En la frontera del agujero negro, III

Fred se enfrenta por fin al telépata quien tratará de descubrir quién mató al capitán Gerard.

La sala de interrogatorios estaba casi a oscuras. Loran, el telépata encargado de la investigación, estaba sentado frente a mí, condenadamente serio. Había pedido que nos dejaran solos. Al parecer necesitaba silencio, calma y tranquilidad para hacer lo que quiera que  hiciera con la mente. Yo tenía un disruptor preparado para dispararle si llegaba a averiguar algo. Después tendría que huir de la nave y vivir como un asesino renegado de la Alianza por el resto de mis días. Pero si no había más remedio, lo haría.

Estaba delante del mejor telépata de la Alianza, así que lo más seguro es que ya sabría que había matado al capitán Gerard y que planeaba matarlo a él. Pero si lo sabía tenía unos nervios de acero y una confianza en sí mismo enorme. El tipo no iba armado y cómo he explicado al principio, estábamos solos. Él y yo.

  • ¿Mató usted al capitán Gerard? -preguntó de pronto Loran, fijando sus ojos de color violeta en mí.

  • No.

  • Percibo que miente.

  • Percibe mal.

  • Le haré de nuevo la pregunta. Esta vez quiero que me mienta.

  • Según usted ya le he mentido.

  • ¿Mató usted al capitán Gerard?

Me quedé callado, sin saber qué contestar. Quería que le mintiera. Como yo tenía que defender que era inocente, si debía mentir a su pregunta, debía contestar que sí lo había matado.

  • Si le digo que lo maté, ¿no lo tomará como una confesión?

  • De momento estamos en la fase inicial del interrogatorio. Le he pedido que conteste a mi pregunta con lo que usted considera una mentira. Por el momento nada de lo que diga será tomado como una confesión. Además, no necesito una confesión. Si usted lo mató yo lo sabré. Y una vez que lo sepa nada de lo que pueda decir evitará que lo encierren. Ahora, conteste a la pregunta con una mentira, por favor. ¿Mató usted al capitán Gerard?

De nuevo no contesté. Parecía la típica pregunta con trampa de un psiquiatra. Pero este tío no era un psiquiatra, era un telépata. ¿Para qué demonios quería que contestara con una mentira? ¿No estaba ya seguro de que le había mentido al decir que no?

  • No es tan difícil. Alférez Frederick Douglass, ¿mató usted al capitán Gerard?

  • ¡Sí, lo maté! - grité.

El telépata frunció el ceño.

  • ¿Ha contestado con la verdad o con la mentira?

  • Puesto que no lo maté, he contestado una mentira, que es lo que usted me ha pedido, agente Loran.

  • Qué extraño... Ahora conteste con la verdad, por favor. ¿Es usted consciente, Alférez Frederick Douglass,  de si mató o no al capitán?

Lo miré, sorprendido.

  • Por supuesto. Sé que no lo maté.

  • Conteste en los términos propuestos, por favor.

  • De acuerdo. Soy consciente de si maté o no al capitán.

  • Bien. ¿Lo mató usted?

  • ¿Quiere la mentira o la verdad?

  • La verdad.

  • No, no lo maté.

  • Qué extraño...

  • Agente. ¿Es de verdad telépata o es sólo un farol? A estas alturas ya debería saber que soy inocente –solté, a ver si colaba.

  • No es tan sencillo. No en su caso. ¿Es usted humano, Alférez Frederick Douglass?

  • Eso creo.

  • ¿Ha desarrollado alguien de su linaje habilidades telepáticas?

  • No, que yo sepa.

  • Ya veo... Bien, Alférez. Le seré franco. Creo que usted cree que mató al capitán pero no estoy seguro de que lo matara. Es posible que alguien haya sugestionado, embebido ese recuerdo en su mente. También es posible que sea usted telépata y me esté confundiendo deliberadamente pero estoy convencido de que una evaluación médica descartará esa posibilidad.

  • ¿Cree que alguien me hace creer que maté al capitán?

  • Bueno... Usted está convencido de que lo mató. Está tan convencido que piensa que le voy a descubrir y ha pensado en asesinarme si eso ocurre. Está tan convencido de que es culpable que cuando le he dicho que hay algo raro en su caso ha empezado a crecer la esperanza de que saldrá con bien de ésta y sin tener que asesinar a nadie más.

Al final será telépata de verdad - pensé.

  • Es una convicción fuerte. Han hecho un buen trabajo con usted. Piensa como un asesino. Cree ser culpable. Y cada cosa que digo provoca una respuesta en usted que no hace más que confirmar que lo es.

  • Pero no lo soy.

  • Ahí estamos de acuerdo.

  • ¿En serio?

  • Verá. Sé exactamente cómo cree que mató a su capitán. Un golpe en la cabeza con una botella de vino. Sé que cree que luego metió su cuerpo en una lanzadera y que la programó para destruirse a una distancia prudencial de la nave. Pero todo eso no tiene la consistencia de los recuerdos, sino más bien de los sueños. Creo que lo han programado para creer que hizo todo eso, y desde luego es un buen trabajo porque realmente cree haber matado al capitán, pero desde el punto de vista de un telépata ha sido un trabajo bastante chapucero. Los seres humanos no confunden los sueños con la realidad. Usted no tiene recuerdos de haber cometido ese acto. Tiene un sueño colocado en el cajón de sus recuerdos, por así decirlo. Y está tan convencido de que es culpable y de que estoy equivocado que trata de convencerse a sí mismo de que lo que acabo de exponer no es real, que usted mató realmente al capitán Gerard y que la razón de que los recuerdos tengan consistencia de sueños es una especie de aceite para masajes que le propinó el capitán Maxwell. Pero, Alférez. No existe semejante aceite. No hay tal aceite de Cinópolis de propiedades prodigiosas en ningún lugar del universo conocido. El ardid se vuelve aún más chapucero si cabe. Bien. Le diré lo que vamos a hacer. Voy a crear un nexo telepático para volver con usted al momento en que cree que mató al capitán. Si todo sale bien podré acceder a lo que ocurrió en realidad. Si le indujeron esa secuencia durante el período REM del sueño lo sabré y podré descartarlo definitivamente como sospechoso. Creo que eso será satisfactorio para usted. Pero antes tendrá que darme ese arma que lleva escondida. Sigue pensando que es culpable y podría actuar como tal si llegara a sentirse amenazado.

Le di el arma sin rechistar. Estaba convencido de que me había tocado el telépata más estúpido de la Alianza (aunque eso seguramente también debía poder leerlo de mi mente) y que quería hacer tan bien su trabajo que con un poco de suerte me dejaría escapar (cosa que también debía estar leyéndome y atribuiría a esa idiotez que se había inventado él solito sobre una chapucera conspiración telépata) pero le seguí el rollo. Si el tío pensaba que yo era inocente no tenía nada que objetar.

  • Durante el nexo usted no sentirá nada extraño. No notará que he entrado en su subconsciente. -Loran se levantó y le dio al control que abría la puerta de la sala de interrogatorios. - Necesito que nos asista -le dijo a Henrik Soul, uno de mis compañeros del equipo de seguridad que había estado vigilando en el pasillo.

Henrik entró y me saludó con un gesto de la mano y una sonrisa. Loran le entregó mi disruptor. La sonrisa le desapareció de la cara. El arma estaba programada en posición de matar. Henrik me miró con una ceja alzada y yo le dije, encogiéndome de hombros:

  • Soy inocente. Alguien me ha lavado el cerebro para que crea que soy culpable.

  • Menos mal - dijo Henrik, sonriendo de nuevo.

  • Siéntese, Alférez -le pidió Loran a Henrik. - Voy a crear un nexo telepático con el Alférez Douglass. Durante el mismo es posible que me comporte de manera extraña. Procure no sacarme del trance pero tampoco permita que haga daño a ninguno de ustedes dos. Puede que trate de golpearlos pero si estoy en lo cierto será un nexo tranquilo puesto que experimentaré sólo lo que experimentó entonces el Alférez Douglass, un profundo sueño mientras programaban su mente.

Continuará...