allí hasta que el coche se perdió por la carretera. Entramos en la casa y nos sentamos al lado de la chimenea charlando de nuestras cosas y poniéndonos al día después de estos años de no habernos visto. Como se hizo tarde, cenamos ligeramente y nos fuímos a dormir.

A la mañana siguiente, me vestí y bajé a desayunar; miré por la ventana del comedor y vi que por la noche había nevado y que en el patio había casi un metro de nieve; era un tanto extraño ver la nieve y en medio el vapor de agua que se desprendía de la piscina; estaba tan extasiada mirándolo que no me di cuenta que estaban ahí mis primos. Desayunamos y enseguida salimos al patio para ver la nevada; no sé quién empezó, pero lo cierto es que al cabo de un rato estábamos los tres en medio de una batalla de bolas de nieve. Como es lógico, al cabo de un rato estábamos todos empapados y calados hasta los huesos, ya que habíamos salido a la nieve sin equipo adecuado; al ver que estábamos helados, les comenté que podíamos bañarnos en la piscina con el agua termal:

Chicos, si quereis, y para pasar el frío, nos podemos bañar en la piscina; podemos hacer una carrera para ver quien llega antes a su habitación, se cambia, y llega a la piscina;

A lo que mi prima respondió:

No hace falta que vayamos a cambiarnos; nos quitamos la ropa y nos bañamos en ropa interior; total, es como llevar bikini;

No sé –respondí-; tus padres me dijeron que si íbamos a la piscina que te pusieras el bañador entero y no el bikini;

Sí; siempre lo dicen, pero se refieren si vamos a las piscinas que hay en el pueblo, y no en casa.

A mí me daba vergüenza, ya que nunca me había bañado en bikini, siempre en bañador entero;

Tú si que lo tienes fácil –le contesté a mi prima-, Martín es tu hermano, pero yo nunca he estado en ropa interior delante de ningún chico; además

Además ¿qué? –preguntó ella

No llevo sujetador y no puedo quitarme la camiseta.

Pues báñate con ella.

Mientras me decidía, Isabel se quitó la ropa y se quedó en braguitas y sujetador; Martín no se lo pensó e hizo lo mismo; yo no acababa de decidirme, pero al ver a mis primos bañándose en aquella agua termal después de haberse empapado con la nieve y quedarse medio muertos de frío, me convenció a quitarme el pantalón y echarme a la piscina con braguitas y la camiseta. La verdad es que el contraste de estar en el agua caliente mientras fuera en la piscina había un metro de nieve, era genial. Nos pasamos un buen rato jugando y nadando, y en una de estas, Isabel me miró y me dijo:

Realmente, Ingrid, no sé porque no te has bañado con las braguitas; con la camiseta así, se te ve todo.

¡Ai va!, tienes razón

Cuando me di cuenta, me puse como un tomate; si ya me daba apuro que me vieran en ropa interior, el ver como mi primo Martín me miraba el pecho a través de mi camiseta mojada aún me dio más vergüenza; para evitar que me continuara mirando, me fui al otro lado de la piscina; bueno, de hecho, más que piscina era una bañera grande ya que medía casi 5 m de lado y no pasaba del metro de hondo; aunque no estaba muy lejos, esperaba que el vapor que salía del agua me tapara un poco. La sensación era muy agradable, con el agua calentita, y recosté la cabeza en el borde y cerré un poco los ojos. Al cabo de un rato oí que mis primos cuchicheaban entre ellos; a pesar de que intenté oir lo que decían , lo único que entendí fue:

No, que no va a querer y además se enfadará.

Entonces, me acerqué a ellos y les pregunté:

¿Qué es lo que no voy a querer? ¿Por qué me voy a enfadar?

Uy! No sé

¿Qué no sabes?

No sé si decírtelo, me da cosa.

Tranquilo, dime lo que quieras que no me voy a enfadar. Te lo prometo.

Bueno; antes, Isabel decía que podríamos quitarnos la ropa y bañarnos desnudos; yo le decía que esto no estaba bien y que tu te enfadarías.

Tranquilos, yo no me voy a enfadar; a mí me da igual como os bañeis; pero el problema es que vuestros padres me dijeron que vigilara que Isabel se pusiera el bañador; y si ya nos bañamos en ropa interior y así se enfadarían, no veais la cara que pondrían si se enteran que estamos los 3 aquí sin nada. Además, a mí me da mucha vergüenza desnudarme del todo, nunca lo he hecho.

No tienen porqué enterarse si ninguno de nosotros dice nada.

En aquel momento, me encontraba en un gran dilema. Por un lado recordaba las indicaciones de mis tíos y estaba mi vergüenza a desnudarme. Pero por el otro me atraía la sensación de estar en el agua calentita en ropa interior, y si así tenía una sensación muy agradable, me imaginaba que estar sin nada sería genial; además estaba la tentación de hacer una travesura prohibida. Al final, aún no sé cómo, me armé de valor y les dije:

Me da mucha vergüenza desnudarme, nunca lo he hecho; y ¿si nos ve alguien?

Sólo estamos nosotros – me contestó Isabel-. Además, las paredes de casa nos tapan.

Ya lo veo que nos tapan; pero si hacemos top-less, Martin nos vería y es un chico.

Es cierto –continuó mi prima-; no sé si está bien o no, pero se me ocurre que

¿Qué se te ocurre? – dijo Martín;

Pues que si nosotras nos decidimos y hacemos top-less, tú tienes que quitarte el calzón.

Y que más; yo no me quito el calzón para nada; vosotras soys chicas y yo un chico; me da mucha vergüenza.

Aunque tú seas un chico, no es justo que Ingrid y yo nos desnudemos de cintura para arriba, que tu nos veas, y tú te quedes igual.

Lo que empezó como una travesura inocente, estaba desencadenando en una discusión entre hermanos; mientras ellos discutían yo estaba intentando encontrar una solución. Poco a poco estaba venciendo mi timidez y vergüenza, y estaban creciendo en mí las ganas a probar qué se sentía al bañarse en top-less; además, estaba lo que he dicho antes de lo atractivo que es hacer algo que está prohibido. Después de estar un rato venciendo mis temores y de darle vueltas a la cabeza les dije:

Chicos, no os peleeis; creo que tengo la solución;

Dinosla;

Me da un poco de apuro;

Vamos Ingrid, no pasa nada, estamos en familia y hay confianza.

Bueno; se me ha ocurrido que, si quereis, podemos jugar a las prendas con un dado, y quien saque el número más bajo, se quita una pieza.

No sé ni como me atreví a proponerles esto; creía que se enfadarían y, lo que es peor aún, que se lo dirían a mis tíos. Pero por sorpresa mía, estuvieron de acuerdo, y el primero en responder fue Martin.

A mí también me da vergüenza, además vosotras teneis dos piezas y yo sólo una.

Bueno, -respondió Isabel-, si quieres, tú puedes tirar dos veces el dado.

Me estaba dando cuenta que había entrado en terreno peligroso, puesto que si bien me atraía la idea de lo prohibido, me daba miedo sólo de pensar que tarde o temprano tendría que desnudarme; era algo que me daba mucha vergüenza, pero por otro lado estaba notando una sensación que hasta ahora no había notado: me estaba dando cuenta de que me atraía la idea de ver a mis dos primos desnudos; alguna vez que había hablado con alguna compañera de instituto, habíamos comentado cómo sería un cuerpo desnudo, y estaba a punto de descubrirlo; la idea me tentaba mucho, aunque el precio que tendría que pagar por ello, para mí era muy alto: desnudarme en la piscina y correr el riesgo que Martin me viera. Al final, me armé de valor y dije:

De acuerdo, si estais de acuerdo jugamos, pero todos nos tenemos que prometer que no le diremos nada a nadie, ya que si alguien se entera nos puede caer una bronca de campeonato. Y si empezamos a jugar, no nos podemos echar atrás.

Martin e Isabel estuvieron de acuerdo, y después que mi prima fuera a buscar un dado a la casa, nos pusimos a jugar utilizando el borde de la piscina como tablero. Yo estaba super nerviosa y un par de veces me cayó el dado al agua; mi prima Isabel se dio cuenta y me dijo que estuviera tranquila, que nadie más que nosotros se iba a enterar. Tiré el dado y me tocó un dos; era un número bajísimo y me temía lo peor, y más aún cuando Martín tiró el dado y sacó un 5. Por suerte, Isabel sacó un 1. Uf! Me salvé por muy poco. Cuando creía que mi prima iba a sacarse el sujetador, vi que se quitaba la braguita; cuando se dio cuenta de mi sorpresa, se me acercó al oído y me dijo que así, aún no se le veía nada. La miré, y era cierto: como estábamos dentro del agua y había bastante vapor no se le veía nada. En esto que Martín se ofreció ir a la cocina y traernos unas patatas fritas y unas aceitunas para ir picando. Cuando salió hacia la cocina, Isabel me dijo:

¿Te has fijado en Martín? Suerte que haya vapor y no se nota mucho.

¿En qué me he de fijar?

Pues…., no sé como decirlo.

Ui, Isabel, me tienes intrigada.

pues….¿Has visto como tenía su "cosita"?

¿Cómo quieres que la haya visto? Estaba con los calzoncillos.

Ya lo sé, es que…se le había empinado

La verdad es que no me había fijado; cuando se acercó Martin con las patatas, me daba un cierto apuro mirarle, por lo de la vergüenza ajena; pero cuando se acercó más, levanté la cabeza y vi lo que decía Isabel: en la parte delantera de su calzón se le notaba un bulto. Sin darse cuenta que le estábamos mirando, entro de nuevo en el agua y continuamos jugando.

En la ronda siguiente, Martín empató con Isabel, y en el desempate él perdió, con lo que tuvo que despojarse del calzoncillo. De momento me estaba librando, pero temía el momento en que me tocara perder; por suerte no fue en la tirada siguiente, ya que quien perdió de nuevo fue Isabel. Se puso como un tomate, puesto que sabía que ya no le quedaba nada más por quitarse y que entonces su hermano le vería sus pechos. Con vergüenza dijo que quería retirarse y que el juego ya había ido demasiado lejos, pero Martin le respondió:

Lo siento, Isa; antes de jugar todos hemos estado de acuerdo en llegar hasta el final; ¿no es cierto?

Es cierto, Isabel –respondí-; así hemos quedado.

Después de mucho insistirle, al final se lo quitó y enseguida se los cubrió con su mano, diciéndole a su hermano que se iba a acordar. Antes de que se llegara a tapar el pecho con la mano, se los vi a mi prima y me di cuenta de que eran muy bonitos. Por un momento pensé que si hubiera sido un chico me habría gustado poderlos acariciar. En unos instantes me quedé un poco asustada; yo que siempre me había educado en un ambiente conservador y que en el internado nunca nos duchábamos las chicas juntas, puesto que las duchas estaban separadas con unas puertas; y ahora me encontraba casi desnuda en una piscina con mis primos, jugando a las prendas, imaginando a mi primo desnudo y deseando acariciar el pecho de mi prima; al final pensé que no podía haber nada malo en ello, al fin y al cabo éramos de la misma familia y era un juego inocente. Continuamos jugando. Isabel, que se cubría sus pechos con ambas manos, tuvo que destapar uno para tirar el dado y sacó un 5, Martín un 2 y yo…un 1. Uf!!! Lo que me temía. Cuando Martín vio que yo había perdido, dijo:

Ya era hora que Ingrid perdiera, no íbamos a ser nosotros los únicos.

La mirada que le dirigí fue una mezcla de enfado, de decepción por haber perdido y de vergüenza por tener que desnudarme. Después de muchas dudas, y recordando la primera prenda de Isabel, me quité las braguitas. Así no se me podía ver nada y ganaba un poco de tiempo. Continuamos jugando y volvió a perder Martin; ya no le quedaba ninguna prenda más y no podíamos parar el juego…o no queríamos, e Isabel, recordando que antes Martín no había aceptado que ella se retirara le dijo:

Te ha tocado, hermanito. Como no te puedes quitar nada más, propongo que salgas del agua, y te tumbes en el borde de la piscina de cara a nosotras durante medio minuto.

Estás loca. A ver si te piensas que voy a hacer esto.

Ah, lo siento. Antes cuando me he tenido que quitar el sujetador, tu me has recordado que habíamos prometido llegar hasta el final y que no nos podíamos retirar.

El pobre Martín estaba rojo de vergüenza, ya que una cosa era estar sin nada dentro del agua, y la otra era salir fuera de ella; y lo peor aún era que tenía que estar tumbado delante nuestro y que nosotras le miráramos. El pobrecillo me miró implorando ayuda, pero con un gesto de hombros le vine a decir que si antes habíamos sido duros con Isabel, ahora lo teníamos que ser con él. Insistió mucho en que lo perdonáramos, en que si lo hacíamos le podríamos pedir lo que quisiéramos, pero cuanto más insistía, más silbábamos e insistíamos en que tenía que salir. Fue tanta nuestra insistencia que al final tuvo que salir. Cuando lo vimos allí, desnudo, tumbado de lado mirando hacia nosotras, las dos nos llevamos una sorpresa mayúscula; yo porque era la primera vez que veía a un hombre desnudo, e Isabel porque desde que eran pequeñitos no lo había vuelto a ver desnudo. Yo estaba un tanto cohibida, hasta que Isabel dijo que nos acercáramos al máximo para poderlo ver bien. Sólo le faltaba esto al pobre Martin; nos acercamos tanto que quedamos a menos de un metro de él y allí se encontraba desnudo, a nuestra vista; me fijé y vi que tenía su pene totalmente erecto y me costaba imaginar si cabría dentro de la chica que hiciera el amor con él. Isabel también estaba mirándolo, cuando Martín dijo que ya había pasado el tiempo y se vino al agua con nosotras.

Reanudamos el juego y recordando aún la imagen de Martin tumbado delante de nosotras, con su "cosita" empinada a pesar de estar encima de la nieve, me alegraba no haber sido yo la que hubiera salido de la piscina para que mis primos me vieran. Por un lado me daba vergüenza tenerme que quitar la camiseta y que me vieran desnuda, pero por otra parte me daba cuenta que poco a poco iba perdiendo el pudor que tenía al principio y el juego me iba gustando cada vez más; a cada momento que pasaba, iba notando un cosquilleo que me recorría todo el cuerpo; era un cosquilleo muy agradable, una mezcla de excitación, impaciencia por ver quien era el próximo en perder y ver la prenda que le tocaría hacer, y de temor por ser yo la siguiente.

En las siguientes jugadas, mi suerte cambió de golpe y en dos tiradas seguidas tuve que quitarme la camiseta y salir fuera para que ellos dos me vieran; era horroroso, estuve a punto de ponerme a llorar; pero temiendo que mis primos se dieran cuenta, hice de tripas corazón y salí del agua, tumbándome como antes había hecho Martin. Cerré los ojos, como si con ello consiguieran cubrir mi desnudez. El tiempo que estuve allí, a la vista de mis dos primos, me pareció eterno; por mi cabeza iban pasando un montón de imágenes pero al final de cada una de ellas siempre me surgía la pregunta de ¿cómo he sido capaz de estar yo así? Al final, Isabel me tocó en el hombro para avisarme que ya había pasado el tiempo y me dijo:

Carai, Ingrid; no sé por qué tienes tantos problemas en quitarte la ropa; estás muy bien; ¿no es cierto, Martin?

Y tanto que sí; está muy bien, tiene un cuerpo genial.

Las palabras de mis primos hicieron que me pusiera roja de nuevo, y enseguida fui al agua de nuevo. Como ya sólo faltaba Isabel por salir del agua, propuse que se tumbara delante nuestro y que luego cambiáramos de prendas o que jugáramos a otra cosa. El principio no quería, pero luego dijo que ya que nosotros dos ya lo habíamos hecho, lo justo era que ella lo hiciera también. Venciendo sus reparos, y vergüenza por estar desnuda delante de Martin, salió del agua y se tumbó delante nuestro para que la pudiéramos ver bien. Yo ya había perdido el sentido del pudor y de la inhibición, y me encontraba allí, a menos de medio metro de Isabel, mirándola y observando su cuerpo, sus pequeños senos como dos manzanitas, su cuerpo delgado, su vagina cubierta por unos pelos cortitos y de apariencia sedosa; toda ella estaba a punto de caramelo.

Cuando a Isabel le pasó el tiempo de regresar al agua, se zambulló de nuevo y ya libres de tapujos y vergüenzas, y habiendo perdido el pudor entre nosotros, empezamos a charlar y a pensar que nuevas prendas podíamos hacer; pero esto ya lo explicaré en otro escrito.

Un beso muy grande a tod@s l@s practicantes del amor filial.

INGRID