En la guarida
A veces dos cazadores carnívoros se encuentran,cuando eso sucede nada es un juego, solo es instinto.
Te pertenezco tanto como tú me perteneces a mí… nada somos, solo dos almas que coincidieron en el momento menos oportuno, en el lugar menos indicado, a la sombra de un callejón obscuro detrás de todo el bullicio, yo contra pared enterrando mis uñas en el ladrillo descubierto y viejo, tú en tu auto, podía sentir tu penetrante mirada mientras mi sexo casual me rosaba entre las piernas, escurrían mis fluidos hasta las rodillas, pero no era él, eras tú y tu mirada penetrante, si tu mirada pudiera atravesarme en lugar de él, su tu fieras el que me diera tan fuerte en su lugar, si tú fueras él… gemiría, gemiría como lo hacía la chica que te cogías en tu auto mientras me mirabas a mí.
Pasó mucho tiempo para que volviéramos a vernos, solo unas semanas de frecuentar el mismo bar para decepcionarme y tener que llevarme otro hombre al callejón para no sentiré tan frustrada, tenía que encontrarte, hombre de ojos de gato, feroz como tigre, tenía que verte, tenía que llevarte hasta mi guarida y devorarte tenías que empotrarme contra esa pared hasta rasparme, quería dejar mis uñas en ese ladrillo desnudo… desde esa noche que te vi, me perteneciste tanto como yo.
Entonces lo sentí, entre las luces neón y la música sentí tus ojos de gato seguirme, esa esa sensación y voltee, te vi, allí estabas en un pilar recargado, ambos sabíamos lo que iba a pasar, no teníamos por qué retrasarlo con protocolos absurdos o dulces palabras, el acuerdo era mutuo. Me acerqué a ti, te tomé por la nuca y te besé tenía que dar el primer paso, te dejé meter tu lengua en mi boca, dejar que jugaras con ella, que probaras mi sabor, en ese rincón del bar nadie se entrometía, metiste la mano en mi falda y encima de mis bragas tocaste mi clítoris, sé que podías sentir la humedad progresiva de mi sexo mientras besaba tu cuello, los sé porque podía sentir cómo crecía tu entrepierna, estaba tan crecido tu pene bajo el pantalón que parecía doler, nos miramos a los ojos, sin decir palabra nos tomamos de la mano y salimos por detrás, a la guarida de siempre pero distinto lugar, tu camioneta aparcada junto a la pared donde me habías visto la otra noche, levantaste mi falda, abriste la puerta del coche hiciste nuestra privacidad, para casi ararme mis bragas mojadas de placer, no me dejaste hacerte el favor, tú mismo te bajaste el pantalón y sacaste impaciente tu antorcha encendida, no se hizo esperar tu penetración, me la clavaste como un puñal allí sobre tu asiento de copiloto, poco me importaba que me calara en los hombros el plástico del auto solo me excitaba más al escuchar el rechinido del auto moviéndose al compás de tus caderas. Eso era solo un calentamiento, me tomaste de la cintura, instintivamente me acomodé y te di mis nalgas, me tomaste firmemente mientras yo me detenía apoyada firmemente con lo que tenía a la mano mi cuerpo se movía a tu ritmo, no me permitía que lo dejaras salir ni un segundo, lo quería todo dentro, era solo mío ahora, me llenaba… me hacía gemir como no lo habían hecho tantos encuentros en el callejón… solo pudiste hacerme llegar más de una vez en un rápido… con tus embestidas, con tu fuerza, con tu verga palpitante dentro de mí, con esa explosión de semen llenando mi vientre, no sabes cuánto lo disfruté… gracias por todo ojos de gato.