En la Granja, adiestrado como caballo

Había oído hablar de las granjas de entrenamiento para esclavos-caballos, había leído algún relato al respecto e incluso había visto fotos en publicaciones, pero nunca pensé que yo seria uno de ellos.

Había oído hablar de las granjas de entrenamiento para esclavos-caballos, había leído algún relato al respecto e incluso había visto fotos en publicaciones, pero nunca pensé que yo seria uno de ellos.

Pasar las vacaciones al servicio de mi Ama ya era habitual, ella escogía cuando y como, y solo me lo decía con la antelación justa para poder cumplir con sus deseos, había visitado OWK la mansión de las Dóminas por excelencia, había estado en Ámsterdam, en la capital del BDSM, incluso había sido subastado en un refinado hotel de Japón, en una extraordinaria convención de Amos de todo el mundo, donde cambié de manos por una temporada.

Todo esto rondaba en mi cabeza mientras recorríamos la campiña Inglesa. Desde que nos habían recogido en Heatrow me habían introducido en la parte trasera de una furgoneta donde en lugar de asientos había una jaula en la que me ordenaron introducirme desnudo y a cuatro patas, tampoco había suficiente espacio para otra postura.

Mi Ama iba delante y charlaba alegremente con el conductor, seguramente un viejo amigo de ella. El ingles lo entiendo bastante bien, le preguntó por mi experiencia, y ella le contestó que de caballo no tenía ninguna, pero que esperaba mucho de mí en esa estancia en la granja. Ahí empecé a intuir por donde iban a ir los tiros en esta ocasión.

Llegamos a una granja situada en medio del Campo, era una hermosa y antigua casona señorial con su vivienda central, con sus cuadras, sus campos y una especie de pista de carreras ovalada enfrente de la fachada principal.

Descendieron y cerraron la puerta, no tardó mucho en aparecer alguien que tomo los equipajes, se los llevó y cerró de nuevo. Al cabo de un rato alguien abrió de nuevo la puerta trasera, abrió la jaula, me puso un arnés en la cabeza y me sacó del vehículo diciéndome:

Por lo que dicen eres nuevo en esto, así que te diré las principales reglas que debes cumplir para que todo vaya bien.

Lo primero es que no debes levantarte nunca, aquí irás siempre a cuatro patas, no hablarás, comerás del comedero de los caballos con tus compañeros, beberás solo del abrevadero, harás tus necesidades sin tocarte ni lavarte, que de eso ya se encargarán cada mañana los mozos de cuadras con las mangueras, y entrenarás con todos preparándote para la gran carrera.

Y no te digo si tienes alguna pregunta, porque no la tienes, yo seré tu cuidador entrenador y espero que no me dejes en mal lugar.

A continuación me llevó del arnés hasta las cuadras, una vez dentro vi que no estaba solo, había toda una fila de hombres y mujeres a cuatro patas atados por el arnés a la pared y uno al lado del otro, allí me dejó, tenía delante una especie de comedero con algo que parecía arroz y debajo casi a nivel del suelo un bebedero donde corría el agua, miré a los lados y vi que efectivamente estaban comiendo metiendo la cabeza en el comedero, el compañero que tenía al lado me leyó el pensamiento y me susurró

-Hay cámaras y micrófonos de vigilancia, si se te ocurre meter la mano te pasará lo que al último que llegó.

Un poco mas allá había un hombre rubio, fornido que tenía la espalda cruzada de latigazos, y que como todos tenía su cabeza metida en el comedero.

Ya no dijo nada más, y yo tampoco, no se que tipo de vigilancia nos tenían dispuesta pero por si acaso mejor no romper las reglas.

Así oscureció y una tenue luz nos iluminaba, efectivamente de vez en cuando alguien orinaba y ahí se quedaba, y otras necesidades mayores también se hacía sin ningún pudor, quedando a nuestros pies, a medida que nos entró el sueño nos fuimos durmiendo sobre el suelo, yo apenas pude pegar ojo.

Al amanecer nos despertaron de golpe, abriendo los portones y entrando los cuidadores con una manguera a lavarnos y a limpiar la cuadra, era curioso ver como todos íbamos ofreciendo nuestra grupa a la manguera reparadora.

Nos sacaron al patio, nos colocaron un arnés sobre los hombros, y un bocado entre los dientes y así nos llevaron al centro del patio. Ahí se encontraban alineados unos carritos de dos ruedas y un asiento con sus tiradores a ambos lados, los cuales nos ajustaron a nuestra espalda de manera que pudiéramos tirar de ellos. El mío al ser yo nuevo tardaron algo mas en ponérmelo a medida. Se subió mi entrenador al carro y un golpe en las nalgas con las bridas me indico lo que tenía que hacer. Eché a andar hacia delante con cuidado al principio, noté que el carro era relativamente ligero y muy bien equilibrado por lo que no costaba excesivo esfuerzo el moverlo. Mas incomodo era el hacerlo a cuatro patas pero vi que así iban todos por tanto hice lo mismo.

Un toque de látigo en las nalgas me hizo acelerar la marcha, una vez llegue a la altura de los demás un tirón del bocado me hizo disminuir la marcha y acompasarla a los demás carritos.

Una vez llegamos al campo de entrenamiento, primero nos hicieron dar una vuelta de reconocimiento y a continuación después de un breve descanso donde mi cuidador me dio un azucarillo, ya demos otras vueltas a más velocidad, me di cuenta de que yo era de los más lentos, quitando uno muy gordo al que no paraba su cuidador de azotar con la fusta. Después de otras vueltas mas ligeras se dio el entrenamiento por terminado y fuimos a dejar los carritos y a quitarnos los arneses de arrastre, dejándonos solo el de cabeza.

En lugar de a la cuadra nos levaron a un corral al aire libre donde nos habían puesto un comedero y un abrevadero. Nos sentíamos observados desde la casa, y a mí me pareció distinguir a mi Ama en una de las ventanas, junto con otras personas.

Por la tarde, nos vinieron a visitar nuestros Amos, La mía tan hermosa y Dominante como siempre me dijo:

-Te he inscrito en una carrera que tendrá lugar dentro de 15 días, no me falles, entrena mucho y déjame en buen lugar, ten en cuenta que se cruzan apuesta y yo apostaré por mi caballo, y si pierdo te aseguro que te arrepentirás.

Asentí orgulloso, y ella se fue no sin antes acariciarme el pelo.

Por la tarde tuvimos otra sesión de entrenamiento, esta vez mas suave, y después ya nos llevaron a la cuadra.

Una vez en ella, entró una criada vieja con un cubo y un taburete y como si fuéramos vacas nos fue ordeñando de uno en uno, exprimiendo mas bien, yo noté que nadie parecía gozar o lo hacía en absoluto silencio, además iba la cosa muy rápida. Al llegar a mí y notar mi mirada de interrogación, y mientras comenzaba a masturbarme susurró:

Esto es para el día de la carrera, al que pierda le van a meter el producto de todos estos días por todos sus agujeros, además si notan que gozas mientras te masturbo, lo cual no está permitido serás castigado severamente, igual que si tardas mas de un minuto en eyacular.

Dicho esto me concentré y me vacié en sus manos expertas de muchos años y muchos penes. Sin expresar el más mínimo placer.

(Continuará)