En la micro
Relato breve basado en una experiencia reciente. El resultado de un sistema de transporte público colapsado y las calenturas de algunos de sus pasajeros en la mañana.
No soy un manoseador.
Es más, evito el metro y micros en horas puntas para no ir pegado a la gente.
Pero los días martes, me es imposible viajar en otra hora en la mañana, más que cuando el paradero de la micro está repleto.
El martes pasado, estaba en medio de un gran grupo de personas que se había formado esperando un bus que no pasaba hace varios minutos. Cuando éste llegó, me vi arrastrado por la masa que a empujones me dejó atrás, frente a la última línea de asientos, tomado con una mano en una manilla colgante y con los pies apenas separados para poder ir equilibrado.
Frente a mi quedó una chica rellenita, con un culo generoso y pelo teñido pelirrojo (medio turra)… habrá tenido no más de 27 años (yo tengo cuarenta) y me daba la espalda.
En su recorrido, la micro toma una carretera urbana y da algunos giros fuertes. Así que inevitablemente, a pesar de mantenerme en mi lugar, ella y su culo terminaron abalanzándose sobre mi cadera. En un comienzo, procuré ni moverme para evitar el malentendido. Tampoco tenía espacio para esquivarla.
Al cabo de un rato, el movimiento de vaivén de ella, de frente y hacia atrás, pasó a ser un movimiento lateral, sin despegarse de mi. Con mi verga empecé a notar cada vez mejor la redondez y dureza de cada nalga y se me hizo imposible no arrimarle mi dureza. Ella, primero se detuvo (quizás para sentirlo mejor) y luego, retomó sus movimientos oscilatorios y enterrándose contra mi.
Miré hacia los asientos que nos podrían ver de frente (estábamos a 30 cms de sus caras) y todos iban durmiendo o pegados en sus celulares.
Así que me envalentoné y, en un momento en que ella se despegó ligeramente de mi, meti mi dedos, por el borde superior de su pantalón elasticado, sintiendo su piel por el dorso y la jalé hacia mi. Ella se quedó quieta nuevamente, como sorprendida y empezó cortos movimientos como si me estuviera montando.
Estuvimos así una buena parte del trayecto, ella se frotaba con fuerza contra mi y yo me mantenía firme y duro para su goce, o apuraba el movimiento, para el mío.
El juego no continuó por mucho, una de las personas de la hilera de asientos que nos enfrentaba se bajó de la micro y ella ocupó su asiento.
Me dio una mirada algo avergonzada y se sumergió en su celular hasta bajar un par de paraderos más allá.
Yo llegué a mi clase con una erección de campeonato, y no podía evitar ver a las veinteañeras de la sala y preguntarme cómo se sentiría el culo de cada una de ellas pegado a mi entrepierna.
fin