En la frontera del agujero negro, II

Capítulo nuevo, éste nunca ha sido publicado en mi blog xD La primera parte de esta historia en Todorelatos es un compendio de todas las partes publicadas anteriormente. Y ahora, la continuación. (Espero vuestros comentarios como agua de mayo).

La lanzadera que traía al telépata de la Unidad Anticrimen estaba atracando en aquel momento. Yo había buscado al Primer Oficial Maxwell (ahora capitán) por toda la nave pero sin suerte. Necesitaba hablar con él antes de que el telépata comenzara a investigar la muerte del capitán. Aunque seguía de baja (nadie esperaba verme en el puente por una semana) me pasé por allí tres veces a ver si Maxwell aparecía. La llegada del telépata era un asunto oficial. El capitán no podía escaquearse de darle un buen recibimiento, un recibimiento de manual. Pero nuestro nuevo capitán no parecía tomarse su puesto en serio. Aquello era preocupante.

La oficial de operaciones que había sido ascendida a Primera para suplir al propio Maxwell (que había ascendido sin pedirlo y sin remedio) me dijo otra vez que el capitán no quería ser molestado y ya parecía estar harta de mis preguntas.

Volví a mi camarote e introduje mi código de seguridad en la consola. No me quedaba más remedio que ser malo. No me preocupaba demasiado importunar al nuevo capitán averiguando de forma ilegal dónde estaba. Tenía un asesinato que encubrir. ¿Que era en comparación saltarse algún protocolo de privacidad? Además, como buen oficial de seguridad sabía tapar muy bien lo que hacía.

Unos minutos después había conseguido el paradero de Maxwell. Estaba en una Virtusala, en la que corría un programa privado del propio Maxwell.

Me dirigí a toda prisa a la Cubierta de Ocio 9. De camino tuve una de las terribles erecciones que me había advertido Maxwell que tendría durante días. Por lo menos ya se había pasado el efecto del aceite lo suficiente para no correrme en los pantalones con el más mínimo roce, como sucedía días antes.

La puerta de la Virtusala A-16 estaba bloqueada. No me quedó más remedio que saltarme el bloqueo. Maxwell se enfadaría, pero tenía que hablar con él. No me quedaba más remedio. Nuestro futuro estaba en juego.

Cuando la puerta se abrió la visión de un impresionante mar y la cálida luz del sol me dejaron sin respiración. El programa de Maxwell era una recreación de un velero navegando en algún mar de la Tierra. Entré directamente en la cubierta de aquel velero, la puerta de la virtusala se cerró a mi espalda y desapareció. El ordenador completó la holografía. Maxwell me había dicho hacía unos días que todos seguimos necesitando nuestro sol. No estoy de acuerdo. Las virtusalas pueden elaborar cualquier escenario. Aquel era tan real que el sol del atardecer del  programa que estaba usando Maxwell calentaba la piel igual que un sol de verdad. De hecho, podías ponerte moreno en una virtusala con la ventaja de que el ordenador no permitiría que te quemases.

Lo único que una virtusala no podía reemplazar era a las personas. El ordenador las recreaba igual, físicamente parecían tan reales como uno mismo, pero el ordenador añadía un deje mecánico a las voces para que nunca olvidaras que no estabas tratando con personas de verdad. De todas formas había mucha gente encariñada con los personajes de los programas virtuales, incluso era habitual que tu mejor amigo no fuera real. Un amigo creado por la computadora de la nave nunca te traicionaría (y por supuesto no te mataría de un botellazo en la nuca).

La suave brisa del atardecer me trajo el aroma del mar y a lo lejos un delfín saltó fuera del agua, juguetón. Respiré durante unos segundos aquel ambiente tan bien simulado, cerrando los ojos por un momento para disfrutar la sensación. El barco se movía bajo mis pies mientras cortaba las olas y algunas gotas de agua me salpicaban la cara. Probé una gota con la lengua. Estaba salada. En cierta forma aquella ilusión era incluso mejor que hacer el equivalente en la Tierra, donde ya no había delfines.

Maxwell no estaba en cubierta así que me dirigí al camarote. Pensé que debía anunciar mi presencia de viva voz, por si Maxwell no había oído materializarse la puerta de la virtusala, pero al bajar los primeros escalones  escuché dos respiraciones entrecortadas. Estupendo. Maxwell estaba follando. Para variar.

Me pregunté si se estaría trajinando a alguien de verdad o a un personaje de su programa marino.

El camarote era mucho más grande de lo que podría haber sido el de verdad en un velero de las dimensiones de aquel. Otra de las ventajas de las virtusalas. No tenías que preocuparte de la física, si te faltaba espacio lo ganabas con una orden.

Maxwell estaba de rodillas en una cama redonda, rompiéndole el culo a alguien. Me daba la espalda, así que su cuerpo corpulento me tapaba a su amiguito (por los gemidos supe que era un espécimen masculino, seguramente humano. Maxwell era clásico para eso).

Tosí para llamar su atención. Sabía que no le haría ninguna gracia ser interrumpido, y a su acompañante, si al final era una persona de carne y hueso, tampoco, pero el telépata ya debía haber desembarcado y no me quedaba otra que hablar con Maxwell sin perder un segundo más.

El nuevo capitán estaba tan concentrado con sus arremetidas que no me oyó toser. Volví a hacerlo pero no conseguí llamar su atención. Así que me armé de valor, me subí a la cama, le separé las cachas del culo y le metí la mano de lado en toda la raja. Si dijera que Maxwell se asustó me quedaría corto. Dio un grito inconcebible y se apartó hacia adelante, aplastando con su cuerpo a su compañero al cual le clavó el pollazo hasta a saber donde.

  • Soy yo - grité, asustado por su reacción.

Maxwell me miraba con los ojos fuera de sus órbitas y una mano en el corazón.

  • Joder. Joder, joder.

  • Lo siento - dije, terriblemente avergonzado.

Pero entonces su compañero se sacó el cipote de Maxwell con un plop y se giró. Y yo me quedé con un palmo de narices. Maxwell se estaba follando a Gerard, el antiguo capitán, aquel al que yo había asesinado en un arrebato de celos.

  • Ordenador, finalice Gerard 4 -dijo Maxwell, con un hilo de voz.

La copia holográfica del difunto capitán se desvaneció como si nunca hubiera existido. Maxwell se sentó en la cama. Tenía la polla flácida. Nunca había visto a nadie perder la erección tan deprisa.

  • Se suponía que nadie debía ver esto nunca - dijo, como disculpándose. - ¿Cómo ha entrado, Alférez? ¿Qué demonios hace aquí?

  • Necesitaba hablar con usted. No lo encontraba por ninguna parte. Así que... hice trampa.

  • Bueno, pues aquí me tiene. ¿Qué puede ser tan importante?

Iba a comenzar a explicarme cuando algo en el semblante de Maxwell me hizo enmudecer.

Sus ojos. Maxwell estaba a punto de ponerse a llorar.

Me puse de pie y le ofrecí mi mano. Él la tomó algo indeciso. Lo hice ponerse en pie y... lo abracé.

Y lloró, durante unos maravillosos segundos. Se sobrepuso enseguida pero aquel instante en que pude darle mi apoyo, mi compañía y mi calor al hombre al que amaba fueron algo especial, aunque en realidad él llorara por el capitán Gerard y yo... lo hubiese matado.

Después de aquel momento apacible volvimos a sentarnos.

  • No me acostumbro a su ausencia. Sé que lo que ha presenciado le parecerá enfermizo, Alférez, pero el capitán y yo estábamos muy unidos. Este velero es una recreación de un viaje que compartimos hace unos años. Nunca fui más feliz. En toda mi vida. Y ahora está muerto.

  • Eso no lo sabemos - dije. - Quizá haya sido secuestrado.

  • Tengo la casi certeza de que está muerto. Le parecerá una tontería pero teníamos una conexión. Y puedo sentir que ha desaparecido.

Me explicó que mantenía desde hacía muchos años una relación secreta con el capitán Gerard quien estaba decidido a hacerla pública y a divorciarse de su mujer para estar con él.

  • Pero yo no quería que lo hiciese. Yo quería tenerlo todo. Mientras él estuviera casado yo no tenía porqué serle fiel. Nunca he podido estar con un sólo hombre. Necesitaba variedad. Necesitaba siempre unos ojos nuevos que se asombraran con mi cuerpazo -dijo con ironía, -una nueva boca que me mamara la polla de forma distinta, una nueva verga  sublime que me llenara los orificios de carne caliente y nuevos culos prietos dispuestos a recibirme. -Lo decía con la más absoluta de las amarguras pero yo volví a empalmarme de forma absurda al oír aquello. - Y ahora que he perdido al amor de mi vida no puedo pensar en nadie más. Y me gustaría poder volver atrás y hacer las cosas de otra manera.

Lo estuve consolando un rato hasta que recuperó la compostura y volvió a preguntarme para qué quería verlo.

  • Es por ese telépata, señor. Estuve pensando en lo que dijo, que no hay forma de ocultarle nada a la Unidad Anticrimen.

  • Pero quedamos en que no tenía nada que ocultar, Alférez.

  • Según como se mire. Usted dijo que el aceite de Cinópolis es de contrabando. En cuanto ese telépata me lea la mente sabrá que usted posee ese artículo y que lo usó conmigo. De hecho, hasta sabrá que usted tenía un idilio con el capitán Gerard.

  • No me preocupa. Los agentes sólo se centran en los hechos relacionados con el asesinato, si es que lo hubo, y yo no tuve nada que ver con eso. Pero es cierto que lo del aceite es un tema delicado. Sobretodo por las molestias que le acarreó a usted. Eso podría traerme problemas.

  • No hace falta que yo le recuerde lo estricta que es la Alianza con ese tipo de cosas. Si conseguimos que mantenga limpio su expediente no correrá el peligro de que le quiten el mando de esta nave.

  • Me halaga su preocupación por mí, Alférez, pero no puedo evitar que el telépata nos interrogue a ninguno de los dos. Tendremos que pasar por ello y esperar que no sea muy detallista en su informe.

  • ¿Y no hay manera de burlarlo?

  • No, que yo sepa. Pero no se preocupe. Yo no lo hago.

Mierda, pensé.

  • Alférez -me preguntó entonces Maxwell, que ante mi incredulidad se llevó una mano al cipote. - ¿Usted no usa nuca las virtusalas para el sexo?

  • Alguna vez -mentí. Lo cierto es que las usaba muy a menudo, como todo el mundo.

  • Ordenador, Nacho 7 -dijo Maxwell.

Un tío alto y fornido, no excesivamente guapo pero con un rabote impresionante apareció de la nada. Maxwell le ordenó que se subiera a la cama. El holograma obedeció.

  • Cómasela -me ordenó luego a mí.

  • Pero señor...

  • Me ha arruinado mi polvazo de consolación con mi querido Gerard 4. Vamos, cómasela a Nacho, es lo menos que puede hacer para redimirse.

No tenía muchas ganas de tragarme una polla holográfica, aunque el sabor fuese igual a una auténtica, o aún más guarro, según lo que hubiera programado Maxwell para sus amigos virtuales, pero como en el fondo sabía que Maxwell participaría si hacía lo que me pedía me arrodillé delante de aquel Nacho y me metí todo el vergajo ya enhiesto entre los labios de una tacada.

  • Chúpasela bien. Ahora que puedes -dijo Maxwell, pasando al tuteo.

No entendí la última parte pero me afané en obedecerle. Al puto Nacho le habían programado un pollón en toda regla. A duras penas me cabía en la boca. Mamé con ganas esperando que Maxwell se calentara con aquello y me diera caña de la real.

  • Nacho, córrete - dijo de pronto Maxwell.

Una lefada de impresionantes proporciones empezó a manar de aquella polla imposible. Hice lo que pude por tragármela. Aunque sabía a semen de verdad sabía que no lo era, y por un momento sentí cierto asco de tragarme leche artificial, lo justo para que me rodara barbilla abajo un buen chorreón. Maxwell me miraba divertido mientras se tocaba el cipote que aún no estaba del todo duro.

  • Bien, Fred. Lo estás haciendo muy bien. Ordenador, Nacho 7, nivel 2.

Nada cambió aparentemente. Nacho seguía en su sitio pero de pronto la polla que acababa de descargar una lefada en mi boca creció dentro de ella casi el doble de su tamaño. Tuve que hacer un esfuerzo enorme para hacerle cabida.

  • Chúpala bien -me animó Maxwell, mientras me bajaba los pantalones.

Lo intenté con toda mi alma pero era demasiada polla para mi boca.

  • No puedo chupar esto - me quejé. -Me va a descoyuntar la mandíbula.

  • Eso no pasará. Nada en una virtusala puede hacerte daño, ya lo sabes.

  • No estoy tan seguro -dije, mirando de reojo aquella polla que me había costado un mundo sacarme de la boca.

  • Chúpala - volvió a ordenarme Maxwell.

  • Sí señor - me burlé.

Volví a meterme aquella cosa entre los labios mientras el capitán me empezaba a trabajar el culo con un dedo ensalivado.

La pollaca del holograma, todo hay que decirlo, sabía a macho que tiraba para atrás, su vello púbico olía a sexo cerdo y el pollón soltaba de vez en cuando un chorrazo de precum tan abundante que hubiera sido imposible en un humano.

Maxwell me hizo ponerme a cuatro para poder comerme el ojete. Entonces dijo:

  • Ordenador, nivel 3.

Y la polla del holograma volvió a crecer lo imposible. Tanto había crecido  que esta vez quedó atrapada por mis dientes. Estaba ensartado de polla y era literalmente imposible que me la sacara de la boca.

Entonces sentí la amada perilla de Maxwell rozando mi piel mientras su lengua empezaba a trabajarme el orto y no me importó estar empalado, aunque era difícil respirar con aquella masa venosa palpitando entre mis morros y clavada casi hasta la campanilla.

Aguanté estoicamente los envites del Nacho virtual con tal de tener contento a Maxwell, pero aunque hubiera querido negarme no habría podido, la polla estaba atrapada por mi dolorida mandíbula, no podía sacarla, así que tampoco podía hablar ni quejarme ni nada.

Después de una buena comida de culo Maxwell me plantó su rabazo a las puertas y cuando empezaba a apretar dijo de nuevo:

  • Nacho, córrete.

Una ingente cantidad de lefa entró caliente directamente a mi garganta y tragué como un condenado para no ahogarme mientras Maxwell de un empujón me metía el vergajo hasta el fondo de mis entrañas.

  • ¿Cómo lo llevas? - me preguntó Maxwell, bombeando. Acto seguido me atrapó la polla y la apretó con una mano. - Dios, la tienes durísima. Eso es que te está gustando.

No era mi ideal de polvo, la verdad, pero tenía a Maxwell llenándome el orto de carne, así que hice ruidos de que me gustaba la cosa.

  • Nacho, otra corrida -dijo.

Y otra andanada de leche me pasó diligentemente por la garganta.

Continuará...

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