En la feria
Mi esposa objeto de deseo de otros hombres
Un saludo.
A veces los lectores contactan conmigo para contarme sus fantasías o hechos presuntamente reales para que los plasme por escrito. Esta historia según me cuenta el lector es un hecho real.
Los protagonistas son un matrimonio Pedro y Míriam, se casaron hace cuatro años y no tienen hijos por ahora, su posición económica es buena.
Pedro de 33 años, una persona fisicamente normal como cualquier otra aunque muy celosa según se define, Míriam tiene 31 años, una mujer espléndida y muy elegante, de metro setenta y siete, delgada, pelo castaño con melena hasta los hombros que suele recogerse en una coleta, ojos oscuros, pecho talla 100, sus areolas son grandes y los pezones de un color marrón muy oscuro, nalgas duras y firmes ya que acude al gimnasio con asiduidad.
Pedro me comenta que en el aspecto sexual su relación es buena aunque su esposa es bastante conservadora.
Sin más, paso a contaros los hechos que Pedro puso en mi conocimiento.
Siendo las fiestas de nuestra ciudad fuimos al recinto festivo. El día era caluroso, no me hizo especial gracia que mi esposa escogiese para la ocasión un camiseta blanca estilo baloncesto bastante holgada sin sujetador, una minifalda de vuelo a medio muslo negro y por debajo un tanga de encaje con transparencias de color lila, por cierto su preferido.
Particularmente, soy de la opinión que para ir a un recinto ferial de atracciones una minifalda no es lo más apropiado, aunque con el tema de la ropa no puedo discutir con ella.
No soy de montarme en atracciones, mi esposa me lo recrimina y me dice que soy un soso. Míriam subió en una atracción llamada el castillo del terror mientras yo la esperaba.
Al acabar el recorrido de la atracción y antes de bajar las escaleras, mi esposa atravesó unas rejillas de ventilación, un fortísimo chorro de aire levantó la minifalda y la camiseta de Míriam, por mucho que lo intentó mi mujer cubriéndose con las manos no pudo evitar que su cuerpo quedase expuesto a la vista de todos, mostrando sus largas piernas y muslos, así como su diminuta y sensual tanguita de encaje color lila, por cierto, su preferido.
Además, en un gesto instintivo mi esposa se giró y sus nalgas desnudas con su finísimo hilo escondido entre sus glúteos quedaron expuestos.
La escena duró unos cinco segundos, recreándose muchas personas, jóvenes, mayores y mujeres con la visión de las ropa íntima de mi esposa.
Míriam llegó hasta mí y tuvimos una fuerte bronca mientras la gente nos observaba.
Pasados diez minutos y con un cabreo monumental fui a los servicios, entré en uno individual. A los pocos segundos accedieron tres jóvenes de aspecto magrebí y pintas de macarra, los ví por el cristal y eché el cerrojo.
A través de la puerta pude escucharlos:
-Habéis visto a la puta de la ventilador?
-Nos lo ha enseñado todo, menudas piernas.
-Y las tetas? que grandes y tiesas, que pezones más gordos. No llevaba sujetador la muy zorra.
-Está tremenda la muy guarra y lo sabe, le gusta exhibirse.
-Y la cara del marido?, parecía un gilipollas muy enfadado con la guarrilla de su esposa.
-Que suertudo, a una hembra como esa habría que darle duro a todas horas, seguro que el imbecil del marido la tiene mal follada y por eso nos enseña todo.
-Si, tiene aspecto de pichafloja y cornudo, se río uno de ellos.
Otro en mi lugar hubiese salido y les hubiese partido la cara a esos tres macarrillas, no pude hacerlo, estaba muy excitado y mi polla chorreando fluidos manchaba a mi bóxer.
-Y el culo?, menudo culo gasta la muy puta además se gira para que se lo veamos bien.
-A mí me ha excitado el tanga, trasparente se le veía todo el coño.
-Es cierto, lo llevaba depilado, le he visto hasta los labios vaginales.
-Si hubiese tenido el móvil a mano la hubiese grabado para enseñársela al resto de nuestros amigos y subir el vídeo a Internet.
Atento a la obscena conversación no me había dado cuenta que me estaba sobando la polla, me baje los pantalones y mi bóxer y me masturbé como un cerdo escuchando lo que aquellos magrebies decían de Míriam.
-Tengo que follarme a esa guarra como sea.
-Nos la follamos los tres, quiero darla por el culo.
-La follariamos los tres, el coño, el culo y la boca, todos nos correríamos en su coño y el cornudo del esposo nunca sabría quién de los tres la hemos preñado.
-Esa puta perra nos dejaría secos, seguro que nos la tendríamos que follar todos toda la noche para dejarla satisfecha.
Los tres se rieron a la vez.
-Seguro que nos come la polla y nos deja corrernos en sus tetas y en la cara.
-Que paja me estoy haciendo,..., que culo y que tetas, quiero follarla y dejarla preñada.
- Ufff,...., ahhhh menuda paja me he hecho, he dejado todo pringado
-Un pajote me habría echo con su tanga, se lo habría dejado bien sucio con mi leche.
-Habéis acabado ya de pajearos pensando en esa zorra?.
Al oír esta última frase me corrí como un animal mordiendo mi mano izquierda para que los tres macarras no escuchase mis jadeos de placer, muchos trallazos de leche salpicaron el váter y los azulejos.
Los magrebies se marcharon y avergonzado con papel higiénico limpie mi abundante corrida.
Al salir de los baños Míriam quedó sorprendido por mi tardanza. Tuve que mentir diciendo que había mucha gente esperando.
Mi enfado con Míriam había desaparecido siendo sustituido por una enorme excitación, cogí a mi esposa por la cintura y seguimos paseando por el recinto ferial. Noté que muchas personas la observaban y murmuraban al cruzar, mirando por encima del hombro de mi esposa me dí cuenta que los tres macarrillas nos seguían, señalando a mi esposa y comentando entre ellos.
Preso de la excitación y a propósito hice jugar a mi esposa en varias atracciones de tiro, al reclinarse sobre los mostradores su minifalda se subía de forma exagerada dejando a la vista el inicio de sus nalgas, la hice montarse en una atracción llamada el saltamontes y los autos de choque mientras yo esperaba.
Por mucho que intentaba cubrirse, la cortedaz de su minifalda dejaba a la vista sus muslos y su tanguita de encaje trasparente.
Los tres magrebies subieron también a la atracción y a posta chocaban violentamente contra el coche de Míriam haciendo que sus tetas se bamboleasen y se le viese sin ningún impedimento sus piernas, sus muslos y su coño.
Mi esposa me miraba como pidiendo auxilio sin que yo reaccionase, solo podía sonreír como un imbecil mientras notaba como mi polla estaba más dura que en toda mi vida.
Casi de noche cogimos el coche para ir a casa, al arrancar pasaron los tres magrebies y mientras mi esposa se giraba para atarse el cinturón de seguridad, dos de ellos se llevaron las manos al paquete y el tercero me hizo el gesto de los cuernos.
Al llegar a casa quise follar con Míriam pero no quiso porque estaba muy cansado. En el baño me hice la segunda mejor paja de mi vida.